Crítica: Marilyn Manson - Portrait Of An American Family | El Portal del METAL

Marilyn Manson - Portrait Of An American Family

Enviado por Cuericaeno el Dom, 16/11/2008 - 04:23
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1. Prelude (The Family Trip) - 1:20
2. Cake And Sodomy - 3:46
3. Lunchbox - 4:32
4. Organ Grinder - 4:22
5. Cyclops - 3:32
6. Dope Hat - 4:21
7. Get Your Gunn - 3:18
8. Wrapped In Plastic - 5:35
9. Dogma - 3:22
10. Sweet Tooth - 5:03
11. Snake Eyes And Sissies - 4:07
12. My Monkey - 4:31
13. Misery Machine - 13:11

”Somos lo que habéis creado. Hemos crecido viendo vuestra televisión. Somos un síntoma de vuestra cristiana América, el Satán más grande de todos. Éste es vuestro mundo en el cual hemos crecido. Y creceremos para odiaros”.

Encerrados como alimañas pensantes, Manson y sus dementes acólitos dieron vida a sucias demos bajo el nombre de Marilyn Manson & The Spooky Kids. Estamos hablando de 1989, el año que marcó el natalicio de tan desgarbada bestia, empezando ésta a realizarse como anti-artista en aquellas grabaciones caseras creadas a partir de fragmentos tomados de la radio y la televisión, unidos a una enfermiza música que acunaba los más sórdidos e incendiarios mensajes hacia el Mundo. Un proyecto donde todo valía, cualquier artefacto doméstico que hiciera ruido era apto como fondo para sus canciones, pero diseñado todo desde un minimalismo terrorífico y sublime, y con una maestría casi imperceptible al oído del melómano de a pie, un arte vanguardista y nada acogedor que desde el lodo se alzaría para ver la luz en forma de conciertos por el minúsculo círculo de los pequeños clubs de Florida.

Pero en el verano de 1993, y ya bajo el nombre de Marilyn Manson, la banda atrajo la atención de otro incomprendido genio de la música contemporánea, Trent Reznor, alma líder de Nine Inch Nails, que tras asistir a uno de sus conciertos decidió apadrinarlos y co-producir bajo su propio sello, Nothing, el que sería el primer trabajo oficial de la banda, Portrait Of An American Family. Un lunático encontró la ayuda de otro para retratar a la sociedad en 13 trazos, 13 hirientes cortes…

Gotas de agua retumban en una gruta imaginaria donde Manson recita susurrando un fragmento del libro Charlie Y La Fábrica De Chocolate, sumándosele alrededor suyo los sonidos de una extraña fauna que va creciendo en intensidad y locura a medida que el cantante va encolerizando, comenzando a recitar entre dientes hasta vociferar las últimas líneas, envuelto ya en salvajes onomatopeyas y extraños duendes que repiten algunas de sus palabras… La puerta ha quedado abierta, y tras esa locura llamada Prelude (The Family Trip) entra en acción Cake And Sodomy, despertando con el amenazante murmullo del bajo de Twiggy al compás de los golpes preliminares de Sara Lee Lucas. Aquí ya Manson se presenta cortésmente por primera vez hacia el Mundo, ”I am the god of fuck”… Encantado de conocerle, pues.

Cake And Sodomy es un estrafalario compendio de riffs muy elásticos que avanzan al paso de su líder, rompiendo esquemas, desfilando a su libre estilo para traernos una letra que ataca a la doble moral, disfrazándola de prostitución y pornografía para mofarse de ella. En el siguiente corte, Lunchbox, la simpática vocecilla de un niño presenta la canción con un ‘enternecedor’ ”¡El próximo hijo de puta probará mi metal!”, pues harto ya de que los grandes de su colegio le quiten su merienda, mete en su fiambrera (su ‘lunchbox’) la pistola de su padre para “defenderse”. En esta canción, en la que colabora Reznor en las guitarras, se mezcla el anhelo de ese niño (quizá el mismo Brian Warner -Marilyn Manson-) por ser respetado por los demás al mismo tiempo que sueña con ser una gran estrella del Rock, conectando entre sí esos aspectos que en un principio son tan diferentes, y añadiendo una crítica a la tan libertina ley de posesión de armas de Estados Unidos, donde hasta un niño corre el riesgo de tener una pistola en sus manos. Una trama muy completa camuflada entre los oxidados acordes de, hoy por hoy, un clásico de la banda, éste más que ácido Lunchbox.

