Los soldados y generales que se levantaron el 19 de febrero de 1913 en contra del gobierno legítimo de Francisco I. Madero habían formado parte del antiguo ejército del régimen de Porfirio Díaz. Durante ese periodo llegaron a gozar de fastuosas garantías y compensaciones por haber combatido todo tipo de oposición hacia el régimen dictatorial. Algunos llegaron a ser detenidos por el gobierno maderista por intentar sublevarse, pero otros tantos ocultaron sus intenciones hasta el fatídico febrero de 1913.

Uno de ellos fue Manuel Mondragón, quien en 1913 logró volver a incorporarse a las filas del ejército tras un periodo de licencia. Su regreso estuvo marcado por los esfuerzos encaminados a derrocar al gobierno, hecho que concretó la madrugada del 19 de febrero con su participación en la liberación de los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, ambos elementos del viejo régimen recluidos por conspiración.

La participación de Manuel Mondragón durante la Decena Trágica se encaminó a tomar la fortaleza de la Ciudadela, desde donde amenazó a toda la ciudad. Asimismo, desde aquel fortín recibió a diversos diplomáticos y senadores con la finalidad de influir en la renuncia del presidente legítimo. Los acervos gráficos nos permiten documentar su papel en el cálculo de los tiros de la artillería y en las negociaciones con los senadores coludidos con el golpe y Félix Díaz.

/cms/uploads/image/file/702318/Manuel-Mondrago_n-y-Fe_lix-Di_az-calculando-tiros-de-artilleria.jpgAGN, CIG, Fototeca, Colección Propiedad Artística y Literaria, Melhado E., Decena Trágica.

/cms/uploads/image/file/702314/e-.jpgAGN, CIG, Fototeca, Colección Propiedad Artística y Literaria, Melhado E., Decena Trágica.

Una imagen de nuestro acervo muestra su mirada desafiante junto a Huerta, Félix Díaz y Aureliano Blanquet. Ciertamente, tras la culminación del golpe de Estado, Manuel Mondragón llegó a ser ascendido a la dirección de la Secretaría de Guerra y Marina. Pero no tardó en renunciar a su cargo al ser señalado por el gobierno huertista como el principal culpable del fracaso del ejército federal contra los constitucionalistas, situación que lo llevó al exilio en España para nunca volver a México, ya que en 1922 la tuberculosis terminó con su vida.

/cms/uploads/image/file/702316/Manuel_Mondrag_n__Victoriano_Huerta__F_lix_D_az__y_Aureliano_Blanquet-.jpgAGN, CIG, Fototeca, Colección Enrique Díaz, caja 01-09. 

Bernardo Reyes también fue uno de los personajes clave en el golpe. Durante la dictadura porfirista fue premiado como secretario de Guerra y Marina (1900- 1902) y gobernador de Nuevo León (1902-1909), además de otros grados militares, adquiriendo una posición política tal que le permitió aspirar a ser el sucesor de Díaz en diversas ocasiones. Este general fue uno de los principales reaccionarios que buscó terminar con el gobierno maderista, proclamando el 16 de noviembre de 1911 el Plan de la Soledad, cuyo resultado lo condujo rápidamente a la cárcel. Al ser liberado por las fuerzas sublevadas, se encaminó sin saberlo directamente a su muerte, pues fue uno de los primeros traidores en caer durante la Decena Trágica en una embestida a Palacio Nacional.

/cms/uploads/image/file/702312/Caja_1-12__Tema__Bernardo_Reyes-.jpgAGN, CIG, Fototeca, Colección Enrique Díaz, caja 01-12. 

Otro de los insurrectos que había sido encarcelado y liberado fue Félix Díaz, sobrino del general Porfirio Díaz. Este personaje participó en la toma y fortificación de la Ciudadela y se ha llegado a señalar que sus tropas fueron las que mayor terror generaron durante aquellos días sangrientos de febrero, al grado de sumar criminales de la cárcel de Belén a sus filas[1].

Félix Díaz aspiraba a la presidencia de la República, sueño que se vio frustrado por Victoriano Huerta, quien no respetó los acuerdos del Pacto de la Embajada que estipulaba la celebración de unas elecciones inmediatas en donde Huerta se comprometía a apoyarlo para ocupar la presidencia. El pacto nunca se concretó, ya que a los pocos días el gobierno huertista envío a Félix como comisionado a Japón, con lo cual fue desplazado del escenario político nacional. Pese a esto, Díaz fue uno de los pocos golpistas que pudieron morir en suelo mexicano, tras vivir varios años en la proscripción.

