Bill Hader aparece en mi pantalla desde Los Ángeles sin afeitar, medio groggy y en una despejada habitación blanca. Enfrentado a esta versión pixelada de él, recuerdo instantáneamente su papel en la comedia romática Forgetting Sarah Marshall (2008), producida por Judd Apatow, en el que aparecía exclusivamente a través de videollamadas, en tiempos en los que Zoom todavía no era algo importante. "Era toda una novedad en ese entonces", dice él actor, con esa inconfundible ceja abundante. "Era tipo 'Guau, esto es nuevo'".

El antiguo Hombre de los Mil Rostros de Saturday Night Live está en mi laptop para hablar sobre su mejor creación, Barry Berkman, un marine convertido en asesino convertido en aspirante a actor en la comedia dramática Barry, de HBO, que Hader escrite, dirige y protagoniza. El programa ha ganado múltiples Emmy, críticas elogiosísimas y fans obsesivos. Lo que empezó como un aparente riff sobre el sicario con corazón de oro ha evolucionado a lo largo de cuatro temporadas hacia algo más rico: una apasionante sátira del show business y el estudio de personajes, con humor negrísimo y suspenso para comerse las uñas. Mientras más conocemos a Barry, la noción de su persona como sólo un estoico y eficiennte asesino se disipa lentamente.  

"Me gustan las películas de John Wick", dice Hader. "Pero este no era John Wick. Este no era un 'asesino' en un sentido genérico". El programa es más acerca de "la verdadera idea del sicario", explica. "La soledad que implica y cómo asesinar a personas afecta su psiquis". Hader apunta al thriller legal Michael Clayton (2007), de Tony Gilroy, como un ejemplo de cómo entender a los sicarios. "Me gusta esa escena en la que matan a Tom Wilkinson", dice. (El sicario hace que el asesinato del abogado parezca un suicidio). "Siempre pensé que esa era una escena buena y realista de un asesinato. Era muy impactante".

El rostro de Hader es una orquesta de expresiones, desde las cejas temblorosas hasta las sonrisas loburas, además de las muecas hechas con efecto cómico. Él es seco y lacónico, con un acento del Oeste Medio que pasa todo el tiempo de lo nasal al barítono. También es, según admite, un manojo de ansiedad, que parece manifestarse en forma de momentos de tranquila modestia o de introspección híper crítica. Quizá no sea sorpresa, entonces, que Barry indague tan exitosamente en los rincones más oscuros de la condición humana al tiempo que mantiene un sentido del humor gloriosamente poco convencional.

Barry mantiene un humor negrísimo y suspenso para comerse las uñas.

El final de la temporada anterior no fue particularmente divertido, ya que el pasado siniestro de Barry finalmente lo alcanza. "Cuando salió al aire la tercera, la gente estaba tipo 'Guau, ¿ya no es una comedia?'", dice Hader. "Y yo pensaba '¿Qué quieren decir?' Pero entonces vas hacia atrás y ves el último episodio de la tercera temporada, y yo esto tipo 'Oh, sí, realmente gracioso'". Está siendo sarcástico, por supuesto. Como sucedió con Breaking Bad, un drama con el que Hader dijo que su programa está en deuda, Barry está muy cómoda trabajando la plomería de las profundidades de la humanidad. Relaciones abusivas, síndrome de estrés post traumático, asesinatos en masa: la serie lo aborda todo con una sonrisa perturbadora asustando desde un costado de su boca. "Creo que si hay un drama que no tiene algo de humor, o una comedia que no tenga alguna clase de representación real de las emociones humanas, generalmente no funciona", afirma.