La cuarta pista es presentada por extrañas psicofonías que como a bordo de un tren eléctrico de juguete llegan a velocidad temeraria para estrellarse contra la música de un vacilón bajo, secos golpes de batería y un tétrico tintineo de campanas electrónicas. En Organ Grinder el vocalista es poseído por la entidad misma de la pedofilia, mostrando, según él, su verdadera cabeza (la posterior, digamos), y bajo la consigna reivindicativa de ”Sólo quiero a vuestros hijos”, hace un breve y malicioso guiño añadiendo un fragmento del film musical Chitty Chitty Bang Bang, donde el Atrapaniños (Child Catcher) intenta atraer la atención de los infantes en la plaza pregonando que vende piruletas (¿será la piruleta esa ‘cabeza real’ que cita el estribillo?, me temo que sí). A zancadas de densa guitarra va este enérgico tema, con ese desgañitado estribillo de “Here is my real head!”, en el que Manson nos da en la cara con su ya por entonces variado catálogo de registros, al cual más psicótico.

Tras el demonio pederasta, un inquietante arpegio entra sigiloso llevando un mensaje a sus lomos, que no es otra cosa que otro fragmento de película, en este caso de Poltergeist 2, siendo esta vez una frase del Reverendo Henry Kane: “Dios está en su santo templo”, pero distorsionada y ralentizada en el estudio para no perder la canción su atmósfera mansoniana. Poco después estalla un mastodóntico riff que da cuerpo a Cyclops, un tema contundente que a pausada marcha arrasa con todo, con un talante extra de sucia lascivia, potenciada ésta por los punzantes susurros y mediobalbuceos con los que el reverendo desgrana el texto.

Más amable pero no exento de peligro aparece Dope Hat, una pieza de tétrica simpatía en su melodía de inicio y machacona en su ritmo, con frases furtivas tomadas de El Mago Merlo, personaje de Lidsville, una serie infantil de los ’70 que encandiló a los niños norteamericanos de la época, y que aquí Manson la integra en la canción, pues Lidsville fue ‘el país de los sombreros vivientes’, donde este Dope Hat (‘Sombrero Dopado’) hubiera tenido su interesante y grotesca cabida en él. La canción destroza la línea argumental de aquella serie, que comenzaba con un chaval que caía dentro del sombrero del mago, entrando a través de él en ese país de fantasía. Manson en cambio re-escribe el guión y entra él mismo en ese sombrero, encontrando otra cosa en él: una bolsa de droga. Tras consumir el contenido de esa bolsa, ya en esa chistera no ve conejos, sino monos disfrazados de conejos, rodeándolo también una sin par coreografía de cráneos, píldoras y jeringuillas que danzan flotando dentro de esa chistera, que según nuestro amigo, él no la lleva puesta, es ella la que lo lleva puesto a él, y desde luego… puesto hasta arriba. Graciosa letra, y marchosa pieza, alegre aunque nada convencional por su contenido.

”Dios condena a la mano honrada…”

Manson susurra a capella ese santo y seña que abrirá la séptima pista, que ipso facto embiste al oyente bajo el nombre de Get Your Gunn. Hiriente y oscuro avanza con una maléfica melodía que sinuosa da paso al verso, donde a parte de nadar sobre la densa marea del bajo de Twiggy, Manson recibe ayuda luego de unas gruesas guitarras que lo acompañan con un entrecortado y bronco riff, llevándonos después a un puente más rápido y trallero que descansa en un intermitente pero contundente ‘Get!-Your!-Gunn!’, estribillo que como a secos martillazos nos lo gruñe el vocalista. Uno de los temas más duros del álbum, sin duda.