Caso contrario fue el que vivió su amigo Aureliano Blanquet, responsable de la detención de Francisco I. Madero y de todo su gabinete. Fue uno de los principales generales del Porfiriato que combatió a los grupos yaquis y mayas, lo cual le valió diversos ascensos militares. Tras el final del gobierno huertista partió al exilio e intentó volver en 1919 para combatir a las fuerzas carrancistas. Sin embargo, su esfuerzo se vio eclipsado al caer de una barranca. Como muestra del desprecio hacia su persona, su cabeza fue cercenada y exhibida por los carrancistas, como fue documentado crudamente en la imagen que se muestra.

/cms/uploads/image/file/702311/Cabeza_de_Aureliano_Blanquet-.jpgAGN, CIG, Fototeca, Colección Enrique Díaz, caja 01-09. 

Por último, tenemos al general Victoriano Huerta, quien llegó a ganarse la confianza de Francisco I. Madero por la campaña militar de 1912 contra las fuerzas de Pascual Orozco. Dicha confianza fue traicionada durante la Decena Trágica una vez que tomó el mando de las tropas militares para la defensa del Palacio Nacional y fue comisionado para derrotar a los rebeldes de la Ciudadela. En lugar de cumplir con su encomienda, negoció con Manuel Mondragón, Félix Díaz y el embajador estadounidense, Henry Lane Wilson, para planear la caída del gobierno de Francisco I. Madero con el llamado Pacto de la Embajada.

/cms/uploads/image/file/702317/ED-0003-.jpgAGN, CIG, Fototeca, Colección Enrique Díaz, caja Caja 1-15.

Para lograr hacerse del poder, Huerta ordenó el asesinato de Francisco I. Madero y de José María Pino Suárez, quienes días antes habían sido obligados a firmar la renuncia de sus respectivos cargos a cambio de garantizar su seguridad. El compromiso no se cumplió, pues como es sabido, ambos fueron asesinados en la noche del 22 de febrero de 1913 a las espaldas de la Penitenciaría de Lecumberri y la autopsia fue realizada en las instalaciones de la prisión.

/cms/uploads/image/file/702319/Decena_Tr_gica_5.jpgAGN, Propiedad Artística y Literaria, Waite Charles B, Decena Trágica. 

Con el uso de las armas Victoriano Huerta intentó mantenerse en el poder, combatiendo por igual a los revolucionarios zapatistas en el sur como al ejército constitucionalista que había conformado Venustiano Carranza con el Plan de Guadalupe[2]. Tras varios meses de combate el gobierno huertista cayó desmoralizado en el campo de batalla, principalmente ante la imponente División del Norte. Huerta huyó del país y a los pocos años murió consumido por cirrosis hepática, consecuencia de su consumo desmedido de la bebida alcohólica.

/cms/uploads/image/file/702315/ED-0002-.jpgAGN, CIG, Fototeca, Colección Enrique Díaz, caja Caja 1-15.

Estos fueron algunos pormenores de quienes participaron en el golpe de Estado contra Francisco I. Madero, quedando sus acciones registradas tanto en los acervos documentales como en las colecciones gráficas del AGN que se encuentran disponibles para las y los usuarios interesados en el tema.

 

Bibliografía consultada

Urquizo, Francisco L., La Ciudadela quedó atrás. Escenas vividas de la Decena Trágica, México, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009.

Díaz Flores, Gerardo, “General Manuel Mondragón”, en Relatos e Historias en México, Ciudad de México, núm. 90, febrero de 2016.

Díaz Zermeño, Héctor, ¿Cancerbero del traidor Victoriano Huerta o militar leal?: Aureliano Blanquet (1848-1919), México, UNAM, 2014.

 

[1] Francisco L. Urquizo, La Ciudadela quedó atrás. Escenas vividas de la Decena Trágica, México, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009,. p.78. 

[2] Venustiano Carranza, Plan de Guadalupe, Coahuila, 27de marzo de 1913. En AGN, Alfredo Robles Domínguez, volumen 9, expediente B.