Los cinco lenguajes del amor
El secreto del amor que perdura
Gary Chapman
Publicado por
Editorial Unilit
Miami, PI. 33172
Derechos reservados
Primera edición 1996
O 1992 por Moody Bible lnstitute
Publicado en inglés con el título de:
The Five Love Languages por Moody Press
Chicago, Illinois 60610-3284
Todos los derechos reservados. Se necesita permiso escrito de los editores, para
la reproducción de porciones del libro, excepto para citas breves en artículos de
análisis crítico.
Traducido al español por: Guillermo Vázquez
Citas bíblicas tomadas de: La Santa Biblia, Revisión 1960
© Sociedades Bíblicas Unidas.
Usada con permiso.
Producto 495325
ISBN 0-7899-1163-9
Impreso en Colombia
Contenido
Reconocimiento
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
¿Qué le pasa al amor después de la boda?
Mantenga lleno el tanque del amor
El enamoramiento
Lenguaje de amor #1: Palabras de afirmación
Lenguaje de amor # 2: Tiempo de calidad
Lenguaje de amor # 3: Recibir regalos
Lenguaje de amor # 4: Actos de servicio
Lenguaje de amor #5: Toque físico
El descubrimiento de su lenguaje principal de amor
El amor es una decisión
El amores lo que importa
12.
13.
14.
Amar lo que no es digno de amor
Los niños y los lenguajes de amor
Una palabra personal
Reconocimiento
CAPÍTULO UNO
¿Qué le pasa al amor después de la boda?
El amor comienza, o debe comenzar, en el hogar. Para mí eso significa Sam y Grace,
papá y mamá, quienes, me han amado por más de cincuenta años. Sin ellos, todavía
estaría buscando amor en vez de escribir sobre él.
El hogar también significa Karolyn, con quien he estado casado por más de treinta
años. Si todas las mujeres amaran como ella lo hace, pocos hombres estarían
buscando más allá de la cerca.
Shelley y Derek están ahora fuera del nido explorando nuevos mundos, pero me
siento seguro del calor de su amor. Me siento bendecido y estoy agradecido.
Estoy en deuda con muchos profesionales que han influido en mi concepto del
amor. Entre ellos están los siquiatras Ross Campbell, Judson Swihart, y Scott Peck.
Por la ayuda editorial estoy en deuda con Debbie Barr y Cathy Peterson. La
experiencia técnica de Tricia Kube y Don Schmidt hizo posible que pudiera entregar
a tiempo el material para la publicación.
Finalmente, y lo más importante, quiero expresar mi gratitud a los cientos de parejas
que, en los últimos veinte años, han compartido el lado íntimo de sus vidas conmigo.
Este libro es un tributo a su rectitud.
A treinta mil pies de altura, en algún lugar entre Buffalo y Dallas, puso su revista
en el bolsillo de su asiento, se volvió hacia mí y me preguntó:
—¿En qué trabaja usted?
—Hago consejería matrimonial y dirijo seminarios para el enriquecimiento del
matrimonio —dije prosaicamente.
—Siempre he querido preguntar esto a alguien —dijo— ¿Qué pasa con el amor
después que uno se casa?
Renunciando a mis esperanzas de echar una siesta, le dije:
— ¿Qué quiere decir?
—Bueno —dijo—. He estado casado tres veces, y cada vez era maravilloso antes de
que nos casáramos, pero de alguna manera después de la boda todo se derrumbaba.
Todo el amor que pensaba que tenía hacia ella y el amor que ella parecía tenerme se
esfumaba. Soy una persona medianamente inteligente, dirijo un buen negocio, pero
no lo entiendo.
—¿Por cuánto tiempo ha estado casado? —le pregunté.
—La primera vez más o menos diez años. La segunda vez estuvimos casados tres
años, y la última casi seis.
—¿Su amor se esfumaba inmediatamente después de la boda, o era una pérdida
gradual? —inquirí.
—Bueno, la segunda vez, todo fue mal desde el principio. No se lo que pasó. En
realidad pensaba que nos amábamos, pero la luna de miel fue un desastre y nunca nos
recuperamos. Nos conocimos solamente seis meses. Fue un romance rápido. ¡Fue
verdaderamente emocionante! Pero después del matrimonio fue una batalla desde
el principio.
—En mi primer matrimonio tuvimos tres o cuatro años antes de que naciera el niño.
Después que el niño nació, ella le dio toda su atención, y yo ya no le importaba. Era
como si su única meta en la vida hubiera sido tener un niño; después de eso ya no
me necesitaba más.
—¿Le dijo eso a ella? —pregunté.
—Oh, sí. Me dijo que estaba loco. Me dijo que no entendía lo que significaba ser
una enfermera veinte y cuatro horas diarias. Me dijo que debería ser más
comprensivo y ayudarla más. Procuré hacerlo, pero parece que no causó ninguna
diferencia en nuestra relación. Después de eso nos fuimos apartando cada vez más.
Luego de un tiempo ya no había nada de amor, solamente muerte. Los dos
convinimos en que el matrimonio se había terminado.... ¿Mi último matrimonio?
En realidad pensé que ese hubiera sido diferente. Había estado divorciado por tres
años. Tuvimos un noviazgo de dos años. Realmente creí que sabíamos lo que
estábamos haciendo y pensé que tal vez, por primera vez, conocía lo que
significaba amar a alguien. Creí sinceramente que ella me amaba. Después de la
boda, no creo que cambié. Continué demostrándole mi amor como antes del
matrimonio. Le decía cuán hermosa era, cuánto la amaba, que estaba orgulloso de ser
su esposo, etc. Pero pocos meses después del matrimonio comenzó a quejarse. A!
comienzo por pequeñas cosas, como el no sacar la basura o no colgar mi ropa. Luego
atacando mi carácter y diciéndome que no podía confiar en mí, acusándome de no
serle fiel. Se volvió una persona totalmente negativa. Antes del matrimonio no era
así. Era una de las personas más positivas que había conocido jamás. Eso era lo que
más me atraía de ella. Nunca se quejaba de nada: todo lo que yo hacía era
maravilloso, pero una vez que nos casamos nada me salía bien. Honestamente no sé
qué pasó. Con el tiempo, perdí mi amor por ella y comencé a sentirme ofendido.
Obviamente ella no me amaba. Reconocimos que no sacábamos nada viviendo
juntos. Así es que nos separamos... Eso fue hace un año. Mi pregunta es: ¿Qué pasa
con el amor después de casarse? ¿Es mi experiencia normal? ¿Es por eso que
tenemos tantos divorcios en nuestro país? No puedo creer que me haya sucedido tres
veces. Y los que no se divorcian, ¿aprenden a vivir sin amor, o es que el amor en
verdad permanece vivo en algunos matrimonios? Y si es así, ¿Cómo hacen?
Las preguntas que me hacía mi compañero de viaje, sentado en el asiento 5A, son
las preguntas que miles de personas casadas y divorciadas se hacen hoy en día.
Algunos preguntan a los amigos, otros a los consejeros y a los clérigos, y otros se
preguntan a sí mismos. A veces las respuestas son dadas en la jerga de la
investigación sicológica, lo cual es casi incomprensible. Otras veces se expresan de
manera humorística y folclórica. La mayoría de las bromas y de las frases de
condolencia tienen algo de verdad, pero son como darle una aspirina a una persona
que tiene cáncer.
El deseo de amor romántico en el matrimonio está profundamente enraizado en
nuestra estructura sicológica. Casi todas las revistas populares tienen por lo menos un
artículo en cada número sobre cómo mantener vivo el amor en el matrimonio.
Abundan los libros sobre el tema. Las charlas de radio y televisión tratan de eso.
Mantener vivo el amor en nuestro matrimonio es un asunto muy serio.
Con todos los libros, revistas, y toda la ayuda disponible, ¿por qué es que tan pocas
parejas parecen haber encontrado el secreto para mantener vivo el amor después de la
boda? ¿Por qué es que una pareja puede asistir a un taller de comunicaciones, oír
ideas maravillosas sobre cómo mejorar la comunicación, regresar a casa y
encontrarse totalmente incapacitadas para poner en práctica los patrones de
comunicación demostrados? ¿Cómo es que leemos el artículo de una revista sobre
«Las 101 formas de expresar amor a su cónyuge», seleccionamos dos o tres de ellas
que nos parecen especialmente buenas para nosotros, las probamos, y nuestro
cónyuge ni siquiera reconoce nuestro esfuerzo? Renunciamos a las otras 98 formas y
regresamos a la vida de costumbre.
Si queremos ser efectivos comunicadores de amor, debemos estar dispuestos a
aprender el lenguaje amoroso más importante de nuestro cónyuge.
La respuesta a estas preguntas es el propósito de este libro. Esto no significa que los
libros y artículos ya publicados no sean de valor. El problema es que hemos pasado por
alto una verdad fundamental: las personas hablan diferentes lenguajes de amor.
En el área de la lingüística hay idiomas principales, tales como el japonés, chino,
español, inglés, portugués, griego, alemán, francés, etcétera. La mayoría de
nosotros crecimos aprendiendo el idioma de nuestros padres y parientes, el cual
viene a ser nuestra primera y principal lengua, la nativa. Más tarde podemos
aprender otros idiomas, pero por lo general con mucho esfuerzo. Estos vienen a ser
nuestros idiomas secundarios. Hablamos y entendemos mejor nuestro idioma
nativo; nos sentimos más cómo-dos hablando ese idioma. Mientras más usamos un
idioma secundario, mejor nos sentiremos conversando en él. Si hablamos solamente
nuestro idioma principal y nos encontramos con alguien que habla solamente su
idioma principal, que es diferente del nuestro, nuestra comunicación será limitada.
Debemos ayudarnos con señales, gruñidos, dibujos o representaciones de nuestras
ideas. Podemos comunicarnos, pero es difícil. Las diferencias de idioma han
separado y dividido a la cultura humana. Si queremos comunicarnos en forma
efectiva entre las diferentes culturas, debemos aprender el idioma de aquellos con
quienes deseamos comunicarnos.
En el área del amor es igual. Su lenguaje emocional amoroso y el lenguaje de su
cónyuge pueden ser tan diferente como el chino del español. No importa cuánto se
empeñe en expresar el amor en español, si su cónyuge entiende solamente chino
nunca entenderán cómo amarse el uno al otro. Mi amigo en el avión hablaba el
lenguaje de «Palabras de confirmación» a su tercera esposa, al decirle: «Le dije cuán
hermosa era. Le dije que la amaba. Le dije cuán orgulloso estaba de ser su esposo.»
El estaba hablando amor y era sincero, pero ella no entendía su lenguaje. Tal vez
buscaba amor en su conducta y no lo encontraba. Ser sincero no es suficiente.
Debemos aprender el lenguaje amoroso principal de nuestro cónyuge si queremos
ser efectivos comunicadores de amor.
Mi conclusión, luego de veinte años de consejería matrimonial, es que hay
básicamente cinco lenguajes amorosos: cinco maneras en que las personas hablan y
entienden el amor. En el campo de la lingüística, un idioma puede tener diferentes
dialectos o variaciones. Igualmente ocurre con los cinco len-guajes amorosos: hay
muchos «dialectos». A eso se refieren los artículos de las revistas titulados: «10
maneras de que su esposa sepa que usted la ama», o «20 maneras de mantener a su
hombre en el hogar», o «365 expresiones de amor marital». No hay 10, 20, ó 365
lenguajes amorosos básicos. En mi opinión hay solamente cinco. Sin embargo, como
decíamos antes, puede haber numerosos dialectos. El número de formas para
expresar el amor dentro de un lenguaje de amor, está limitado solamente por su
imaginación. Lo que importa es hablar el lenguaje amoroso de su cónyuge.
Siempre hemos sabido que durante la infancia cada niño desarrolla patrones
emocionales únicos. Algunos niños, por ejemplo, desarrollan un patrón de baja
autoestima, mientras que otros crecen sintiéndose seguros. Algunos niños crecen
sintiéndose amados, queridos y apreciados, sin embargo otros lo hacen sintiéndose
no amados, no queridos, no apreciados.
Los niños que se sienten amados por sus padres y sus compañeros desarrollarán un
lenguaje amoroso principal basado en su estructura emocional única y en la manera
en que les expresaron amor sus padres y aquellas otras personas que eran
importantes para ellos. Ellos hablarán y en-tenderán un lenguaje amoroso principal.
Más tarde pueden aprender un segundo lenguaje amoroso, pero siempre se sentirán
más cómodos con su lenguaje principal original. Los muchachos que no se sienten
amados por sus padres y compañeros, también desarrollarán un lenguaje amoroso
principal. Sin embargo será un tanto distorsionado, de la misma manera en que
algunos niños pueden aprender muy poca gramática y no tener un vocabulario
desarrollado. Esos escasos conocimientos no significan que no puedan ser buenos
comunicadores, pero significa que tendrán que trabajar más diligentemente que
aquellos que tuvieron un modelo más positivo. Igualmente, los niños que crecieron
con un sentido poco desarrollado del amor también pueden sentirse amados y
comunicar amor, pero tendrán que trabajar en ello más diligentemente que los que
crecieron en una atmósfera de amor saludable.
Rara vez un esposo y una esposa tienen el mismo lenguaje amoroso principal.
Tenemos la tendencia a hablar nuestro lenguaje amoroso principal, y nos
confundimos cuando nuestro cónyuge no entiende lo que estamos comunicando.
Queremos expresar nuestro amor pero el mensaje no llega, sencillamente porque
hablamos lo que para ellos es un lenguaje «extranjero». Allí radica el problema
funda-mental, y el propósito de este libro es ofrecer una solución. Esa es la razón por
la que me atrevo a escribir otro libro sobre el amor.
Una vez que descubramos los cinco lenguajes básicos del amor, y entendamos cuál
es nuestro lenguaje amoroso principal —así como también el lenguaje amoroso
principal de nuestro cónyuge— tendremos la información que necesitábamos para
aplicar las ideas que encontramos en los libros y en los artículos.
Una vez que usted identifique y aprenda a hablar el lenguaje amoroso principal de
su cónyuge, creo que habrá descubierto la clave para un matrimonio duradero y
lleno de amor. El amor no necesita esfumarse después de la boda, pero para
mantenerlo vivo, la mayoría de nosotros tendremos que esforzarnos para aprender
un segundo lenguaje amoroso. No podemos contar solamente con nuestra lengua
nativa si nuestro cónyuge no la entiende. Si queremos que él o ella sientan el amor
que tratamos de comunicar, debemos expresarlo en su lenguaje amoroso principal.
CAPÍTULO DOS
Mantenga lleno el tanque del amor
Amor es la palabra más importante en el idioma español —y la menos entendida—.
Muchos pensadores, tanto seculares como religiosos, están de acuerdo en que el
amor juega un papel central en la vida. Se dice que «el amor es una cosa
esplendorosa», y que «el amor hace girar al mundo». Miles de libros, canciones y
películas están sazonadas de esta palabra. Numerosos sistemas filosóficos y
teológicos dan un lugar prominente al amor. Y el fundador de la fe cristiana quiso que
el amor sea una de las características distintivas de sus seguidores.1
Los sicólogos han llegado a la conclusión de que la necesidad de sentirse amado es
una de las necesidades primarias del ser humano. Por amor podemos trepar las
montañas, cruzar los mares, viajar por los desiertos llenos de arena y soportar
dificultades inenarrables.
Sin amor, las montañas son inaccesibles, los mares son imposibles de cruzar, los
desiertos son insoportables y las dificultades son lo más grave en nuestra vida. El
apóstol cristiano a los gentiles, Pablo, exaltó el amor cuando enseñó que todas las
realizaciones humanas que no están motivadas por el amor son, en definitiva,
vacías. El llegó a la conclusión de que en la última escena del drama humano,
solamente tres características permanecerán: «la fe, la esperanza y el amor. Pero el
más grande todos es el amor.»2
Si estamos de acuerdo en que la palabra amor satura la sociedad humana, tanto
históricamente como en el presente, también debemos estar de acuerdo en que no es una
palabra bien entendida. La usamos en miles de formas. Decimos: «AMO a los pájaros», y
de inmediato: «Amo a mi madre». Amamos a los objetos, amamos a los animales, a
la naturaleza, amamos a las personas, y aun amamos al amor mismo!
