El niño lama español | «Vivir en la calle fue de los momentos más enriquecedores de mi vida» - XL Semanal

El niño lama español La increíble vida de Osel Hita Torres «Vivir en la calle fue de los momentos más enriquecedores de mi vida»

Era un bebé cuando el Dalái Lama lo proclamó la reencarnación de un maestro tibetano. Osel Hita Torres creció siendo “el niño lama español”, pero tras vivir encerrado en un monasterio, rompió con todo al cumplir 18 años. Alejado del mundo por dos décadas, ha contado su historia en la docuserie Osel... y en esta entrevista exclusiva con XLSemanal.

Por Fernando Goitia | Fotografía de Carlos Luján

Viernes, 21 de Octubre 2022

Tiempo de lectura: 14 min

Nadie, absolutamente nadie, ha vivido lo que Osel Hita Torres ha vivido. Desde antes incluso de su nacimiento. Al fin y al cabo, era ya esperado por sus padres como la reencarnación del lama Yeshe, el gran maestro que expandió el budismo tibetano por Occidente en los años sesenta y setenta. Cuando el feto de su quinto hijo tenía apenas unos meses, María Torres –discípula del reencarnado en cuestión y cofundadora de la primera comunidad budista española, en la Alpujarra granadina– había soñado con ello.

Una vez en este mundo, con medio año ya cumplido, el pequeño Osel, 'luz clara' en tibetano, fue identificado como el candidato con más opciones de ser el elegido entre diez niños. Faltaba solo la confirmación. María llevó entonces a su hijo a Dharamsala, hogar del dalái lama en la India desde su exilio en 1959. Y allí, tras superar todas las pruebas, fue entronizado,«de forma irrefutable», como la reencarnación del lama Thubten Yeshe. Osel tenía entonces 14 meses e ignoraba que millones de budistas por el mundo llenos de gozo habían comenzado a venerarlo: su maestro sagrado, su guía, su amigo, su amoroso padre había regresado.

Los lamas se hicieron cargo de su educación. Antepusieron el título de ‘Tenzin’ [‘Sustentador de enseñanzas’] a su nombre y le añadieron también el de ‘Rinpoche’ (‘Aquél de gran valor’), que designa a los tulku, maestros que han logrado controlar su muerte, reencarnarse, y en cuya mente se preservan conocimientos de vidas anteriores. Caso, por ejemplo, del Dalai Lama, 13 veces reencarnado.

'He sufrido mucho, pero viví algo único y soy quien soy por todo lo que he vivido. No siento rencor. He convertido todo eso en algo positivo'

Convertido en reliquia viviente, Osel vivió hasta los 18 años en un monasterio, aislado, sometido a una estricta disciplina, estudiando asignaturas como Metafísica del Vacío, Lógica Budista, Sabiduría…, hasta 16 horas al día. Se trataba de conseguir que el lama Yeshe recuperara la memoria de su vida anterior. Y a ello se entregó él, obediente… Hasta que no pudo más. Cansado de tanta teoría, necesitaba experimentar, vivir, conocer el mundo de primera mano. Por eso, nada más cumplir la mayoría de edad puso pies en polvorosa.

Osel ha vivido y experimentado de todo, ha viajado por medio mundo, ha sido padre de un niño, concebido con la esperanza de que en él se reencarnara quien fuera su maestro en el monasterio; ha creado Global Tree Initiative (plantgrowsave.org), «una comunidad de gente que planta árboles por todo el mundo», y sobre todo se ha entregado a la misión de ejercer como «puente entre Oriente y Occidente».

Tras pasarse años rechazando proposiciones para contar su historia, lo ha hecho  de la mano del director Lucas Figueroa –«hoy un hermano para mí»– en una docuserie de cuatro capítulos titulada Osel disponible en HBO Max. Hablamos de todo ello con su gran protagonista en esta entrevista exclusiva con XLSemanal.


XLSemanal. ¿Recuerda algo de su vida anterior?

Osel. Ahora no, pero de muy niño recordaba lugares, gente, sitios… Tuve que esforzarme para ello, pero la mente es como un músculo: se entrena. De ahí el aislamiento en el monasterio, para que recuerdes y recuperes cosas de tu vida anterior, sin influencias externas ni interferencias; te basta con el estudio, las enseñanzas budistas y la huella de tu vida pasada. El problema es que es una memoria que se pierde antes de los 7 años. Lo sé porque me han contado cosas que hacía y decía.

