'La edad dorada', la serie de HBO Max que es como 'Downton abbey'... en Nueva York

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La recomendación

El creador de Julian Fellowes cambia la Inglaterra de principios del S. XX por el Nueva York de finales del XIX

Louisa Jacobson es la hija de Meryl Streep y Denee Benton es un as en la manga para el creador Julian Fellowes.

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ALISON COHEN ROSA / HBO Max

Se podría decir que Julian Fellowes no tiene vergüenza. Se le pidió que se mudara creativamente a los Estados Unidos para escribir una serie de época del estilo de Downton abbey. No se complicó la vida, no. La edad dorada (The gilded age), que HBO Max estrenó el pasado lunes, es exactamente esto. Casi sorprende que la música no sea la misma, las extraordinarias composiciones de John Lunn, sino que la firmen los hermanos Harry y Rupert Gregson-Williams. Pero la fórmula funciona y, si alguien se sentía huérfano de ficción de tacitas de té (por lo menos hasta que llegue la nueva entrega cinematográfica), reuniones de sociedad y unas conversaciones ingeniosas, se puede sentir como en casa en esta nueva propuesta.

La edad dorada se ambienta en la ciudad de Nueva York de finales del siglo XX. Marian Brook (Louisa Jacobson) se ha quedado huérfano y sin una herencia porque resulta que su padre era un inconsciente que la había dejado sin un duro, y se encuentra teniendo que pedir ayuda a sus tías Agnes van Rhijn (Christine Baranski) y Ada Brook (Cynthia Nixon), que detestaban a su padre por haberlas dejado sin herencia y sin posibilidades de futuro.

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ALISON COHEN ROSA / HBO Max

La llegada de Marian es cualquier cosa menos convencional. Tras sufrir el robo del bolso en el que tenía los billetes de tren y el poco dinero que le quedaba, aparece en casa de sus tías con Peggy Scott (Denée Benton), una joven negra que le prestó dinero. Pronto la joven descubre que Agnes pertenece a la élite local, que es dura en sus consideraciones y que siente un desprecio visceral hacia los nuevos ricos como los Russell (Morgan Spector y Carrie Coon), la familia que se acaba de instalar en el palacio ostentoso de enfrente de su casa.

El estilo de Julian Fellowes es reconocible: la cámara se pasea por las estancias de arriba y abajo de las mansiones con el objetivo de permitir al espectador disfrutar de las estancias y las dinámicas sociales. Está la fascinación por la opulencia, los vestidos y las formas de la época, aunque esto implique venerar de forma implícita a la clase alta y romantizar el servicio, que a fin de cuentas basaba su entera existencia en satisfacer las necesidades y las normas a menudo absurdas de sus señores.

Carrie Coon y Morgan Spector, un matrimonio desesperado por encajar en la alta sociedad pero despreciado por ser nuevos ricos.

Carrie Coon y Morgan Spector, un matrimonio desesperado por encajar en la alta sociedad pero despreciado por ser nuevos ricos.

Photographer: Alison Cohen Rosa / HBO Max

Esto, que conste, no es tanto una crítica como una constatación de la mirada conservadora (y honesta en su transparencia) de Fellowes, que ya es más que conocida por el espectador. Al fin y al cabo, se le da de maravilla buscar el conflicto en los prejuicios de la sociedad, aquello que supuestamente está prohibido, y escribir unos diálogos donde lo importante siempre se debe comunicar entre líneas o con una falsa amabilidad que en realidad solamente esconde el insulto y el desprecio. Cuando tienes a Christine Baranski o Cynthia Nixon en papeles principales, encima tienes a las personas oportunas para interpretar las escenas.

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Mientras La edad dorada se podría resumir como un "te gustará si te gustaba Downton abbey" y salir del apuro, sí que se le debe reconocer que Fellowes muestra más interés en colocar las minorías en el centro de la acción con una mujer negra y un hombre homosexual. Quizá Downton abbey había acabado introduciendo tramas con personajes homosexuales o negros, pero aquí sus conflictos se presentan desde un buen comienzo.

La mitad de la diversión es ver el vestuario.

La mitad de la diversión es ver el vestuario.

ALISON COHEN ROSA / HBO Max

El desafío será mostrar la realidad de la época para las minorías, que tenían imposible vivir ciertas situaciones por el racismo y la homofobia, pero sin traicionar la esencia amable del universo Fellowes. Y, en este sentido, el autor acierta: a menudo se ha confundido la falta de un imaginario de minorías en las ficciones históricas y de época con la inexistencia de dichos colectivos en esas eras. Es un pensamiento erróneo. Existían. Sacarles de los márgenes para introducirles en la historia es un terreno muy fértil para los creadores como demuestran series como Godless o Gentleman Jack.

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