Si no basta esa confusión, también usamos la palabra amor para explicar la
conducta. «Hice eso porque la amaba». Esa explicación se da para toda clase de
acciones. Un hombre está enredado en una relación adúltera y la llama «amor». El
predicador, por otro lado, lo llama pecado. La esposa de un alcohólico soporta todas
las consecuencias del último escándalo de su marido; ella lo llama «amor», pero el
sicólogo lo llama co-dependencia. Los padres conceden todos los deseos del niño,
llamándolo «amor». Pero el terapeuta familiar lo llama irresponsabilidad paternal.
¿Cómo se comporta el amor?
El propósito de este libro no es eliminar todas las confusiones alrededor de la
palabra amor, sino más bien enseñar la clase de amor que es esencial para nuestra
salud emocional. Los sicólogos infantiles dicen que cada niño tiene ciertas
necesidades emocionales básicas que debemos llenar, si queremos que ese niño sea
emocionalmente estable. Entre esas necesidades emocionales, ninguna es más
básica que la de amor y afecto, y la necesidad de sentir que pertenece a alguien y es
querido. Si tiene suficiente afecto, el niño llegará a ser un adulto responsable. Sin
ese amor, él o ella serán emocional y socialmente retardados.
Me gustó la metáfora la primera vez que la oí: «Dentro de cada niño hay un "tanque
emocional", el cual debe ser llenado de amor. Cuando un niño se siente
verdaderamente amado crecerá normalmente, pero cuando el tanque de amor está
vacío, el niño se comportará mal. Gran parte del mal comportamiento de los niños se
debe a los anhelos de un "tanque de amor vacío"». Según lo dijera el doctor Ross
Campbell, un siquiatra especializado en el tratamiento de niños y adolescentes.
Mientras escuchaba eso pensé en los cientos de padres que habían desfilado por mi
oficina contándome las fechorías de sus hijos.
Nunca había visto un tanque de amor vacío dentro de esos niños, pero sí había visto
las consecuencias que eso había producido. Su mal comportamiento era una
búsqueda equivocada del amor que no sintieron. Estaban buscando amor en lugares
equivocados y por caminos equivocados.
En el corazón de la existencia humana se encuentra el deseo de tener intimidad y de
ser amado por otro. El matrimonio está diseñado para llenar esa necesidad de
intimidad y amor.
Recuerdo a Ashley, quien a los trece años de edad estaba siendo tratada de una
enfermedad transmitida sexual-mente. Sus padres estaban destrozados. Estaban
enojado con Ashley, y se sentían mal con la escuela, a la que culpaban por enseñarle
sobre el sexo.
«¿Por qué hizo eso?», se preguntaban. Cuando conversé con Ashley, ella me contó del
divorcio de sus padres cuando tenía seis años.
—Pensé que mi padre se había ido porque no me amaba —dijo—. Cuando mi madre
se volvió a casar yo tenía diez años y sentí que ella ya tenía alguien quien la amara,
pero por mi parte todavía no tenía a nadie quien me amara a mí. Tenía mucha
necesidad de que me amaran. Entonces conocí a este muchacho en la escuela. Era
mayor que yo pero me gustaba. No lo podía creer. Era amable conmigo y en un
momento realmente sentí que me amaba. No quería tener relaciones sexuales, pero
quería sentirme amada.
El «tanque de amor» de Ashley había estado vacío por muchos años. Su madre y su
padrastro habían provisto algunas de sus necesidades físicas, pero no se habían dado
cuenta de la profunda lucha emocional que se libraba dentro de ella. Ciertamente
amaban a Ashley y pensaban que ella sentía su amor. No fue sino hasta cuando ya
era casi demasiado tarde, que descubrieron que no habían estado hablando el
lenguaje de amor primario de Ashley.
La necesidad de amor, sin embargo, no es simplemente un fenómeno de la infancia.
Esa necesidad continúa en la edad adulta y en el matrimonio. La experiencia de
enamorarse llena temporalmente esa necesidad, pero es, inevitablemente, una
«solución momentánea», y tal como aprenderemos más adelante tiene un lapso
limitado y predecible en la vida. Cuando descendemos de la cima de la obsesión del
enamoramiento, la necesidad de amor resurge porque es parte de nuestra naturaleza;
está en el centro de nuestros deseos emocionales. Necesitamos amor antes de
enamorar-nos y lo necesitaremos mientras vivamos.
La necesidad de sentirse amado por el cónyuge está en el centro de los deseos
maritales. Un hombre me dijo recientemente: «¿De qué sirven la casa, los
automóviles, la playa y todo lo demás si tu esposa no te ama?»
¿Entiende lo que decía, realmente?: «Más que cualquier cosa, quiero que mi esposa
me ame». Las cosas materiales no reemplazan al amor humano. Una esposa me
decía: «Me ignora todo el día y luego quiere meterse en la cama conmigo. Detesto
eso.» Ella no es una esposa que odia el sexo; es una esposa que ansía
desesperadamente amor.
Algo en nuestra naturaleza clama por el amor de otro. La soledad es devastadora para
la psiquis humana. Es por eso que el confinamiento solitario se considera como uno
de los castigos más crueles. En el corazón de la existencia humana se encuentra el
deseo de tener intimidad y de ser amado por otro. El matrimonio está diseñado para
llenar esa necesidad de intimidad y amor. Por eso las antiguas Escrituras bíblicas se
referían al esposo y a la esposa como «una sola carne». Eso no significaba que los
individuos perderían su identidad; significaba que entrarían en la vida del otro, por
lo que exhortaban tanto al esposo como a la esposa para que se amaran el uno al otro.
Desde Platón hasta Peck, los escritores han hecho énfasis en la importancia del amor
en el matrimonio.
Pero si el amor es importante, también es esquivo. He escuchado a muchas parejas
contar su secreto dolor. Algunas vinieron a verme porque su dolor interior se había
vuelto insoportable. Otras vinieron porque habían comprendido que sus patrones de
conducta o el mal comporta-miento de su cónyuge estaban destruyendo el
matrimonio. Algunas vinieron simplemente para decirme que ya no querían
continuar casados. Sus sueños de «vivir felices para siempre» se habían estrellado
contra las duras paredes de la realidad. Una y otra vez he oído las palabras: «Nuestro
amor se ha terminado, nuestra relación ha muerto. Nos sentíamos cerca pero ahora
no. Ya no disfrutamos de estar el uno con el otro. No llenamos las necesidades del
uno y del otro.» Sus historias dan testimonio de que los adultos, al igual que los
niños, tienen también sus «tanques de amor».
¿Podría ser que en lo más profundo de estas parejas heridas exista un invisible
«tanque de amor» con su medidor señalando que está vacío? ¿Podría ser que el mal
comportamiento, el alejamiento, las palabras groseras y la crítica fueran el resultado
de un tanque vacío? Si pudiéramos encontrar una manera de llenarlo, ¿podría renacer
el matrimonio? Con un tanque lleno, ¿podrían las parejas crear un clima emocional
en el que fuera posible tratar las diferencias y resolver los conflictos? ¿Podría el
tanque ser la clave que hiciera funcionar el matrimonio?
Esas preguntas me llevaron a hacer un largo viaje. En el camino descubrí los
simples —pero poderosos— principios contenidos en este libro. El viaje me ha
llevado no solamente a través de veinte años de consejería matrimonial, sino a los
corazones y a las mentes de cientos de parejas a través de todos los Estados Unidos.
Desde Seattle hasta Miami, las parejas me han invitado a las recámaras de sus
matrimonios y hemos conversado con toda franqueza. Los ejemplos que hay en este
libro están sacados de la vida real. Solamente los nombres y los lugares han sido
cambiados para proteger la privacidad de aquellos individuos que han hablado con
tanta libertad.
Estoy convencido de que mantener lleno el tanque del amor es tan importante para
el matrimonio, como es mantener el nivel correcto del aceite para el automóvil.
Manejar su matrimonio con un «tanque de amor» vacío puede ser mucho más grave
que tratar de manejar su carro sin aceite. Lo que usted está leyendo tiene el potencial
para salvar a miles de matrimonios y puede aun mejorar el clima emocional de un
buen matrimonio. Cualquiera que sea la calidad de su matrimonio ahora, siempre
puede ser mejor.
ADVERTENCIA: Entender los cinco lenguajes del amor y aprender a hacer el
lenguaje principal de amor de su cónyuge, puede afectar radicalmente la conducta de
él o ella. Las personas se comportan en forma diferente cuando sus tanques del amor
están llenos.
Antes que examinemos los cinco lenguajes del amor, sin embargo, debemos dirigirnos
a un importante pero confuso fenómeno: la eufórica experiencia de «enamorarse».
NOTA Juan 13:35.
1.
1 Corintios 13:13.
CAPÍTULO TRES
El enamoramiento
Ella se presentó en mi oficina sin ninguna cita previa y preguntó a mi secretaria si
podía verme por cinco minutos. Había conocido a Janice durante dieciocho años.
Tenía treinta y seis, y nunca se había casado. Había estado con varios hombres, con
uno por seis años, con otro por tres y con varios más por períodos cortos. De
tiempo en tiempo me había pedido citas para tratar de alguna dificultad en particular
con alguna de sus relaciones. Era por naturaleza una persona disciplinada,
consciente, organiza-da, cuidadosa y afectuosa. Presentarse en mi oficina sin ser
anunciada era algo que no estaba de acuerdo con su manera de ser. Pensé: Debe estar
en alguna crisis terrible para venir sin haber hecho una cita previamente. Le dije a
mi secretaria que la dejara pasar. Cuando entró esperé verla romper en llanto y
contarme una trágica historia tan pronto se cerrara la puerta. En vez de eso,
virtualmente se deslizó en mi oficina radiante de emoción.
— ¿Cómo estás ahora Janice? —le pregunté. —iMaravillosamente bien! —me
contestó—. ¡Nunca he estado mejor en mi vida. Me voy a casar!
¿Verdad? —dije, revelando mi sorpresa— ¿Con quién y cuándo?
—Con David Gallespie —exclamó—. En septiembre.
—Es emocionante. ¿Qué tiempo hace que lo conoces?
—Tres semanas. Sé que es una locura, doctor Chapman, después de todas las
personas que he conocido y de todas las veces que he estado cerca de casarme. Yo
misma no puedo creerlo, pero sé que David es el hombre para mí. Desde la primera
cita lo supimos los dos. Por supuesto, no hablamos de esto la primera noche, pero
una semana después él me propuso matrimonio. Sabía que me lo iba a proponer y
sabía que le iba a decir que sí. Nunca me he sentido así antes, doctor Chapman.
Usted conoce las relaciones que he tenido durante estos años y los conflictos que he
sufrido. En cada relación fallaba algo. Nunca me sentí en paz pensando en casarme
con alguno de ellos, pero sé que David es el hombre.
Janice se mecía en su silla riéndose entrecortadamente, mientras agregaba: —Sé que
es una locura, pero estoy tan feliz... Nunca he sentido esta felicidad en mi vida.
¿Qué es lo que le había pasado a Janice? Se había enamorado. En su mente, David es
el hombre más maravilloso que ella ha conocido jamás. Es perfecto en todo. Será el
marido ideal. Ella piensa en él de día y de noche. El hecho de que David haya sido
casado dos veces antes, que tenga tres hijos y que haya tenido tres empleos el año
pasado, es algo trivial para Janice. Ella es feliz y está convencida de que va a ser
feliz para siempre con David. Ella está enamorada.
La mayoría de nosotros entramos al matrimonio por el camino de eso experiencia
de enamoramiento. Conocemos a alguien cuyas características físicas y rasgos de la
personalidad producen suficiente choque eléctrico para activar nuestro «sistema
amoroso de alarma». Suena la alarma y ponemos en acción el proceso de llegar a
conocer a la persona. El primer paso puede ser compartir una hamburguesa o un
bistec, dependiendo de nuestro presupuesto, pero nuestro verdadero interés no está en
la comida. Estamos en una búsqueda para descubrir el amor. ¿Podría este
sentimiento cálido y estremecedor que hay en mi interior, ser lo que busco?
A veces perdemos ese estremecimiento en la primera cita. Descubrimos que ella
tiene costumbres que no te agradan, y el estremecimiento cambia en estupor; no queremos más hamburguesas con ella. Otras veces, sin embargo, los estremecimientos
son más fuertes después de la hamburguesa que antes. Hacemos arreglos para unos
cuan-tos momentos más «juntos», y pronto el nivel de intensidad ha aumentado hasta
el punto en que nos encontramos diciendo: «Creo que me estoy enamorando». Con el
tiempo estamos convencidos de que eso es «lo verdadero», y así se lo declaramos al
otro, esperando que el sentimiento sea recíproco. Si no lo es, el asunto se enfría un
poco, o redoblamos nuestros esfuerzos para impresionar, y con el tiempo ganamos el
amor de la persona que amamos. Cuan-do es recíproco hablamos enseguida de
matrimonio, por-que todos están de acuerdo en que «estar enamorado» es la base
fundamental para un buen matrimonio.
Nuestros sueños antes del matrimonio son de dicha conyugal... Es difícil creer otra
cosa cuando estamos enamorados.
En su apogeo, la experiencia de «estar enamorados» es eufórica. Estamos
emocionalmente obsesionados el uno con el otro. Nos acostamos pensando en el
otro. Cuando nos levantamos, esa persona es el primer pensamiento en nuestras
mentes. Anhelamos estar juntos; pasar el tiempo juntos es como jugar en la antesala
del cielo. Cuando nos tomamos de las manos, parece que nuestra sangre fluye
unida. Podríamos besarnos eternamente si no tuviéramos que ir a la escuela o al
trabajo. El abrazarnos nos hace soñar en el matrimonio y en el éxtasis.
La persona que está enamorada tiene la ilusión de que su amado o amada es
perfecto. Su madre puede ver las imperfecciones que tiene, pero él no. Su madre le
dice: «¿Querido, has pensado que ella ha estado bajo cuidado siquiátrico por cinco
años?» Pero él replica: «Pero madre, déjame hablar. Eso fue hace tres meses ya».
Sus amigos también pueden ver sus defectos, pero probablemente no le digan nada,
a menos que él les pregunte, lo cual él no lo hará porque en su mente ella es perfecta
y lo que otros piensen no le importa.
Nuestros sueños antes del matrimonio son de dicha conyugal: «Vamos a ser
sumamente felices. Otras parejas pueden discutir y reñir, pero nosotros no.
Nosotros nos amamos». Por supuesto, no somos tan ingenuos. Sabemos que con el
tiempo habrá diferencias. Pero estamos seguros de que trataremos esas diferencias
honestamente, uno de nosotros siempre tendrá que hacer concesiones y llegaremos
a un acuerdo. Es difícil creer en otra cosa cuando se está enamorado. Hemos
llegado a creer que si en verdad estamos enamorados, eso será para siempre, de que
siempre tendremos esos maravillosos sentimientos que tenemos ahora. Nada puede
interponerse jamás entre nosotros. Nada destruirá nuestro amor del uno para el
otro. Estamos enamorados, y estamos cautivados por la belleza y el encanto de la
personalidad del otro. Nuestro amor es lo más maravilloso que hemos
experimentado. Vemos que otras parejas han perdido ese sentimiento, pero eso
jamás nos sucederá a nosotros. Tal vez ellos no tienen lo «verdadero», razonamos.
Desgraciadamente, pensar que la experiencia del enamoramiento es eterna no es más
que ficción, no es la realidad. La doctora Dorothy Tennov, una sicóloga, ha hecho
varios estudios sobre el fenómeno del enamoramiento. Después de estudiar
montones de parejas, concluye que el promedio de duración de la obsesión romántica
es de dos años. Si es una aventura amorosa secreta puede durar un poquito más. Sin
embargo, con el tiempo todos bajaremos de las nubes y pondremos nuestros pies en
la tierra otra vez. Tenemos los ojos abiertos y vemos las imperfecciones de la otra
persona. Reconocemos que algunos de los rasgos de su personalidad son en verdad
irritantes. Sus patrones de conducta son fastidiosos. Él ahora puede resentirse y
enojarse, tal vez hasta tener palabras duras y críticas. Esos pequeños rasgos que
pasamos por alto cuando estábamos enamorados, ahora son montañas gigantescas.