Una excepción, agrega, es La pistola desnuda, que "no necesita ningún pathos, es sencillamente muy divertida". El le hizo ver la película de 1988 -en la que Leslie Nielsen encarna a un detective chapucero- a sus tres hijas durante la pandemia. "Me reía muy fuerte", dice Hacer, para quien ver comedia siempre ha sido un asunto familiar. De hecho, mientras crecía en Tulsa, Oklahoma, como hijo de una maestra de danzas y el dueño de una compañía de transporte aéreo de cargas, Hader se obsesionó con la farsa surrealista de Monty Phyton. "Mi viejo era recontra fan", dice. "Gran parte de Monty Python’s Flying Circus no tenía sentido para mí al ser de Tulsa". Aunque no entendía del todo los personajes -como el anunciante de continuidad de la BBC de John Cleese, con su frase "y ahora, en algo completamente diferente-, no importaba. "Sólo le agregaba más excitación", afirma Hader. "Había algo muy exótico en eso para mí".

Más allá de su amor por Monty Python, sin embargo, fue la dirección de cine más que la comedia lo que impulsó incialmente al joven Bill Hader. Mucho antes de ser uno de los actores cómicos más versátiles de su generación y aparecer en todo -desde Ligeramente embarazada hasta Esa chica es un desaste, Aventureland e Intensa-mente, tenía el proyecto de dirigir al estilo de Scorsese, Terrence Malick y Andrzej Wajda. Después de ir al New York Film Academy en 1996, pasó unos semestres improductivos en el Art Institute of Phoenix y el Scottsdale Community College. Luego dejó los estudios y se mudó a Los Angeles en 1999. Empezó bien de abajo y perseveró detrás de escena, dirigiendo un corto por acá y escribiendo una obra de teatro por allá, pero sobre todo trabajando como asistente de producción en sets de películas. La actuación nunca fue algo que considerara realmente, hasta que una ruptura dolorosa lo impulsó a empezar a tomar clases en Second City LA, una escuela que se especializaba en improvisación y comedia de sketches. Y era bueno.

En poco tiempo, mientras hacía shows de sketches caseros en Van Nuys con un grupo de amigos, uno de los cuales era el hermano de Nick Offerman de Parks and Recreation, Hader llamó la atención de Megan Mullally. La estrella de Will & Grace -y esposa de Offerman desde 2003- se sintió tan embelesada con Hader que se lo recomendó a Lorne Michaels, el creador de SNL. Hader, que trabajaba de asistente de editor en un programa de cocina en ese momento, la rompió en la audición, que requería tres personajes originales y tres improvisaciones. A eso le siguió una estadía de ocho años en SNL, que terminó en 2013.

Si Hader carecía de experiencia, ciertamente no se notaba. Durante su tiempo allí, sus asombrosas improvisaciones sobre celebridades -desde Al Pacino hasta James Mason- se convirtieron en el eje del programa. No hay más que pensar en los personajes que desarrolló. El avejentado y misántropo corresponsal de noticias Herb Welch. Devin, el jardinero californiano deslumbrado. Stefon, el guía de nightclubs permanentemente chabacano. El año pasado, Hader explicó que SNL había "barajado" la idea de que él volviera para interpretar a Stefon -un personaje gay- pero que lo había rechazado debido al clima político. "Fue tipo 'No creo que sea algo bueno para hacer en ese momento'", le dijo a The Guardian. "Quiero decir, teníamos un presidente abiertamente racista, homofóbico y misógino, y la mitad del país votó por él... ¡dos veces! Entonces, (esas actitudes) eran realmente predominantes". Él dijo que la idea de que la gente veía al personaje de modo distinto al suyo le había abierto los ojos. "Yo realmente amo a Stefon y nunca se me ocurrió que pudiera ser visto como un estereotipo, y eso realmente me dolió".

Sin embargo, ha cambiado de idea al respecto. "Honestamente, no sé por qué dije eso", asegura. "Probablemente lo interpretaría. Creo que simplemente el hecho de que me hicieran esa pregunta en ese momento me puso medio ansioso". De hecho, hombres gay se le acercaron para expresarle su consternación por sus comentarios. "Nunca se me había acercado un hombre gay ofendido por que yo interpretara a Stefon". Todo lo contrario, dice, mencionando que también interpretó a un hombre gay en la película The Skeleton Twins (2014). "La gente siempre me decía cuánto había amado esos papeles".

Hader como Barry en la temporada final.