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Una madre para la próxima vida.Tras la muerte del lama Yeshe, el 3 de marzo de 1984, muchas budistas en Occidente se quedaron embarazadas con el fin de alumbrar a su maestro reencarnado. María se quedó en cinta apenas dos meses después. Los padres de Osel habían conocido al maestro en Bubión, Granada (foto), cuando visitó el centro budista del cual eran cofundadores. Poco después, el lama comentaba a un discípulo: «He conocido a una española con las cualidades de la madre que me gustaría tener en mi próxima vida».

XL. ¿Quiere decir que la gente veía que hacía un gesto y decía: «Mira, igualito que el lama Yeshe»?

O. Pero no una ni dos veces. Te doy ejemplos: la primera vez que vi al chófer del lama Yeshe tuve una rabieta tremenda porque quería irme con él y, tras conseguirlo, le di una colleja por tener una raya en el coche, tal y como le hacía él. Otro: a una mujer le hice el mismo pase de baile tibetano que él le hizo al despedirse de ella por última vez. También que la primera vez que fui a casa del lama Yeshe, de dos plantas, en California, caminé directo hasta su cuarto sin que nadie me dijese nada. Todo ello siendo un niño. Y hay más historias.

XL. ¿Y no puede ser que todo el mundo esté sugestionado por su fe, sus creencias?

O. Es posible, claro. Ya lo dijo Buda: «No aceptéis mis enseñanzas porque sí. Dudad, comprobad, cuestionad». Pero la reencarnación es algo probado científicamente.

'Me fui del monasterio. Querían que fuera maestro, cuando, en realidad, yo era un ignorante. Había vivido entregado al estudio y la meditación, pero no sabía hacer nada'

XL. ¿Se refiere a los estudios del bioquímico y psiquiatra Ian Stevenson?

O. Eso es. Estudió a más de tres mil niños capaces de recordar sus vidas anteriores. Él observó lo que te decía de la memoria antes de los 7 años.

XL. También generó mucho escepticismo al respecto…

O. Yo mismo fui siempre muy escéptico. Porque, aunque espiritual, soy agnóstico y necesito del razonamiento para creer. Stevenson publicó en revistas científicas donde te revisan por pares y aplicó de forma rigurosa el método científico.

XL. ¿Cómo afecta esto de ser un reencarnado a la construcción de la identidad personal?

O. Durante 18 años sentí que mi vida no me pertenecía. Hasta que me fui del monasterio, yo vivía la vida que los demás querían que viviese. Y me aplicaba a esa misión. Era mi deber.

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Anunciado por un oráculo. Osel nació el 12 de febrero de 1985 en Bubión, Granada. Al poco su madre, María Torres, recibió un mensaje de un monje tibetano. «El lama Yeshe ha nacido ya, lo he visto. Es occidental». Los oráculos anunciaron, además, que el nombre del niño elegido coincidiría con el del lugar donde habría nacido. Era el caso de Osel, traído al mundo en el centro budista O Sel Ling, cofundado por sus padres en la Alpujarra.

XL. ¿Qué se esperaba de usted?

O. Que terminase los estudios, tomara las riendas de la Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana (FPMT), la organización que creó el lama Yeshe, y que fuese monje el resto de mi vida.

XL. ¿Cuándo le empezó a 'chirriar' aquello?

O. A partir de los 14 o 15 años pensé: «No he venido al mundo para hacer felices a los demás». Necesitaba experimentar, poner en práctica lo que aprendía, crecer... Y desaparecí. Quería una vida normal.

XL. Renunció usted a un trono... 

O. Algo así. Porque no quería ver a nadie desde arriba ni decirle cómo debe vivir. Y para eso fui educado desde los 18 meses hasta los 18 años;  esa era mi circunstancia diaria, lo normal… hasta que entendí que, en realidad, no lo era y me dije: «Esto se acabó, hostia». Y me fui. Fue un shock, la verdad, porque no sabía nada de la vida: ni cocinar ni lavar ni nada. Querían que fuese maestro, cuando, en realidad, yo era un ignorante.

