Como ocurrió en la reciente Bob Marley: La leyenda, de Reinaldo Marcus Green, el guion de Back to Black escrito por Matt Greenhalgh (un experto en biopics musicales luego de Control, sobre Ian Curtis; y Nowhere Boy, sobre John Lennon) tiene como uno de sus recursos principales el narrar la historia de Amy Winehouse (1983-2011) a través de sus canciones. Es cierto que sus letras fueron siempre íntimas, confesionales, pero se trata a esta altura de un artilugio algo remanido, diría que a esta altura demasiado facilista. Así, por ejemplo, vemos a la Amy de Marisa Abela ingresando brevemente a una clínica de rehabilitación y pocos planos después la escuchamos cantando “They tried to make me go to rehab, but I said no, no, no” en el tema Rehab.

Esta idea simplista de acción-reacción, causa-consecuencia es la que define buena parte de la ilación de escenas. Incluso varias frases y diálogos están incrustados como para que el espectador entienda de manera bastante obvia (en la comparación Sid y Nancy parece hasta una película sutil), que anticipan una suerte de designio, de sino trágico que marcó la efímera existencia de esta brillante compositora y cantante que forma parte del tristemente célebre “Club de los 27” junto a Janis, Jimi, Jim, Kurt y otros que murieron demasiado jóvenes por los excesos.



Si esta reseña tiene una calificación de “Buena” es, básicamente, porque Sam Taylor-Johnson es una narradora prolija y eficaz, pero sobre todo porque Marisa Abela construye una caracterización magnética, que expone toda la energía pero también la fragilidad, la relación de amor intenso pero también tóxico y autodestructivo con Blake Fielder-Civil (Jack O’Connell), el talento de una heredera directa de leyendas del jazz como Sarah Vaughan y Billie Holiday, pero también la dependencia, las cicatrices emocionales que se van acumulando luego de tantas heridas de una vida tormentosa marcada por las adicciones, el bullying mediático y las presiones del show business.

Es cierto que Abela, de 28 años, luce como demasiado “veterana” a la hora de interpretar en las escenas iniciales (principios de los 2000) a una adolescente judía del barrio de Camden, pero luego -cuando su Amy se acerca a su propia edad- logra encarnarla en toda su dimensión, con sus múltiples facetas y matices. Eddie Marsan como su padre Mitch (un personaje al que el guion salva bastante), la gran Leslie Manville como su querida abuela Cynthia (la integrante de su familia que ella más quería) y Sam Buchanan como el manager Nick Shymansky completan el elenco principal de una biopic bastante obvia y convencional, pero que al mismo tiempo tiene suficientes atributos (la apuntada actuación de Abela y las muy buenas performances musicales) como para darle una oportunidad incluso en su paso inicial por la pantalla grande.



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