De todos los bichos raros que Hader interpretó en SNL, sólo a uno de ellos lo hubiera jubilado: Vinny Vedecci, el chillón y poco profesional conductor de talk-show que llenaba todos los casilleros la lista de clichés sobre italianos. "Una mujer italiana me dijo que la había ofendido y yo le respondí 'Todo lo que trato de hacer comedia básica, sabe, jeringoza y demás'. Y ella me dijo 'Sí, pero mi padre hablaba así y sí hablaba en italiano'. Tu sensibilidad cambia cuando crecés", dice. "Creo que no haría eso otra vez". 

La conversación vira hacia la cultura de la indignación. "Simpatizo con eso y entiendo la sensibilidad", dice Hader sobre estado de ánimo actual. "Pero como alguien que crea cosas, pienso que querés tener la posibilidad de hacer cosas de un modo genuino y honesto. Y lo que ha sucedido, especialmente en las redes sociales, es que hay gente que no es graciosa o contenido que es solamente ofensivo", asegura. Mientras tanto, otra gente hace "cosas muy interesantes que son arte". "Creo que las líneas se han desdibujado".

Superbad, la procaz y bien recibida comedia de 2007 en la que Hader interpretaba a un policía, ha sido revisada exhaustivamente en años más recientes. Su sexismo adolescente grosero y su incesante provisión de la mirada masculina llevó a una visión -en ciertos ámbitos- de que es una historia de maduración profundamente problemática. De hecho, un artículo del Chicago Tribune en 2018 titulado "Cómo comedias adolescentes como Superbad normalizan la violación" diseccionaba la premisa de que, hablando sin crudamente, la película es sobre dos pibes calentones usando alcohol para tratar de engañar a mujeres para que tengan sexo con ellos. Si se le suman bromas sobre sangre menstrual y preferencias sexuales, quizá se pueda ver por qué la película fue reevaluada.

¿Piensa Hader que la película consiente de algún modo las actitudes de los chicos? "No he visto esa película en mucho tiempo", responde. "He escuchado rumores, pero no uso redes sociales, así que realmente no le estoy tomando el pulso al asunto. Pero bueno, esos chicos son idiotas, como todos éramos idiotas. El punto es que son unos perdedores y buscan chicas y cerveza y... Esa historia ha estado ahí por siempre. Pero al final, en realidad los dos chicos simplemente están enamorados el uno del otro. La escena final es muy divertida".

Si la frase "grosera pero aguda" resume varias de las películas iniciales de Hader, Barry es un animal diferente, una serie divertida que va de lo sublime a lo común con brutalidad. El alivio luminoso viene de parte de Gene M Cousineau, el sociable profesor de teatro interpretado por Henry Winkler. ¿Es Winkler tan dulce como se dice? "Lo más difícil con Henry es que hacer que interprete a un pelotudo es muy difícil", dice Hader sonriendo. "La mayor parte de mi dirección con él, genuinamente, es decirle 'No sonrías. Hay brillo en tu ojo'. Así que, sí, lo es. Y además lleva muy buenas tortas al set". ¿De qué clase? "Usualmente, rosca de chocolate. Me contó toda la historia sobre de dónde viene esa torta y cómo es la receta. Y él come como un chico de 18. No sé cómo come del modo que lo hace. Yo subí 12 kilos durante las últimas dos temporadas, sólo por el estrés y por no cuidarme, y aún así no como del modo el que come él. Y él se ve fantástico". Se ríe nerviosamente. "Tipo, no sé qué estoy haciendo mal".

Junto a su coestrella Henry Winkler.

¿Lucha Hader con su imagen corporal? "Mirá, tenés que verte a vos mismo en la pantalla", dice. "Y eso no es divertido, así, en general. No me gusta el modo en que sueno. No me gusta cómo me veo. Es incómodo. Pero voy a cumplir 45 dentro de unos días, así que el peso ahora es más un asunto de salud. Vas al médico y te dice 'Con tu edad y tu altura, deberías pesar esto'". Cuando estaba en SNL era más una cuestión de vanidad, explica. "No estaba acostumbrado a verme en pantalla, entonces pensaba 'Dios, me veo horrible', así que empezaba a hacer ejercicios y a correr y demás. De todos modos, sigo comiendo como la mierda. Encima, ahora tengo esta condición autoinmune. Estoy justo en esa edad".

