Adiós a Andreas Brehme, el gran ambidiestro alemán | Fútbol | Deportes | EL PAÍS
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Adiós a Andreas Brehme, el gran ambidiestro alemán

El autor del gol que dio a Alemania el título mundial en 1990 fallece de infarto a los 63 años

Andreas Brehme, a la izquierda, celebra el gol de la victoria en el Mundial de Italia 1990 junto a su compañero en la selección de Alemania, Jürgen Klinsmann.
Andreas Brehme, a la izquierda, celebra el gol de la victoria en el Mundial de Italia 1990 junto a su compañero en la selección de Alemania, Jürgen Klinsmann.Frank Kleefeldt (dpa/picture alliance via Getty Images)

Aquel penalti en Roma definió a Andreas Brehme y su dualidad, la del héroe campeón del mundo que tras tocar la gloria futbolística conoció las miserias económicas de una mala gestión de sus recursos económicos. Durante los últimos años se reportaron noticias sobre los apuros que sufría aquel rubio que lo mismo se alineaba en el lateral que en el mediocampo, que igual golpeaba al balón con la diestra que con la zurda. Brehme falleció en Munich en la noche del lunes al martes. Tenía 63 años.

Autor del gol que le dio el título mundial a Alemania en 1990, su muerte llega pocas semanas después de la del técnico que guió a aquel equipo, Franz Beckenbauer. Brehme es el primer futbolista de aquel combo que dice adiós. “Son días muy tristes para el fútbol alemán y para aquel equipo”, asume Pierre Littbarski, otra gloria del balompié germano.

Littbarski, Völler, Hassler o Matthäus, que ganó el Balón de Oro aquel año, estaban sobre el césped del Olímpico de Roma cuando el uruguayo Codesal señaló un dudoso penalti a cinco minutos del final. Matthäus había anotado el que le había dado el pase al equipo en los cuartos de final ante Checoslovaquia y tampoco había fallado en la tanda decisiva en semifinales contra Inglaterra. Pero se borró por un supuesto problema con sus botas y Beckenbauer señaló a Brehme para desafiar al meta argentino Goycoechea, el más acreditado parapenaltis del momento.

Brehme, junto a Diego Maradona, en la final del Mundial 1990 entre Argentina y Alemania.
Brehme, junto a Diego Maradona, en la final del Mundial 1990 entre Argentina y Alemania.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

Hace un par de años un canal de televisión germano les puso en contacto para ahondar en la intrahistoria de aquel episodio: “Sabía que lo ibas a tirar a mi derecha”, le dijo el meta. Lo que no sabía es que Brehme, que era ambidiestro aunque tenía más soltura con una zurda a la que sacaba lustre en las faltas, iba a ejecutar la pena máxima con la diestra. “Me habían dado un golpe en la pierna izquierda y pensé que era más seguro emplear la derecha”, explicó el alemán. En realidad desde los once metros siempre se sintió más seguro con la derecha.

Aquel año ganó el Balón de Bronce, tras Matthäus y Totó Schillaci y por delante de Paul Gascogne o Franco Baresi. Jugaba entonces en el Inter, donde había llegado tras un par de campañas en el Bayern y un inicio de carrera profesional en Kaiserslautern, que se acabó convirtiendo en el club de su corazón. Regresó en 1993 tras una campaña en Zaragoza tamizada por los desencuentros con el técnico Víctor Fernández, con el que, sin embargo, tiempo después tejió una buena relación.

Brehme marca de penalti el único gol de la final del Mundial 1990 que le dio la victoria a Alemania.
Brehme marca de penalti el único gol de la final del Mundial 1990 que le dio la victoria a Alemania. picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

Brehme se había casado en Alemania con Pilar, una chica natural de Utebo, y tenía cierta amistad con el presidente Arturo Beltrán, así que no parecía un mal destino visto que tampoco se daban las condiciones para incorporarse al Hamburgo, el club de su ciudad y en el que soñaba con jugar cuando era un niño. Cuando llegó al Zaragoza se le tenía ya por lateral, pero él en realidad apenas había tenido continuidad en esa posición en el Inter y a partir de ahí en la selección. Y los desencuentros con el entrenador vinieron por su obstinación en alinearse en mediocampo. Cuando a diez jornadas del final se negó a jugar como lateral un partido contra el Tenerife, el club le concedió la baja.

Regresó a Kaiserslautern, donde vivió en una montaña rusa: en 1996, cuando ya pensaba en la retirada, ganó la Copa y descendió a Segunda. “He caído al barro y voy a salir de aquí”, aseguró. El equipo ascendió al año siguiente y de regreso entre los grandes ganó la Bundesliga. En ese momento colgó las botas e inició una nueva vida en la que le aguardaban nuevos golpes y una muerte demasiado temprana.

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