Nos acordamos de las palabras de la madre y nos preguntamos: ¿Cómo pude haber
sido tan tonto?
Bienvenidos al mundo real del matrimonio, donde siempre hay cabellos en el
lavabo y pequeñas manchas blancas sobre el espejo; donde se discute por la forma
en que se gasta el papel higiénico y por si la tapa del inodoro debe estar abierta o
cerrada. Es un mundo en donde los zapatos no caminan solos hasta el ropero y los
cajones de la cómoda no se cierran por sí mismos, donde a las chaquetas no les gusta
colgarse ni las medias se meten en la lavadora cuando está funcionando. En este
mundo, una mirada puede herir y una palabra puede destrozar. Los amantes íntimos
se convierten en enemigos, y el matrimonio es un campo de batalla.
¿Qué pasó con la experiencia del enamoramiento? Tal vez fue una ilusión que nos
engañó para que firmáramos nuestros nombres sobre el formulario matrimonial,
para bien o para mal. No se sorprendan de que tantos lleguen a maldecir el
matrimonio y al cónyuge que una vez amaron. Después de todo, si fuimos
engañados, tenemos el derecho de enojarnos. ¿Tuvimos realmente «lo verdadero»?
Pienso que sí. El problema fue información errónea.
La mala información fue la idea de que la obsesión del enamoramiento duraría para
siempre. Debíamos haber sabido mejor. Una observación fortuita nos hubiera
enseñado que si las personas permanecieran obsesionadas, todos estaríamos en
serías dificultades. Las ondas del impacto harían tambalear los negocios, la
industria, la iglesia, la educación y el resto de la sociedad. ¿Por qué? Porque las
personas que están enamoradas pierden interés en otros asuntos. Por eso lo
llamamos «obsesión». El estudiante universitario que pone su cabeza sobre sus
rodillas, enamorado, ve bajar sus calificaciones. Es difícil estudiar cuando se está
enamorado. Mañana tienes un examen sobre la Guerra de 1812, pero ¿a quién le
importa la Guerra de 1812? Cuando estás enamorado, todo lo demás parece sin
importancia. Un hombre me dijo:
—Doctor Chapman, mi trabajo está desintegrándose.
—¿Qué quiere decir? —le pregunté.
—Conocí a esta muchacha, me enamoré, y no puedo hacer nada. No puedo
concentrar mi mente en mi trabajo. Paso todo el día pensando en ella.
La euforia del enamoramiento nos da la ilusión de que tenemos una íntima relación.
Sentimos que pertenecemos el uno al otro. Pensamos que podemos vencer todos los
problemas. Nos sentimos altruistas hacia el otro. Como dijo un joven en relación con
su enamorada: «No puedo concebir que yo haga nada que la pueda herir. Mi único
deseo es hacerla feliz. Haría lo que quiera porque sea feliz». Tal obsesión nos da la
falsa sensación de que nuestras actitudes egocéntricas han sido erradicadas y que
hemos llegado a ser una especie de Madre Teresa, queriendo dar todo para el bien
de la persona que amamos. La razón por la que hacemos eso con tanta libertad es
porque estamos sincera-mente convencidos de que la persona que amamos siente lo
mismo hacia nosotros. Creemos que ella va a llenar nuestras necesidades, que él
nos ama como lo amamos y que nunca hará nada que nos lastime.
Esa manera de pensar es poco realista. No es que no seamos sinceros en lo que
pensamos y sentimos, sino que no somos realistas. No contamos con la realidad de
la naturaleza humana. Somos egocéntricos por naturaleza; nuestro mundo gira
alrededor nuestro. Ninguno de nosotros es totalmente altruista. La euforia de la
experiencia del enamoramiento solamente nos da esa ilusión.
Una vez que la experiencia de enamorarse ha seguido su curso natural (recuerde que
el promedio de duración del enamoramiento es de dos años), regresaremos al mundo
de la realidad y volveremos a ser nosotros mismos. Él expresará sus deseos, pero sus
deseos serán diferentes de los de ella. El desea sexo pero ella está demasiado
cansada. Él quiere comprar un auto nuevo, pero ella dice: «¡Eso es absurdo!» Ella
quiere visitar a sus padres, pero él dice: «No me gusta pasar mucho tiempo con tu
familia». Él quiere participar en el torneo de fútbol, y ella responde: «Amas al fútbol
más que a mí». Poco a poco la ilusión de la intimidad se esfuma y los deseos
individuales, emociones, pensamientos y patrones de conducta se ejercen solos. Ya
son dos individuos. Sus mentes no se han fundido en una y sus emociones se han
mezclado sólo brevemente en el océano del amor. Ahora las olas de la realidad
comienzan a separarlos. Ya no se quieren, y en este punto quieren irse, separarse,
divorciarse y proponerse a buscar una nueva experiencia de enamoramiento, o
comenzar a trabajar arduamente para aprender a amarse el uno al otro sin la
euforia de la obsesión del enamoramiento.
La experiencia del enamoramiento no se centra en nuestro propio crecimiento ni en
el crecimiento y desarrollo de la otra persona. Más bien nos da el sentido de que
hemos llegado a un punto.
Algunos investigadores, entre ellos el siquiatra M. Scott Peck y la sicóloga Dorothy
Tennov, han llegado a la conclusión de que a la experiencia del enamoramiento no
debe llamarse «amor», después de todo. La doctora Tennov acuñó la palabra limerance
para la experiencia del enamoramiento, para distinguir esa experiencia de lo que ella
considera el verdadero amor. El doctor Peck concluye que la experiencia de
enamorarse no es el verdadero amor por tres razones. Primero, enamorarse no es un
acto de la voluntad o una decisión de la conciencia. No importa cuánto queramos
enamorarnos, no podemos «hacer» que eso suceda. Por otro lado, podemos no estar
buscando la experiencia cuando ésta nos sobreviene. A menudo, nos enamoramos en
momentos inoportunos y de personas que no pensábamos.
Segundo, enamorarse no es el amor real porque es algo sin esfuerzo. Lo que quiera
que hagamos en ese estado de enamoramiento requiere poca disciplina o esfuerzo
consciente de nuestra parte. Las largas y costosas llamadas telefónicas que nos
hacemos el uno al otro, el dinero que gastamos viajando para vernos el uno al otro,
los regalos que nos damos, los proyectos de trabajo que hacemos, no significan
nada para nosotros. Así como el instinto natural de un pájaro lo manda construir un
nido, así el instinto natural de la experiencia del enamoramiento nos empuja a hacer
cosas extravagantes y nada naturales del uno para con el otro.
Tercero, el que está enamorado no está genuinamente interesado en fomentar el
crecimiento personal del otro. «Si tenemos algún propósito en mente cuando nos
enamoramos es acabar con nuestra propia soledad y posiblemente asegurar este
resultado por medio del matrimonio».' La experiencia del enamoramiento no se
centra en nuestro propio crecimiento ni en el crecimiento ni desarrollo de la otra
persona. Más bien nos da el sentido de que hemos llegado a un punto y que no
necesitamos crecer más. Estamos en el apogeo de la felicidad de la vida y nuestro
único deseo es permanecer allí. Ciertamente la persona amada no necesita crecer
porque es perfecta. Simplemente esperamos que permanezca perfecta.
Si el enamorarse no es verdadero amor, entonces ¿qué es? El doctor Peck concluye
que «es un componente instintivo, genéticamente determinado, de acoplamiento de
la conducta. En otras palabras, la caída temporal de las fronteras del ego, que es lo
que constituye enamorarse, es una respuesta estereotipada de los seres humanos a
una configuración del impulso sexual interno y el estímulo sexual externo, lo que
sirve para incrementar la probabilidad de apareamiento sexual, a fin de asegurar la
supervivencia de la especie».2
Sea que estemos o no de acuerdo con esa conclusión, los que nos hemos
enamorado y hemos salido de esa condición probablemente estemos de acuerdo en
que esa experiencia nos catapulta a la órbita emocional como ninguna otra cosa que
vayamos experimentado. Trata de desengranar nuestra capacidad de razonamiento,
y a menudo nos encontramos haciendo o diciendo cosas que nunca hubiéramos
hecho o dicho en momentos más sobrios. En realidad, cuando descendemos de la
obsesión emocional nos preguntamos a menudo por qué hicimos esas cosas.
Cuando bajan las olas de la emoción y regresamos al mundo real donde nuestras
diferencias se aclaran, cuántos de nosotros nos hemos preguntado: «¿Por qué nos
casamos? ¡No nos ponemos de acuerdo en nada!» Sin embargo, en la cúspide del
enamoramiento pensábamos que estábamos de acuerdo en todo —al menos en todo
lo que era importante.
¿No significa eso que, habiendo caído en la trampa del matrimonio por la ilusión de
estar enamorados, nos enfrentamos ahora con dos opciones: (1) estamos destinados
a una vida de miseria con nuestro cónyuge, o (2) debemos saltar del barco y probar
de nuevo? Nuestra generación ha optado por la última, mientras que la pasada
generación a menudo escogía la primera. Antes de concluir automáticamente de que
hemos hecho la mejor decisión, tal vez debamos examinar los datos. Al presente, en
Estados Unidos 40% de los matrimonios casados en primeras nupcias terminan en
divorcio. Sesenta por ciento de los realizados en segundas nupcias y 75% de
aquellos realizados en terceras terminan de la misma manera. Aparentemente, la
posibilidad de un matrimonio más feliz la segunda y la tercera vez no es muy
remota.
Las investigaciones parecen demostrar que hay una tercera y mejor alternativa:
podemos reconocer la experiencia del enamoramiento sencillamente por lo que es:
una subida emocional temporal, y procurar encontrar el verdadero amor con nuestro
cónyuge. Esta segunda clase de amor es emocional por naturaleza, pero no
obsesivo. Es un amor que junta a la razón y a la emoción. Involucra un acto de la
voluntad y requiere disciplina, mientras que reconoce la necesidad del
crecimiento personal. Nuestra necesidad emocional más básica no es
enamorarnos, sino ser verdaderamente amados por otro; conocer un amor que brota
de la razón y de la decisión, no del instinto. Necesito ser amado por alguien que
decida amarme, que vea en mí algo digno de amar.
Esa clase de amor requiere esfuerzo y disciplina. Es la decisión de emplear la
energía en un esfuerzo que beneficie a la otra persona. Sabiendo que su vida será
enriquecida por su esfuerzo, usted también encontrará un sentido de satisfacción: la
satisfacción de haber amado verdaderamente a otro. Esto no requiere la euforia de
la experiencia del enamoramiento. En realidad, la experiencia del verdadero amor
no puede comenzar hasta que la experiencia del enamoramiento no haya seguido
su curso.
El amor racional, volitivo, es la clase de amor al que los sabios siempre nos han
llamado a ejercer.
No podemos atribuirnos el crédito por las cosas buenas y generosas que hacemos
mientras estamos bajo la influencia de «la obsesión». Somos empujados y llevados por
una fuerza instintiva que va más allá de nuestro comportamiento normal. Pero si una
vez que volvemos al mundo real decidimos ser bondadosos y generosos, eso es amor
verdadero.
La necesidad de amor debe ser llenada si queremos tener salud emocional. Los
adultos casados ansían sentir el afecto y el amor de sus cónyuges. Nos sentimos seguros
cuando nos convencemos de que nuestra pareja nos acepta, nos quiere y desea nuestro
bienestar. Durante la etapa del enamoramiento, sentimos todas esas emociones.
Estábamos en el cielo mientras duró. Nuestra equivocación fue pensar que dura-ría
para siempre.
Pero esa obsesión no tenía que durar para siempre. En el libro de texto del
matrimonio, eso no es sino la introducción. El corazón del libro es el amor racional,
volitivo. Esa es la clase de amor al que los sabios siempre nos han llamado. Es
intencional.
Son buenas noticias para los casados que han perdido todos sus sentimientos de
enamoramiento. Si el amor es una decisión, entonces ellos tienen la capacidad de
amar después de que la obsesión del enamoramiento ha muerto y de que han
regresado al mundo real. Esa clase de amor comienza con una actitud, con una
manera de pensar. El amor es esa actitud que dice: «Estoy casado contigo y decido
cuidar de tus intereses». Luego, el que decide amar encontrará una manera de
expresar esa decisión.
«Pero parece tan estéril...», pueden algunos decir, mientras agregan: «¿El amor es
una actitud con una conducta apropiada? ¿Dónde están la lluvia de estrellas, los
globos, las emociones profundas? ¿Dónde está el espíritu de expectación, el guiño
del ojo, la electricidad de un beso, la excitación del sexo? ¿Qué pasa con la seguridad
emocional de saber que soy el número uno en su mente?» Sobre eso trata este libro.
¿Cómo llenamos la necesidad profunda de sentirnos amados que cada uno de
nosotros tenemos? Si podemos aprender eso y decidimos hacerlo, entonces el amor
será emocionante, mucho más que todo el enamoramiento que hayamos sentido
antes.
Por muchos años he hablado sobre los cinco lenguajes emocionales del amor en mis
seminarios para matrimonio y en sesiones privadas de consejería. Miles de parejas
pueden testificar sobre la validez de lo que usted va a leer. Mis archivos están llenos
de cartas de personas a las que nunca he conocido, diciendo: «Un amigo me prestó
uno de sus casetes sobre el lenguaje del amor y esto ha revolucionado nuestro
matrimonio. Nos hemos esforzado por años para amarnos, pero nuestros esfuerzos
nos han defraudado emocionalmente a cada uno. Ahora que estamos hablando los
lenguajes apropiados del amor. el clima emocional de nuestro matrimonio ha
mejorado radicalmente.»
Cuando el «tanque emocional del amor» de su cónyuge esté lleno y se sienta seguro
de su amor, todo el mundo brillará y su cónyuge alcanzará su más alto potencial en
la vida. Pero cuando el tanque del amor esté vacío y se sienta utilizado pero no
amado. el mundo parecerá oscuro, y probablemente nunca alcanzará su potencial
para lo bueno en el mundo. En los próximos cinco capítulos explicaré los cinco lenguajes
emocionales del amor, luego en el Capítulo 9 enseñaré cómo el descubrir el
lenguaje principal de amor de su cónyuge puede hacer que sus esfuerzos por el amor
sean más productivos.
NOTAS
1.
2.
M. Scott Pcck, The Rotul Less Travelled (New York: Simon & Schus-ter,
1978), pp. 89-90.
Ibid.,p.90.
CAPITULO CUATRO
Lenguaje de amor #1: Palabras de afirmación
Mark Twain dijo una vez: «Puedo vivir dos meses con un buen cumplido». Si
tomamos a Twain literalmente, seis cumplidos al año mantendrían el tanque
emocional de amor en el nivel de operación. Su cónyuge probablemente necesitará
más que eso.
Una manera de expresar amor es utilizar palabras que edifiquen. Salomón, el autor
de la literatura de la antigua sabiduría hebrea, escribió: «La muerte y la vida están
en poder de la lengua».' Muchas parejas nunca han conocido el tremendo poder de
las palabras para confirmarse y afirmarse el uno al otro. Salomón dijo algo más:
«La congoja en el corazón del hombre lo abate; mas la buena palabra lo alegra.»2
Los cumplidos verbales o las palabras de aprecio son poderosos comunicadores
de amor. Se expresan mejor en afirmaciones directas y simples tales como:
«Te ves muy bien con ese vestido.»
«¡Siempre luces muy bonita con ese vestido! ¡Estás linda!»
«¡Eres la mejor cocinera del mundo! ¡Me encanta esta comida!»
«¡Gracias por lavar los platos esta noche! Quiero que sepas que lo aprecio
mucho.»
«Estoy muy agradecida porque saques la basura.»
¿Qué pasaría con el ambiente emocional de un matrimonio si el esposo y la
esposa oyeran tales palabras de afirmación regularmente?
