Es la película de Amazon Prime Video de la que todo el mundo habla. Being the Ricardos cuenta la historia de Lucille Ball que, en su apogeo, fue una de las mujeres más poderosas de Estados Unidos. I Love Lucy dominaba la pequeña pantalla, con una media semanal de 15 millones de espectadores (casi el 60% de los hogares estadounidenses) en su momento álgido. Ball y su marido, Desi Arnaz, cometieron actos nunca antes vistos en televisión: cosas realmente escandalosas como ser un matrimonio mestizo y estar embarazada... a la vista de los telespectadores. Esas hazañas pueden parecer pequeñas para los estándares de 2021, pero en su momento, una Lucy Ricardo embarazada fue uno de los momentos más rompedores de la historia de la cultura pop. La única cosa que aparentemente podría haber derribado a Ball era una palabra de nueve letras: Comunista.

En 1953, en el punto álgido del segundo Miedo a los Rojos, la élite de Hollywood se veía arrastrada a un foco condenatorio si alguien encontraba motivos para sospechar que era comunista o simpatizante del comunismo. Ball se convirtió en uno de los sujetos más notables de la época, aterrizando en una posición precaria cuando se reveló que estuvo vinculada al partido unos 15 años antes. Esto constituye un excelente material para Being the Ricardos (película que ya puedes ver en Amazon Prime Video), que sabiamente sigue una semana de crisis en la vida de Ball (en lugar de un biopic completo). Pero no todo en la nueva película de Aaron Sorkin es 100% cierto. La historia real del roce de Ball con el comunismo es un poco menos cinematográfica de lo que el equipo creativo pinta, aunque corría el riesgo de perder todo aquello sobre lo que había construido su imperio.

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Lucille y Desi en los Emmys, 1953.
FPG//Getty Images

La segunda ola del Miedo Rojo

Para entender la gravedad de la situación de Ball, primero hay que entender la gravedad del Miedo Rojo en América. Ambas oleadas incluían el temor al ascenso del comunismo en América. La primera se originó a partir de una combinación de acontecimientos reales y de miedo: a saber, la Revolución Rusa de Octubre tras la Primera Guerra Mundial (real) y el Movimiento Obrero Americano (también real). Lo que la gente temía, sin embargo, es que los grupos de extrema izquierda y de derechos de los trabajadores estuvieran organizando movimientos anarquistas para desmantelar la democracia estadounidense (no es real).

La segunda Ola Roja comenzó a finales de la década de 1940 y se caracteriza por el macartismo, una perspectiva de pensamiento llamada así por el senador Joseph McCarthy, ya que empleó todo tipo de tácticas de alarmismo destinadas a desenmascarar a los simpatizantes comunistas y a los activistas del socialismo en Estados Unidos. Promovió una lista de nombres que trabajaban como infiltrados que impulsaban una agenda socialista dentro de Estados Unidos. McCarthy y el trabajo de los que creían en su causa llevaron a la exclusión de una serie de prolíficas celebridades estadounidenses, especialmente las relacionadas con las artes. Hasta cierto punto, Dorothy Parker, Arthur Miller, W.E.B DuBois, Langston Hughes, Dalton Trumbo, Albert Einstein y, por supuesto, Ball, se vieron involucrados en la polémica.

Lo que pasó con Lucille Ball

La controversia de Ball se remonta a 1936, cuando se registró para votar y se afilió al partido comunista, junto con otros miembros de su familia. Posteriormente, Ball sostuvo que lo hizo para "apaciguar a su abuelo socialista", pero que nunca fue miembro activo del partido. Sin embargo, esto contradice el testimonio de Rena Vale, una escritora de Hollywood y comunista, que declaró ante el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes que asistió a una clase para nuevos miembros en la residencia de Ball alrededor de 1937. Naturalmente, eso no era una buena imagen para Ball.

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Los posibles vínculos comunistas de Ball fueron noticia de primera plana en el otoño de 1953.
Bettmann//Getty Images

En 1953, Ball se reunió voluntariamente con el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes para aclarar la situación, repitiendo que sólo se había registrado como comunista a instancias de su abuelo y que nunca se había identificado como tal, ni como alguien que votara a favor del comunismo. El testimonio fue remitido a J. Edgar Hoover, que era el director del FBI en ese momento. Ball fue absuelta de cualquier sospecha. Eso no impidió que el Herald-Express de Los Ángeles publicara el titular "Lucille Ball era roja en 1936". En letras rojas y gruesas, el titular tenía el poder de arruinar su carrera.

Como I Love Lucy se rodaba ante un público de estudio en directo, Arnaz (que habitualmente calentaba al público antes de los programas) pensó que lo mejor era continuar como estaba previsto y abordar la situación de frente. Antes de rodar el episodio 68, "Las chicas entran en el negocio", Arnaz se dirigió al público y supuestamente dijo: "Lo único rojo de Lucy es su pelo, y ni siquiera eso es legítimo". Ese mismo año, el presidente Dwight D. Eisenhower invitó a Ball y al resto del reparto principal de I Love Lucy a celebrar su cumpleaños en Washington.

Lo que cambió la película

La película se toma algunas libertades con respecto a lo sucedido. Tal vez una de las diferencias menos notables es que el episodio relatado en Being the Ricardos, la semana de la polvareda de Ball con el gobierno de EE.UU., fue supuestamente el episodio 22, "Fred and Ethel Fight". Ese episodio se rodó el año anterior a este escándalo en la vida real, pero debido a los pequeños matices dentro del episodio, el vestuario y lo bien que encajaba en la historia más amplia (que también aborda la sospecha de infidelidad de Arnaz), la película decidió cambiar qué episodio se estaba tratando.

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Lucille y Desi en 1950.
Archive Photos//Getty Images

Aunque la película no muestra el testimonio de Ball ante la Cámara de Representantes, sí alude al hecho de que existe una discrepancia entre lo que Ball dijo a los miembros del gobierno y lo que Arnaz quería contar al público. La pareja discutió, y Arnaz dijo que debían comunicar que Ball simplemente "marcó la casilla equivocada" al registrarse, aunque la imagen de su tarjeta de registro de votante en el Herald-Express de Los Ángeles muestra que "comunista" estaba escrito en la tarjeta, no marcado.

Quizás una de las mayores diferencias es que antes de que Arnaz (interpretado por Javier Bardem) venga a calentar al público, él y Ball (Nicole Kidman) tienen una conversación sobre la importancia de que ella sea vitoreada, no abucheada. ¿La forma segura de conseguirlo... al menos en el cine? Conseguir una fuente fiable. Después de que Arnaz se dirija a la multitud, mostrando la primera edición del periódico y asegurando al público y a los periodistas asistentes que Ball no es comunista, consigue que alguien llame por teléfono para confirmárselo a todos los presentes. Pone el altavoz al micrófono para revelar que era el propio Hoover.

Eso... no ocurrió. Pero la reputación de Ball se mantuvo intacta y se recuperó totalmente en los meses siguientes. Y ahora el legado que prevalece es Lucille Ball, un tesoro americano.

Vía: Esquire US