Abdón Prats, el goleador 'made in los 80' que se sale de lo común: "Va a clases de cerámica y navega en su barquito"

La sensación del gol en España tiene nombre y apellido: Abdón Prats. El delantero del RCD Mallorca tiene uno de los mejores registros goleadores de toda Europa. Además de un característico bigote, Abdón posee la vitola de mejor promedio goleador de LaLiga con un aplastante tanto cada 35' minutos. Tan solo lo supera Mathys Tel, jugador del Bayern que esta temporada empuja el balón hacia el fondo de la red cada 27' minutos. El registro del mallorquín es el premio a toda una vida trabajando en la sombra, sin despuntes, sin salidas de tono, con un perfil bajo y una ética de trabajo que hoy en día está en peligro de extinción.

"No es el típico futbolista moderno con las tonterías habituales de la época. Parece un jugador de los años 80". Este que lo describe es Hugo Álvarez, mano derecha de Abdón, quien atiende a Relevo desde Bakú, Azerbaiyán. Ambos se conocieron cuando militaban en el CD Tenerife, allá por 2015, y desde entonces han sido inseparables, pese a haber vivido carreras futbolistas contrapuestas.

Su buen arranque de temporada acapara las miradas de toda la liga, pero desde su entorno disipan cualquier tipo de fama. "Ahora mismo lo ves por la calle y te parece una personal normal y corriente, no dirías que es un jugador de Primera División". Además, añaden que "es muy casero y disfruta de las pequeñas cosas, no es nada ostentoso".

Abdón Prats creció en la escuela del Mallorca. Natural de la isla y asentado como el cuarto capitán del club, en el pasado tuvo que jugarse todo a una carta para poder convertirse en profeta en su tierra. "Ha tomado decisiones muy arriesgadas. Cuando tenía la opción de asentarse en Segunda con el Racing o Mirandés, decide bajar al barro con un Mallorca en Segunda B", explica Álvarez.

Fue en el 2017 cuando volvió a la que siempre sintió como su casa. Le tocó remar y ganarse el puesto con goles, como está haciendo ahora, pero siempre tenía claro el objetivo: triunfar en su tierra, con los suyos. Para ello aplicó una ética de trabajo que pocos tienen a día de hoy. "Siempre ha trabajado en la sombra. Como todo futbolista, él quiere jugar todo lo posible, pero se gana los minutos en el campo. Nunca ha tenido ningún despunte con sus entrenadores ni quejas por las redes. Solo le importa el fútbol", matiza un allegado a Abdón.

"En Mallorca tiene todo el cariño de la gente, te das cuenta cuando sales con él y ves como la gente lo admira. Tenga los minutos que tenga. Juegue mucho o juegue poco. Es un icono en la isla y se lo ha ganado con esfuerzo", esbozan desde las Islas Baleares. Esa conexión con su tierra y con las personas que residen en ella se la ha ganado con "humildad y cercanía".

Por supuesto, sin dar resultados en el campo no sería tanta la pasión por Abdón en Mallorca. Desde sus botas se han firmado goles que han supuesto permanencias y ascensos, algo que siempre queda en la retina del aficionado. Pese a ello, conoce su lugar. "Sabe muy bien que no tiene el cartel de Muriqi o de Sergi Darder, pero la afición lo adora".

Además de una personalidad muy marcada, Abdón Prats tiene una estética que rompe los cánones del futbol actual. Cuando uno lo ve jugar, lo primero que se percata es de un bigote ochentero que luce desde que consiguió el ascenso a Primera con su Mallorca. "Estamos pensando en crear una marca con el bigote, es algo que le representa y desde que se lo dejó le ha ido bien".

El vello facial se ha convertido en una seña tan característica que cuando el club lo renovó hasta 2024 decidió anunciarlo con el logo de un bigote. "Sin el bigote parecería otra persona. Por eso parece un jugador de los años ochenta. Tiene pelo en las piernas, bigote, no quiere tatuarse. No está adaptado a la fachada del futbolista moderno". Desde su entorno bromean con que "parece que tiene un poco de mala pinta".

Su modo de vida también dista de ser similar a la de sus compañeros. Empezando por el coche que utiliza, Abdón siempre ha conducido vehículos de perfil bajo, teniendo en cuenta que es un jugador de Primera. "Toda la vida ha tenido Minis, ahora se ha pasado a un Tiguan. Hasta el utillero lleva mejor coche que él", rememoran desde su entorno.

En cuanto a los hobbies, también se sale de lo establecido. Mientras sus compañeros juegan a la PlayStation, él opta por un pasatiempo más rudimentario. "Va a clases de cerámica un par de veces por semana", detalla su amigo Hugo Álvarez. "Le gusta mucho la lectura también y cuando puede sale a navegar con un barquito que tiene que es precioso", perfila.

En definitiva, un jugador adaptado a los métodos actuales que mantiene la esencia de ese futbolista de antaño. No solo por su aspecto, también por una ética de trabajo que, siempre que puede, demuestra en el campo a base de goles.