Las 1001 caras de Burt Lancaster en el blog de Filmin

Las 1001 caras de Burt Lancaster

Fuente: Ricardo Jornet

La impresión que en muchos ha causado la transformación sufrida por Matthew McConaughey, de star masculina en comedias románticas inofensivas a intenso intérprete que reparte sus virtudes entre cine y televisión, demuestra hasta qué punto sigue chocándole al público tal cambio de registro si hablamos de un actor estadounidense. Pero, antes de McConaughey, ya hubo otro que puede ser la quintaesencia de tal evolución: Burt Lancaster. De jóven acróbata a profundo actor europeo, Lancaster desde luego superó con creces todas las expectativas que el público pudiese generar sobre él.

Aprovechando que hoy hace 20 años que Lancaster nos dejó, en filmin queremos rendirle un particular homenaje a este polifacético actor, apreciado por cineastas de la talla de John Huston, John Frankenheimer, Jules Dassin, Luchino Visconti o Bernardo Bertolucci. Mitad intérprete y mitad hombre de negocios que supo al milímetro cómo debía vender su imagen en cada momento, el cine protagonizado por Lancaster se despliega por una geografía temática y estética tan variada que hemos dividido su persona en distintas etapas, que permiten explorar todos los cambios de un actor irrepetible.

El artista del trapecio:

Fuerza Bruta (1947)

El joven Lancaster había iniciado sus andanzas artísticas en un mundo no tan alejado del del Hollywood clásico: el de la acrobacia y el espectáculo de circo. Su excelente forma física le permitiría alcanzar pronto el papel protagonista en ficciones como este clásico carcelario de Jules Dassin, cineasta norteamericano de hálito europeo que intentaría criticar las instituciones penales mediante el filtro del noir (no tardarían en acusarle de comunista y meterle en la lista negra). Cara bonita y cuerpo musculado, siempre dispuesto a la acción física, Lancaster empezaría más como maniquí que como actor completo: una especie de Errol Flynn después de la Segunda Guerra Mundial.

 

Trapecio (1956)

Lancaster asentaría su imagen de galán romántico y activo en la ya mítica "De aquí a la eternidad", donde compartiría con Deborah Kerr la mil veces referenciada escena de amor en las arenas de una playa hawaiana. Tres años más tarde, seguramente en busca de nuevos horizontes interpretativos, cerraría de algún modo esta primera etapa con "Trapecio", drama circense con tintes de canto crepuscular en el que el propio Lancaster realizó un triple salto mortal, demostrando sus habilidades acrobáticas.

 

El inteligente productor:

El Halcón y la Flecha (1950)

Una muestra de que el joven y guapo actor no tenía un pelo de tonto fue el hecho de que, ya en los inicios de su carrera y viendo el éxito que tenían los filmes protagonizados por él mismo, decidiese convertirse en productor y fundar Hecht-Hill-Lancaster, compañía mediante la cual sacaría beneficios de su periodo más acrobático y aventurero, con películas como "El Halcón y la Flecha", un clásico de aventuras dirigido por Jacques Tourneur. Puro entretenimiento multicolor, que contrastaría con otras producciones suyas, como "Marty", una de las poquísimas películas estadounidenses en ganar la Palma de Oro en Cannes.

 

Apache (1954)

Anunciada como un western centrado en "una nueva raza de hombre" (los indios, en la conservadora Norteamérica de los cincuenta), "Apache" es en cualquier caso una película atípica en la que Lancaster interpreta (sin barba y con pelazo) a un líder apache que escapa de sus captores estadounidenses. No en vano el filme ofrece esta novedosa visión, en la que los buenos son los indios y los malos los invasores: Lancaster empezaba a definirse como liberal y demócrata y más tarde se uniría a la lucha por los derechos de las minorías.

 

El American Cowboy:

El Valle de la Venganza (1951)

A pesar de la influencia de títulos como "Apache", el western de los cincuenta se caracterizaría no precisamente por su apertura a nuevas ideas políticas. Curiosamente, fue aquí donde Lancaster desarrolló buena parte de su carrera y es el género que le asentó definitivamente como gran actor norteamericano. Su primer papel fue en "El Valle de la Venganza", western totalmente clásico que volvió a retratar a Lancaster como un tipo duro, siempre dispuesto a disparar su revólver contra las injusticias y a salvar a bellas damas.

