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Miguel Gómez Martínez

País de resentidos

Votar es un acto que exige madurez y sensatez. Es la responsabilidad más grande que asume el ciudadano.

Miguel Gómez Martínez
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Miguel Gómez Martínez

Esta campaña ha demostrado que somos una nación plagada de resentimientos. Es tan cierto que se ha convertido en un argumento electoral. Algunas de las campañas utilizan mensajes que destilan amargura. Las redes sociales desbordan de resentimientos que reflejan una sociedad que se siente incómoda consigo misma.

El inconformismo no conoce ideologías. De la izquierda a la derecha, sin olvidar el lánguido centro, todos estamos cansados y aburridos. Hay un malestar evidente que se traduce en agresividad, división e incluso violencia.

No aflora ningún discurso positivo que reconozca que, a pesar de sus muchas falencias, nuestra democracia ha logrado avances significativos y que el progreso es evidente. Crecemos el primer trimestre al 8,5 por ciento, una cifra sobresaliente, pero a nadie satisface. Las ventas de automóviles están disparadas, el comercio muy recuperado, no hay cupos en los aviones y los hoteles registran altos índices de ocupación. Cada fin de semana millones de personas salen de las ciudades para sus sitios de recreación y los que se quedan llenan los centros comerciales. Se espera que este año se vendan 900 mil motocicletas lo que sin duda aumentará los problemas de movilidad.

Pero estos signos evidentes de dinamismo no compensan el negativismo del ambiente. A pesar de los indicadores, preferimos hacer énfasis en lo que va mal, en lo que no nos gusta y nos mortifica.

En el fondo es cierto que todos tenemos razones para expresar nuestra frustración y resentimiento. Quienes vivimos en Bogotá estamos deprimidos por la caída constante en calidad de vida, la inseguridad, el descuido de la ciudad y la convicción de que los problemas de la capital no se resolverán en lo que nos queda de vida.

Los que están en las regiones, donde la política tiene atenazada las administraciones locales,
no resisten más corrupción. Están aburridos de ver cómo una rosca de políticos es remplazada por otra con el mismo actuar. Saben que los organismos de control no serán eficaces porque también están dominados por los poderes políticos. Ya nadie en Colombia espera nada de una justicia que es el principal lunar de nuestra democracia. Todos tenemos entonces nuestra agenda de resentimientos y parece que la copa se está llenando.

El problema de este estado de ánimo colectivo es que no permite pensar en lo que está en juego en las urnas. En lugar de actuar como ciudadanos responsables nos dejamos guiar por nuestros sentimientos y pasiones. Basta ver la agresividad en los debates presidenciales donde abundan los ataques y brillan por su ausencia las propuestas serenas. Tomar decisiones en este ambiente negativo es peligroso.

Votar es un acto que exige madurez y sensatez. Es la responsabilidad más grande que asume el ciudadano. Ir a las urnas con rabia y desesperación puede inducirnos a tomar decisiones que luego lamentaremos.

MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
migomahu@gmail.com

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