'Tenía ganas de experimentar. Me hice tatuajes, me dejé crecer el pelo, vi las primeras tetas de mi vida, probé el alcohol... No quería limitaciones'

XL. ¿Se plantea retomar aquel camino?

O. Nunca he dejado de estudiar, pero no quiero ser maestro. No doy sermones ni quiero discípulos. Estudio el budismo, pero también otras cosas, y comparto lo que aprendo, lo que soy. Soy libre. Soy un amigo.

XL. ¿Se siente una ‘persona normal’?

Osel. No, es imposible [se ríe]. Y al principio fue muy duro, me costaba, para todo el mundo yo era un bicho raro. Allí donde iba nadie entendía de donde había salido yo. Descolocaba a la gente. Piensa que mi primer idioma es el tibetano y que yo estudié desde niño en esa lengua. Siempre he sido un extraño en todas partes y siempre he querido sentirme parte de algo. Por eso tardé diez años en volver al budismo y reconectar con ese mundo. Ha sido una conquista paulatina, poco a poco, hasta sentir que sí que pertenezco, pero ha sido un proceso arduo.

XL. La docuserie, Osel, debe haber sido para usted como ponerse ante el espejo. Al verla, ¿ha aprendido algo de si mismo?

Osel. Y no sólo al verla, he crecido y madurado muchísimo desde que conocí a Lucas Figueroa y empezamos a trabajar. Todo el proceso ha sido una terapia. Al fin y al cabo repasa mi vida, la ordena, la contextualiza, explica mi infancia, revela cómo eran mis padres, personas que me conocen hablan de mi… Nada más verla pasé una semana en shock, trabajando mucho interiormente. Mi historia, además, siempre se contó fuera de contexto, en pequeños pedazos. Y, gracias a Lucas, ya no.

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La vida en una olla (budista) a presión. En el monasterio, Osel vivía aislado, dedicado al estudio y con el juego, la música y el cine prohibidos, hasta que, con 10 años, su madre se lo trajo a España. Su padre (en el centro), sin embargo, se lo devolvió a los tibetanos. Para hacerle más llevadera la estancia, se fue a vivir allí con él y se llevó consigo a Kunkyen, hermano menor de Osel, para que le hiciera compañía.

XL. Como reencarnado, ¿dónde se halla usted en una jerarquía del budismo tibetano?

Osel. Tampoco soy muy importante, no creas. De los tres niveles de reencarnados que hay: pequeño, mediano y grande, yo era pequeño porque en mi vida pasada no fui maestro ni nada importante.

XL. ¿En su vida pasada o en la del lama Yeshe?

Osel. En la de él, que también es la mía. Fui abadesa y ni siquiera tenía el doctorado. Pero al reencarnarse el lama Yeshe en mi, un maestro, me subieron a reencarnado mediano. Me hicieron un upgrade, digamos [se ríe]. Y como fui de los primeros reencarnados en llegar al monasterio, en 1991, tenía grado de veterano. A la hora de impartir las enseñanzas del Dalai Lama, por ejemplo, yo me sentaba siempre delante, arriba.

XL. ¿Y todos los niños allí eran reencarnados?

Osel. No, sólo unos 40.

XL. ¿Por qué se venera al lama Yeshe?

O. Fue quien trajo a Occidente el budismo Gelugpa. Era su misión. Por eso quiso conocer a los occidentales y se fue a vivir a San Francisco en plena época hippy. Gracias a él se abrieron centros budistas por todo Occidente, incluido el que cofundaron mis padres en Bubión.

XL. El lama Yeshe también fue un lama 'rebelde', ¿no?

O. Sí, bueno, sus hermanos lo llamaban 'el lama hippy' porque andaba con hippies, conducía un descapotable, entró a un club de striptease, se fue a Disneylandia...

XL. ¿Tuvo que morir para que los tibetanos apreciaran su labor?

O. Sí. Pero ocurre en todas partes y culturas: si te sales de la normalidad y rompes con usos y tradiciones te critican. Pero él quería experimentar, entender...

'Soy agnóstico y necesito del razonamiento para creer. Pero la reencarnación es algo probado científicamente'

XL. ¿Cree que el lama Yeshe eligió reencarnarse en un español, un occidental, para que siguiera usted con su labor de aproximar Oriente y Occidente?

Osel. Sí, creo que lo hizo para seguir rompiendo esquemas. Y yo, la verdad, intento ahondar en esa visión con nuevas perspectivas, fruto de todas mis experiencias y reflexiones que, como las suyas, se alejan de lo convencional.

