7 prisioneros (2021), de Alexandre Moratto

Mateus y otros tres jóvenes dejan el campo, con el sueño de ganarse la vida en la gran ciudad, São Paulo, y poder proveer de dinero a sus casas. El trabajo previsto en una chatarrería muestra enseguida su peor cara: el patrón, Luca, los tiene encerrados en lo más parecido a la esclavitud que puede imaginarse en el siglo XXI. El más espabilado de los cuatro, Mateus, es el que mejor se acomoda a la situación. Sigue la corriente a Luca, demostrando inteligencia a la hora de resolver problemas, siempre con la idea de en algún momento lograr la libertad para él y para sus compañeros.

Interesante segunda película del desconocido Alexandre Moratto, que ha contado con un excelente padrino, Fernando Meirelles, quien también abordó el tema de la criminalidad brasileña y la corrupción de los jóvenes a edades muy tempranas en Ciudad de Dios. Desarrolla bien la idea del contraste entre la ingenuidad sencilla del mundo rural y la dureza del entorno urbano, que obliga a espabilarse para sobrevivir, aunque a veces a un enorme precio moral, una temática que entronca con filmes tan estupendos como el clásico del cine mudo Amanecer.

En efecto, en los primeros compases del film vemos a Mateus en su casa, con su familia, alrededor de la mesa, dando gracias a Dios por los alimentos que toman, tristes todos por la inminente partidas del protagonista, pero con la ilusión de que el chico se labre un buen futuro. Lo que enseguida choca con el modo desabrido con que Luca recibe a sus nuevos trabajadores, dándoles instrucciones sobre el procesamiento y reciclado de la chatarra, y luego abusando definitivamente de ellos por su precaria situación.

Están muy bien desarrollados por Christian Malheiros y Rodrigo Santoro los dos personajes principales, donde la relación esclavo-amo va derivando en otra, ambigua, de hijo-padre, de modo que nunca sabes si aquello derivará en “matar al padre”, si recurrimos a la terminología freudiana, o bien se va a producir una transformación en Mateu, el “hijo” seguirá los pasos del “progenitor” Luca. Sencilla en lo que a estructura narrativa se refiere, la película está bien llevada e interesa, aunque su tono fatalista puede dejar mal sabor de boca.