Al hablar con Hader, uno tiene la sensación de que su cerebro es un embotellamiento de preocupaciones. A lo largo de los últimos años, él habló extensamente sobre la ansiedad y los ataques de pánico que sufrió mientras estaba en SNL. Ni el aplauso de la crítica ni los premios han ayudado. "Leí una crítica y pensé '¿Sabés qué? Mi ansiedad se ha ido'. Recibí un premio y cuando bajé del escenario pensé 'Wow, no estoy más en llamas'". Su voz está goteando sarcasmo nuevamente. "No, de verdad tengo pánico escénico muy fuerte y realmente me pongo muy, muy ansioso antes de tener que salir frente a un grupo de gente".

Su capacidad de autocrítica, dice, puede ser un arma de doble filo. "Tenés que ser duro en el trabajo", asegura. "Es muy bueno escribirlo y sacar todas tus emociones y sentimientos. La historia, la versión grande e inspirada de ello, y luego es muy bueno guardarlo. Porque cuando terminás pensás que sos un genio. Tenés que esperar un poco, un par de semanas o un mes; entonces lo sacás y pensás '¿Quién mierda escribió esto? Es terrible'. Ser así de duro con el material es una parte muy importante del proceso".

"Pero también hay algo que tengo naturalmente, que es una autocrítica enorme que puede ser disruptiva en mi vida personal, que es ser duro conmigo mismo, y que no genera ningún resultado -dice-. Es sólo un ciclo de autocrítica que no genera nada".

Aunque Hader es franco sobre su ansiedad, lo es menos respecto a su vida privada. Antes de la entrevista, posteé en mi Instagram que iba a reportearlo. De repente se me llenó la cuenta de mensajes de amigos que declaraban su amor por él y rogándome que le pasara sus números telefónicos. Se lo cuento. "Si me vieran en casa todo eso saldría volando por la ventana, pero es muy dulce", dice retorciéndose graciosamente en su silla. "Agradeceles de mi parte". Aunque él insiste en que no es consciente de su estatus de sex symbol, internte está inundado de historias sobre Hader, con su ex, la actriz Rachel Bilson (The OC) particularmente elogiosa sobre él. Para ella, su ruptura de 2020 fue "más dolorosa que dar a luz". Después de la separación, Hader salió con Anna Kendrick durante un año y pico; su nueva novia es Ali Wong, estrella de Bronca, el nuevo thriller existencial de Netflix.

Hader declina hablar sobre sus relaciones sentimentales, así que cambio de tema. Hablemos de Star Wars, le sugiero. Junto con Ben Schwartz, Hader recibió el crédito como "consultor vocal" para BB-8, el simpático androide que apareció en El despertar de la fuerza. Sobre eso está muy contento de hablar. "Mis hijos aman Star Wars y yo era muy fanático cuando era chico". Recuerda haber jugado con un Millenium Falcon de plástico a principios de los '80. "Lo hacía volar por toda mi casa", memora. "Le pegué al costado de una pared, rebotó y me dio en la cara. ¡Me sacó un diente!"

Hablar sobre estos sobresaltos de la infancia lo llevan a pensamientos sobre su propia familia -tuvo tres hijas con su exesposa, la directora Maggie Carey- y ahora su próximo movimiento es pasar más tiempo con ella. "Mi novia y yo nos dimos cuenta de que no hemos tenido vacaciones en una década", dice. "Así que ella yo quizás hagamos algo para que mis hijas vuelvan a conocerme". Después de todo, la película de Star Wars no hizo exactamente ese trabajo para él. Hader admite que, finalmente, apenas estuvo involucrado con ella. "Digo, eso es lo raro. Fue sólo JJ Abrams siendo amable. Era algo que harías por alguien que ganó un concurso", dice, sonriendo. "Pero es muy copado ver tu nombre en azul al final".

The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.