 

Veracruz (1954)

Robert Aldrich empezó a demostrar su intensidad de macho con este violento y salvaje western que influiría a Sergio Leone o Sam Peckinpah, entre otras cosas por trasladar gran parte de la acción de los terrenos indios a la frontera mexicana; aquí Lancaster coincide con Gary Cooper en una panda de mercenarios que deben escoltar a una rica condesa y su fortuna. Obviamente, empezarán a pelear por quedarse con ambas cosas. Polémica en su época por su amoralidad, Lancaster interpreta a un hombre de acción al que no le importa ensuciarse las manos, arquetipo que repetiría en diversos westerns durante la década de los cincuenta, culminando con "Los que no perdonan" , western preocupado por los problemas raciales y dirigido por otro de los machos de Hollywood, John Huston.

 

El hombre de Frankenheimer:

El Hombre de Alcatraz (1962)

Curtido en la televisión, John Frankenheimer sería uno de los primeros rostros de una nueva generación de directores estadounidenses que ya no querían vivir el idilio eterno del cine clásico, sino atacar directamente a algunos de los problemas políticos y sociales de su país. A Lancaster le gustaba este enfoque y abandonó su imagen de héroe norteamericano cuando empezó a colaborar con Frankenheimer, primero en "Los jóvenes salvajes" y posteriormente en "El Hombre de Alcatraz", de nuevo un drama carcelario pero en el que la crítica social es ya totalmente buscada: la cárcel como metáfora de la sociedad americana. Aunque ya había ganado el Oscar al mejor actor en 1960, con "Elmer Gantry", Lancaster continuó forzando sus límites a lo largo de la década y por este filme recibiría una nueva nominación.

 

El Tren (1964)

Lancaster ya había conseguido colocar a su amigo Frankenheimer como director en "El Hombre de Alcatraz", y en "El Tren" seguiría exactamente la misma estrategia, expulsando a Arthur Penn para que lo sustituyera su director de confianza, en esta co-producción americana, francesa e italiana. Ambientada en la Segunda Guerra Mundial, en ella Lancaster es un líder de la resistencia francesa que se sube a un tren lleno de nazis para recuperar un montón de cuadros robados; con una acción frenética que requirió efectos especiales como pocas veces se habían visto antes, la implicación de Lancaster en la película podría ser fruto de su creciente interés por el cine europeo. Frankenheimer dirigiría de nuevo al actor en "Siete días de Mayo", intenso thriller político.

 

Viaje a Europa:

El Gatopardo (1963)

Dispuesto a desembarazarse de una vez por todas de su antigua imagen, Lancaster se embarcó en enormes producciones de cine autoral europeo, como "El Gatopardo", obra maestra de Visconti que deja atrás el neorrealismo para trazar un fresco espectacular y épico sobre la decadencia de la nobleza italiana a finales del siglo XIX. Probablemente el mejor papel de toda su carrera, aquí Lancaster articula un personaje sobrio que dice mucho con sus miradas y muy poco físicamente, contrario absoluto a sus inicios en el cine que demuestra su evolución como intérprete.

 

Novecento (1976)

Y de Visconti a Bertolucci (la nueva guardia del cine de autor), el amor de Lancaster por los exigentes papeles del cine histórico europeo no desfalleció durante sus últimas décadas de carrera. Como padre de Alfredo (Robert de Niro), Lancaster es de nuevo un rico noble que tendrá que enfrentarse a los cambios sufridos por la sociedad italiana, en una película incluso más ambiciosa que la anterior, con una duración de más de cuatro horas. Lancaster continuaría en esta vena en películas como "La Piel" y se centraría en Estados Unidos sólo para ayudar a amigos como Dassin, que volvería tras su exilio en Francia para dirigir, entre otras cosas, la multipremiada "Atlantic City".

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