Críticas de Bellísima (1951) - FilmAffinity
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Bellísima

Drama En los estudios de Cinecittà, el director Alessandro Blasetti está haciendo un casting para seleccionar a la niña que actuará en su nueva película. Entre las madres que han llevado a sus hijas está Maddalena Cecconi, una mujer de barrio que sueña con ver a su hija en el Olimpo de las grandes estrellas. Contra la voluntad de su marido, Maddalena no repara en medios para conseguir su objetivo: inscribe a María en un curso de baile y ... [+]
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
11 de septiembre de 2010
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi escala personal, hay tres gigantes italianas de la interpretación: Anna Magnani, Giulietta Masina y Sofía Loren. Las tres traspasan una línea divisoria a partir de la cual la simple categoría de “estrella” se queda corta. Me sabe a poco colocarlas ahí, porque ellas merecen más. Tres actrices capaces de hechizar y noquear al público con su inagotable talento que surge de sus raíces como mujeres de bandera, nunca serán lo bastante laureadas. Dos de ellas no precisaron ser guapas para meterse en el bolsillo al respetable: Magnani y Masina. En cuanto a Loren, es cierto que su turbadora belleza podría haber bastado para abrirle las puertas, pero es que ella siempre ha sido mucho más que su preciosa cara y su cuerpo turgente.
Federico Fellini comentó de Magnani: “Ella es Roma”. La filmó para una fugaz aparición en “Roma” (1972), poco antes del fallecimiento de una de las mayores figuras del cine italiano y mundial. En efecto, Magnani esparce un aura de mujer del pueblo llano, vulgarmente atractiva, de formas rotundas, de facciones que acusan sin disimulos las fatigas de las donnas italianas que faenan como bestias de labor. Habitan en apartamentos cochambrosos en construcciones viejas con montones de otros apartamentos y una legión de vecinos bulliciosos, pendencieros y cotillas, niños gamberretes, y callejas descuidadas que no deben de haber visto a un empleado del Ayuntamiento desde la fundación de la ilustre urbe allá por los tiempos de Rómulo y Remo.
Magnani carga sobre sus generosos hombros ese aire a barrio desaliñado y gritón donde todo el mundo se abre paso a discusiones y empujones, burbujeante de emociones vivas, donde la escasa alegría tan duramente ganada se pregona y la ira y la pena, que son las que más abundan, se liberan ignorando los dictados de la contención. Un oleaje bravo en el que el habitante romano promedio se desenvuelve con la soltura de un pez acostumbrado a pasarlas canutas.
En ese oleaje Maddalena Cecconi es una madre como otros millones de madres que dan su alma y su sangre por sus hijos. Tiene un fuego en sus ojos que arde como un incendio. Una mamma fiera y decidida, una leona de garras gastadas pero combativas que mueve montañas para que su pequeñina María no acabe como ella, como otra hormiga del deslomado vulgo romano. Al lado de la casa de Maddalena hay un cine al aire libre y ella siente la picazón de que su María tenga una oportunidad de ser más que otra matrona estropeada por el trabajo duro, las privaciones, las peleas con el marido y con el vecindario, y las amarguras. Si la nena pudiera tener una profesión digna, que le reportara independencia y comodidades, no tendría que depender de ningún hombre, no tendría que ajarse prematuramente, y haría realidad esos sueños de libertad y aventura que la gran mayoría de las mortales no se pueden permitir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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4 de noviembre de 2009
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Visconti y la Magnani, vaya dupla. El realizador moldea a través de la carismática actriz una suerte de encarnación del pueblo: actriz de raza, férrea 'mamma', dura y honesta mujer esforzada en salir de esa miseria de democracia cristiana y diferencias de clase.

A través de la protagonista y de una realización a medias de comedia ligera y a medias drama costumbrista de posguerra, se suceden los vecinos, las escaleras y las discusiones “ma quello che fate!!”. Así se configura una película paradigma del cine italiano de la época, pero de contornos postneorrealistas algo matizados por las propias inquietudes del director milanés que aquí ya quedan apuntadas: intención en el detalle, paradoja entre la conciencia social y un cine estilizado, etc.

También es destacable, más allá del expreso apunte social o melodramático habitual, observar el propio cine como elemento confeccionador de distracciones idealizadas y anestésicas ajenas completamente a la realidad. Incluso el apunte de injerencias del cine hollywoodiense en el imaginario colectivo del sufrido, por aquella época, pueblo italiano.