XL. Sea o no su reencarnación, el lama Yeshe ha determinado su vida…

Osel. Totalmente. Eso seguro.

XL. ¿Cómo llevan los tibetanos ver ahora en su tulku a alguien menos ortodoxo todavía?

O. Bueno, no entendieron nada cuando me marché. La primera vez que regresé al monasterio, diez años después, se llevaron un shock [se ríe]. Pero me aceptan como soy.

XL. Salió del monasterio para experimentar, entender... Fue, imagino, una ruptura brutal.

O. No lo sabes bien. Ibiza fue un descubrimiento increíble. Me repetía todo el día: «Estos occidentales están locos» [se ríe]. Todo el mundo bebiendo y drogándose, saltando como cabras…

XL. Y usted ahí, con ganas de experimentarlo todo…

O. Sí, me hice tatuajes, me dejé crecer el pelo, vi las primeras tetas de mi vida [se ríe], probé el alcohol, que me pareció asqueroso y, además, daba dolor de cabeza; en fin, experimenté muchas cosas.

XL. ¿Drogas?

O. Yo las llamo 'medicinas' porque nunca tomé drogas de diseño, solo lo que procede de plantas. Porque si la Tierra las ha creado son parte de lo que somos. Bueno, salvo el LSD [sonríe]. En el monasterio, de hecho, me fui haciendo una lista de sustancias que quería probar al salir. Formaban parte de mi necesidad por expandir conocimientos. No quería limitaciones. Además, si mi misión es ser puente entre Oriente y Occidente, me ayudarían a entender este lado del mundo.

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Estudiar Oriente y Occidente.Harto del enclaustramiento, Osel abandonó el monasterio tibetano  donde fue criado en cuanto cumplió 18 años. Tras pasar una temporada de desenfreno adolescente en Ibiza, prosiguió con su vida dedicada al estudio en centros de educación occidental. Pasó así por Canadá, Suiza (foto), Italia, España, California, Hawái…

XL. «Si te drogas es porque tienes un conflicto interior», dice en el documental. ¿Era su caso?

O. Conflictos tenemos todos [sonríe], pero me refiero al adicto. No es lo mismo experimentar que dejar que una sustancia te domine. Drogarse de manera desenfrenada es síntoma de que tienes un problema del que intentas huir.

XL. La dificultad para reflexionar sobre nosotros mismos ¿se halla en Oriente y Occidente por igual?

O. Sí, es universal. Culpabilizamos a otros cuando deberíamos asumir nuestra responsabilidad. Es un grave problema de la humanidad porque, si no mejoramos como individuos, mirando cada uno en su interior, será difícil mejorar como especie.

XL. En Occidente se da más importancia al individuo y en Oriente al colectivo. ¿Busca usted el equilibrio entre ambas pulsiones?

Osel. Sí, ese es el ideal a alcanzar. Me enfoco en la búsqueda de ese equilibrio entre el individuo y el colectivo; en buscar cosas que son universales con las que nos podamos identificar y entendernos.

XL. ¿Cómo lo recibieron en el primer lugar occidental donde estudió?

O. Al principio fue duro porque yo era un bicho raro. Me tomaban el pelo, se reían de mí. Aunque yo no me sentía discriminado, porque no entendía, y me reía también. Al ver que nada me afectaba, la gente empezó a relajarse e hice muchos amigos. Por primera vez en mi vida era uno más. Y fue maravilloso.

'Un niño necesita estabilidad y vínculo emocional. Yo no los tuve. A mi hijo le digo todos los días: 'Tienes suerte, nadie espera nada de ti''

XL. ¿Se ha sentido perdido muchas veces?

O. Totalmente. La ausencia de mis padres en la infancia fue determinante. Sentía que no tenía padres, abandonado. Por eso, a mi hijo le doy todo lo que yo no tuve, todo de lo que yo carecí.

XL. Se refiere a su presencia, ¿no?

O. Sí, claro, no hablo de bienes materiales ni de mimarlo o consentirlo. Estar con él, jugar, es la gran ilusión de mi vida.

XL. ¿Siente rencor hacia sus padres?

O. Rencor es un sentimiento del que carezco. Sufrí mucho, pero viví algo único y soy quien soy por todo lo que he vivido. Ahora bien, un niño necesita estabilidad y vínculo emocional, cosa que no tuve. Lo que importa es cómo convertir eso en algo positivo. «No hay mal que por bien no venga», se dice en España. Un refrán muy verdadero.

