Apenas pasaban diecisiete minutos de las dos de la tarde del 1 de mayo de 1994 cuando Ayrton Senna sufrió un trágico accidente en el circuito de Imola que acabó con su vida.

El Gran Premio de San Marino ya había quedado marcado un día antes después de que, durante la clasificación, falleciera el austríaco Ronald Ratzemberger, pero el negro terminó de teñir el 'Gran Circo' aquel infausto domingo.

Senna, que no se había mostrado confiado antes de la carrera y marchaba primero por delante de Michael Schumacher, sufrió un problema en la dirección y perdió el control de su Williams FW16 en la curva de Tamburello (que se hacía con pie a tabla), chocando contra el muro a más de 200 kilómetros por hora.

El brasileño, tricampeón del mundo con 41 victorias y 65 poles y para muchos el mejor de todos los tiempos, perdió la vida con apenas 34 años.

La carrera no se suspendió y Schumacher se llevó la victoria, pero aquel día supuso un antes y un después para la Fórmula 1, que cambió por completo las medidas de seguridad.

La escalada de una leyenda

El joven paulista comenzó dejando destellos en Toleman antes de dar el salto a Lotus, con los que empezó a saborear el elixir de la victoria.

Ya en McLaren ganó tres títulos mundiales en seis años (1988, 1990 y 1991) y dejó una histórica rivalidad con el tetracampeón Alain Prost.

Apenas pudo disputar tres carreras con Williams, pero su legado e icónicas frases como "ser segundo es ser el primero de los que pierden", "si no vas a por un hueco existente, no eres piloto de carreras" o "el miedo es emocionante para mí" han quedado grabadas para la historia de Fórmula 1.

Históricos como Lewis Hamilton, Fernando Alonso o Michael Schumacher siempre han destacado que el brasileño fue su ídolo e inspiración. Una leyenda murió para convertirse en mito y que 30 años después sigue muy presente en el 'Gran Circo'.