DEPORTES
Tal d�a como hoy
4 de agosto de 1984

Carl Lewis, el aspirante que se convirti� en leyenda

Actualizado

El atleta estadounidense hizo realidad su sue�o en Los �ngeles '84 de igualar las cuatro medallas conseguidas por su compatriota Jesse Owens en Berl�n '36 (100m, 200m, longitud y 4x100).

Lewis, en la meta de la final ol�mpica de los 100 metros en Los Angeles.
Lewis, en la meta de la final ol�mpica de los 100 metros en Los Angeles.GETTY

Aunque los or�genes sociales de ambos eran bien distintos, Frederick Carlton Lewis, Carl Lewis, compart�a con Jesse Owens el estado de nacimiento (Alabama) y, sobre todo, las especialidades atl�ticas: 100 y 200 metros, y salto de longitud. No era raro, pues, que, desde que empezara a destacar, se le comparase con el mito, hasta el punto de convertirlo poco menos que en su reencarnaci�n. Eso siempre halag� y estimul� a Lewis, pero tambi�n lleg� a fatigarlo al sentir que se le negaba una parte de la personalidad propia para hacerle asumir, heredada, una prolongaci�n de la de Owens.

Era inevitable que el gran atractivo de los Juegos Ol�mpicos de Los Angeles, en 1984, girase en torno al reto de Carl de igualar los cuatro oros de Jesse (100 metros, 200, longitud y 4x100) en los de Berl�n, en 1936. Lewis era ol�mpicamente novato. En 1980, en los trials de selecci�n para los Juegos de Mosc�, con 19 a�os de edad, se hab�a clasificado segundo en el salto de longitud. Adem�s, su cuarto puesto en los 100 metros le aseguraba la plaza en el equipo de relevos. El boicot occidental a los Juegos por la invasi�n sovi�tica de Afganist�n ech� por tierra sus j�venes ilusiones.

En Los Angeles se encontraba Lewis en la cima de su fama y sus triunfos. Un a�o antes hab�a ganado tres oros en el primer Campeonato del Mundo, celebrado en Helsinki. En California lo aguardaba una especie de adelanto de la inmortalidad. Su relaci�n con Owens se reforzaba de cara a la prensa y al p�blico cuando uno de los secretos mejor guardados por parte del Comit� Organizador, la identidad del relevista que entrar�a en el estadio con la antorcha, qued� desvelado. Era Gina Hemphill, nieta de Jesse. La mujer entreg� la llama a Rafer Johnson, oro en el decatl�n de Roma 1960, que encendi� el pebetero, y los Juegos comenzaron.

La final de los 100 metros estaba programada para el 4 de agosto, un d�a m�s tarde que la de Owens en 1936. Lewis accedi� a ella con comodidad. Incluso, en la segunda ronda, su marca de 10.04 se convert�a en la mejor a baja altitud en la historia ol�mpica.

La muerte de su padre

En la final, Carl, como de costumbre, tard�, tras los primeros apoyos, en ponerse en acci�n. Hasta los 80 metros iba en cabeza, por la calle 5, su compatriota Sam Graddy, al que le suced�a todo lo contrario y que, seg�n sus palabras, lleg� a pensar que la victoria lo aguardaba 20 metros m�s all�. Entonces, por la calle 7, apareci� un cicl�n a 45 km/h. Lewis gan� (9.99) por delante de Graddy (10.19) con la mayor diferencia en la historia de las finales ol�mpicas: dos metros y medio.

En la apoteosis personal y nacional de King Carl, del Hijo del Viento, nadie prest� mucha atenci�n al tercer clasificado, un robusto y hosco canadiense llamado Ben Johnson. Cuatro a�os m�s tarde, en Se�l'88, ambos protagonizar�an una final para la eternidad cuyos detalles son conocidos. Poco m�s de un a�o antes hab�a fallecido el padre de Carl. Su hijo lo enterr� con la medalla de oro de los 100 metros de Los �ngeles.

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