Volviendo a apuntar otro de esos detalles como psicofónicos que salpican la obra, en el minuto 2:29 de este Get Your Gunn entra un pasaje en el que es introducido el audio del momento en el que el político americano Budd Dwyer se dispara en la boca durante una conferencia de prensa, en una mañana de Enero de 1987, un suicidio que fue recogido por las cámaras y dio la vuelta al Mundo como si de una snuff movie se tratase, pero en plan oficial. Así que por ello no es muy denunciable que la usara Manson en su canción, pues a la vez es una denuncia que hace el mismo artista a la violencia tan explícita que exhibe la televisión, sumándose tal observación a la idea principal del tema, que es la supremacía del fuerte sobre el débil, que sube a sus anheladas cimas con la ayuda de la violencia.

En Wrapped In Plastic el bajo resbala perezoso por sus trastes en una melodía desquiciada que cojea sobre el marcado y lento palpitar del bombo, sobrevolando a éstos un secuenciado chirriar. Después de ello se arrastra un grotesco mid tempo con leve savia rockera, contando la historia de un padre pederasta y su víctima, su propia hija, pero tratado todo con un simbolismo casi alquímico que cuesta descifrar, hasta que Mr. Manson da sus pistas a los neófitos con algunas frases algo más explícitas con las que se destapa la crueldad y lujuria de ese daddy que aprovecha el sueño de mommy para ocupar una cama que no le corresponde. Un tema desgarrador tanto en su letra como en su ejecución musical, con ese deje y dinamismo apáticos, tan cercanos al Grunge, pero manteniendo la seductora estela del Rock de los ’70.

Es turno para la velocidad y el frenesí, llega Dogma y su alocada travesura sónica anti-iglesia, pidiendo la abolición de su caza de brujas a golpe de berrido y trémulo suspiro, con un estribillo azotado por estridentes ladridos humanos que hacen de coro a frases como ”No necesito tu odio, yo decido mi destino” o ”No puedes sedar todas las cosas que odias”. Un tema realmente enloquecedor que te zamarrea hasta dejarte como él mismo, hiperactivo y chiflado. Siempre disfruté la llegada de esta pista 9.

Sweet Tooth es una especie de Blues de otra dimensión que te amortaja en su sombra mientras te mece a su pérfido compás. ”Te quiero más cuando me temes”, dice Manson en esta sucia canción de amor, gestándose ya aquí un estilo propio que repetiría fórmula en próximas canciones, con frases que sólo él pudo escribir como ”Yo hago los rostros que te hacen llorar”. No hay duda de que era él el futuro Anticristo Superstar.

El tema número 11, Snake Eyes And Sissies, iba a ser en un principio el single principal para presentar el álbum, pero al final fue lanzado Get Your Gunn en su lugar. De todas formas hubiera surgido efecto, pues sin duda es una de las canciones con más garra del compacto, con un estribillo muy pegadizo y dinámico, contando la historia de un vividor que se jacta ante el prójimo de no necesitar sacrificarse como el resto para conseguir lo que quiere, tomando todo lo ajeno como suyo propio, un parásito de la sociedad encantado de conocerse que hace alarde de su bohemia desvergüenza, al son de un simpático y expresivo bajo y unas estridentes guitarras que pincelan el verso para endurecerse en los momentos clave del tema, como son el estribillo y la contundente estructura que nos martillea a partir del 2:35, fustigándonos luego Manson con esa ristra vociferada de “Just a boy, just a boy, just a little fucking boy!” que da paso a esa paranoica melodía de teclado que manosea el lunático Madonna Wayne Gacy, siendo luego retomados los estribillos con el posterior desvanecimiento del cantante en gemidos agónicos de su propia e inconfundible cosecha. 100 % Manson.

