CULTURA
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La casa real de La zona de inter�s: un para�so con vistas a Auschwitz

La casa de los Hoss, contigua al recinto de Auschwitz, ha sobrevivido a la infamia de sus due�os hasta ser la verdadera protagonista en la pel�cula de Jonathan Glazer.

Un fotograma de 'La zona de inter�s'.
Un fotograma de 'La zona de inter�s'.
Actualizado

Puede que la villa de La zona de inter�s sea la casa m�s intrigante y escalofriante en el cine contempor�neo desde el chalet de Par�sitos: los dormitorios como de casita de mu�ecas, el papel de pared de color pastel, la cocina y el comedor anexo de una familia aparentemente feliz, el s�tano tenebroso en el que Rudolf Hoss tiene relaciones sexuales con una de sus empleadas dom�sticas, la escalera que siempre aparece enfocada a la derecha de un pasillo y que tiene un desagradable contraluz al fondo, el despacho sin papeles sobre la mesa, la fachada maciza y gris, un poco desangelada... Y el jard�n, claro, el jard�n sobre todas las cosas.

La Villa Hoss, la casa en la que se instal� Rudolf Hoss en 1940 cuando lleg� a Polonia para dirigir el campo de exterminio de Auschwitz, no es un escenario del todo nuevo para el p�blico. Adem�s de aparecer en la novela de Martin Amis que da t�tulo a la pel�cula de Jonathan Glazer, la casa ha sido un escenario irresistible para muchas ficciones sobre Auschwitz. La novela y la pel�cula de El ni�o del pijama de rayas, por ejemplo, est�n basadas en la tensi�n entre el escenario del terror de Birkenau y la casita feliz de los Hoss. S�lo que el tratamiento del espacio era bastante conformista, no ten�a nada que ver con el retrato insoportablemente denso e hiperrealista del bienestar dom�stico de La zona de inter�s.

Para saber m�s

Algunos datos: una familia polaca construy� la que despu�s fue conocida como villa Hoss en 1937. En 1940, fue confiscada por la administraci�n alemana en Polonia y asignada a la familia del Obersturmbannf�hrer de las SS. Su inter�s para los ocupantes fue geogr�fico: el muro sur de la casa daba al antiguo cuartel del Ej�rcito polaco que habr�a de convertirse en Auschwitz I. Hoy, cualquier visitante del recinto puede comprobar lo cerca que est� la casa del campo de exterminio. Cuando la visita se dirige al crematorio se intuye, a mano derecha, la entrada a una vivienda burguesa cuya existencia all� parece inconcebible. A pesar de que la casa deber�a de ser una distracci�n irrrelevante comparada con el significado del crematorio, es imposible que la mirada no se desv�e hacia ella.

El teniente coronel Rudolf Hoss lleg� a esa casa en 1940 con su mujer, Hedwig, y con cuatro hijos (el quinto naci� durante la II Guerra Mundial). Ampli� la vivienda, coloniz� la planta bajo el tejado y, sobre todo, hizo del jard�n su peque�o para�so. Es posible identificar la villa Hoss en Google Maps, en la esquina superior del campo de exterminio. La parcela mide, aproximadamente, 33 metros por 47 y la casa ocupa un cuadrado de 13 por 13 en el lado m�s cercano a Auschwitz I.

"Ocupa", en presente, porque la Villa Hoss nunca fue demolida, aunque su vida fuese fantasmag�rica durante d�cadas. En 2007, el historiador Ian Baxter entr� en la casa y fotografi� su interior, invitado por un hombre polaco que dec�a ser su propietario. Durante 62 a�os, la casa hab�a tenido el mantenimiento justo para sobrevivir como un museo secreto de la banalidad del mal, aunque suene a t�pico: las piezas originales de cer�mica verde del ba�o, la madera del suelo, los herrajes arts & crafts, los radiadores... Casi nada hab�a sido renovado, lo que llevaba a pensar que nadie hab�a habitado con continuidad la casa. Pero tampoco hab�a escombros, de modo que la vivienda no hab�a sido abandonada del todo.

