En 1995, Mel Gibson llevaba al cine la historia de William Wallace, la histórica figura escocesa que luchó por la independencia de su tierra frente a las fuerzas inglesas que preservaban la unión del territorio de Gran Bretaña.

Enmarcada entre finales del siglo XIII y principios del XIV, la película nos presenta a William, un hombre escocés que regresa a su tierra después de varios años en el exilio. Siendo un niño, toda su familia fue asesinada a manos de los ingleses, razón por la cual se fue a vivir lejos con un tío suyo. Dispuesto a honrar a sus antepasados, se convertirá en todo un símbolo del independentismo escocés.

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Aunque la película se ha convertido sin duda en una de las más conocidas de la filmografía de Gibson, contiene ciertas inexactitudes históricas que, si bien no entorpecieron su éxito, sí que pueden haberle llamado la atención a más de uno.

¿De qué se trata? Aunque en su día ya exploramos la verdadera historia de William 'Braveheart' Wallace, hoy nos centraremos en dos de las incoherencias más relevantes de la mítica cinta.

¿Pintura de guerra?

Al igual que ha ocurrido recientemente con el 'Napoleón' de Ridley Scott, el guionista de 'Braveheart', Randall Wallace, aseguró que dichas inexactitudes históricas se debían a que su película no pretendía ser una representación estricta de la realidad, sino su interpretación dramática de la misma. De hecho, Wallace realizó la investigación histórica exhaustiva después de haber escrito el guion de la cinta, con la intención de centrarse en el contenido emocional de la historia primero.

Uno de los anacronismos más visibles de la cinta es el uso de pinturas de guerra que los personajes, principalmente William Wallace, lucen durante las escenas de batalla de la película. Aunque la cara de color azul se ha atribuido desde entonces como un sinónimo del personaje, el Wallace real nunca usó semejante elemento decorativo. En realidad, en el momento en que sucedieron los hechos, las pinturas de guerra no se utilizaban y eran propias de una época anterior a la retratada en la cinta.

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En un principio, Gibson quería que la cruz de San Andrés (símbolo de Escocia que aparece en su bandera actual) fuera el diseño de su cara, pero la maquilladora de la película, Lois Burwell, sugirió el diseño que terminó utilizándose. Burwell ganó posteriormente un Oscar por el maquillaje en esta película.

El final de William Wallace

Aunque en la película asistimos a la muerte de Wallace con un épico grito por la libertad y un romántico efecto de cámara lenta que enfatiza la heroicidad del guerrero justo antes de morir, el desenlace del auténtico Wallace fue mucho más sangriento y sádico.

Después de haber sido desnudado, atado por los talones a un caballo y arrastrado por las calles de Londres desde el Palacio de Westminster hasta Smithfield, fue ahorcado a una altura insuficiente para permitir que su cuello se partiese y le sacaron los intestinos y los quemaron delante de él (que a duras penas se mantenía con vida).

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Después, fue descuartizado en varias partes: la cabeza, colocada posteriormente en una pica sobre el Puente de Londres, y las cuatro extremidades, que se repartieron por distintos lugares de Inglaterra.

En la cinta de Gibson presenciamos su decapitación, pero lo más turbulento que vemos es el pañuelo ensangrentado que cae, preciosamente, bajo un cielo azul con nubes blancas. Sin duda, una despedida mucho más delicada que la realizada en el siglo XIV.

Si quieres volver a ver la película de Gibson, puedes encontrarla en streaming en el catálogo de Disney+.

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