Hace varios años estaba sentado en mi oficina con la puerta abierta. Una dama
que entraba al pasillo me dijo:
—¿Tiene un minuto?
—Claro que sí. Entre.
Se sentó y me dijo:
—Doctor Chapman, tengo un problema. No consigo quo mi esposo pinte nuestro
dormitorio. He estado pidiéndole por nueve meses, he probado de todo, pero no
puedo lograr que lo pinte.
Mi primer pensamiento fue: Señora, se equivocó de lugar. No soy un contratista
de pintura. Sin embargo, en lugar de eso le dije:
—Cuénteme qué es lo que pasa.
Me dijo:
—El sábado pasado es un buen ejemplo. ¿Recuerda cuán bonito estaba el día?
¿Sabe lo que mi esposo hizo? Lavó y sacó brillo a su auto.
—¿Pintó el dormitorio? —pregunté.
—No, todavía no lo ha pintado. No sé qué hacer.
—Permítame preguntarle algo —le dije—. ¿Usted se opone a que se laven y
abrillanten los autos?
—No, pero quiero que se pinte el dormitorio.
—¿Está segura de que su esposo sabe que usted quiere que se pinte el
dormitorio?
—Sé que él lo sabe —dijo—. Se lo he estado pidiendo durante nueve meses.
—Quiero hacerle una pregunta más. ¿Alguna vez su esposo hace algo bueno?
—¿Cómo qué?
—Bueno, como sacar la basura, limpiar el parabrisas del auto que usted maneja,
o poner gasolina en el auto, o pagar la cuenta de la energía eléctrica, o colgar su
saco?
—Sí —dijo—, hace algunas de esas cosas.
—Entonces, tengo dos sugerencias. Una, no mencione nunca más que pinte el
dormitorio —y repetí—: No lo vuelva a mencionar.
El propósito del amor no es lograr algo que usted quiere, sino hacer algo por el
bienestar de la persona que ama. Sin embargo, es un hecho que cuando recibimos
palabras estimulantes nos sentimos mucho más gustosamente motivados para
retribuir.
—Mire, usted me dice que él sabe que usted quiere que el dormitorio esté
pintado. Por eso, ya no tiene que decírselo nunca más. Él ya lo sabe. La segunda
sugerencia que tengo es que la próxima vez que su esposo haga algo, usted le dé
un cumplido verbal. Si saca la basura, dígale: «Bob, te agradezco mucho por
sacar la basura». No le diga: «¡Ya era hora de que sacaras la basura! Las moscas
van a sacarla por ti». Si ve que paga la cuenta de la energía eléctrica ponga su
mano sobre su hombro y dígale: «Bob, te agradezco que pagues la cuenta de la
electricidad. Sé que hay esposos que no lo hacen, y quiero que sepas cuánto lo
aprecio». Cada vez que haga algo bueno, déle un cumplido verbal.
—No veo que eso vaya a lograr que el dormitorio se pinte.
Le dije:
—Usted pidió mi consejo. Ya lo tiene. Usted es libre.
No estaba muy feliz conmigo cuando salió. Tres semanas más tarde, sin
embargo, volvió a mi oficina y me dijo:
—¡Funcionó!
Había aprendido que los cumplidos verbales son mucho más grandes
motivadores que las palabras de regaño.
No estoy recomendando las lisonjas para conseguir que su cónyuge haga lo que
usted quiere. El propósito del amor no es lograr algo que usted quiere sino hacer
algo por el bienestar de la persona que ama. Sin embargo, es un hecho que
cuando recibimos palabras estimulantes nos sentimos mucho más gustosamente
motivados para retribuir, y para hacer lo que nuestro cónyuge desea.
Palabras de ánimo
Presentar cumplidos verbales es solamente una manera de expresar palabras de
afirmación para su cónyuge. Otro dialecto es el de las palabras de ánimo. La
expresión dar ánimo significa «inspirar valor». Todos nosotros tenemos aspectos
en los que nos sentimos inseguros. Nos falta valor, y esa falta de valor a menudo
nos impide hacer las cosas positivas que nos gustaría hacer. Todo el potencial
latente dentro de su cónyuge en sus áreas de inseguridad está esperando sus
palabras de ánimo.
A Allison siempre le había gustado escribir. Ya en su carrera universitaria tomó
unos pocos cursos de periodismo. Pronto se dio cuenta de que su emoción por
escribir excedía a su interés en historia, que había sido su especialización
académica. Era demasiado tarde para cambiar de especialización, pero después
de la universidad —y especialmente antes del nacimiento de su primer niño—
escribió varios artículos. Envió un artículo a una revista, pero como fue
rechazado nunca tuvo el valor de enviar otro. Ahora que el niño había crecido y
ella tenía más tiempo, Allison estaba nuevamente escribiendo.
Keith, el esposo de Allison, había prestado muy poca atención a los escritos de
Allison en los primeros días de su matrimonio. Estaba ocupado con su vocación
y atrapado por la presión de su ascenso personal dentro de la corporación. Con el
tiempo, sin embargo, Keith se daría cuenta que el significado más profundo de la
vida no se encuentra en los logros sino en las relaciones. Entonces había
aprendido a dar más atención a Allison y a sus intereses. Así que fue bastante
natural que una noche tomara uno de los artículos de Allison y lo leyera. Cuando
terminó fue al cuarto donde Allison leía un libro. Con gran entusiasmo, dijo:
—Odio interrumpir tu lectura, pero tengo que decirte esto. Acabo de leer tu
artículo Cómo sacar el máximo provecho de los días feriados. ¡Allison! iEres
una excelente escritora! ¡Este material debería publicarse! Escribes claramente.
Tus palabras pintan cuadros que puedo visualizar. Tienes un estilo fascinante.
Debes enviar este artículo a alguna revista.
—¿En verdad lo crees? —preguntó ansiosamente Allison.
—¡Claro que lo creo! —dijo Keilh—. ¡Te digo que es bueno!
Cuando Keith salió de la habitación, Allison no pudo seguir leyendo. Con el
libro cerrado sobre su falda soñó por treinta minutos en lo que Keith le había
dicho. Se preguntaba si otros opinarían sobre su artículo de la misma manera que
él lo hizo. Recordaba el rechazo que había recibido hacía años, pero pensaba que
era una persona diferente ahora. Ya había adquirido más experiencia. Antes de
levantarse de la silla para buscar un vaso de agua, Allison había tomado una
decisión: enviaría sus artículos a diferentes revistas y vería si podían ser
publicados.
Aquellas animadoras palabras de Keith fueron pronunciadas hace catorce años.
Desde entonces, Allison ha tenido numerosos artículos publicados y ahora tiene
un contrato para escribir un libro. Ella es una excelente escritora, pero necesitó
las palabras animadoras de su esposo, que la inspiraran para dar el primer paso
en el difícil proceso de ver un artículo publicado.
Tal vez su cónyuge tiene cierto potencial no desarrolla-do en uno o más aspectos
de su vida. Ese potencial puede estar esperando sus palabras animadoras. Tal vez
necesita matricularse en un curso para desarrollar ese potencial, o tal vez
necesita conocer a algunas personas que hayan triunfado en ese campo y que
puedan darle discernimiento sobre el próximo paso que debe tomar. Sus palabras
pueden dar a su cónyuge el valor necesario para dar ese primer paso.
Por favor, tome en cuenta que no hablo de presionar a su cónyuge para que haga
lo que usted quiere. Hablo de animarlo a desarrollar un interés que ya tiene. Por
ejemplo, algunos esposos presionan a sus esposas para perder peso. El esposo
dice: «¡Estoy animándola!», pero a la esposa esto le suena como una
condenación. Solamente cuando una persona quiere perder peso, puede usted
animarla a hacer-lo. Mientras no tenga el deseo, sus palabras caerán en la
categoría de predicación. Tales palabras rara vez animan.
Casi siempre se oyen como palabras de juicio destinadas a producir culpa. No
expresan amor sino rechazo.
El animar requiere simpatizar y ver el mundo desde la perspectiva de su cónyuge.
Debemos primero saber qué es lo importante para nuestro cónyuge.
Si a pesar de todo su cónyuge dice: «Creo que este otoño debo matricularme en un
programa para perder peso», entonces usted tiene la oportunidad de darle
palabras de ánimo. Unas palabras animadoras que sonarían así: «Si te decides a
hacerlo, será un éxito. Esa es una de las cosas que me gustan de ti. Cuando te
propones a hacer algo, lo haces. Si eso es lo que quieres hacer, ciertamente haré
todo lo que esté a mi alcance para ayudarte. Y no te preocupes sobre el costo del
programa. Si eso es lo que quieres hacer, encontraremos el dinero». Tales palabras
darán a su cónyuge el ánimo para telefonear enseguida al centro especializado
para perder peso.
El animar requiere simpatizar y ver el mundo desde la perspectiva de su
cónyuge. Debemos saber primero qué es lo importante para nuestro cónyuge,
sólo entonces podemos dar ánimo. Con esas palabras, tratamos de decir: «Lo sé.
Me preocupo. Estoy contigo. ¿Cómo puedo ayudarte?» Estamos tratando de
demostrar que creemos en él y en sus capacidades. Le estamos dando crédito y
estímulo.
La mayoría de nosotros tenemos más potencial del que nunca desarrollaremos.
Lo que nos detiene es a menudo la falta de valor. Un cónyuge amante puede
suministrar todos esos catalizadores importantes. Por supuesto, las palabras
animadoras pueden ser difíciles de expresar. Puede ser que no sean su lenguaje
principal de amor. Puede costarle un gran esfuerzo aprender este segundo lenguaje.
Así será especialmente si usted tiene una manera de hablar crítica y condenatoria,
pero le aseguro que vale la pena el esfuerzo.
Palabras amables
El amor es bondad. Por lo tanto, si vamos a comunicar amor verbalmente, debemos
usar palabras bondadosas. Eso tiene que ver con la manera en que hablamos. La
misma frase puede tener dos significados diferentes, dependiendo de cómo la diga.
La declaración: «Te quiero», dicha con bondad y ternura puede ser una genuina
expresión de amor. Pero qué pasa con la frase: «¿Te quiero?» Los signos de
admiración cambian todo el sentido de estas dos palabras. A veces nuestras palabras
dicen una cosa, pero el tono de nuestra voz dice otra. Enviamos mensajes dobles. Por
lo general nuestro cónyuge interpretará nuestro mensaje por nuestro tono de voz, no
necesariamente por las palabras que usamos.
La frase «Me encantaría lavar los platos esta noche» dicha en un tono burlón no será
recibida como una expresión de amor. Por otro lado, podemos expresar dolor,
tristeza y aun ira de una manera amable, y será una expresión de amor. «Me siento
desilusionado y dolido porque no me ofreciste tu ayuda esta noche» dicho de una
manera franca y bondadosa, es una expresión de amor. La persona que habla quiere
ser conocida por su cónyuge. Está dando los pasos para forjar intimidad manifestando
sus sentimientos. Está buscando una oportunidad para hablar de una herida, a fin de
hallar curación. Las mismas palabras expresadas con una voz alta y grosera no serán
una expresión de amor sino de condenación y juicio.
La manera en la que hablamos es absolutamente importante. Un antiguo sabio dijo
una vez: «La suave respuesta quita la ira». Cuando su cónyuge está enojado,
trastornado y hablando palabras descomedidas, si usted quiere ser amoroso no debe
responderle de la misma manera, sino con palabras suaves. El o ella, recibirá lo que
usted dice como una información sobre su estado emocional. Lo dejará hablar" de
su dolor, de su ira y percepción de los acontecimientos. Procurará ponerse en su
lugar y ver el asunto con los ojos de él, para luego expresar suave y bondadosamente
su comprensión de la razón por la que se siente de esa manera. Si ha actuado mal
con él, usted querrá reconocer su error y luego pedir perdón. Si su motivación es
diferente de la de él, usted explicará la suya bondadosamente. Usted buscará
entendimiento y reconciliación, y no tratará de demostrar que su propia percepción
es la única manera lógica de interpretar lo que ha sucedido. Ese es amor maduro,
amor al que debemos aspirar si queremos tener un matrimonio floreciente.
El amor no guarda un puntaje de errores. El amor no revive los fracasos pasados.
Ninguno de nosotros es perfecto; en el matrimonio no siempre hacemos lo mejor o
lo que es justo. A veces hemos hecho o dicho cosas hirientes a nuestro cónyuge. No
podemos borrar el pasado: solamente podemos confesarlo y aceptar que estuvo mal.
Podemos pedir perdón y tratar de actuar de manera diferente en el futuro. Después
de haber confesado mi fracaso y pedido perdón, no puedo hacer nada más para
mitigar el dolor que pude haber causado a mi esposa. Cuando he sido ofendido por
mi esposa y ella dolorosamente me ha confesado la falta y me ha pedido perdón,
tengo la opción de la condena o el perdón. Si escojo la condena y trato de pagarle de
la misma manera o hacer que pague por su error, me estoy haciendo el juez y
haciendo de ella la malvada. La intimidad se vuelve imposible. Sin embargo, si
escojo perdonar, la intimidad puede restaurarse. El perdón es la forma del amor.
Estoy sorprendido de cuántos individuos mezclan el nuevo día con el ayer. Insisten
en traer al presente los fracasos del ayer y al hacerlo arruinan un día potencialmente
maravilloso. «No puedo creer lo que hiciste. Creo que nunca lo olvidaré. No puedes
saber cuánto me heriste. No sé cómo puedes estar sentado allí tan tranquilamente
después de que me trataste de esa manera. Deberías estar clavado sobre tus rodillas
rogándome que te perdone. No sé si pueda perdonarte alguna vez». Esas no son
palabras de amor sino de amargura, de resentimiento y de venganza.
Si vamos a disfrutar de una relación íntima, necesitamos conocer los deseos de
cada uno.
Si queremos amarnos el uno al otro, necesitamos conocer lo que la otra persona
quiere.
Lo mejor que podemos hacer con los fracasos del pasado es dejar que sean historia. Sí,
sucedió, y ciertamente dolió. Y a lo mejor duele todavía, pero él ha reconocido su
error y ha pedido su perdón. No podemos borrar el pasado pero podemos aceptarlo
como historia. Podemos decidir vivir ahora libres de los errores del ayer. El perdón no
es un sentimiento, es un sometimiento. Es una decisión de mostrar misericordia, no de
utilizar la ofensa contra el ofensor. Perdonar es una expresión de amor. «Te quiero. Me
importas y decido perdonarte. Aun cuando mis sentimientos o heridas no
desaparezcan todavía, no permitiré que lo que ha pasado se interponga entre nosotros.
Espero que podamos aprender de esta experiencia. No eres un fracasado porque hayas
fracasado. Eres mi cónyuge y seguiremos juntos de aquí en adelante». Esas son
palabras de afirmación expresadas en el dialecto de las palabras amables.
Palabras humildes
EL amor hace peticiones, no demandas. Cuando demando cosas de mi cónyuge,
llego a ser un padre y él un hijo. Es el padre el que le dice al hijo de tres años lo que
debe hacer y, en efecto, qué debe hacer. Y eso es necesario porque el hijo de tres
años no sabe cómo navegar en las tormentosas aguas de la vida. En el matrimonio,
sin embargo, somos iguales, compañeros adultos. Si vamos a tener una relación
íntima, necesitamos conocer los deseos de cada uno. Si queremos amarnos el uno al
otro, necesitamos conocer lo que la otra persona quiere.
La manera en la que expresamos esos deseos, sin embargo, es absolutamente
importante. Si vienen como demandas, hemos borrado la posibilidad de la
intimidad y alejaremos a nuestro cónyuge de nuestro lado. Si hacemos conocer
nuestras necesidades y deseos como peticiones, estamos dando una guía, no un
ultimátum. El esposo que dice: «¿Te acuerdas de esos pasteles de manzana que
haces? ¿Sería posible que hicieras uno esta semana? ¡Me encantan!», está dando a
su esposa una guía de cómo amarlo y así estrechar su intimidad. Por otro lado, el
esposo que dice: «No he tenido un pastel de manzana desde que el niño nació. No
puedo imaginarme que no haya tenido un pastel de manzana en dieciocho años», ha
dejado de ser adulto y ha retrocedido a la conducta de un adolescente. Tales
demandas no favorecen la intimidad. La esposa que dice: «¿Piensas que te será
posible limpiar las canaletas de desagüe este fin de semana?», está expresando amor
al hacer una petición. Pero la esposa que dice: «Si no limpias esas canaletas pronto
van a hacer caer la casa. ¡Ya hay árboles creciendo en ellos!», ella ha dejado de
amar y se ha convertido en una madre dominante.
