�Blue Velvet Revisited�, ensayo f�lmico imprescindible

�Blue Velvet Revisited�, ensayo f�lmico imprescindible

jos� luis losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

El gallego Guillermo de Oliveira homenajea al Leone de �El bueno, el feo y el malo� en �Sad Hill Unearthed�

10 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Seguramente en el universo o cosmogon�a de David Lynch hay un antes y un despu�s de que Kyle MacLachlan descubra la oreja de Isabella Rossellini en un c�sped de la Norteam�rica que mostraba c�mo, bajo la armon�a de los chaletitos de Normal Rockwell, conviv�a soterrada una parada de los monstruos. Blue Velvet es obra fundacional de uno de los cineastas m�s influyentes de las �ltimas cuatro d�cadas. Y por eso, la inmersi�n que el alem�n Peter Braatz realiz� en sus interioridades, al permit�rsele filmar con una c�mara s�per-8 durante su rodaje en 1985 es un acontecimiento cin�filo de valor �ureo que ofreci� este festival. A la vista del valor nuclear que la figura de Lynch sigue conservando, al ser capaz de marcar pautas desde una serie de televisi�n que rompe con absolutamente todas las convenciones formales o narrativas del universo Netflix o afines, cobra a�n m�s fuerza esta exhumaci�n preciosa de vetas de aquel momento creativo, de secuencias descartadas, de reflexiones de gente que sigue dando guerra -MacLachlan, Rossellini, Laura Dern- o de quienes ya no est�n, como Dennis Hopper o Brad Dourif. Y este Blue Velvet Revisited es ensayo f�lmico que merece todos los focos.

El gallego Guillermo de Oliveira ofrece en Sad Hill Unearthed otro ejercicio de rescate de celuloide de leyenda que lleva ya en su germen el ADN de la eleg�a. Porque acercarse al lugar de Burgos en donde Sergio Leone represent� el cementerio de la memorable secuencia final de El bueno, el feo y el malo no es ya solo una balada por el cineasta italiano, sino tambi�n por aquel Hollywood ib�rico que alberg� tantos w�sterns europeos y que hoy solo pervive como esa ciudad fantasma a la que unos anacr�nicos e irreales vaqueros tratan de invitarte a que visites, como ciudad-cementerio, como si fuesen la chica de la curva que te invoca, cuando viajas en coche de Tabernas a Granada.

En la secci�n oficial pas� ese francotirador del cine libre llamado Steven Soderbergh. En Perfect, Soderbergh es solo productor y abre camino para la que es opera prima de Eddie Alcazar. En ella, laten algunos de los leit-motiv del cine de Soderbergh -la belleza letal asociada al �xito, los cuerpos reconformados por implantes, algunas ideas que ya pujaban en The Girlfriend Experience, en Behind the Candelabra o en la serie The Knick- pero aqu� viajan lastrados por un insoportable defecto -el del engre�do amaneramiento est�tico- que se da de bruces con la cabeza despejada de Soderbergh.