Federico Marín Bellón: Crítica de 'Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore': El dilema de matar o no a J.K. Rowling

Crítica de 'Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore': El dilema de matar o no a J.K. Rowling

Jude Law y Mads Mikkelsen, que sustituye al denostado Johnny Depp, lideran con su carisma una película que explota el cruce de géneros dentro del mundo mágico de Harry Potter

Jude Law y, en segundo plano, Eddie Redmayne, en 'Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore' Warner
Federico Marín Bellón

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Los fans del universo mágico de Harry Potter cada vez se parecen más a los del fútbol y no se ponen de acuerdo sobre si la primera película de esta nueva saga era mejor o peor que la segunda. Desde ya tienen tres para discutir, con el creciente ruido de fondo del debate, es un decir, sobre J.K. Rowling , coguionista y productora de la película, autora de los libros y culpable de que millones de niños lean como posesos. ¿Debe ser cancelada? ¿Tiene derecho a decir, pensar o vivir? Veremos.

De momento, y al contrario que Johnny Depp , que se dice que cobró 15 millones por rodar una sola escena antes de ser despedido, ella es inamovible en la explotación del filón, aunque no se descarta que hasta sus libros se acaben vendiendo forrados, para esconder su nombre.

De vuelta a los fans, y después de consultar con algunos de los mejores, la sensación es que no está tan mal acercarse a 'Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore' con cierta ignorancia 'muggle'. Es aquí donde nos topamos con otro debate, más cinematográfico, en un mundo mágico que tampoco atiende a razones.

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En el viejo cine del Oeste , género que 'Animales fantásticos' saquea a conciencia, los duelos de pistolas casi siempre los ganaban los mismos. El público era más infantil, en algunas cosas, pero ya entonces se hizo popular la expresión 'Corre menos que el caballo del malo'. Ahora se podría decir: 'Tiene menos fuerza que la varita del villano'. Que todo sea tan arbitrario puede producir el efecto indeseado de falta de interés.

En el wéstern al menos había unas reglas: no se podía disparar al caballo, el tambor de un revólver no era infinito, en caso de duda se imprimía la leyenda... Tom Doniphon, Will Kane y otros héroes se atenían como mínimo a las leyes de Newton , que Dumbledore ( Jude Law ) desprecia con elegancia gracias a su extenso catálogo de trucos. El único mandamiento obligado es no resolver demasiado rápido todos los problemas, para que sea posible rodar al menos un par de películas más.

Los llamados 'potterheads' (o pottéricos) son capaces de distinguir entre el sauco y otros materiales solo con olerlos desde la butaca, pero el viejo aficionado al cine lo que ve es una mezcla de géneros con toda su colección de tópicos. Es un Cinexín compartido con los superhéroes , a los que también se parece cada vez más, con sus secuelas, precuelas y otras alteraciones del relato lineal, en el que no faltan ramalazos a lo 'Alien' y otras criaturas no menos fantásticas. La mezcla es buena, que conste.

En un entorno tan despegado de la realidad, con cromas y efectos especiales, el carisma de los actores importa más que la verdadera actuación, que no depende tanto del texto. Ahí se imponen con suficiencia, desde la primera escena, los dos grandes antagonistas, Dumbledore y Grindelwald, Jude Law y Mads Mikkelsen . De hecho, salen poco y la película acusa su lejanía. Cuando aparecen, son tan buenos que no necesitan nada para brillar, con Eddie Redmayne como contrapunto tierno y Dan Fogler como privilegiado enlace con el espectador normal.

No es fácil, por otro lado, tomarse demasiado en serio las elecciones generales del mundo mágico, una democracia superficial, como de Bambi. El populismo y la amenaza de una tiranía sobrevuelan el ambiente, con referencias obvias a líderes más o menos carismáticos y encantados de llevar a sus pueblos a la guerra. Es un modelo de villano vigente, qué duda cabe.

Vuelve Kloves al guion

David Yates dirige de nuevo y, cambio notable, J.K. coescribe el guion con Steve Kloves , participante casi fijo en las películas de Harry Potter. Todos siguen pendientes de los vaivenes de un público que, si bien se renueva de forma permanente, también envejece y cambia, no siempre para bien.

El mundo creado por la autora todavía nombrable es extensísimo, pero a veces parece que el mayor interés de cada entrega es comprobar si es mejor o peor que las anteriores, para clasificarlas cuanto antes 'de mejor a peor', o viceversa. Su gran aportación, invariable, es la exhibición de músculo, con unos repartos impresionantes y una puesta en escena abrumadora . Los escenarios de altura y la magia está siempre presente.

Si esto basta para llenar las salas y mantener vivos esos lugares donde se comparten emociones, más allá de fútbol, los conciertos y el teatro, bienvenida sea esta película aunque alguna generación pueda sentirse desplazada. Es además una obra donde se imponen la bondad y la inteligencia , pero sobre todo la bondad.

Así que podemos mirar estos animalillos en busca de mensajes sibilinos, rastreando referencias fílmicas cercanas al plagio o entregándonos –a los 'no magos' nos costará más– a la magia y la aventura, al triunfo del bien y al talento indudable de sus técnicos y actores.

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