Cuando hace una petición a su cónyuge, usted está afirmando su valor y capacidad.
En esencia, usted está dando a entender que él o ella, tiene algo o puede hacer algo
que es importante y valioso para usted. Cuando usted hace demandas, ya no es un
amante sino un tirano. Su cónyuge no se sentirá afirmado sino empequeñecido. Una
petición conlleva un elemento de decisión. Su compañero puede escoger aceptar su
petición o negarla, porque el amor es siempre una decisión. Esto es lo que lo hace
significativo. Saber que mi cónyuge me ama lo suficiente para responder a una de
mis peticiones me comunica emocionalmente que se preocupa de mí, que me
respeta, que me admira, y que quiere hacer algo que me agrade. No podemos
obtener amor por la vía de la demanda. Mi cónyuge puede cumplir con mis
demandas, pero eso no es una expresión de amor. Es un acto de temor o de culpa o de
cualquier otra emoción, pero no de amor. Así, una petición crea la posibilidad de
una expresión de amor, mientras que una demanda ahoga esa posibilidad.
Varios dialectos
Las palabras de afirmación son uno de los cinco lenguajes básicos de amor. Dentro
de ese lenguaje, sin embargo, hay muchos dialectos. Ya hemos hablado de unos
pocos y hay muchos más. Se han escrito volúmenes enteros y numerosos artículos
sobre estos dialectos. Todos ellos tienen en común el uso de palabras que afirman al
cónyuge. El sicólogo William James dijo que la necesidad más profunda del
hombre era la de sentirse apreciado. Las palabras de afirmación llenarán esa
necesidad en muchos individuos. Si usted no es un hombre o mujer de palabras, si
ese no es su lenguaje principal de amor pero cree que puede ser el lenguaje
principal de amor de su cónyuge, permítame sugerirle que lleve una libreta de notas
titulada: «Palabras de afirmación». Cuando lea un artículo o libro sobre el amor,
escriba las palabras de afirmación que encuentre. Cuando oiga una conferencia
sobre el amor o escuche a algún amigo diciendo algo positivo sobre otra persona,
escríbalo. Con el tiempo usted coleccionará una buena lista de palabras de
afirmación, las que puede usar para comunicar amor a su cónyuge.
También puede probar usando palabras indirectas de afirmación, es decir, diciendo
cosas positivas de su cónyuge cuando él o ella no está presente. En cualquier
momento alguien se lo contará a su cónyuge y usted tendrá todo el crédito para el
amor. Dígale a la madre de su esposa qué linda es su esposa. Cuando su suegra le
cuente a ella lo que usted dijo, tenga por seguro estará ampliado, y usted con-seguirá
aun más crédito. También hable bien de su cónyuge frente a otros cuando él o ella,
esté presente. Cuando lo honren públicamente por algún triunfo, participe ese
homenaje con su cónyuge. Puede también escribir palabras de afirmación; las
palabras escritas tienen la ventaja de que pueden ser leídas una y otra vez.
Aprendí una importante lección sobre las palabras de afirmación y los lenguajes del
amor en Little Rock, Arkansas. Visité a Bill y Betty en un hermoso día de primavera.
Vivían en un grupo de casas con una cerca blanca de estacas, césped verde y flores
de primavera en plena hermosura. Era idílico. Una vez adentro descubrí que el
idealismo terminó. Su matrimonio estaba en ruinas. Luego de doce años y dos hijos,
se preguntaban por qué se habían casado. Parecían disentir en todo. En lo único que
estaban de acuerdo, era en que ambos amaban a los niños. A medida que contaban su
historia me di cuenta que Bill era un adicto al trabajo y que tenía poco tiempo para
Betty. Ella trabajaba medio tiempo, más que nada para estar fuera de la casa. Su
método de enfrentarse con el problema era separándose. Trataban de poner
distancia entre ellos para que sus conflictos no les parecieran tan grandes. Pero el
indicador de nivel en ambos tanques de amor decía: «vacío».
Me dijeron que habían buscado consejería matrimonial pero parecía que no hacían
muchos progresos. Asistieron a mi seminario para matrimonios y al siguiente día yo
ya salía del pueblo. Probablemente éste sería mi último encuentro con Bill y Betty,
por lo que decidí hacer todo mi esfuerzo.
Empleé una hora con cada uno de ellos, en forma separada. Escuché con mucha
atención ambas historias y descubrí que a pesar del vacío de su relación y sus
muchos desacuerdos, reconocían y apreciaban ciertas cosas el uno en el otro. Bob
reconoció: «Es una buena madre. También una buena ama de casa y una excelente
cocinera cuando decide cocinar. Pero no me da ningún afecto. Trabajo todo lo que
puedo y no hay ninguna señal de aprecio hacia mí». En mi conversación con Betty,
ella aceptó que Bill era un excelente proveedor para la familia. «Pero —se quejó—,
no hace nada en la casa para ayudarme, y nunca tiene tiempo para mí. ¿Qué
sacamos teniendo la casa, el automóvil y todas las demás cosas si nunca disfrutamos
de ellas juntos?»
Con esa información decidí enfocar mi consejo haciendo solamente una sugerencia
a cada uno de ellos. Dije a Bob y a Betty, separadamente, que cada uno de ellos
tenía la clave para cambiar el clima emocional del matrimonio. «Esa clave —dije—,
es expresar aprecio verbal por las cosas que a uno le gusta de la otra persona y, por
el momento, suspender sus quejas sobre las cosas que no les gusta». Revisamos los
comentarios positivos que ya habían hecho el uno y el otro, y los ayudé a cada uno a
escribir una lista de esos rasgos positivos. Bill se centró en las actividades de Betty
como madre, ama de casa y cocinera. La lista de Betty se centró en el trabajo intenso
y en la provisión económica para la familia. Hicimos las listas tan específicas como
fue posible.
La lista de Betty quedó así:
El no ha perdido un día de trabajo en doce años. Es agresivo en su trabajo.
Ha recibido varias promociones en su trabajo.
Paga la casa cada mes.
También paga la cuenta de la electricidad, el gas y el agua.
Nos compró un vehículo de paseo hace tres años.
Corta el pasto o paga para que alguien lo haga en la primavera y en el verano.
Recoge las hojas o paga para que alguien lo haga en el otoño.
Provee mucho dinero para la alimentación y el vestuario de la familia.
Saca la basura por lo menos una vez al mes.
Me da dinero para comprar regalos de Navidad para la familia.
Está de acuerdo en que puedo utilizar el dinero que gano en mi trabajo de
medio tiempo de la manera que desee.
La lista de Bill quedó así:
Arregla las camas todos los días.
Pasa la aspiradora a la casa cada semana.
Despacha a los niños para la escuela todas las mañanas con un buen desayuno.
Prepara la cena por lo menos tres días a la semana.
Compra los víveres, ayuda a los niños con sus tareas.
Lleva a los niños a la escuela y a la iglesia.
Enseña en el primer grado de la Escuela Dominical.
Lleva mi ropa a la lavandería.
A veces lava y plancha.
Les sugerí que añadieran a la lista las cosas que notaran en las semanas siguientes.
También les sugerí que dos veces por semana escogieran un rasgo positivo y
expresaran apreciación verbal al cónyuge por eso. Les di una indicación más. Le dije
a Betty que si Bill le daba un cumplido, ella no debía darle a él un cumplido en el
mismo momento, sino que más bien debía recibirlo y decir: «Gracias por decirme
eso.» A Bill le dije lo mismo y los animé a que lo pusieran en práctica cada semana
durante dos meses, y que si lo encontraban útil podían continuar así. Si el
experimento no ayudaba a mejorar el ambiente emocional del matrimonio, podrían
cancelarlo como otro intento fallido.
Al día siguiente tomé el avión y regresé a casa. Escribí una nota para recordarme de
llamar a Bill y a Betty dos meses más tarde, para ver qué había pasado. Cuando los
llamé a mediados del verano solicité hablar con cada uno separadamente. Me
sorprendió saber que la actitud de Bill había dado un gigantesco paso adelante. Él se
había imaginado que yo había dado a Betty el mismo consejo que le di a él, pero
todo estaba bien. Le encantaba. Ella estaba apreciando su trabajo y su provisión
para la familia. «En verdad me ha hecho sentir hombre de nuevo. Tenemos mucho
trecho que recorrer, doctor Chapman, pero creo que estamos en la ruta.»
Cuando hablé con Betty, sin embargo, descubrí que ella había dado solamente un
paso de niño hacia adelante. Me dijo: «Algo ha mejorado, doctor Chapman, todavía
no saca tiempo para mí. Todavía está demasiado ocupado en el trabajo, por lo que
nunca tenemos un tiempo juntos.»
Cuando escuché a Betty, se hizo la luz. Supe que había hecho un descubrimiento
importante. EL lenguaje de amor de una persona no es necesariamente el lenguaje
de amor de otra. Era obvio que el lenguaje principal de amor de Bill eran las
palabras de afirmación. Era un gran trabajador, disfrutaba de su trabajo, pero lo
que más quería de su esposa era expresiones de aprecio por su trabajo. Ese patrón
se estableció probablemente en su infancia, y esa necesidad de afirmación verbal no
era menos importante en su vida adulta. Betty, por otro lado, estaba emocionalmente clamando por algo más. Las palabras positivas eran muy buenas, pero su
profundo anhelo emocional era por algo más. Eso nos lleva al lenguaje de amor
número dos.
NOTAS
1.
2.
Proverbios 18:21
Proverbios 12:25
CAPÍTULO CINCO
Lenguaje de amor # 2: Tiempo de calidad
Debía haber captado el lenguaje principal de amor de Betty desde el principio. ¿Qué
decía esa noche de primavera cuando los visité a ella y á Bill en Little Rock?
—Bill es un buen proveedor pero no me dedica nada de tiempo. ¿De qué sirven la
casa y el auto de paseo y todas las otras cosas si no las disfrutamos juntos?
¿Cuál era su deseo? Tener un buen tiempo con Bill. Ella necesitaba su atención.
Quería que él la mirara, que le diera su tiempo, que hiciera cosas con ella.
Cuando digo «un buen tiempo» quiero decir una atención completa. No estoy
hablando de sentarse a ver televisión juntos. Cuando usted emplea el tiempo así, su
atención se concentra en los noticieros o en los programas, no en el cónyuge. Lo
que quiero decir es sentarse juntos en la sala, con el televisor apagado, mirándose
el uno al otro y conversando, dándose mutuamente una atención completa. Quiero
decir dando un paseo, saliendo solamente los dos a comer fuera, y mirándose el uno
al otro y conversando. ¿Ha visto lo que pasa en un restaurante? Siempre se puede
notar la diferencia entre una pareja de enamorados y una pareja de casados. La pareja
de enamorados se miran el uno al otro y conversan. La pareja de casados se sienta allí
y miran para todos lados. ¡Usted sabe que fueron allí para comer!
Cuando me siento en la sala con mi esposa, y le doy veinte minutos de mi atención
completa —y lo mismo hace ella—, nos estamos dando el uno al otro veinte minutos
de vida. Nunca tendremos esos veinte minutos otra vez; nos estamos dando nuestras
vidas el uno al otro. Esto es un poderoso comunicador de amor.
Una medicina no puede curar todas las enfermedades. En mi consejo a Bill y a Betty
cometí una seria equivocación. Pensé que las palabras de afirmación significarían lo
mismo para Betty que para Bill. Había esperado que si cada uno de ellos daba una
afirmación verbal al otro, el ambiente emocional iba a cambiar y ambos iban a
sentirse amados. Funcionó para Bill; él se sintió más positivo hacia Betty. Sintió
apreciación genuina por su trabajo. Pero no funcionó tan bien para Betty porque las
palabras de afirmación no eran el lenguaje principal de amor para Betty. Su
lenguaje era «Tiempo de calidad».
Volví al teléfono y agradecí a Bill por sus esfuerzos en los últimos dos meses. Le dije
que había hecho un buen trabajo al expresarle afirmación verbal a Betty y que ella
había oído sus afirmaciones.
—Pero, doctor Chapman —dijo—, ella todavía no está muy feliz. No creo que las
cosas hayan mejorado mucho para ella.
—Tiene razón —le dije—, y pienso que sé el porqué. El problema es que le sugerí el
lenguaje de amor equivocado. Bill no tenía la más leve idea de lo que yo le quería
decir. Le expliqué que lo que hace a una persona sentirse amada no siempre hace a
otra persona sentirse amada.
Él aceptó que su lenguaje eran las palabras de afirmación. Me dijo que eso había
significado mucho para él cuando muchacho, y cómo se sentía bien cuando Betty le
expresaba aprecio por las cosas que hacía. Le expliqué que el lenguaje de Betty no
eran las palabras de afirmación sino tiempo de calidad. Le expliqué la importancia
de dar a alguien una atención completa, no de hablarle mientras se lee el periódico o
se mira la televisión, sino mirándola a los ojos, dándole toda la atención, haciendo
algo con ella que lo disfrute plenamente y haciéndolo de todo corazón.
—Como ir con ella al concierto —dije.
Podría decir que la luz venía a Little Rock.
—Doctor Chapman, eso es de lo que ella siempre se ha quejado. No hago cosas con
ella ni empleo mi tiempo con ella. «Íbamos a distintos lugares y hacíamos cosas
juntos antes de casarnos» —dijo—, pero ahora dice que estoy demasiado ocupado.
Ese es su lenguaje de amor, de acuerdo; no hay discusión. Pero, doctor Chapman,
¿qué voy a hacer? Mi trabajo exige mucho.
—Cuénteme sobre eso —le dije.
Durante los siguientes diez minutos me habló de su ascenso en la organización, de
cuánto había trabajado y de cuán orgulloso estaba de sus logros. Me habló de sus
sueños para el futuro y de que sabía que dentro de los próximos cinco años estaría
donde deseaba estar.
—¿Quiere estar allí solo, o quiere estar con Betty y los niños? —pregunté.
—¡Por supuesto que quiero que ella esté conmigo, doctor Chapman! Quiero que
ella lo disfrute conmigo. Por eso es que me duele tanto cuando ella me critica por
gastar mi tiempo en el trabajo. Lo hago por nosotros. Quise que ella fuera parte de
esto, pero es siempre tan negativa...
—¿Comienza a ver por qué ella era tan negativa, Bill? —le pregunté—. Su lenguaje
de amor es tiempo de calidad. Usted le ha dado tan poco tiempo que su tanque de
amor está vacío. Ella no se siente segura de su amor. Por eso ella ha criticado lo que,
según ella, está absorbiendo su tiempo: su trabajo. Realmente no odia su trabajo.
Odia el hecho de que recibe tan poco amor de usted. Hay solamente una respuesta,
Bill, y es costosa. Usted tiene que buscar tiempo para Betty. Tiene que amarla en el
lenguaje de amor correcto para ella.
—Sé que tiene razón doctor Chapman. ¿Dónde comienzo?
—¿Tiene a la mano el papel, aquel en el que hicimos la lista de las cosas positivas
de Betty?
—Aquí está.
—Muy bien. Vamos a hacer otra lista. ¿Cuáles son las cosas que Betty quisiera que
usted hiciera con ella? Ponga allí las cosas que ella siempre ha mencionado.
Esta es la lista que hizo Bill:
• Tomar nuestro auto y pasar un fin de semana en las montañas (a veces con los
niños y a veces los dos solos).
Reunirme con ella para almorzar (en un bonito restaurante, o aun cuando sea en
un McDonald's).
Dejar a los niños con una niñera, y salir a comer los dos solos.
Cuando vengo a casa por las noches, sentarme y conversar con ella de cómo
ha sido mi día, y escucharla a ella de cómo ha sido su día (no le gusta que mire
la televisión mientras conversamos).
