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Adam Pearson, el actor diferente que hace diferente la Berlinale

'A different man' corona al int�rprete con neurofibromatosis en una aproximaci�n a la belleza tan elegante y divertida como turbadora

A different man
Adam Pearson, uno de los protagonistas de 'A different man', en la Berlinale.RONNY HARTMANNAFP
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�Qu� es la belleza? O de otro modo, algo m�s entretenido, �puede lo feo ser bello? En el universo plat�nico de las ideas, como es conocido, el verdadero contrasentido es lo informe, lo deforme, lo amorfo. La negatividad es vivida como una agresi�n. �Qu� motivos hay para entusiasmarse por lo que no respeta las proporciones? Los nazis, por ejemplo, decidieron que no los hay, que no existen razones para semejante antiplatonismo. Y, en consecuencia, tacharon de "degenerado" (fuera de g�nero) lo no-bello. Les molestaba (qu� iron�a) la visi�n de lo horrible por profunda. Parm�nides, en cambio, un griego con recursos, desconfiaba de la pureza. "�Existe idea de cosas como el pelo o la suciedad?", le pregunt� a S�crates. Y el m�s fino de los discutidores dud�. La pregunta, s�lo aparentemente parad�jica, era sencilla: �Existe idea de la fealdad? Y un paso m�s all�: �No es acaso lo feo la forma m�s cruda de ense�ar lo otro, lo bello? Hemos llegado.

Adam Pearson estar�a del lado de los sofistas. Y para demostrarlo se present� en la Berlinale con su neurofibromatosis perfectamente a la vista y de la mano de la hasta el momento pel�cula del festival. A different man, de Aaron Schimberg, no est� protagonizada por �l sino por Sebastian Stan; no es un drama porque hace re�r; no es una comedia porque, por momentos, turba y enturbia el �nimo, y, pese a lo que se pueda deducir por la publicidad, el primer p�rrafo y hasta la foto que adorna el art�culo, no es fea porque le puede la m�s evidente de las bellezas. A different man es, en sentido genuino, el m�s virtuoso y deslumbrante de los contrasentidos. Es exactamente lo que no es: fea de puro bella. O al rev�s.

Se cuenta la historia de un actor con el rostro arrasado por tumores que, tras someterse a una operaci�n revolucionaria, alcanza la ansiada normalidad. Cumplido el sue�o leg�timo, no tardar� en darse de bruces con la peor de las pesadillas: todo a lo que aspiraba en la vida (la mujer y la profesi�n que amaba) se lo quitar� un hombre de exactamente su misma condici�n antes de ser intervenido. Con este presupuesto, el director hilvana una fina f�bula sin moraleja y sin m�s pretensiones que las que arden sobre, en efecto, la belleza; la belleza como mercanc�a; la belleza como art�culo de consumo; la belleza como impostura. De otro modo, sobre nuestra fealdad.

A different man
Renate Reinsve, Adam Pearson y Sebastian Stan, protagonistas de 'A different man'.RONNY HARTMANNAFP

Con las referencias a la vista (se concitan los esp�ritus del David Lynch de El hombre elefante, del Cocteau de La bella y la bestia, del Cronenberg de La mosca, de Charlie Kaufman en cualquiera de sus metarreflexiones...), Schimberg acierta a convertir en un delicado y muy agudo delirio tan divertido como desolador lo que sobre el papel podr�a dar para un cuento de terror o para una met�fora educativa o hasta para una farsa hiriente. Renate Reinsve, la actriz revelaci�n de La peor persona del mundo, deslumbra; Stan, divierte; y Pearson, sencillamante, enamora.

A este actor le hab�amos visto antes en Under the skin, de Jonathan Glazer, al lado de Scarlett Johansson. Y despu�s en Chained for life, del mismo director, donde se contaba una historia de amor a ciegas. Hasta que ella recuperaba la vista. Pearson sorprende porque sorprende. Pero, sobre todo, llama la atenci�n su desenvoltura, gracia, arrojo e inteligencia. Eso y la facilidad con la que coloca a cualquiera de los espectadores (todos nosotros) en ese espacio y momento inc�modo en el que quedan a la vista cada uno de nuestros prejuicios, creencias o, dado el caso, miserias. Es decir, estamos ante la forma m�s cruda de ense�ar lo bello.

