Perú: La tía Dina y el gobernador - La Nueva Mirada

Perú: La tía Dina y el gobernador

por Juan. G. Solís de Ovando
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Cuando el laureado escritor peruano Mario Vargas Llosa escribió La tia Julia y el escribidor,probablemente no imaginaba que ese libro repercutiría hacia adentro, en que se ganaría un buen juicio y hacia afuera en la popularización del término huachafo Esta palabra que es genuinamente peruana se emparenta con nuestro término siúticoy la más clásica, cursi. Detrás de ella anidan las ideas de arribismo esnobista del que pretende ser lo que no se es, en un sentido estrictamente clasista.

Probablemente tampoco pensaría el escritor peruano que, en el ocaso de su vida, esa sería la música del entorno peruano elevado a crisis política, constitucional y presidencial. Porque si hay algo que parece caracterizar a la presidenta Dina Boluarte es la huachafería que importa su impúdica exhibición de joyas de alta gama es esa mezcla de provincianismo arribista y pulsión psicótica por mostrarse a la vez que popular, igualada a la clase social a la que jamás perteneció, pero que merced a su cargo de presidenta le permite ostentar un alhajamiento que conforme a un pretendido derecho de estado la sitúa donde cree pertenecer por derecho divino.

Pero Dina no pertenece a nada de eso. Para empezar la presidencia no le llegó por ningún mérito personal y ni siquiera por derecho constitucional en sentido estricto. El cargo le cayó en sus brazos extendidos cuando la pelota ya no daba más bote, en un Perú atravesado por las reyertas, traiciones políticas, y el espíritu de fronda de un parlamento atomizado y completamente inútil como no sea para arrastrar a los peruanos a una agotadora e interminable serie de crisis político-institucionales que no parecen terminar.

Este último capítulo –el origen de las joyas de la corona-, fue gatillado desde una de las pocas instituciones que funcionan en el país andino: un periodismo crítico, valiente e independiente que trata con rigor y sin pagar tributo al fondo de reptilescomo en tantas otras partes. Fue el periodista Marco Sifuentes en el podcast La Encerrona el que llamó la atención de la colección de relojes que la presidenta usaba cada vez que podía. A partir de allí eso parece ser una chispa que incendia la pradera, aunque allí, en ese maravilloso país andino, la pradera no ha dejado de incendiarse. 

Reímos por no llorar. Desde la primera versión, en que la presidenta declaró que los relojes Rolex, avaluados en veinte mil dólares, eran de antaño y comprados con su sueldo de funcionaria de Reniec(registro civil), hasta que los periodistas siguieron mostrando relojes y pulseras cuyo valor excedía con mucho sus ingresos de funcionaria y luego ministra, y en su entorno empezó a circular la información de que las joyas pertenecían al gobernador de AyacuchoWilfredo Oscorina Núñez que se las habría regalado para su cumpleaños el día 31 de mayo del año pasado en la propia casa de gobierno, las versiones de la mandataria no han dejado de variar. Uno de sus defensores decía, incluso, que el origen de estas podía ser un regalo de un enamorado. 

¿El gobernador enamorado? Esto llevó a los comprometidos periodistas a recordar que ese gobernador -cuya historia bien podría constituir una novela de Vargas Llosa-, en el año 1996 era poca cosa, casi nada. Su biografía muestra que, a partir de la explotación de un casino, negocios de restaurantes, salones de baile, discotecas, bingos y sobre todo explotación de máquinas recreativas, algunos años después terminaría administrando empresas como Wari inversiones, Royal Garden, Sun Inversiones, Constructora Wong, Inversiones Palace, entre otras. En poco más de una década hacía su entrada a la política. Primero desde el Partido Socialista Revolucionario el PSR, un partido izquierdista que, al poco de constituirse como agrupación política se entregó al Fujimorismo cuando el chino necesitaba extender su espacio político urgentemente. 

El precio a pagar por el asiático de la triste memoria fue concederles a los improvisados izquierdistas ayacuchanos entrada en sus ministerios. Ese fue el comienzo. El resto es bastante más obscuro. En poco tiempo, el gobernador acumuló una riqueza inverosímil al tiempo que acumulaba también procesos que lo llevaron a la cárcel, a convertirse en prófugo y perseguido por la justicia, siempre con relación a la procedencia de su patrimonio y el manejo de los fondos públicos. Sin embargo, su accidentada bitácora de vuelo, no le ha impedido ser elegido gobernador regional de Ayacucho, varias veces. Lo es en la actualidad y en esa calidad se ha constituido en asiduo visitante de la presidenta en palacio. Y como suele suceder en estos casos, de la denuncia periodística se pasó a la denuncia ante la fiscalía. 

