Sangre en los labios (2024), de Rose Glass

Lou regenta un gimnasio en un pueblo perdido en algún lugar del oeste de Estados Unidos. La joven se mantiene alejada de su padre, el mafioso de la zona, y si no se marcha parece ser solamente por salvaguardar las espaldas a su hermana, casada con un indeseable maltratador que trabaja para su padre. Pero va a alegrarle la vida a Lou la llegada de Jackie, una forastera que recala en el gimnasio. Es una mujer de imponente presencia física, que desea triunfar en el mundo del culturismo. Entre las dos mujeres surgirá un tórrido romance.

Ya en su anterior película como directora Rose Glass (Saint Maud) mostró que lo suyo son las historias retorcidas y malsanas. En este caso se aleja del terror (aunque no de algún momento de violencia horripilante) para ofrecer un thriller de acción de planteamientos excesivos, en donde prácticamente no hay ningún personaje en sus cabales. Todos parecen guiarse crudamente por las apetencias sexuales y sangrientas del momento, huida hacia adelante de unas vidas rastreras que acaban yendo de mal en peor. Plantea la guionista y directora una relación lésbica de alto voltaje, en donde las mujeres tendrán que poner en juego también su ira violenta contra los hombres para evitar ser la presa de asesinos y maltratadores. Desde luego las imagenes del rostro golpeado de la hermana no acrecientan más que el morbo.

Sangre en los labios tiene potencia en pantalla, ritmo e intensidad lograda en algunos pasajes, aunque visualmente se emplean también algunas licencias discutibles que parecen salidas de un manual feminista. Sin embargo, lastra el resultado que la trama no deja ni un resquicio al margen de la inmoralidad, todo está al servicio de la apetencia sexual, la violencia y el asesinato más bestiales, con un fatalismo que no concede ni la honrilla final para sus protagonistas a la hora de salir de apuros. Para dar mayor credibilidad se ha echado mano de las actrices Kristen Stewart y Katy O'Brian, lesbianas declaradas, que saben aportar carisma a sus desquiciados personajes, mientras que entre los energúmenos de los hombres destaca un chalado Ed Harris, con una pinta de psicópata que tira de espaldas.