Destinar un tiempo para conversar con los niños sobre sus experiencias de la
escuela.
Destinar un tiempo para jugar con los niños.
Ir de picnic con ella y los niños un sábado, y no quejarme de las hormigas y las
moscas.
Tomar vacaciones con la familia por lo menos una vez al año.
• Ir de paseo con ella y conversar mientras paseamos (no caminar delante de ella).
—Esas son las cosas de las que ella ha hablado siempre —dijo.
—Sabe lo que voy a sugerirle, ¿verdad, Bill?
—Hacerlas —dijo.
—Así es. Una vez por semana, durante los próximos dos meses. ¿De dónde sacará
el tiempo? Usted hallará el tiempo. Usted es un hombre inteligente —continué—.
Usted tiene la capacidad de planificar su vida e incluir a Betty en sus planes.
—Lo sé —dijo—. Puedo hacerlo.
—Y, Bill, esto no tiene que disminuir sus metas vocacionales. Sólo significa que
cuando usted llegue a la cima, Betty y los niños estarán con usted.
Un aspecto central del tiempo de calidad es la unión. No me refiero solamente a
la proximidad...
Unión tiene que ver con una atención completa entre los dos.
Eso es lo que quiero más que todas las cosas. Sea que esté en la cima o no, quiero que
ella sea feliz, y quiero disfrutar de la vida con ella y los niños.
Los años han venido y se han ido. Bill y Betty han llegado a la cima y han
retrocedido, pero lo importante es que lo han hecho juntos. Los hijos ya han dejado
el nido, y Bill y Betty están de acuerdo en que éstos son sus mejores años. Bill ha
llegado a ser un entusiasta aficionado de la música sinfónica, y Betty ha hecho una
lista interminable de las cosas que aprecia en él. Él nunca se cansa de oírlas. Ahora,
ha comenzado su propia compañía y está cerca de la cima nuevamente. Su trabajo
ya no es una amenaza para Betty. Ella está emocionada con él y lo anima. Sabe que
ella es número uno en la vida de él. Su tanque de amor está lleno, y si comienza a
vaciarse, sabe que una simple petición de su parte le dará la atención completa de
Bill.
Unión
Un aspecto central del tiempo de calidad es la unión. No me refiero solamente a la
proximidad. Dos personas sentadas en la misma habitación están en estrecha
intimidad, pero no quiere decir que estén necesariamente juntas. La unión tiene que
ver con una atención completa entre los dos. Cuando un padre está sentado en el
piso haciendo rodar una pelota hacia su hijo de dos años, su atención no está
concentrada en la pelota sino en su hijo. Por ese breve momento están juntos. Pero, si
su padre está hablando por teléfono mientras hace rodar la pelota, su atención está
diluida. Algunos esposos y esposas piensan que están pasando el tiempo juntos
cuando, en realidad, están solamente viviendo en estrecha proximidad. Están en la
misma casa al mismo tiempo, pero no juntos. Un esposo que está mirando los
deportes en la televisión mientras habla con su esposa, no le está dando tiempo de
calidad porque ella no obtiene su atención completa.
Tiempo de calidad no significa que tenemos que pasar nuestros momentos juntos
contemplándonos a los ojos; significa que estamos haciendo algo juntos y que
vamos a dar toda nuestra atención a la otra persona. La actividad que estamos
realizando es incidental. Lo importante es que estemos empleando tiempo
dedicado el uno al otro. La actividad es un vehículo que crea el sentido de unión.
Lo importante con el padre haciendo rodar la pelota hacia el hijo de dos años no es
la actividad misma, sino los sentimientos que se crean entre el padre y su hijo.
Igualmente, si un esposo y una esposa están jugando juntos, estarán empleando
tiempo de calidad el uno con el otro aunque la atención no se concentre en el juego
en sí, sino en el hecho de que están empleando el tiempo juntos. Lo que pasa con el
nivel emocional es lo que importa. Emplear el tiempo juntos en un propósito común
significa que nos preocupamos el uno por el otro, que disfrutamos estando el uno
con el otro, que nos gusta hacer cosas juntos.
Conversación de calidad
Como las palabras de afirmación, el lenguaje del tiempo de calidad también tiene
muchos dialectos. Uno de los dialectos más comunes es la conversación de calidad.
Por conversación de calidad me refiero a un diálogo comprensivo, donde los dos
individuos están comunicando sus experiencias, pensamientos, sentimientos y
deseos en un contexto amistoso e ininterrumpido. La mayoría de individuos que se
quejan de que su cónyuge no conversa, no quieren decir que literalmente él o ella
no pronuncian una sola palabra. Quieren decir que rara vez toman parte en un
diálogo comprensivo. Si el lenguaje principal de amor de su cónyuge es tiempo de
calidad, tal diálogo es crucial para su sentimiento de ser amado.
La conversación de calidad es bastante diferente del primer lenguaje de amor. Las
palabras de afirmación se concentran en lo que estamos diciendo, mientras que la
conversación de calidad se concentra en lo que estamos oyendo. Si estoy
compartiendo mi amor por alguien por medio del tiempo de calidad, y vamos
emplear ese tiempo en la conversación, me concentraré en sacarle más palabras,
escuchando comprensivamente lo que tiene que decirme. Le haré preguntas, no para
importunarlo, sino con un verdadero deseo de entender sus pensamientos,
sentimientos y deseos.
Conocí a Patrick cuando tenía cuarenta y tres años y había estado casado por
diecisiete. Lo recuerdo porque sus primeras palabras fueron dramáticas. Estaba
sentado en la silla de cuero de mi oficina y luego de presentarse breve-mente a sí
mismo, se inclinó hacia adelante y dijo, con gran emoción:
—Doctor Chapman, he sido un tonto, un verdadero tonto.
—¿Qué lo llevó a esa conclusión? —le pregunté. —He estado casado por diecisiete
años —dijo—, y mi esposa me ha dejado. Ahora me doy cuenta cuán tonto he sido.
Repetí mi pregunta original: —¿En qué manera has sido un tonto? —Mi esposa
venía a casa de su trabajo y me contaba los problemas de su oficina. La escuchaba y
luego le decía lo que pensaba que debía hacer. Siempre la aconsejaba. Le decía que
tenía que confrontar el problema. «Los problemas no desaparecen. Tienes que
hablar con las personas involucradas o con tu supervisor. Tienes que tratar con los
problemas». Al siguiente día venía a casa del trabajo y me contaba los mismos
problemas. Le preguntaba si había hecho lo que le había sugerido el día anterior.
Sacudía su cabeza y decía que no. Así que le repetía mi consejo. Le decía que esa
era la manera de tratar con la situación. Venía a casa el siguiente día y me contaba los
mismos problemas. Nuevamente le preguntaba si había hecho lo que le había
sugerido. Sacudía su cabeza y decía que no. Después de tres o cuatro noches así, me
enojé. Le dije que no esperara ninguna comprensión de mi parte si no quería
aceptar el consejo que le daba. No tenía que vivir bajo esa clase de estrés y presión.
Ella podía resolver el problema si simplemente hacía lo que le decía. Me dolía verla
vivir bajo tal estrés, porque sabía que no tenía que ser así. La próxima vez que me
trajera el problema le diría: «No quiero oírlo. Te he dicho lo que debes hacer. Si no
vas a escuchar mi consejo no quiero oírlo».
Muchos de nosotros estamos entrenados para analizar problemas y buscar
soluciones. Olvidamos que el matrimonio es una relación, no un proyecto para ser
completado ni un problema para ser resuelto.
—Entonces me aparté y me dediqué a mis asuntos —continuó—. ¡Qué tonto fui!
Ahora me doy cuenta que ella no quería mi consejo cuando me contaba sobre sus
dificultades en el trabajo. Quería simpatía. Quería que la escuchara, que le brindara
atención, que le hiciera saber que yo podía entender su estrés, su dolor, su presión.
Quería saber que la amaba y que estaba con ella. No quería consejo. Solamente
quería saber que yo entendía. Pero nunca traté de entender. Estaba demasiado
ocupado dando consejos. ¡Qué tonto! Y ahora ella se ha ido. ¿Por qué no se pueden
ver estas cosas cuando uno está pasando por ellas? —preguntó—. Fui ciego a lo
que estaba pasando. Solamente ahora entiendo cómo le fallé.
La esposa de Patrick había estado suplicando conversación de calidad.
Emocionalmente, anhelaba que él pusiera su atención en escuchar su dolor y
frustración. Patrick no se preocupaba por escuchar sino en hablar. Escuchó
solamente lo suficiente para oír el problema y formular una solución. No escuchó lo
suficientemente bien para oír el clamor por apoyo y entendimiento.
Muchos de nosotros somos como Patrick. Estamos entrenados para analizar los
problemas y buscar soluciones. Olvidamos que el matrimonio es una relación, no un
proyecto para ser completado ni un problema para ser resuelto. Una relación pide un
escuchar comprensivo, con el propósito de entender los pensamientos, sentimientos y
deseos de la otra persona. Debemos estar dispuestos a dar consejo sólo cuando es
solicitado, y no de una manera condescendiente. La mayoría de nosotros tiene poco
entrenamiento para escuchar. Somos mucho más eficientes en pensar y hablar.
Aprender a escuchar puede ser tan difícil como aprender un idioma extranjero, pero
debemos aprender si queremos comunicar amor. Eso es especialmente verdad si el
lenguaje principal de amor de su cónyuge es tiempo de calidad, y si su dialecto es
conversación de calidad. Afortunadamente, numerosos libros se han escrito sobre
cómo desarrollar el arte de escuchar. No es mi interés repetir lo que se ha escrito, pero
sugiero el siguiente resumen de informaciones prácticas.
1.
2.
Mantenga contacto visual cuando su cónyuge habla. Eso impide que su mente
se distraiga y le asegura a él o ella que tiene toda su atención.
No escuche a su cónyuge y haga algo más al mismo tiempo. Recuerde: el
tiempo de calidad da a alguien su atención total. Si usted está mirando,
leyendo o haciendo algo en lo que está profundamente interesado y no puede
sacar de allí su atención inmediatamente, diga a su esposa la verdad. Una
manera positiva podría ser: «Sé que tratas de hablar conmigo y yo estoy
interesado en escucharte y quiero darte toda mi atención. No puedo hacer eso
ahora, pero si me das diez minutos para terminar esto, me sentaré y te
escucharé». La mayoría de las esposas respetarán tal petición.
3. Escuche los sentimientos. Pregúntese: «¿Qué emociones está experimentando mi
pareja?» Cuando piense que tiene la respuesta, verifíquela. Por ejemplo: «Me parece
que te sientes desilusionada porque olvidé. . .». Eso le da la oportunidad de aclarar
sus sentimientos. También indica que usted está escuchando profundamente lo que
dice.
4. Observe el lenguaje del cuerpo. Puños apretados, manos temblorosas, lágrimas,
ceño fruncido, movimientos de los ojos, pueden darle indicios qué está sintiendo el
otro. A veces el lenguaje del cuerpo habla un mensaje, mientras las palabras hablan
otro. Pida aclaración para estar seguro de que sabe lo que él o ella realmente está
sintiendo o pensando.
5. Rehúse interrumpir. Investigaciones recientes han indicado que el individuo
promedio escucha solamente diecisiete segundos antes de interrumpir e introducir
sus propias ideas. Si yo le doy a usted mi total atención mientras habla, debo
refrenarme de defenderme o de hacerle acusaciones, o de declarar dogmáticamente
mi posición. Mi meta es descubrir sus pensamientos y sentimientos. Mi objetivo no
es defenderme o darle la razón. Es entenderlo.
Aprender a conversar
La conversación de calidad no solamente requiere comprensión para escuchar, sino
también autorrevelación. Cuando una esposa dice: «Quisiera que mi esposo hable.
¡Nunca sé lo que piensa o siente!», ella reclama intimidad. Quiere sentirse cerca de
su esposo, pero ¿cómo puede sentirse cerca de alguien a quien no conoce? Para que
ella se sienta amada, él debe aprender a revelarse. Si el lenguaje principal de
amor de ella es tiempo de calidad, y si su dialecto es conversación de calidad, su
tanque emocional de amor nunca se llenará hasta que él no comparta con ella
SUS pensamientos y sentimientos.
Si necesita aprender el lenguaje de conversación de calidad, comience notando
las emociones que siente cuando está lejos de casa.
La autorrevelación no es fácil para algunos de nosotros. Muchos adultos
crecieron en hogares donde no se estimulaba la expresión de los pensamientos o
sentimientos, sino que más bien se la condenaba. Pedir un juguete significaba oír
toda una conferencia sobre el lamentable estado de la economía familiar. El niño
salía sintiéndose culpable por tener ese deseo, y enseguida aprendía a no expresar
sus deseos. Cuando expresaba su ira, sus padres le respondían con palabras duras
y condenatorias. De esa manera, el niño aprendía que expresar los sentimientos
de enojo no era apropiado. Si hacían sentir culpable al niño por expresar
desilusión por no poder ir a la tienda con su padre, aprendía a guardar esa
desilusión adentro. Cuando llegamos a ser adultos, muchos de nosotros
aprendimos a negar nuestros sentimientos y a no estar más en contacto con
nuestras emociones personales características. Una esposa dice a su esposo:
«¿Cómo te sentiste por lo que hizo Don?» Y el esposo responde: «Creo que hizo
mal. Deberíamos...» Pero él no le está expresando sus sentimientos. Él está
«hablando de» sus pensamientos. Tal vez tiene razón para sentirse enojado,
herido o desilusionado, pero ha vivido tanto tiempo en el mundo de los
pensamientos que no reconoce sus sentimientos. Cuando tiene que aprender el
lenguaje de la conversación de calidad, es como si tratara de aprender un idioma
extranjero. El punto donde debe comenzar es poniéndose en contacto con sus
sentimientos aceptando que es una criatura emocional, a pesar de que ha negado
esa parte de su vida.
Si usted necesita aprender el lenguaje de la conversación de calidad, comience
notando las emociones que siente cuando está lejos de casa. Lleve consigo
siempre una libreta de notas. Tres veces cada día pregúntese: «¿Qué emociones
he sentido en las últimas tres horas? ¿Qué sentí camino del trabajo cuando el
conductor de atrás manejaba tan pegado a mi auto? ¿Qué sentí cuando me detuve
en la estación de gasolina y la bomba automática no cerró cuando se llenó el
tanque, derramando la gasolina en el costado de mi carro? ¿Qué sentí cuando
llegué a la oficina y supe que a mi secretaria le habían asignado otra tarea para
esa mañana? ¿Qué sentí cuando mi supervisor me dijo que el proyecto en el que
trabajaba debía ser terminado en tres días, y yo pensaba que tenía otras dos
semanas?»
Escriba sus sentimientos en su libreta, junto a una o dos palabras que lo ayuden a
recordar el acontecimiento que corresponde al sentimiento. Su lista puede ser
así:
Acontecimiento Sentimientos
manejando pegado enojado
a mi guardachoques
estación de gasolina muy trastornado
sin secretaria desilusionado
proyecto terminado frustrado y ansioso
en tres días
Haga ese ejercicio tres veces al día y desarrollará una conciencia real de su
naturaleza emocional. Usando sus notas, comunique sus sentimientos a su pareja,
contándole los acontecimientos, tantos días como sea posible. En pocas semanas
verá que se sentirá bien expresando sus emociones a él o a ella. Y con el tiempo se
sentirá bien expresando sus emociones sobre su cónyuge, los niños y los
acontecimientos del hogar. Recuerde: las emociones en sí no son ni buenas ni malas;
son simplemente nuestras respuestas sicológicas a los acontecimientos de la vida.
Basados en nuestros pensamientos y emociones, hacemos nuestras decisiones.
Cuando el conductor de atrás iba pegado a usted en la carretera, usted se sintió
enojado porque posiblemente tenía estos pensamientos:
Quisiera que se fuera; quisiera que se adelantara y me deje tranquilo; si pensaría
que no me va a alcanzar; aplastaría el acelerador y lo soltaría recién en un cambio
de luces; entonces frenaría en la raya de improviso, y su compañía de seguros me
compraría un auto nuevo; quizá sería mejor que me salga de la carretera y lo deje
pasar.