En la misma medida en que las versiones y las fotos se multiplicaban se multiplicaban las contradicciones: La casa Rolex que tiene en Perú un solo vendedor autorizado, la Casa Banchero, sus dueños explicaron que cada una de esas piezas son únicas y dotadas de una especie de huella digital virtual imposible de borrar dónde se identifica la persona que lo adquirió, el lugar, y la fecha. Esto enredaba más las explicaciones pues ya no se podía decir que la mandataria lo hubiera adquirido en cualquier parte y en cualquier fecha. Así empezó a rondar el espectro del delito de enriquecimiento ilícito. Por entonces la Fiscalía ya había citado a la presidenta para recibir su declaración respecto de estos hechos. Con su típica ceguera sobre las repercusiones de sus actos, Dina se excusó con la agenda que tenía comprometida. La excusa era tan pedestre que la opinión pública no se lo creyó y los fiscales menos, por lo que decidieron actuar.

El viernes 29 de marzo a las 22:55 la policía con funcionarios del Ministerio Público entraba en la casa del domicilio de la presidenta y después de esperar diez minutos a que su hijo que se encontraba allí franqueara la puerta, procedió a romperla con un ariete para dar cumplimiento a la orden de la Fiscalía del Perú. Como era de esperar, los relojes no se encontraban allí, pero se encontró una caja con las garantías del reloj de oro rosa que ya conocía todo el pueblo peruano. Así, a la gravedad de los hechos, se sumaba como gasolina desparramada en un incendio incipiente, las imágenes que prodigaban con generosidad la televisión y los medios para saciar el morbo que en la cultura de la sociedad del espectáculo se presenta a través de memestwiter, y desbocados videos Tik Tok: la entrada manu militari en la morada de la presidenta actuaba como metáfora del Perú en que la falta de ética de las autoridades se traducía en una estética decadente de las personas representativas de las instituciones.

Cuando finalmente la presidenta fue a declarar ya había una nueva versión de los hechos: el reloj Rolex había sido prestado y no regalado por el gobernador, intentando con ello soslayar la comisión de un delito de enriquecimiento ilícito. Ese mismo día la presidenta realizó una limitada conferencia de prensa donde declaró sobre los luctuosos hechos ante las cámaras. El espectáculo no pudo ser más patético. La presidenta mostraba sus joyas físicamente removiéndola con las manos al tiempo que explicaba mal y poco su procedencia. Obviamente no se trataba de las joyas en cuestión, pero, lo que es peor, la presidenta declaró haberlos recibido de parte del gobernador Wilfredo Oscorima (a quien llamó mi Wayki, o sea, hermano, en lengua quechua), a modo de préstamo. Por supuesto, las reacciones no tardaron en llegar desde todos los medios y actores, incluidos varios abogados penalistas, como la letrada Romy Chang que dijo en varios medios digitales independientes que el recibir ese reloj en préstamo era suficiente para que se constituyera el delito de enriquecimiento ilícito, por cuanto la mera posesión de esas joyas justificaba la comisión del ilícito conforme a la doctrina de la Corte Suprema sobre delitos relacionados con el narcotráfico.

Contemporáneo a estos hechos, y muy condicionada por ellos, la presidenta realizó un cambio de gabinete. El hecho en sí mismo no revestía mayor importancia salvo que en el sistema constitucional peruano los ministros no responden solo al presidente/a de la República, sino que deben contar con la aprobación del congreso de diputados. Pero este congreso – con fuerte presencia fujimorista- hasta ahora, muestra un decidido blindaje a la presidenta Dina Boluarte. Reafirma esta situación una deriva constitucional: Si el congreso empieza como hizo con el presidente Castillo con el proceso de las declaraciones de vacancia, es decir la destitución del presidente/a conforme al artículo 113, 2 del texto constitucional que permite a los parlamentarios declarar la permanente incapacidad moral o física de estos, ello, probablemente conduciría a la convocatoria de nuevas elecciones y estas dejarían a muchos parlamentarios en la calle. Mal negocio.

Dina Boluarte, vale poco políticamente hablando (menos del 6 por ciento de apoyo según varias encuestas) y no solo por la actual y tormentosa coyuntura. Su inauguración como presidenta se tiñó de sangre. El alzamiento del pueblo que apoyó y votó al presidente Castillo, que era visto ajeno al sistema oligárquico y su deriva parlamentaria, se produjo espontáneamente porque este pueblo no aceptó ni en el fondo ni en la forma la destitución del presidente, su arresto y actual enjuiciamiento. Y por ello salió, especialmente en provincias, como las ciudades serranas de Ayacucho que fue la más descontenta y también la más afectada, y después en Cusco, así como en Iquitos de la Amazonía, y la costeña ciudad de Trujillo, al Norte, entre otras muchas ciudades donde se manifestó el descontento abiertamente en las calles, barrios y plazas peruanas. El resultado fueron 49 muertos, que se dice pronto. Las víctimas fueron mujeres, transeúntes, e incluso algunos niños, casi todos heridos a bala. Existen pruebas periciales que evidencian que fueron atacados desde helicópteros.  

