Ramona García: «Bordo porque me gusta, llevo más de 50 años» - El Noroeste Digital

Ya en la calle el nº 1041

Ramona García: «Bordo porque me gusta, llevo más de 50 años»

Ramona tenía claro que este año no iba a bordar, pero su hija insistió en que sería un buen ejercicio para mantener la mente ocupada

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

MARÍA GARCÍA

Ramona García abre la puerta de su casa, nos indica el camino hacia el salón donde haremos la entrevista, evitando una puerta cerrada que más tarde cuenta que es el lugar en el que trabaja. Ahí reposan tapadas las piezas de los mantos que está bordando y que no puede ver nadie. Se guardan con recelo los diseños y todo el que vive y conoce la fiesta sabe que Esta es una parte esencial. El mes de abril para las bordadoras es estresante, cuando se cosen a contrarreloj los últimos detalles de los mantos encargados.

Tiene 75 años, le enseñó a bordar su abuela, la madre de su madre. Creció en una casa de la calle Larga pero en ella no había tradición caballista. A partir de ser novia de su actual marido empezó a vivir de cerca el festejo. Estuvo en el inicio de la peña Mayrena, de la que era componente, y donde comenzó su periplo como bordadora.

Las hermanas Valdivieso bordaron el primer manto de la peña Mayrena en 1977, al año siguiente se encargaron las mujeres de la peña, ahí es cuando Ramona se inició en la confección de mantos. Juani “la bordadora” les bordaba la seda y ellas montaban el resto. En 1981, fue el primer Año Jubilar, la peña Mayrena se llevó el primer premio de enjaezamiento y Ramona bordó todo menos la seda. Más tarde, tras la fusión de la peña Mayrena con la peña Cartujano, ganaron el primer premio de enjaezamiento en 1999, 2000 y 2001. Fue la primera peña en ganar el premio tres años consecutivos. Por último, volvieron a ganar en 2009, y Ramona recuerda este último premio de manera especial. Ese año su nieta fue amazona infantil y pudo entregar el premio a su abuelo y a su padre.

Ramona tenía claro que este año no iba a bordar, pero su hija insistió en que sería un buen ejercicio para mantener la mente ocupada. Su hija trabaja con otras cinco mujeres en un taller, Ramona ha estado yendo otros años, pero este ha preferido trabajar desde casa. Para estas fiestas cose los mantos de las peñas Júpiter y Caprichoso. Lo hace porque “”me gusta y llevo más de 50 años”.

Las mujeres que están en el taller, en el mes de abril, trabajan sábados y domingos. “Lo más gordo se deja para la última hora”, comenta. Ellas se encargan de bordar el oro y la ornamentación. Recuerda que cuando lo hacía sola para la peña Mayrena se acostaba a las cuatro de la mañana y se levantaba a las 8 porque bordar a mano requiere más tiempo y entonces también cosía los rostros. El Mayrena fue la primera peña que comenzó a hacer numerosas caras además de pequeñas; un año Ramona recuerda haber bordado hasta 60. “Luego ya empezaron a hacerse más grandes”, puntualiza.

El estilo que se viene dando en los mantos con superposiciones hace que las bordadoras no sepan cuánto trabajo queda. “Antes veías el diseño y te hacías una idea, ahora son piezas, piezas y piezas, y no sabes por dónde vas”, confiesa.

No le gusta dejar los trabajos a medias y comprometerse sin poder acabarlos, “no me meto donde no pueda, hasta aquí he llegado y he llegado”, alega. Ramona cuenta numerosas anécdotas, sobre años en los que los mantos se han terminado el mismo día uno y los caballistas han tenido que ir a su casa y esperar a que de las últimas puntadas. “Ha pasado de todo”, dice entre risas. Habla sobre la hermandad que se crea entre bordadores, se ayudan a veces entre ellos y se reúnen todos los años a comer en Navidad.

Ramona ve continuidad de esta tradición en las siguientes generaciones. Cuando su nieta nació le regaló un bastidor con tela y un neceser con todo lo necesario para poder coser. Ahora, su nieta en sus ratos libres, acude al taller a ayudar en lo que puede.

Ramona, como otros bordadores, es parte de la intrahistoria de las fiestas. En sus manos y memoria está la crónica de la evolución del enjaezamiento de los caballos del vino. Debido a su implicación se puede disfrutar cada año de diseños originales. Los caballos se visten gracias a las horas incansables de trabajo de personas como nuestra protagonista.

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