De esta forma, podemos buscar en el film claves del universo viscontiano aplicadas al costumbrismo crítico típico del momento, pero también una reivindicación de una naturaleza creativa y cinematográfica “a la italiana” como medio a proteger y salvaguardar de los malos hábitos del star-system extranjero y de un cine ajeno al compromiso con la identidad social y creativa nacional, donde directores como Rossellini, Fellini y el propio Visconti mostraban no solo una forma de retratar y mirar la realidad de su entorno, sino también unos conceptos creativos propios –muy variados y diferentes, de hecho, entre ellos– precursores y superadores de una puesta en escena contraria al estilo norteamericano de estudios.
Bloomsday
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21 de abril de 2008
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que como las novelas de Orwell nos adelanta escenarios que hoy son habituales: todo por un sueño... pero el sueño de la madre, no el tuyo. Si los papás de triunfitos y pequeños genios hubieran visto esta buena película del siempre interesante Visconti, quizá nos hubiéramos ahorrado muchos programas basura.
Volviendo a lo que nos interesa, la tremenda Magnani -a medida que veo más películas suyas entiendo mejor a los que la prefieren a la Loren- monopoliza historia, sentimientos, planos y un erotismo irresistible de la mamma protectora y amantísima.
Cineccità como núcleo y Roma como fresco le sirven a Visconti para seguir a esta magnífica enfermera para todo/madre coraje en la Italia de posguerra.
Lo mejor: Ella.
Lo peor: Que alguien no aprenda la lección que la mamma sí aprende.
Feldon
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22 de junio de 2013
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una historia de Cesare Zavattini, guionista de las películas más importantes de V. de Sica como: “Ladrón de bicicletas,” “Milagro en Milán,” o “Umberto D,” y uno de los grandes teóricos del neorrealismo italiano, y guión del propio Visconti con la colaboración de F. Rossi y Suso Cecchi D'Amico (otro de los guionistas importantes del neorrealismo que dejó su huella en “Roma, ciudad abierta,” “Ladrón de bicicletas,” o “Milagro en Milán”), el director milanés realiza su tercer largometraje contando con la colaboración de la gran Anna Magnani.
La historia que nos narra es la madre de un barrio obrero que deslumbrada por los mitos fáciles quiere escapar de toda la miseria que la rodea. Para eso cuenta con su mejor pasaporte: su pequeña hija María (magistralmente interpretada por la niña Tina Apicella) a la que presenta a unas pruebas para la próxima película del director Blasetti. Maddalena (Anna Magnani) no reparará en ímprobos sacrificios con tal de cumplir su obsesión.
Visconti nos ofrece este último drama neorrealista antes de embarcarse en proyectos más “barrocos” (su siguiente largometraje sería “Senso,” y no volvería a los presupuestos neorrealistas hasta rodar “Rocco y sus hermanos,” con la que finalizaría este ciclo para entregar posteriormente obras como “El Gatopardo,” “La caída de los dioses,” o “Muerte en Venecia”). La película atrapa a la perfección ese carácter italiano que encontraba en la Magnani el mejor vehículo para mostrarlo. Parece ser que la Magnani era un volcán de emociones y en perpetua creación (la “romántica” escena del río con Walter Chiari es una improvisación de ella), pero ese carácter abrumador halló en Visconti a un gran domador que pudo domesticar su avasalladora energía. La película es ella. Desde el minuto uno su gran expresividad llena la pantalla hasta traspasarla con esa autenticidad apabullante que tenía esta gran actriz. No importa el plano en el que nos la muestre, la Magnani reina.
La película es un drama soterrado, sepultado en la mirada y las carnes de la Magnani, genialmente filmado por Visconti. Es maravilloso ver el latir de la vida que ofrece Luchino, lleno de momentos puramente documentales, pero con una puesta en escena cuidadísima, significativa, jugando con el cine dentro del cine (del que no realiza un retrato precisamente amable). Podemos elegir cualquier secuencia y en ella Visconti mostrará ese vivir lleno de momentos excepcionalmente cómicos (las clases de baile, los rumores de la espera en el casting, el corte de pelo de María, etc.) pero que adquieren otro peso ante la mirada que vemos en la Magnani; lo mismo ocurre cuando la secuencia es plenamente dramática (la visión de la prueba de la niña, el deambular por la noche romana o la llegada a casa), la franqueza y autenticidad de la Magnani la catapultan a altura que sólo ella podía alcanzar. Los primeros planos te dejan sin aliento. Mudo y asombrado ante la expresividad que logra esta gran actriz italiana. Su rostro, con esa fuerza que proyecta, es una gran mascara en la que cabe de todo, pues Visconti le ofrece un papel con todos los ingredientes para hacer una composición magistral. Pero no está ella sola. La galería de personajes que asoma por esta magistral película tejen un tapiz de una riqueza de la que ahora carece el cine italiano. Desde los caracteres populares (la descripción de la vida del barrio, del edificio es rica con personajes como la portera, las vecinas, la indolente paciente a la que pincha Maddalena, su suegra, etc.) hasta otros más compuestos y cinematográficos como el propio Walter Chiari que aquí interpreta Alberto Annovazzi, un trabajador del cine que en su lucha por sobrevivir no sabe de escrúpulos, o la “aparecida” Mimmeta (interpretada por Linda Sini), una actriz olvidada, dejada al borde del camino y la vida, y que se encargará de la dicción de la pequeña María en su búsqueda, como los demás personajes de la obra, de una supervivencia que se hace difícil.
Merece un comentario la visión que Visconti ofrece del cine. Como dije, su retrato no es benévolo, por lo menos con la clase de cine en el que espera triunfar María. Aunque no se nos dice mucho del proyecto, lo poco que sabemos nos hace intuir que no realizarán una película muy pegada a la realidad (magistral la secuencia del fotógrafo en la que otra madre habla de la película convencida de que su hija conseguirá el papel embutida en un tutú); por otra parte, esos retratos breves pero certeros, nos hacen ver que esta profesión está llena de directores soberbios y cretinos que puede que tengan sensibilidad para gastar película, pero no para comprender ni la humanidad a la que filman ni a las personas que tienen delante. De hecho, su retrato finaliza mostrando ese sueño al que aspiran como una pesadilla donde el precio a pagar es nada más y nada menos que la dignidad.
El final maravilloso. Fijaros en la carnalidad de la Magnani en esa secuencia final cuando abraza a su marido. Magistral, ¿verdad? No podía ser menos. En “Bellísima” todo brilla a esa altura.
Strhoeimniano
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25 de julio de 2007
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Delicada, sutil, analítica; una película donde Luchino Visconti no se complica con metafísicas y trazados abstrusos que los espectadores tengan que descifrar. Nada de eso, es una obra sencilla, de espléndida luminosidad, que nos muestra a la Inocencia y la Protección de ésta, ambas encarnadas en dos seres femeninos, niña y mujer.

Bellísima de título y bella de filmación.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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