El servicio dom�stico de 'La Zona de Inter�s'.
El servicio dom�stico de 'La Zona de Inter�s'.

En 2011, unos reporteros de la BBC volvieron a entrar en la villa con un nieto de Rudolf Hoss, pero s�lo tomaron im�genes del jard�n, que segu�a verde y exuberante, y de una celos�a de hierro que evidentemente recordaba a la puerta de rejas del infame Arbeit macht frei. Y, en v�speras del rodaje de La zona de inter�s, su director de arte, Chris Oddy, estuvo "seis o siete veces" en la casa. Primero tuvo una oferta de alquiler para rodar la pel�cula en el escenario real. Oddy renunci� porque su imagen, m�s que realista, parec�a la de una r�plica vintage del pasado. Despu�s, document� el lugar para recrearlo en un solar a 200 metros de distancia, con el mismo r�o Sola al este.

Hay un momento de La zona de Inter�s en el que Rudolf Hoss le dice a su mujer que ha recibido un ascenso y que cambiar� de destino. Hedwig le responde que ella no se va a ir de su casa. Le dice que Hitler les habl� del espacio vital, les dijo que fuesen al Este a conquistar su independencia y que eso hab�an hecho ellos. �Por qu� renunciar a su Lebensraum dom�stico? Es una met�fora escalofriante.

Despu�s, el se�or de la casa se marcha y se despide de su caballo con palabras de amor incondicional, en un momento de emotividad �nico en la pel�cula. Tiene sentido: Hoss hab�a sido el hijo descarriado de una familia burguesa. Estuvo en la c�rcel y encontr� en el nazismo y en la Artaman Gesellschaft (una sociedad que propon�a regresar a una vida de granjeros por compromiso nacionalista) una manera de encauzar su vida. Su idea de bienestar era una casa en una pradera. Su mujer, en cambio, ven�a de una vida precaria, como se descubre en un fleco de una conversaci�n de La zona de inter�s. Hedwig se mov�a por un instinto de supervivencia y por un deseo de ascenso social.

La pel�cula de Jonathan Glazer est� basada en ese tipo de detalles, en frases apenas dichas, en gestos dom�sticos apenas mostrados. Cuando Hoss llega a su casa, se quita las botas en el porche y un sirviente aparece de la nada y se las lleva para limpiarlas. Cuando se va a dormir, el �ltimo de la familia, apaga las luces una a una y despu�s se mete en una cama individual vecina a la de su mujer. La contenci�n emocional de los dos personajes est� expresada en sus rutinas met�dicas y en el orden perfecto de la casa, atendida por una legi�n de criadas polacas a las que Hedwig amenaza con la c�mara de gas. Dos veces en la pel�cula, en momentos de peque�os conflictos dom�sticos, los miembros de la familia se encierran en el invernadero, una construcci�n que parece dialogar con las im�genes del crematorio que aparecen al final de la pel�cula.

Al otro lado del invernadero, un muro gris y alto delimita el jard�n en el que los ni�os juegan y los adultos toman el sol. Hay una piscina cuadrada y unos �rboles que tapan el campo de exterminio, pero s�lo a medias. Al otro lado est� Auschwitz y, en lo alto, se ve la chimenea de los crematorios, que es a�n m�s visible desde las ventanas de la casa. El sonido del exterminio, los gritos en alem�n y el ruido blanco de los hornos, hace un crescendo. Los habitantes de la casa ignoran el ruido o aparentan ignorarlo.

Si la casa de Par�sitos hablaba de desigualdad, la de La zona de inter�s lanza una sombra espantosa sobre la idea de bienestar dom�stico: el jard�n verd�simo, las habitaciones abuhardilladas, las alfombras y la mesita del caf�. Todo lo que hace una casa feliz se vuelve en atrezzo del miedo.