Usted tomó alguna decisión, o el otro se retrasó, o dobló, o lo pasó, y usted llegó
sano y salvo al trabajo. En cada uno de los eventos de la vida tenemos emociones,
pensamientos, deseos y acciones. A la expresión de ese proceso lo llamamos
autorrevelación. Si usted va a aprender el dialecto de amor en la conversación de
calidad, esta es la ruta de aprendizaje que debe seguir.
Tipos de personalidad
No todos nosotros estamos fuera de contacto con nuestras emociones, pero cuando
nos toca hablar, todos estamos afectados por nuestra personalidad. He observado dos
tipos básicos de personalidad. Al primero lo llamo «el Mar Muerto». En la pequeña
nación de Israel, el Mar de Galilea fluye hacía el sur a través del río Jordán hasta
llegar al Mar Muerto. El Mar Muerto no va a ninguna parte. Recibe pero no da. Este
tipo de personalidad recibe muchas experiencias, emociones y pensamientos durante
todo el día. Tienen un gran depósito donde almacenan toda esa información, y son
perfectamente felices de no hablar. Si usted le dice a una personalidad de Mar
Muerto: «¿Qué pasa? ¿Por qué no hablas esta noche?», probablemente responderá:
«No pasa nada». ¿Qué te hace pensar que pasa algo?» Y esa respuesta es
perfectamente honesta. Él está contento de no hablar. Podría manejar de Chicago a
Detroit sin decir ni una sola palabra, y sería completamente feliz.
En el otro lado está el «Arroyo rumoroso». Para esta personalidad, lo que quiera que
entra por la puerta del ojo o por la del oído sale por la puerta de la boca, y rara vez
hay más de sesenta segundos entre los dos. Lo que quiera que ven, lo que quiera que
oyen, lo dicen. Si alguien no está en casa para hablar, llamarán a alguien. ¿Sabes lo
que vi?, ¿Sabes lo que oí?» Si no pueden conseguir a alguien por teléfono, pueden
hablar consigo mismos porque no tienen depósito de almacenaje. Muchas veces un
«Mar Muerto» se casa con un «Arroyo rumoroso». Eso sucede porque cuando son
novios forman una pareja muy atractiva.
Una forma de aprender este nuevo patrón es estableciendo un tiempo diario de
comunicación, en el que cada uno contará tres cosas que le hayan sucedido ese día,
manifestando cómo se sintió frente a esos acontecimientos.
Si usted es un «Mar Muerto» y tiene como novio a un «Arroyo rumoroso», tendrá,
con seguridad, una bonita velada. No tiene que pensar: «¿Cómo iniciar la
conversación esta noche?» «¿Cómo mantendré la conversación?» En realidad, usted
no tiene nada que pensar. Todo lo que tiene que hacer es mover su cabeza y decir:
«Ajá, ajá», y la otra parte se encargará de llenar toda la noche y usted volverá a casa
diciendo: «iQué persona tan maravillosa!» Por otro lado, si usted es un «Arroyo
rumoroso» y se cita con un «Mar Muerto», tendrá una velada igualmente maravillosa,
porque los «Mar Muerto» son los mejores oyentes. Usted hablará por tres horas. Él lo
escuchará profundamente, y volverá a casa diciendo: «Qué persona maravillosa».
Sentirán atracción uno por el otro. Pero cinco años después del matrimonio, el
«Arroyo rumoroso» se despierta una mañana y dice: «Hemos estado casados por cinco
años, y todavía no lo Conozco». El «Mar Muerto dice»: «Yo la conozco demasiado
bien, desearía que se detuviera por un rato y me diera un descanso». La buena noticia
es que el «Mar Muerto» puede aprender a hablar, y e| «Arroyo rumoroso» puede
aprender a escuchar. Somos influenciados por nuestra personalidad pero no
controlados por ella.
Una manera de aprender nuevos patrones es establecer un tiempo para compartir
diariamente, en el que cada uno hablará acerca de tres cosas que le pasaron ese día, y
cómo se sintió acerca de ellas. Lo llamo el «el requisito mínimo diario» para un
matrimonio saludable. Si comienza con el requisito mínimo diario, en unas pocas
semanas o meses encontrará mayor calidad de conversación fluyendo más
libremente entre ustedes.
Actividades de calidad
Además de la calidad del tiempo del lenguaje básico del amor, hay otro dialecto
llamado actividades de calidad.
Recientemente en un seminario sobre matrimonio, pedí a las parejas que
completaran la siguiente oración: «Me siento más amado por mi esposo/esposa
cuando ».
Aquí está la respuesta de un esposo de veintinueve años de edad, quien hacía ocho
que estaba casado: «Me siento más amado por mi esposa cuando hacemos cosas
juntos; aquellas cosas que a mí me gustan hacer, y las que le gustan a ella. Hablamos
más. Es como una clase de cita nuevamente». Esta es una respuesta típica de
individuos cuyo lenguaje del amor es tiempo de calidad. El énfasis está en estar
juntos, en hacer cosas juntos, en darse atención individual el uno al otro.
Las actividades de calidad pueden incluir cualquier cosa en que uno o ambos
tengan interés. El énfasis no está en qué hacen sino en por qué lo hacen. El propósito
es experimentar algo juntos, caminar sobre eso sintiendo que: «Él cuida de mí. Desea
hacer algo conmigo lo cual disfruto, y lo hace con una actitud positiva». Eso es amor,
y para algunas personas, amor con mayúsculas.
Tracie creció con la sinfonía. Durante su niñez la casa se llenaba con música clásica.
Por lo menos una vez al año, acompañaba a sus padres a escuchar la sinfónica. Larry,
en cambio, creció en una región con música campesina. Nunca asistió a un
concierto, pero la radio siempre estaba prendida en la estación de música campesina.
Él decía que la sinfónica era música elevada. De no haberse casado con Tracie,
podría haber pasado toda su vida sin asistir, ni una vez a escuchar una orquesta
sinfónica. Antes de casarse, mientras estaba todavía en el estado del
enamoramiento obsesivo, fue a escuchar la música sinfónica. Pero aun en su estado
emocional eufórico, su actitud era: «¿Cómo puedes llamar música a esto?». Esta era
una experiencia que no esperaba repetir nunca después del matrimonio. Sin
embargo, varios años después, cuando descubrió que el tiempo de calidad era el
lenguaje básico del amor para Tracie, y que a ella le gustaba especialmente el
dialecto de la calidad de actividades —y que ir a escuchar una sinfonía era una de
sus actividades favoritas—, él eligió acompañarla con un espíritu entusiasta. Su
propósito era claro, no era asistir a la sinfónica, sino amar a Tracie y hablar su
lenguaje. Con el tiempo llegó a apreciar la sinfonía y aun ocasionalmente a disfrutar
de un movimiento o dos. Él nunca llegaría a ser un amante de esa clase de música,
pero ha llegado a ser un experto en amar a Tracie.
Una de las consecuencias de las actividades es que provee un banco de recuerdos
del cual tomar en los próximos años.
Las actividades de calidad pueden incluir cosas como ir a ventas de segunda mano,
comprar antigüedades, escuchar música, ir juntos de picnic, lomar largas caminatas o
lavar juntos el auto en un caluroso día de verano. Las actividades están limitadas
solamente por su interés y deseo de probar nuevas experiencias. Los ingredientes
esenciales en una actividad de calidad son: (1) por lo menos uno de los dos quiere
hacerlo, (2) el otro está dispuesto a hacerlo, (3) ambos saben por qué lo hacen: para
expresarse amor estando juntos.
Una de las consecuencias de las actividades de calidad es que provee un banco de
recuerdos del cual tomar en los próximos años. Es afortunada la pareja que puede
recordar una mañana temprano paseando a lo largo de la costa, la primavera en que
plantaron el jardín de flores, el tiempo cuando se lastimaron con hiedra venenosa
cazando conejos en e! bosque, la noche en que asistieron juntos a su primer partido
de baloncesto, la única vez que fueron a esquiar juntos y él se rompió una pierna, los
parques de diversiones, los conciertos, las catedrales, y ¡oh, sí!, el temor de pasar
por debajo de una catarata después de una caminata de dos millas. Pueden casi hasta
sentir la llovizna cuando lo recuerdan. Esas son memorias de amor, especialmente
para la persona en que el lenguaje primario del amor es la calidad del tiempo.
¿Y dónde encontraremos tiempo para tales actividades, especialmente sí ambos tienen
vocaciones fuera del hogar'? Hacemos el tiempo, lo mismo que lo hacemos para
almorzar y cenar. ¿Por qué? Porque es tan esencial para nuestro matrimonio como lo
son las comidas para nuestra salud. ¿Es difícil? ¿Requiere una planificación
cuidadosa? Sí. ¿Significa que tenemos que dejar de lado algunas actividades
individuales? Tal vez. ¿Significa que hacemos cosas que particularmente no
disfrutamos? Ciertamente. ¿Son de valor? Sin ninguna duda.¿Qué saco yo de eso?
El placer de vivir con un esposo que se siente amado y sabe que ha aprendido a
hablar fluidamente en su lenguaje del amor.
Una palabra personal de agradecimiento a Bill y Betty en Little Rock, quienes me
enseñaron el valor del lenguaje del amor número uno, palabras de afirmación, y el
lenguaje del amor número dos, tiempo de calidad. Ahora vamos a Chicago y al
lenguaje del amor número tres.
CAPÍTULO SEIS
Lenguaje de amor # 3: Recibir regalos
Estaba en Chicago cuando estudiaba antropología. Mediante etnografías detalladas,
visité a pueblos fascinantes de todo el mundo. Fui a América Central y estudié las
culturas avanzadas de los mayas y los aztecas. Crucé el Pacífico y estudié las tribus
de la Melanesia y la Polinesia. Estudié a los esquimales de la tundra norte y a los
aborígenes aínos del Japón. Examiné los patrones culturales del amor y del
matrimonio, y descubrí que en todas las culturas que estudié, el dar regalos era una
parte del proceso amor-matrimonio.
Los antropólogos están tan enamorados de los patrones culturales que tienden a
dominar las culturas; y yo estaba igual. ¿Podría ser que el dar regalos es una
expresión tan importante del amor, que trasciende las barreras culturales? ¿Siempre
es así, que la actitud de amor está acompañada por el concepto de dar? Esas son
preguntas académicas y de alguna manera filosóficas, pero la respuesta es sí, y tiene
profundas implicaciones para las parejas occidentales.
Hice un viaje antropológico a la isla de Dominica Nuestro propósito era estudiar la
cultura de los nativos caribeños y en el viaje conocí a Fred. El no era original del
Caribe sino que sus orígenes se remontaban al África. Había perdido una mano en
un accidente de pesca con dinamita. Desde el accidente no podía seguir pescando;
tenía mucho tiempo disponible y agradecí su compañía. Pasamos muchas horas
juntos hablando sobre su cultura.
En mi primera visita a su casa me dijo:
—Señor Gary, ¿quisiera un poco de jugo?
A lo que respondí con entusiasmo. Se volvió a su hermano menor y le dijo:
—Trae un poco de jugo para el señor Gary.
Su hermano se dio la vuelta, bajó por el sendero de tierra, trepó a un árbol de cocos y
volvió con un coco verde.
—¡Ábrelo! —ordenó Fred.
Con tres rápidos movimientos de machete, su hermano destapó el coco, haciendo un
agujero triangular en la parte superior. Fred me lo dio y dijo:
—Jugo para usted.
Era verde, pero lo tomé —y lo tomé todo— porque sabía que era un regalo de
amor. Yo era su amigo y a los amigos se les da jugo.
Al final de nuestras semanas juntos, cuando me preparaba para partir de la pequeña
isla, Fred me dio una muestra final de su amor. Era una vara retorcida de catorce
pulgadas de largo que había tomado del océano. Era suave de tanto golpear contra
las rocas. Fred dijo que esa vara había estado en las playas de Dominica por mucho
tiempo, y quería que la tuviera como un recuerdo de esta hermosa isla. Aun ahora,
cuando miro esa vara, casi puedo oír el sonido de las olas del Caribe. Pero no es tanto
un recuerdo de Dominica como lo es un recuerdo de amor.
Un regalo es algo que usted puede tener en su mano y decir: «Mira, él estaba
pensando en mí», o «Ella estaba pensando en mí». Usted debe pensar en alguien para
darle un regalo. El regalo mismo es un símbolo de ese pensamiento. No importa si
cuesta dinero; lo que importa es si usted pensó en él. Y no es ese pensamiento
implantado en la mente solamente lo que cuenta, sino el pensamiento expresado al
buscar y conseguir el regalo, y entregarlo como expresión de amor.
Las madres recuerdan los días cuando los hijos les traían flores del jardín como un
regalo. Se sentían amadas, aun si era una flor que ellas no querían que nadie la cortara.
Desde temprana edad, los niños son inclinados a dar regalos a sus padres, lo cual
puede ser otra indicación que el dar regalos es fundamental para el amor.
Los regalos son símbolos visuales del amor. La mayoría de las ceremonias de boda
incluyen el dar y recibir anillos. La persona que celebra la ceremonia dice: «Estos
anillos son símbolos espirituales y visibles de un lazo espiritual que une sus dos
corazones en un amor que no tiene final». Eso no es retórica que no tiene
importancia, sino la verbalización de una verdad importante: los símbolos que tienen
valor emocional. Tal vez eso es aun más gráficamente demostrado cerca del final de
un matrimonio que se desintegra, cuando el esposo o la esposa dejan de usar el
anillo de bodas. Es una señal visual de que el matrimonio está en serias dificultades.
Un esposo dijo: «Cuando ella me arrojó su anillo de bodas y salió de la casa
golpeando la puerta, supe que nuestro matrimonio estaba en serios problemas. No
recogí su anillo por dos días. Finalmente, cuando lo hice lloré inconteniblemente». El
anillo era un símbolo de lo que debió haber sido, pero allí en su mano y no en el
dedo de ella, fue un recordatorio visual de que el matrimonio estaba
terminándose. El anillo solitario tocó las emociones profundas del esposo.
Los símbolos visuales de amor son más importantes para unas personas, que
para otras. Por eso es que los individuos tienen diferentes actitudes hacia los
anillos de boda. Algunos nunca se sacan el anillo después de la boda. Otros
nunca usan un anillo después de la boda. Esa es otra señal de que las personas
tienen diferentes lenguajes principales de amor. Si recibir regalos es mi lenguaje
principal de amor, daré gran valor al anillo que ella me ha dado y lo usaré con
gran orgullo. También estaré grandemente con-movido por otros regalos que me
ha dado a través de los años. Los veré como expresión de amor. Sin los regalos
como símbolos visuales puedo llegar a cuestionar su amor.
Si el lenguaje principal de amor de un cónyuge es recibir regalos, usted puede ser
un excelente dador, porque este es uno de los lenguajes de amor más fáciles de
aprender.
Los regalos vienen en todos los tamaños, colores y formas. Algunos son costosos
y otros no cuestan nada. Para el individuo cuyo lenguaje principal de amor es
recibir regalos, el costo del regalo importará poco a menos que esté fuera de sus
posibilidades. Si un millonario regala solamente algo que vale mil dólares, el
cónyuge puede cuestionar si eso es una expresión de amor. Pero cuando la
economía de la familia es
Limitada, un regalo de un dólar puede significar un millón de dólares de amor.
Los regalos pueden ser comprados, encontrados o hechos. El esposo que se
detiene en el camino y arranca una flor silvestre para dársela a su esposa, ha
encontrado una expresión de amor, a menos que su esposa sea alérgica a las
flores silvestres. El hombre que puede pagarlo puede comprar una hermosa
tarjeta por poco dinero. El hombre que no puede pagarlo puede hacer una que no
le cueste nada. Toma un papel, lo dobla en la mitad, toma una tijera y recorta un
corazón, escribe «Te quiero» y pone su nombre. Los regalos no necesitan ser
caros.
