Kill Boy (2023), de Moritz Mohr

Un lugar indeterminado en el futuro. Después de que su madre y su hermana fueran asesinadas por las tropas de la totalitarista Melanie Van Der Koy, un niño sordomudo crece bajo la supervisión de un chamán, que le enseña a pelear. Cuando crece se une a un grupo de disidentes para vengarse de Van Der Koy y su familia, que organizan ejecuciones televisadas de quienes se oponen a su oscuro régimen.

Debut en el largometraje del alemán Moritz Mohr, procedente de los cortos y la publicidad, que en busca de financiación rodó un falso tráiler del film. Al final llamó la atención de Sam Raimi, director de Spider-Man, que decidió apadrinarle como productor. El resultado parece un pastiche sangriento, que combina el humor irreverente y macarra de Deadpool, con las coreografías interminables de John Wick, y una narrativa que bebe de los videojuegos. Quienes no soporten las propuestas extremas y salvajes, abstenerse. Quizás lo más interesante del nuevo realizador sea su crítica a la utilización partidista de los medios de comunicación, y también que aprovecha muy bien un presupuesto muy limitado, de hecho apenas puede mostrar localizaciones del mundo futuro en el que transcurre la acción, pero no se echan de menos.

Famoso por interpretar al payaso diabólico de It, Bill Skarsgård no se había adentrado en el terreno del cine de acción, pero demuestra que se le da muy bien repartir estopa, por lo que tras este título y The Crow, que también ha protagonizado, posiblemente acabe prodigándose en el género. Pese a todo no consigue hacer atractivo un personaje demasiado frío. Está acompañado de conocidos actores que parecen haberlo pasado en grande, sobre todo Michelle Dockery, en su salsa en una villana en las antípodas de su Mary de Downton Abbey. Dan vida con convicción a sus familiares Sharlto Copley y Famke Janssen, mientras que se ha reclutado a Yayan Ruhian, protagonista del film de culto de porrazos The Raid para dar vida al chamán.