Assayas, en plena forma y fuera de tiempo

Por lo dem�s, el resto de la secci�n oficial cumpli� a medias con lo esperado. El franc�s Olivier Assayas regresa a su personal descripci�n de s� mismo merced a Hors du temps, una aproximaci�n menor a la mayor de sus obsesiones; el italiano Piero Messina se acerca de manera irregular e imprecisa en Another end (con Gael Garc�a Bernal y otra vez, Renate Reinsve) a un futuro dist�pico a vueltas con el tr�fico de sentimientos, mentes y cuerpos, y el alem�n Andreas Dresen convierte su From Hilde, with Love en una reflexi�n sobre el tiempo, la culpa y el pasado de su pa�s tan pretendida original como desasistida de pulso.

Hors du temps (Fuera del tiempo) es una m�s en ese g�nero ya extinto de las pel�culas de pandemia. El propio t�tulo en franc�s lo avisa con iron�a: s�, se sabe una pel�cula que llega tarde. O no, porque lo que quiere el director es reivindicar y recordarnos todas esas promesas que nos hicimos entonces y que ya hemos olvidado. De hecho, la cinta es diferente a todas las dem�s sobre el mismo asunto. Assayas acierta a llevarse el confinamiento aquel (�se acuerdan?) a su terreno y, como ya empezara a hacer en Las horas del verano (2008), transforma la pantalla en un ejercicio introspectivo donde lo que se dilucida es la propia materia del tiempo y, apurando, del mismo cine.

Olivier Assayas
El director franc�s Olivier Assayas, a hombros de sus protagonistas, Micha Lescot y Vincent Macaigne.HANNIBAL HANSCHKEEFE

Lejos quiz� de la profundidad de trabajos anteriores, la pel�cula avanza con una leve gravedad levantando polvaredas de recuerdos a su paso. Ni la noble vida del director de ascendencia h�ngara es la nuestra, ni nuestra es su casa de campo, ni jam�s estuvimos enamorados de quien s� se enamor� el cineasta, pero, de alguna forma, sus nostalgias, heridas y logros (que los hay) son los nuestros. Por seguir con lo de antes, Hors du temps es una pel�cula perfectamente bella en su tristeza.

Los otros dos trabajos no est�n tan afinados. La propuesta de Messina en Another end es brillante en el planteamiento (�qu� pasar�a si pudi�ramos ocupar el cuerpo de alguien con la memoria y sentimientos de nuestros seres queridos ya muertos?) y extremadamente confusa en el desarrollo. El italiano se ve obligado a interrumpir de tanto en tanto la historia para que alg�n personaje nos explique qu� pasa. Y eso descorazona. El giro final, por otro lado y de puro milagroso, tampoco ayuda. Sea como sea, la realizaci�n atmosf�rica y Reinsve, siempre ella, consiguen que nos olvidemos aunque sea un momento de que Black mirror es ya un lugar com�n.

El caso de Dresen es distinto, pero no tanto. From Hilde, with love cuenta en dos tiempos la historia de una pareja que resisti� con entusiasmo al nazismo. Hasta la misma muerte. Una parte de la narraci�n avanza hacia el futuro; la otra, hacia el pasado. De nuevo, el punto de partida promete. La idea es hacer coincidir el inicio del amor con el final sin m�s, para dar con la textura y profundidad de, otra vez, el mismo tiempo del que nos hablaba Assayas. L�stima que el esquematismo del relato y la protocolaria puesta en escena ahoguen muchas de las posibilidades de una historia por fuerza m�s grande que la propia vida. Y bella como pocas. Bella es su m�s cruel fealdad. Hemos llegado.