Después de un largo proceso en el que ya han declarado los ministros de defensa Alberto Otárola y del interior César Cervantes y el jefe del comando conjunto de las Fuerzas Armadas, Manuel Gómez de la Torre máximos responsables de las operaciones militares del momento, todos han excusado su responsabilidad. Sin embargo, de los testimonios agregados a las fiscalías ya se sabe que los homicidios -virtual ejecuciones en algunos casos-, pudieron ser evitados. De hecho, la Defensora del Pueblo, Eliana Revollar declaró haber solicitado el cese al fuego cuando los muertos en Ayacucho eran dos en la región y diez en todo el país. Sin ser escuchada, la defensora sostiene, que los injustificados ataques continuaron y que sabe y le consta personalmente que la solicitud de cese al fuego la hizo en instancias en que se encontraban las máximas autoridades del país, incluida la propia presidenta.

Si es cierto aquello de que la justicia tarda, pero llega en algún momento, Dina Boluarte tendrá que enfrentar cargos graves por su responsabilidad en la represión entre los meses de diciembre del 2022 y enero del año siguiente que sumadas a las que se realicen por los delitos relacionados con la corrupción y probablemente cohecho, ponen un pronóstico oscuro en el futuro más próximo de la enjoyelada presidenta.

Recordemos que, en materia de Derechos Humanos el Perú tiene una deuda abultada desde los asesinatos perpetrados por el ejército y las fuerzas de seguridad contra la población civil en el período de la violencia terrorista del Sendero Luminoso y otros grupos guerrilleros. Este dato resulta escalofriante: Solo con respecto de las violaciones masivas de mujeres por pelotones de soldados hay en la actualidad más de cuatro mil procesos abiertos y solo media docena de condenas menores. Varios de ellos esperan ser vistos, hace más de un año, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

El pueblo peruano ensangrentado por la represión, empobrecido por la corrupción a todos los niveles, y confundido por las guerras políticas intestinas, tiene dos demonios que actúan por debajo de la superficie: El narcotráfico y la sombra política destructora de Keiko Fujimori. Y no están desvinculados. Por el contrario, se sabe que en la década infame de Fujimori/Montesinos en los años 90, el dinero que provenía del narcotráfico y el derivado de las privatizaciones, los porcentajes por compra de armas, y fondos de la DEA, sirvieron para financiar el tráfico de influencias, los sobornos y para comprar todas las instituciones centrales del país instalando la cleptocracia en las más altas esferas políticas y económicas del Perú. Porque después de ese período surgieron nuevas fortunas del Perú actual; pero solo unas pocas de ellas son reconocibles como las herederas de las tradicionales fortunas pertenecientes a las oligarquías y grupos plutocráticos tradicionales. Las otras, son herederas de las inmensas riquezas de dinero negro cuando se desparramó en Perú una gigantesca cantidad de dinero turbio, untando de paso, a políticos, funcionarios, y directivos de toda clase de organizaciones, en el período inmediatamente anterior a que los narcos colombianos hicieran su entrada en el lucrativo negocio.

Por su parte, el papel nefasto que juega la varias veces derrotada candidata presidencial Keiko Fujimori da el tono exacto de las dificultades políticas del Perú para salir del empantanamiento en la coyuntura actual: Parodiando al perro del hortelano, la dama nipona, no gobierna ni deja gobernar: Aún está demasiado presente el recuerdo de cuando utilizando viciosamente las mayorías parlamentarias, la derecha fujimorista censuraron 18 ministros en 12 meses de gobierno del presidente Castillo. Keiko es, pues, la sombra de un parlamento que ha convertido al Perú en un sistema de presidencialismo legítimo pero irreal y un parlamentarismo real pero ilegítimo.

Por eso, observando la anomia política y social actual del Perú, cuesta mirarlo desde la perspectiva del mar profundo del Perú profundo. Ese que enriqueció el pensamiento político latinoamericanista, por ejemplo, con la fecundidad de las ideas de Víctor Raúl Haya de la Torre, en el año 1928, cuando con su obra célebre El antiimperialismo y el APRA, llamó a la unidad y lucha de los pueblos indoamericanos por un futuro más justo y democrático. 

Perú busca desesperadamente una salida, y aunque no creo que esta se encuentre respondiendo la pregunta tan pegona como reaccionaria de nuestro escritor de marras, que desde la novela Conversaciones en la catedral hacía decir a su protagonista ¿Cuándo se jodió el Perú?, pues en esta pregunta subyace la idea de que Perú estaba bien hasta que irrumpieron los de fuera del sistema y echaron a perder la estabilidad del orden oligárquico, el mundo se mueve y el Perú también. En ese movimiento hay rabia y descontento; pero también esperanza y grandes capacidades nuevas. Pero deberán ponerse en marcha pronto y antes que sea demasiado tarde.

Mi irremediable optimismo histórico me lleva a pensar que allí también más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas… y en ese futuro próximo la Dina y el gobernador no serán más que el recuerdo triste de dos clavos torcidos en la cruz del pueblo peruano.

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