�El entrenador de la trituradora que es el Sporting siempre se equivoca, salvo cuando gana. Ll�mese Ram�rez o Abelardo�

�El entrenador de la trituradora que es el Sporting siempre se equivoca, salvo cuando gana. Ll�mese Ram�rez o Abelardo�

Dani Souto

SPORTING 1905

Abelardo Fern�ndez y Miguel �ngel Ram�rez
Abelardo Fern�ndez y Miguel �ngel Ram�rez Montaje: Dani SoutoFotograf�as: Real Sporting y Alberto M�ndez

Texto de opini�n

02 abr 2024 . Actualizado a las 23:18 h.

No hay deporte m�s cortoplacista que el f�tbol. Una circunstancia mayormente derivada de su alcance, generador de la sobrerreacci�n que provoca en aquella gente que sigue con fervor a su equipo. Algo que lo acompa�a tanto en lo bueno como en lo malo. Es lo que tiene ser tan popular. Ni siquiera la pol�tica, con sus decisiones y noticias cotidianas que tanto nos afectan y condicionan se ven influenciadas de la misma manera por la memoria colectiva del d�a a d�a. El entrenador, como figura representativa de todo equipo, es quien m�s vive en sus carnes el peaje de su responsabilidad y del citado cortoplacismo.

En apenas una semana, con un nuevo resultado sobre la mesa,�se pone siempre en�tela de juicio toda decisi�n que toma el entrenador. Sobre �l recaen las iras de la derrota y tambi�n muchas veces los m�ritos de la victoria, pero la realidad es que ni tanto ni tan poco. Si algo hace tan atractivo a un deporte como el f�tbol es la gran cantidad de condicionantes que intervienen en los 90 minutos reglamentarios para establecer un resultado. Por desgracia, estamos mucho m�s habituados a fijarnos s�lo en lo �ltimo obviando lo anterior, cuando un ejercicio sano para todos ser�a poner la lupa sobre lo primero para poder comprender mejor lo segundo. O al menos intentarlo. Pero no, en la sociedad del �todo ya� y los precocinados supone un esfuerzo demasiado grande pararte unos segundos a reflexionar. Es mejor alabar o criticar, siempre sentenciando, a la cabeza visible. Atajos y m�s atajos.

Obviamente un entrenador tiene su cuota de importancia tanto en su influencia sobre un resultado como en el planteamiento del juego, nadie le quiere quitar ese �privilegio�, pero siempre se le ubica como el blanco f�cil. No conozco un solo entrenador que busque con cada decisi�n que toma internamente el mayor beneficio del colectivo. Si bien,�en un juego tan azaroso como es del f�tbol hay muchas variables que escapan al control de uno y por tanto, aunque tengas un plan perfectamente ideado y trazado, e incluso aunque �ste se est� ejecutando sobre el c�sped, puede ocurrir que no ganes, lo cual no significa por ende que te hayas equivocado. Eso s�, los entrenadores, como cualquier ser humano, tambi�n se equivocan, es evidente, pero existe una gran tendencia entre el aficionado a tachar de errores aquellas decisiones exclusivamente cuando las cosas no salen bien. Y no tiene por qu� ser as�. Tendemos a�sobredimensionar la importancia de sus decisiones en base a los resultados; cuando gana son todos aciertos, todo ideas bien ejecutadas, planes detallados y desarrollados, pero cuando pierde se dice que han perdido el rumbo, que no tienen capacidad para gestionarlo o que tienen �ideas locas de entrenador�.

Quiz�s como entrenador en el f�tbol base�que he sido, sin mayor �triunfo� que dirigir hasta categor�a cadete a preadolescentes, he llegado a desarrollar una empat�a por el tipo del banquillo que no abunda precisamente entre el aficionado de a pie.�Con una experiencia muy alejada de la de un t�cnico profesional ya�me da al menos para comprender muchas de las dificultades a las que se enfrenta un entrenador, desde la gesti�n de un vestuario y su complejidad,�con m�s de 20�personas a tu cargo, cada una con sus particularidades, su procedencia, su padre y su madre�y su�educaci�n y forma de pensar, en un rol m�s pedag�gico que hasta la actualidad el entrenador no hab�a tenido tan interiorizado en sus labores, hasta las decisiones m�s t�cticas a la hora de preparar un partido o de intentar�cambiar el desarrollo del mismo.�

Como ya dijo Miguel �ngel Ram�rez, desde fuera hay mucha informaci�n que nos perdemos. Es normal. Sin ella, hay decisiones que cuesta m�s entender o interpretar, pero eso no nos deber�a llevar a la valoraci�n de las capacidades de aquellos que se sientan en el banquillo. Podemos no compartir cualquier decisi�n, algo que parece imprescindible en la era de la opini�n, pero la reflexi�n y el an�lisis que deben acompa�ar a ese punto de vista suelen brillar por su ausencia. Valorar en su justa medida el trabajo que se hace de puertas para adentro, m�s en este estado de gran desinformaci�n,�supone muchas veces una barrera insalvable como la que hoy divide la Escuela de F�tbol de Mareo.

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Hay mil motivos por los que un entrenador se puede equivocar, desde el hecho de enfrentarse a�situaciones que no sepan perfectamente c�mo gestionar, ya sea por afrontarlas por primera vez, por ser inesperadas o por no tener las herramientas adecuadas para ello, hasta interpretaciones erradas. De eso no escapa ninguno. Se llame Miguel �ngel Ram�rez, Abelardo Fern�ndez, David Gallego o Jos� Mourinho. Pero no por un resultado. Entender esto como parte intr�nseca a la toma de decisi�n, recalco nuevamente, en algo tan azaroso como el f�tbol, supone un paso adelante hacia una empat�a casi inexistente. Los entrenadores s�lo son juzgados por los resultados, cuestionando incluso esa m�xima de que cada decisi�n que toman va orientada precisamente a buscar eso, la victoria. Cada elecci�n en los onces, cada cambio o cada ajuste t�ctico s�lo tiene ese objetivo. Pero desde fuera, sin mayor pretensi�n de analizar nada, s�lo se valora la capacidad del inquilino del banquillo en base al �xito o al fracaso. Independientemente de qui�n sea.

As�, el citado Abelardo pas� de ser un �dolo del club por un ascenso hist�rico en la entidad a ser defenestrado tras su segunda etapa, considerado ahora por unos cuantos incapacitado para volver a un banquillo. Con Ram�rez, sin grandes �xitos en el Sporting a sus espaldas que sirvan de colch�n, ya se ha vivido de todo en poco m�s de un a�o. Desde el desprecio a partir del desconocimiento a su llegada, al halago -seguramente tambi�n desmedido- con la primera vuelta de esta temporada, renovando ilusiones, a nuevamente cuestionar toda capacidad para ejecutar su trabajo ahora que vienen nuevamente mal dadas. El nombre es independiente en todo esto, pues el que lo sufre siempre es el mismo; el entrenador. Una profesi�n sobre la que no se admite el error y para la que cualquier cosa, incluidas aquellas que escapan de su control, se tachan de equivocaciones si el resultado es lo que dicta. Algo tan interiorizado que no veo posibilidad de cambiar. Aqu�, en el Sporting, y en este deporte en general. El fin de semana seguir� dictando sentencia, pudiendo ser diferente cada 7 d�as, lo cual en la sociedad actual siempre vender� m�s que nada. M�s le vale ganar para que el pulgar del coliseo no apunte hacia abajo, independientemente de todo lo dem�s. As�, evitaremos que la trituradora de entrenadores siga siendo lo m�s habitual en este oficio tan desdichado.