“Amsterdam”: la historia increíble, pero real, de un intento de golpe de estado en Estados Unidos

David O. Rusell tuvo un explosivo éxito como director, generando un reconocimiento poco habitual. Pero con la misma fuerza con que apareció, hacía siete años que no estrenaba una película. Amsterdam es una película ambiciosa y con energía, como con muchas ganas de contar historias y un elenco asombrosamente lujoso. Una película en la que conviven varias historias al mismo tiempo, aun cuando los tres protagonistas sean siempre el centro de la historia.

Amsterdam cuenta la historia de dos militares y una enferma que se conocen en Francia durante la Primera Guerra Mundial, luego de la misma, pasan un tiempo idílico y libre en la ciudad de Ámsterdam, para luego separarse y no volverse a ver hasta que años más tarde, la acusación falsa de asesinato de dos nombres en la ciudad de Nueva York los vuelve a reunir, lidiando contra una conspiración para derrocar al gobierno norteamericano. La historia de dicha trama política, está basada en hechos reales.

Los hombres son un oficial obligado a ir al frente por su familia política llamado Burt Berendsen (Christian Bale) y que su falta de prejuicios y su solidaridad con los ex combatientes lo ha convertido en un médico respetado entre sus pares y despreciado por sus suegros y su mujer. El otro es una abogado negro, Harold Woodman (John David Washington) que sufrió y sufre la discriminación de una sociedad racista y la enfermera es una joven de clase alta llamada Valeria Voze (Margot Robbie) apasionada del arte, oveja negra de su clase, acusada de estar loca.

La película está cargada de ambición y busca ser un aventura apasionante, mezclando tonos, personajes y épocas. Pasando de la comedia al drama, del thriller político al cine de acción, con suspenso, música, escenas truculentas y reflexiones inocentes, combinando todo para decir algo importante del mundo pero dejando caer por los costados esa energía que no termina de cerrar. Incluso, tiene personajes difíciles de meter realmente en la trama, que parecen delatar una duración mucho mayor a la que terminó quedando en la pantalla.

El director y guionista David O. Russell fue registrado por la crítica y los festivales desde el inicio de su carrera, pero su máxima fama la alcanzó en el periodo que va desde Tres reyes (1999) y Escándalo americano (2013), siendo El lado luminoso de la vida (2013) la más popular de sus películas. Varias veces nominado al Oscar, Russell acá realiza una película con claras intenciones de ser protagonista de la próxima entrega, aunque los resultados no sean ni por asomo los que la magnitud del proyecto anunciaba.

Dos cosas hacen atractiva a la película. Una tiene que ver con su producción y su historia, la otra con su elenco multitudinario lleno de rostros conocidos. A los tres protagonistas mencionados hay que sumarle a Chris Rock, Taylor Swift, Anya Taylor-Joy, Mike Myers, Rami Malek, Timothy Olyphant, Zoe Saldaña, Michael Shannon y Robert De Niro. Las actuaciones van de lo sobrio a lo desatado sin medias tintas, perjudicadas en varios casos por la forma en la que el director los filma, abusando de lentes que deforman y ubicando la cámara en ángulos ridículos. Como sea, es un festival ver tantas caras importantes en una misma historia.

Lo que no tiene es rumbo. No logra decidirse si la historia de los tres jóvenes en la ciudad de Amsterdam es lo más importante o si la trama política es lo que de verdad tiene valor. No consigue que todo quede unido de manera fluida y la película pierde ritmo y centro en muchas ocasiones. La vida bohemia es retratada de manera bastante pacata, lo que hace creer más una presión de los estudios que un sincero deseo de ser tan esquivo a la hora de contar la convivencia libre de este trío. Luego el entramado político le da fuerza y la película gana con eso en el final.

Lo que más distrae y expulsa es el contar una historia de época con tantos chistes narrativos modernos. Los guiños, los trucos entre lo que ocurre y lo que se imagina, los carteles graciosos, las humoradas vinculadas con la forma, todo eso le quita la épica y la vuelve ligera al mismo tiempo que la película pide a gritos ser importante. Y si hay una alegoría sobre la política contemporánea, no se sabe, pero tampoco esto le sumaría mucho. Amsterdam queda muy lejos de la película que pudo ser.

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