A continuación entramos en la carpa del circo más grotesco que se haya concebido, orquestado por un horrísono saxo lamido por los ebrios andares de un bajo, desfilando el tema con una fragmentada máscara sonriente que entre sus fisuras deja asomar un cierto halo de sordidez. My Monkey hace acto de presencia para jolgorio de los más pequeños, aunque no sea apta para ellos, trayendo un mensaje subliminal que como de boca de un niño explica con inocentes y graciosas metáforas el acto de la masturbación, donde ese mono del que se habla es el pene, siendo esa voz infantil que nos habla la misma voz de Manson tratada con el tan trillado efecto Helio, como si éste fuera el mismo farsante de las piruletas que se manifiesta en Organ Grinder, intentando atraer a los niños esta vez como si fuera uno más entre ellos, para explicarles ese nuevo juego, corrompiéndolos desde una pésima información que no explica con claridad el ‘pecado’ en el que caen, pero que tarde o temprano acabarían cayendo con o sin ayuda de él. La idea no es otra que ridiculizar ese tabú en que fue convertido el sexo a cargo de la iglesia, desabasteciendo de información a la juventud sobre algo tan natural e íntimo, sobre algo que acabarían conociendo por ley de vida, sin que ninguna prohibición lo pudiera evitar.

Grandes momentos tiene este tema, como cada vez que Manson canta ese desgarbado ”What I make is what I am…” (“lo que hago es lo que soy”), introduciéndolo a empujones sílaba a sílaba al más puro estilo y talante suyo, sórdido y distorsionado. Y no olvidemos ese tan gracioso y aniñado ”Poor little monkey” seguido de esa risita, en el lapso 1:49/54. Muy entrañable.

Dejando atrás al gracioso monito, entramos en terrenos más duros. Misery Machine marca la recta final con un trallazo considerable, muy Heavy si lo comparamos con todo lo acaecido hasta entonces, siendo éste el tema más riffero, más orgánico del disco. En tropel se lanza la banda, trayendo entre potentes guitarras un desgañitado mensaje, en el que Manson es una máquina de libre voluntad cuyos brazos y piernas son ruedas, y su combustible es inmundicia y furia, tomando la autopista 666 a toda velocidad para hacer una visita a la Abadía de Thelema de Aleister Crowley (¿?). Esta locura acaba encontrando un puente más marcado en ese ”When you ride you're ridden”, otro gran momento puramente Manson que tras su sacudida hace parar en seco el tema, para luego ir reptando ralentizado e ir subiendo de revoluciones hasta estallar con más furia que al principio, forzando la máquina hasta quedar ésta exhausta tras un caos final que sabe a directo por sus cuatro costados.

Los segundos siguen corriendo tras el silencio, apareciendo de súbito una mujer encolerizada que entre llantos nos impele (“¡Vete a casa con tu madre! […] ¡Dile a tu madre que la odio, dile a tu madre que te odio!”), para después quedar un silencio tan sólo alterado, y débilmente, por un teléfono que suena sin parar. Tras varios minutos sonando ese teléfono, salta el contestador automático reproduciendo el mensaje real de la madre de un fan de Manson, pidiendo al grupo que dejen de mandar pornografía a su dirección, si no, llamaría a su abogado. Por lo visto, el hijo de esa buena mujer asistió a un concierto de Manson, donde dio sus datos para entrar en una lista de correo con la que recibiría panfletos publicitarios sobre la banda y sobre arte en general.

Ésa era la ‘pornografía’ a la que se refería aquella mujer, y éste es el mejor reflejo de la controversia que ha creado desde el principio el personaje que protagoniza esta reseña, que en la mayoría de las veces no buscó él el escándalo, sino el resto, esas mentes ‘bienpensantes’ que desde entonces hasta hoy lo han atacado, viendo lo que sólo ellos ven, y siendo este aspecto en concreto el deber principal por el que nació este Portrait Of An American Family, el jugar con la sociedad a ver quién encuentra el peligro real en este barullo de símbolos, en este laberinto de notas musicales y palabras malsonantes que dieron el pistoletazo de salida para la carrera evolutiva del hombre hacia la estrella, del ambiguo rockero underground al Anticristo Superstar.

Vigilen su buzón, en él puede entrar el Diablo…

Marilyn Manson - Voz
Daisy Berkowitz - Guitarra
Madonna Wayne Gacy - Órgano Hammond, saxofón, efectos
Sara Lee Lucas - Batería, efectos
Twiggy Ramirez - Bajo

Sello
Nothing