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Una escala para la reencarnación.Osel en uno de sus últimos encuentros con el  actual Dalai Lama, cuyo nombre es Tenzin Gyatso, el hombre que reconoció a Osel como la reencarnación del lama Yeshe en abril de 1986, con apenas 14 meses. En la jerarquía de reencarnados, el Dalai Lama ocupa el grado sumo y Osel el mediano ya que, en su vida anterior, el lama Yeshe habría sido una mujer, una abadesa, sin título alguno.

XL. Quiso en su día que su maestro se reencarnara en su hijo. ¿Qué habría hecho de haber sucedido?

O. Desde luego, no lo habría encerrado en un monasterio. Ni de coña. Quiero que conozca esa cultura, que la viva y sienta propia, pero con papá y mamá cerca. Podríamos ir unos meses al año y que fuera allí a un colegio tibetano, pero sin el componente religioso que yo viví. Y cuando sea mayor que él decida lo que hace. Se lo digo todos los días: «Tienes mucha suerte, hijo, porque nadie espera nada de ti».

XL. ¿Y qué le responde?

Osel. «Déjame en paz, papá» [se ríe]. Y ahí me doy cuenta de que espero que él aprecie eso de mi, ¿entiendes? En realidad ser padre es más aprender que enseñar. Estoy creciendo mucho, me entiendo mejor a través de él.

XL. «La meditación y el retiro –dijo el lama Yeshe– nos ayudan a entender mejor la realidad humana, a tener más sabiduría y compasión». ¿Entiende usted la realidad humana?

Osel. No, pero esa es precisamente la búsqueda, el camino. Necesitamos conocernos primero como individuos para entendernos como grupo, como especie. Porque todo empieza por reflexionar para mejorar uno mismo. La realidad, sin embargo, es que no nos entendemos, no nos conocemos, y estamos cada vez más aislados de los demás. Vivimos una edad de oro, sí, aprendemos y descubrimos cosas nuevas cada día, pero estamos rodeados de mucha incertidumbre. Por eso este momento de la humanidad es apasionante y me siento afortunado de estar vivo hoy, ahora.

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La persona adecuada para contar esto.Fascinado por la historia de Osel, el director Lucas Figueroa  quiso contactar con él y, ante su silencio, se puso a contarla a través de quienes lo habían conocido. Años después, admirado por la insistencia del cineasta, Osel lo llamó: «No pensaba hacerlo, pero creo que eres la persona adecuada para contar mi vida». Así nació Osel, el documental disponible en HBO Max.

XL. Un par de años después de dejar el monasterio desapareció del radar, dejó de dar entrevistas. ¿Qué ha estado haciendo?

O. Bueno, me fui a estudiar a Canadá, luego a Suiza, después a Italia, pasé un tiempo viviendo en la calle…

XL. ¿Quiere decir por elección?

O. Sí, quería tener esa experiencia. Fue uno de los momentos más enriquecedores de mi vida: la libertad absoluta. Necesitaba algo así. Y hoy puedo decir que he conocido todos los escalones de la sociedad. Luego hice cine en Madrid, que era algo que siempre me atrajo, ya que en el monasterio lo audiovisual estaba prohibidísimo. Volví a Ibiza, estudié cocina y trabajé de cocinero; me fui a California a hacer Comunicación y Fotografía; a Hawái, a estudiar Organización del Comportamiento; en fin, siempre aprendiendo, estudiando, viajando. Doy cursos, charlas, hago un poco de todo.

XL. ¿Quién le pagó todos esos estudios y viajes?

O. La FPMT. Como reencarnación del lama Yeshe se espera de mí que me ponga al frente. Me he salido un poco de los esquemas que tienen en mente, pero son mi familia. Ahora solo busco un nuevo camino.

XL. Ha sido un ciudadano anónimo durante casi 20 años. Animarse a hacer el documental, ¿forma parte de ese nuevo camino?

Osel. Efectivamente. Creo que tengo un mensaje interesante que compartir y por eso he querido contar mi vida. Estoy muy centrado, además, en promover la Global Tree Initiative, una organización que fundé para crear una comunidad de gente que plante árboles por todo el mundo. Quería tener un impacto mayor.