El astuto André Rieu y el entrañable Joao Henrique - Grupo Milenio
Cultura

El astuto André Rieu y el entrañable Joao Henrique

Doble filo

Recientemente los reflectores se orientaron a la cancelación de conciertos del violinista neerlandés en el Auditorio Nacional y dejaron en penumbra el fallecimiento del pianista “mexileiro”.

I

Durante la última semana de marzo coincidieron dos noticias relacionadas con la música en la Ciudad de México. Una fue la presentación de dos shows de André Rieu en el Auditorio Nacional, más la cancelación de otros cuatro debido a un cuadro de influenza aguda del violinista y director de orquesta de Países Bajos. La otra, el fallecimiento de Joao Henrique, pianista nacido en Brasil hace 71 años.

Debido al éxito comercial que ha logrado Rieu en México y en gran parte del mundo, los medios de comunicación se volcaron en su caso y dieron muy poca importancia a la nota necrológica del tecladista.

II

Hace varios años, en el Centro Deportivo Chapultepec, asistí como espectador a un torneo de tenis y me sorprendió gratamente el sonido de un grupo que amenizaba el ambiente en la zona de alimentos. Su director y pianista era nada menos que Joao Henrique (1953-2024), quien con su simpático acento chilango-brasileiro me dijo: “Aquí andamos, mano, persiguiendo la chuleta”. Esa forma de hablar sintetizaba buena parte de la historia personal del músico que nació en Brasil y vivió más de cuatro décadas en México.

“Quienes nos dedicamos a la música, un día estamos en un lugar y al otro día en otro. Yo amo mi trabajo y soy feliz donde quiera que me presento”, me dijo muy alegre.

En enero de 2021, al entrevistarlo para Laberinto, le pregunté cuál había sido el día más feliz de su vida. Su respuesta se me quedó grabada para siempre: “Casi todos mis días han sido felices”.

Insistí en que mencionara un día inolvidable en su trabajo y así respondió: “Cuando grabé con grupo y orquesta ‘La bailarina’, para el cierre de La movida, de Verónica Castro, y no hubo ningún error”. Se trata de una hermosa pieza instrumental en la que él luce como compositor, pianista y arreglista. Ese programa de televisión data de 1991.

Siempre de buen humor, Joao Henrique decía que llegó a México “para salvar el honor de la familia”. Su hermana se casó con un mexicano y él vino a nuestro país, enviado por su padre, para saber qué clase de persona era el novio.

Al músico le gustó el ambiente del entonces Distrito Federal y empezó a tocar en un restaurante de la Zona Rosa. Luego lo invitaron a trabajar en Acapulco y se quedó dos años en ese puerto: “ahí me sentía como si estuviera en Río de Janeiro, pero con tequila en las caipiriñas”.

III

Agotar el boletaje de cinco o seis funciones en el Auditorio Nacional cada vez que viene a México, habla de un éxito descomunal de André Rieu y su Orquesta Johann Strauss, que también abarrota cualquier sitio donde se presenta alrededor del mundo. En su página oficial se menciona que cada año convocan a 600 mil personas en vivo.

Rieu sabe que la denominada música clásica tuvo épocas en las que el público no tenía la obligación de estar serio y callado, y de eso se vale para crear shows que incluyen canto, baile y algo parecido al sentido del humor.

Los especialistas catalogan a André Rieu como un buen violinista que, definitivamente, no se codea con grandes figuras históricas como Yehudi Menuhin, Jascha Heifetz o Itzhak Perlman. Se rodea de instrumentistas y cantantes eficientes de diversas nacionalidades, sabe elegir muy bien piezas accesibles del repertorio clásico, así como arias melodiosas, valses, canciones populares de diversos países (aquí no puede faltar “Cielito lindo”), standards, baladas y conocidos temas de comedias musicales.

Los varones de la orquesta se visten con elegantes fracs y las mujeres con vestidos de princesas de colores pastel. Además de tocar sus instrumentos, todos ellos le tienen que entrar a las “bromas” cuando así lo pauta el director. Una gran pantalla curva al fondo del escenario reproduce imágenes que enmarcan la época y los sitios donde fueron compuestas las piezas musicales.

André Rieu no requiere de intermediarios y funge como empresario de sus conciertos. A los 74 años de edad posee un violín Stradivarius que vale más de un millón de euros y vive en un castillo propio, en su natal Maastricht, que tiene 26 habitaciones.

Los boletos para sus conciertos son relativamente caros, pero el público sale con la sensación de que su dinero estuvo muy bien invertido. Ver un show de Marc Anthony en México suele ser bastante más oneroso para sus fans y también pagan sin chistar. Cada quien sus gustos y su bolsillo.

IV

Joao Henrique nació en São Paulo, Brasil. Estudió en el Conservatorio Proarte Musical de esa ciudad y, ya estando en México, fue director musical de Betsy Pecanins, Margie Bermejo, Denisse de Kalafe, Mijares y Guadalupe Pineda. Trabajó con Lucho Gatica y Armando Manzanero. Grabó los álbumes Jazz latino, Mercado de flores, Brasiliando y Joao plays Jobim (I y II). En la estación de radio Horizonte condujo durante 17 años el programa Canta Brasil, y en Once TV estuvo al frente de Contigo, emisión en la que entrevistaba a músicos de muy diversos géneros.

Tal vez su último gran concierto fue en agosto de 2022, en el Teatro de la Ciudad, para conmemorar 50 años del célebre show que Stan Getz organizó en el Carnegie Hall de Nueva York con las entonces jóvenes figuras de la bossa nova como Antônio Carlos Jobim, João Gilberto, Sérgio Mendes, Oscar Castro-Neves, Luiz Bonfá y Vinicius de Moraes, entre otros.

Cuando entrevisté a Joao Henrique me dijo que conocía muy bien México porque había tocado en todas las capitales de la República. Se sentía “una especie de mexileiro”. Consideraba a Tom Jobim como su padre musical. Su compositor clásico favorito era Chopin. Para su último día de vida quería oír a Rajmáninov y me dictó su epitafio: “Amó la vida y la música”.

En paz descanse.

AQ

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