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CRÍTICA

'Great Freedom (Gran libertad)': La desesperación del único afecto

Crítica de 'Great Freedom (Gran libertad)', dirigida por Sebastian Meise y escrita por Meise y Thomas Reider. Con Franz Rogowski y Georg Friedrich. Mejor película y mejor actor en el Festival de Sevilla.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 25 de Febrero 2022 | 09:10
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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A pesar de ser la cuna del movimiento homosexual, en 1897 se fundó el Comité Científico Humanitario, la primera organización que luchó por el reconocimiento social y los derechos de hombres y mujeres homosexuales y transexuales; Alemania tiene una historia muy oscura respecto a la represión del colectivo, especialmente de los varones gais. A pesar que desde 2017 cuenta con la aprobación de matrimonio entre personas del mismo sexo y existen leyes de protección hacia el colectivo, el país tiene una cuenta pendiente con la memoria histórica que ahora sale a relucir con 'Great Freedom (Gran libertad)', ganadora del Giraldillo de Oro a la mejor película en el 18 Festival de Cine Europeo de Sevilla, donde también obtuvo el galardón al mejor actor; además de tener también el Premio del Jurado de la sección Una Cierta Mirada del 74 Festival de Cannes.

Great Freedom

Sebastian Meise hace un auténtico ejercicio de memoria histórica sobre la realidad del hombre gay con un largometraje que ahonda en tres años concretos, 1945, 1957 y 1969, un lapso de 24 años que reflejan la vida de un hombre al cual se lo encarcelaba durante varios años solo por el hecho de ser homosexual. El cineasta, quien escribe el guion junto con Thomas Reider, recuerda el infame artículo 175 del código penal alemán, que estuvo en activo desde el 1 de enero de 1872 hasta el 11 de junio de 1994 y cuyo recrudecimiento durante el régimen nazi no fue modificado hasta 1969.

Meise crea un largometraje que comienza siendo kafkiano, aunque esa vertiente sea terriblemente real. Hans Hoffmann, un hombre llevado por los nazis a un campo de concentración por ser homosexual, es liberado por los aliados estadounidenses... solo para volver a ser encerrado, esta vez en una prisión, por, justamente, ser gay. Lejos de ser algo surrealista, fue un hecho que ocurrió y que ha estado oculto en el tiempo, lo que hace que Meise recuerde que los hombres y las mujeres homosexuales no fueron reconocidos como víctimas del nazismo hasta 1985 y no fue hasta 2002 cuando se anularon las sentencias, mas no aquellas emitidas tras la caída del III Reich.

Memoria histórica LGBT

Dada la importancia histórica y de cómo el infame artículo 175 fue una losa en la realidad LGBT, Meise crea un largometraje que puede considerarse dos historias, en las que ese juego con el tiempo favorece a la hora de realizar un ejercicio de denuncia histórica y otro de drama afectivo. Por un lado, puede verse cómo desde el primer momento se denigra y maltrata a los varones detenidos y encarcelados por su sexualidad. Es llamativa la manera en la que Meise comienza el largometraje en este sentido, con una serie de secuencias que emulan las grabaciones caseras de los 60 y que permiten ver una persecución hacia el colectivo al más puro estilo dictatorial, a pesar de ser una democracia occidental, dado que está hablándose de la RFA, no de la RDA del telón de acero.

Great Freedom

En los años ambientados en 1945 y 1957, Meise crea un drama cercano al cine social que comienza a hacer la transición hacia otro más afectivo. El cineasta crea secuencias desgarradoras, que sobrecogerán al público, y que están inspiradas en películas como 'Fuga de Alcatraz' de Clint Eastwood o 'Cadena perpetua' de Frank Darabont, aunque todo bajo cierta cobertura con tintes homoeróticos que llevan al filme a evocar a ciertas escenas de 'Un chant d'amour' de Jean Genet.

Finalmente, Meise hace una transición que se siente espontánea, al pasar de ser un filme social a otro romántico, aunque de esencia improvisada. Es fascinante cómo Meise se limita a reproducir cómo dos hombres se encuentran y se buscan para sentir afecto, dejando a un lado cualquier tipo de etiqueta. Por un lado, el preso 'reincidente', cuya estima propia ha terminado por los suelos debido a esa continua sensación de persecución y confinamiento forzado. Por el otro, un hombre que lleva demasiado tiempo atrapado y que encuentra en su compañero de celda a la única persona que está preocupada por él. Un vínculo que va forjándose en cada secuencia de los diferentes momentos históricos y que termina teniendo ecos fassbinderianos.

La magistral interpretación de Franz Rogowski

Meise termina por abrazar el lado más cercano a Jean Genet y a R.W. Fassbinder, este último en un sublime epílogo que traspone la libertad obtenida con la realidad oprimida, en una sucesión de secuencias que evocan el lado underground del director de 'Las amargas lágrimas de Petra von Kant' o 'La ley del más fuerte'.

Great Freedom

Por otro lado, este laberinto de pasiones no hubiera sido posible sin dos actores extraordinarios, empezando con Franz Rogowski, el cual vuelve a demostrar ser una de las grandes estrellas del cine europeo, un nuevo logro para el germano que, desde que apareció en 'Victoria', ha ido cada vez a más en proyectos magníficos como 'En tránsito', 'A la vuelta de la esquina' u 'Ondina'. Rogowski ha logrado estar al mismo nivel que otros grandes actores alemanes recientes como Lars Eidinger o Tom Schilling. A su lado, otro actor maravilloso, Georg Friedrich, en una de sus interpretaciones más extremas.

'Great Freedom (Gran libertad)' es un puñetazo emocional, un ejercicio de memoria histórica contado con gran dignidad, que corona a Meise con su segundo largometraje de ficción como uno de los cineastas austríacos más notables del panorama actual. Una obra sublime que está a la altura de sus propias referencias, las cuales son historia del cine, así como también tiene un carácter activista que recuerda a aquellos que hicieron posible la lucha de los derechos LGBT y les da voz y rostro, para evitar que caigan de nuevo en el olvido.

Nota: 9

Lo mejor: La extraordinaria interpretación de Franz Rogowski, la más entregada de su carrera. El deslumbrante ejercicio de memoria histórica de Meise, que impide que se olviden las barbaries cometidas al colectivo.

Lo peor: Tiene esa esencia clásica de drama homosexual que no gustará a aquellos que quieran ver al colectivo solo de forma optimista.