El hecho de reivindicar y casi exaltar una película clásica, bien old-school, podría sonar a entusiasmo conservador, pero en el contexto actual del cine que se hace para plataformas de streaming esta transposición que Olen Steinhauer hizo de su propia y aclamada novela es casi una anomalía. En tiempos en que imperan el cinismo, el ingenio, la negrura, la sátira y/o el consumo irónico, All the Old Knives (en algunos países hispanohablantes se lanza con el título de Una cita con el pasado) apuesta orgullosamente por dos géneros (el de las historias de espías y el melodrama romántico) con un balance altamente safisfactorio, aunque desde el vamos queda claro que sus creadores no pretenden subvertir ni revolucionar ningún canon. Lo de “vieja escuela”, entonces, tiene que ver con definir personajes con los que podamos empatizar, plantear un universo, un conflicto de fuertes implicancias, construir suspenso y trabajar un enigma que se resolverá -claro- en la escena final. Ni más ni menos que eso.

El danés Janus Metz (Borg - McEnroe, la película) dirige con convicción, buen pulso y sin estridencias (aunque la música incidental sí se empeña en subrayarnos más de lo deseado cada uno de los momentos tensos y épicos) una historia de espíritu nostálgico, pero referencias actuales: lo que sabemos desde un comienzo es que ocho años atrás unos terroristas iraníes secuestraron un avión y el caso terminó con un resultado catastrófico en cuanto a víctimas. En la oficina del FBI en Viena liderada por Vick Wallinger (Laurence Fishburne) están convencidos de que el asunto terminó mal porque dentro del staff hubo un topo y le encargan a Henry Pelham (Chris Pine) que se encargue del asunto.

Y Henry va de Viena a Londres (donde se entrevistará con un viejo jefe interpretado por el prolífico Jonathan Pryce) y de allí hasta Carmel-by-the-Sea, donde se reencontrará con Celia Harrison (Thandiwe Newton), quien fuera su compañera en varias misiones y también su amante. Tras renunciar a la CIA, establecerse en California, casarse y tener hijos, Celia ha cambiado su vida por completo, pero está claro que la intensa relación con Henry ha dejado profundas huellas en ambos. Buena parte de la poco más de hora y media del film se desarrolla durante un almuerzo en un restaurante en el que él la interrogará respecto de aquellos sangrientos hechos del pasado, pero al mismo tiempo Metz va intercalando flashbacks que nos remiten tanto al atentado como a los apasionados encuentros que alguna vez ellos tuvieron.

A Chris Pine y Thandiwe Newton no les cuesta demasiado esfuerzo dar vida a personajes seductores y torturados a la vez porque manejan a la perfección el tono de estrellas del cine clásico. Ellos son el corazón emocional de un relato que luego Metz envuelve y reviste sin grandes sorpresas con elementos propios del terrorismo internacional y el universo de espías a-lo-John Le Carré. El saldo, de todas formas, no deja de ser positivo.


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