Barb y Star van a Vista del Mar (2021), de Josh Greenbaum

Barb y Star son dos mujeres de mediana edad absolutamente inseparables. Hacen todo juntas, hablan continuamente, coinciden en casi todas sus opiniones, se ríen de las mismas cosas tontas, etc. Cuando se quedan sin trabajo deciden tomarse entonces unos días libres y se van de viaje a Florida, a disfrutar del descanso en hotel en Vista del Mar, un lugar lleno de sol, cócteles, playa y sombrillas. Pero no saben que una malvada asesina ha planeado una masacre justo en ese lugar soltando millones de mosquitos asesinos.

Barb y Star van a Vista del Mar es una de esas raras películas que pueden suscitar dos cosas: un categórico rechazo o una improbable simpatía. La disyuntiva se debe a cómo hay que tomarse semejante chanza. Todo en este film es una absurda idiotez y si el espectador pretende tomárselo en serio no durará ni dos minutos frente a ella. Los personajes son ridículos, tontos hasta la exageración, la historia parece escrita por un niño de tres años, la puesta en escena es de un cursi que produce repugnacia, el humor es asombrosamente infantil... Y sin embargo, si se entra al juego (la cosa es tan absurda que cuesta hacerlo), se puede incluso pasar un rato medianamente entretenido.

La cuestión es que estamos ante una comedia totalmente delirante y es imposible no echarse a reír con la tontuna ideada por Annie Mumolo y Kristen Wiig, guionistas y protagonistas de la historia, que parecen habérselo pasado pipa y llevarse estupendamente (ambas habían coincidido en el superéxito La boda de mi mejor amiga). Hay hasta números musicales, con bailarines y coreografías y con una escena de un estrambótico Jamie Dornan –objeto de deseo de las dos amigas– saltando y cantando en la playa de un modo que resulta descacharrante, hilarante hasta el extremo. Todo el film es en realidad un cúmulo de situaciones humorísticas, algunas tan surrealistas como la escena del cangrejo Morgan Freeman o la aparición de Andy García. Hay también espacio para las procacidades suaves en forma de chistes verdulescos (la cancioncita del pianista tiene guasa) aunque todo adquiere un tono tan estrafalario y cómico que en ocasiones es imposible no despiporrarse.