Pero, qué de la persona que dice: «No soy un dador de regalos. No recibí
muchos regalos en mi infancia. Nunca aprendí a escoger regalos. No es algo
natural para mí». Felicitaciones, usted ha hecho el primer descubrimiento para
ser un gran amante. Usted y su esposa hablan diferentes lenguajes de amor.
Ahora que usted ha hecho ese descubrimiento, póngase a aprender su segundo
lenguaje. Si el lenguaje principal de amor de su cónyuge es recibir regalos, usted
puede llegar a ser un buen dador. En realidad, es uno de los lenguajes de amor
más fáciles de aprender.
¿Dónde comenzar? Haga una lista de todos los regalos que le ha gustado recibir
a su cónyuge a través de los años, regalos que usted le ha dado o que le han dado
los miembros de la familia u otros amigos. La lista le dará una idea de los
regalas que su cónyuge disfrutará. Si usted tiene poco o ningún conocimiento
sobre cómo escoger los regalos de su lista, pida la ayuda de los miembros de la
familia que conocen a su cónyuge. Mientras tanto, escoja los regalos que le son
más fáciles comprar, hacer o encontrar y déselos. No espere una ocasión
especial. Si recibir regalos es su lenguaje principal de amor, lo que quiera que
usted dé será recibido como una expresión de amor (si su cónyuge ha criticado
sus regalos en el pasado y casi nada de lo que le haya dado ha sido aceptable,
entonces el recibir regalos. casi con seguridad, no es el lenguaje principal de
amor de su pareja).
Regalos y dinero
Si usted va a ser un efectivo dador de regalos, tiene que cambiar su actitud en
relación con el dinero. Cada uno de nosotros tiene una percepción
individualizada de los propósitos del dinero y tenemos diferentes emociones
asociadas con el gastarlo. Algunos tenemos orientación para gastar; nos sentimos
bien cuando gastamos dinero. Otros tenemos una perspectiva de ahorro e
inversión; nos sentimos bien cuando ahorramos e invertimos sabiamente.
Si usted es un gastador, tendrá poca dificultad para comprar los regalos para su
cónyuge. Pero si es un ahorrador, experimentará resistencia ante la idea de gastar
dinero como expresión de amor. No compra muchas cosas para usted, ¿por qué
comprar cosas para su cónyuge? Pero esa actitud en realidad no reconoce que
usted está comprando cosas para usted mismo. Al ahorrar e invertir dinero, usted
está comprando seguridad emocional para usted. Está preocupándose de sus
necesidades emocionales por la manera en que maneja el dinero. Lo que no está
haciendo es suplir las necesidades emocionales de su cónyuge. Si des-cubre que
el lenguaje principal de amor de su cónyuge es recibir regalos, tal vez entenderá
que comprar regalos para él o ella es la mejor inversión que puede hacer. Está
invirtiendo en su relación y llenando su tanque emocional de amor, y con un
tanque de amor lleno, él o ella probablemente le retribuirá el amor en un lenguaje
que usted entenderá. Cuando se han suplido las necesidades emocionales de las
dos personas, su matrimonio entrará en una nueva dimensión. No se preocupe
por sus ahorros; usted siempre será un ahorrador, pero invertir en amar a su
cónyuge es invertir con mínimo de riesgo.
El regalo de uno mismo
Hay un regalo intangible que a veces habla más alto que el regalo que se puede
tener en la mano. Lo llamo «el regalo de uno mismo», o el regalo de la
presencia. Estar allí cuando su cónyuge lo necesita habla muy alto para aquel
cuyo lenguaje principal de amor es recibir regalos. Jan me dijo una vez:
—Mi esposo Don ama más al fútbol que a mí.
—¿Por qué dice eso? —le pregunté.
—Cuando nuestro niño nació, él estaba jugando futbol. Yo estaba en el hospital
toda la tarde mientras él jugaba fútbol —dijo.
—¿Estaba allí cuando el niño nació?
—Claro que sí. Estuvo hasta que el niño nació, pero después de diez minutos se
fue a jugar otra vez. Me sentía desolada. Era un momento muy importante en
nuestras vidas. Quería que lo viviéramos juntos, quería que estuviera conmigo;
no que me abandonara para ir a jugar.
Ese esposo pudo haber enviado una docena de rosas, pero eso no hubiera
hablado tan alto como su presencia en el cuarto del hospital, junto a ella. Jan
estaba completamente dolida por esa experiencia. El niño que nació ese día tiene
ahora quince años, pero ella recuerda lo que pasó como si hubiera sido ayer. Lo
comprobé más adelante:
—¿Sigue pensando que Don amaba más al fútbol que a usted, cuando eso
sucedió?
—Claro que sí—dijo—. El día del funeral de mi madre también estaba jugando
fútbol. No podía creerlo. Mis hermanos y hermanas vinieron a mi casa, pero mi
esposo estaba jugando fútbol.
Más adelante pregunté a Don sobre esos acontecimientos. El sabía exactamente
de lo que estaba hablando.
—Sabía que ella le contaría eso —dijo—. Estuve allí durante todo el tiempo, y
cuando el niño nació tomé fotografías y estaba muy feliz. Ansiaba contarles a los
muchachos del equipo, pero mi encanto se rompió cuando regresé al hospital esa
noche. Ella estaba furiosa conmigo. No podía creer lo que me decía. Pensé que estaría
orgullosa de mí por contárselo al equipo.
La presencia física en el momento crítico es el regalo más poderoso que usted
puede dar, si el lenguaje principal de amor de su cónyuge es recibir regalos.
—¿Y cuándo murió la madre de ella?
—Probablemente no le contó que tomé una semana libre antes de que muriera, y
que pasé toda la semana en el hospital y en la casa de su madre ayudando. Después
de que ella murió y el funeral terminó, sentí que había hecho todo lo que podía.
Necesitaba un respiro. Me gusta jugar fútbol, y sabía que eso me ayudaría a
relajarme y a aliviarme un poco del estrés. Pensé que ella hubiera querido que
descansara un poco. Había hecho lo que pensé que era importante para ella, pero no
era suficiente. Ella nunca ha dejado de recordarme esos dos días. Dice que amo al
fútbol más que a ella. ¡Eso es ridículo!
Era un esposo sincero que falló en entender el tremendo poder de la presencia. Que él
estuviera allí era para su esposa más importante que cualquier otra cosa. La
presencia física en tiempos críticos es el regalo más poderoso que usted puede dar, si
el lenguaje principal de amor de su cónyuge es recibir regalos. Su cuerpo llega a ser el
símbolo del amor. Quite el símbolo y el sentido de amor se desvanece. En la
consejería, Don y Jan se enfrentaron con las heridas y las incomprensiones del
pasado. Con el tiempo Jan pudo perdonarlo, y Don entendió por qué su presencia
era tan importante para ella.
Si la presencia física es tan importante para usted, también es importante que usted
lo haga saber. No esperé que él lea su mente. Si, por el contrario, su cónyuge le dice:
Quiero que estés conmigo, esta noche, ...mañana, ...esta tarde», tome su petición
seria: Desde su perspectiva eso ni puede ser importante. Pero si no responde a la
petición, puede comunicar un mensaje que bien no hubiera querido. Un esposo dijo
una vez: «Cuando falleció mi padre, el supervisor de mi esposa dijo que ella podía
tomarse dos horas para asistir al funeral, pero que tenía que estar de regreso en la
tarde. Mi esposa le dijo que su esposo necesitaba su compañía ese día y que por lo
tanto se tomaría todo el día.
»El supervisor replicó: "Si se toma todo el día puede perder su trabajo."
»Mi esposa le respondió: "Mi esposo es más importante que mi trabajo." Así que
pasó el día conmigo. Ese día me sentí más amado que nunca por ella. Nunca he
olvidado lo que hizo. Desde luego, ella no perdió su trabajo. Su supervisor pronto
salió de la empresa y le pidieron que ocupara SU lugar». Esa esposa había hablado el
lenguaje de amor de su esposo y él nunca lo olvidaría.
Casi todo lo que se ha escrito sobre el tema del amor dice que en el corazón del
amor está el espíritu de dar. Los cinco lenguajes del amor, todos ellos, nos invitan a
dar a nuestro cónyuge, pero para algunos, recibir regalos, símbolos visibles de amor,
habla más alto. Oí la ilustración más gráfica de esa verdad en Chicago cuando conocí
a Jim y Janice.
Ellos asistieron a un seminario sobre matrimonio y ofrecieron llevarme al
aeropuerto después del seminario, un sábado por la larde. Teníamos dos o tres
horas antes del vuelo, así que me invitaron a un restaurante. Como tenía hambre,
acepté. Esa tarde, sin embargo, tuve mucho más que una comida gratis.
Jim y Janice crecieron en casas de granja del centro de Illinois, a unos cien
kilómetros el uno del otro, y se mudaron a Chicago poco después de su boda. Y
allí estaba yo, escuchando su historia quince años y tres niños más tarde. Janice
comenzó a hablar apenas nos sentamos. Dijo:
—Doctor Chapman, queríamos llevarlo al aeropuerto para poder contarle nuestro
milagro.
La palabra milagro siempre me pone alerta. Especialmente, si no conozco a la
persona que está hablando. ¿Qué historia increible voy a oír? Me pregunté. Pero
me guardé todos mis pensamientos y presté toda mi atención a Janice. Estaba a
punto de llevarme una gran sorpresa. Ella continuó:
—Doctor Chapman, Dios lo usó a usted para realizar un milagro en nuestro
matrimonio.
A esta altura, ya me sentía culpable. Hacía un momento estaba cuestionando su
uso del término milagro, y ahora, en su mente, yo era el vehículo de un milagro.
Ahora escuchaba más atentamente. Janice continuó:
—Hace tres años asistimos a su seminario para matrimonios aquí en Chicago,
por primera vez. Estaba desesperada —dijo—. Estaba pensando seriamente en
dejar a Jim y así se lo dije. Nuestro matrimonio había estado vacío por mucho
tiempo. Me había dado por vencida ya. Durante muchos años me había quejado
con Jim, diciéndole que necesitaba su amor, pero él nunca respondió. Yo amaba
a los niños y sabía que él me amaba, pero sentía que no recibía nada de su parte.
En realidad, por ese tiempo, lo odiaba, Él era una persona metódica, hacía todo
por rutina; era predecible como un reloj y nada podía romper su rutina.
«Durante muchos años —continuó—, traté de ser una buena esposa. Cociné,
lavé, planché, cociné, lavé, planché. Hice todas las cosas que pensaba que una
buena esposa debía hacer. Tenía sexo con él porque sabía que era importante
para él, pero sentía que no recibía nada de él. Sentía como si hubiera dejado de
tener interés en mí después de que nos casamos, y simplemente se daba por bien
servido. Me sentí usada y despreciada. Cuando le hablé a Bill sobre mis
sentimientos, se rió y me dijo que tenía un buen matrimonio, como ningún otro
en la comunidad. Él no entendía por qué estaba tan infeliz. Me recordó las
cuentas que pagaba, la casa y el auto que tenía, que era libre para trabajar o no
trabajar fuera de casa y que debería estar feliz en vez de quejarme todo el
tiempo. Ni siquiera trató de entender mis sentimientos. Me sentí totalmente
rechazada.
»Bueno, así mismo —dijo, tomando su taza de te e inclinándose hacia mí—,
vinimos a su seminario hace tres años. Nunca habíamos estado en un seminario
matrimonial antes. No sabía qué esperar y francamente no esperaba mucho.
Pensé que nadie podía cambiarlo. Durante y después del seminario Jim no habló
mucho. Pareció gustarle. Me dijo que fue divertido, pero no habló conmigo
sobre ninguna de las ideas del seminario. No esperé mucho de él y no le pedí que
hiciera nada. Como le había mencionado, ya me había dado por vencida para
entonces.
»Como sabe —me dijo—, el seminario terminó un sábado por la tarde. El
sábado en la noche y el domingo fueron como de costumbre. Pero el lunes por la
tarde vino de su trabajo y me obsequió una rosa.
—¿Dónde la conseguiste? —le pregunté.
—La compré a un vendedor callejero —me respondió—. Pensé que merecías
una rosa.
Y comencé a llorar: —Oh, Jim, es tan lindo de tu parte... En mi mente —continuó—
sabía que compró la rosa de un moonie (de la secta de Moon). Había visto al joven
vendiendo rosas esa tarde, pero no me llamó la atención. El hecho era que me trajo
una rosa. El martes me llamó de la oficina alrededor de la una y treinta y me
preguntó qué me parecería si compraba una pizza y la traía a casa para la cena. Me
dijo que había pensado que debía descansar un poco de cocinar esa tarde. Le dije
que me parecía una excelente idea, así que trajo la pizza y tuvimos un lindo tiempo
juntos. A los niños les encantaba la pizza y agradecieron a su padre por traerla. Le
di un abrazo y le dije cuánto me había gustado.
»Cuando vino a casa el miércoles trajo una caja de chocolates a cada uno de los
niños y para mí un pequeño macetero con una plantita. Me dijo que la rosa moriría
con el tiempo, pero que podría disfrutarla mientras tanto. ¡Comenzaba a pensar que
tenía alucinaciones! No podía creer lo que Jim estaba haciendo, ni por qué lo estaba
haciendo. El jueves por la noche, después de la cena, me entregó una tarjeta con un
mensaje, diciéndome que no siempre puede expresarme su amor, pero esperaba que
la tarjeta, me diría cuánto yo le importaba. Nuevamente lloré, lo miré, y no pude
resistir abrazarlo y besarlo.
—¿Por qué no conseguimos alguien que cuide de los niños el sábado por la noche y
nos vamos los dos a cenar afuera? —sugirió.
—Sería maravilloso —dije—. El viernes por la noche se detuvo en la confitería y
nos compró a cada uno de nosotros nuestras galletas preferidas. Nuevamente nos
sorprendió diciéndonos que tenía algo especial para el postre.
«Para el sábado por la noche —dijo—, estaba en órbita. No tenía idea de lo que le
pasaba a Bill, o si duraría, pero estaba disfrutando de cada minuto. Después de
nuestra cena en el restaurante, le dije: —Tienes que decirme qué te pasa; no
entiendo.
Entonces, ella me miró y me dijo:
—Doctor Chapman. Tiene que entender. Este hombre no me había dado nunca una
flor desde que nos casamos. Nunca me dio una tarjeta en ninguna ocasión. Siempre
dijo: «Es un desperdicio de dinero; miras la tarjeta y la tiras». Habíamos salido a
comer solamente una vez en cinco años. Nunca les trajo nada a los niños, y solamente
esperaba comprarme lo esencial. Nunca había traído una pizza para la cena. Esperaba
que tuviera la cena lista todas las noches. ¡Quiero decir que hubo un cambio radical
en su conducta!
Me volví a Jim y le pregunté:
—¿Qué le dijo a ella en el restaurante, cuando le preguntó qué era lo que le estaba
sucediendo?
—Le dije que había escuchado su conferencia sobre los lenguajes del amor en el
seminario, y que me había dado cuenta que el lenguaje de ella eran los regalos.
También me di cuenta que no le había dado un regalo en muchos años, tal vez desde
que nos casamos. Recordé que cuando éramos novios le llevaba flores y otros
pequeños obsequios, pero después del matrimonio pensé que no tenía que hacerlo. Le
dije que me había propuesto darle un regalo cada día por una semana para ver si eso
producía algún cambio en ella. Y tengo que admitir que noté una gran diferencia en
su actitud durante la semana. También le dije que me había dado cuenta que lo que
usted dijo era verdad, y que aprender el lenguaje correcto del amor era la clave para
que la otra persona se sintiera amada. Le dije que lamentaba haber sido tan negativo
todos esos años y haberle fallado en suplir su necesidad de amor. Le dije que en
verdad la amaba y apreciaba debidamente todas las cosas que hacía por mí y los
niños. Le dije que, con la ayuda de Dios, iba a ser un dador de regalos el resto de mi
vida. Entonces ella me dijo: «Pero Jim, no puedes comprarme regalos todos los días
el resto de tu vida. ¡NO puedes hacer eso!». «Bueno, tal vez no todos los días, pero
por lo menos una vez a la semana. Eso sería cincuenta y dos regalos más por año que
lo que recibiste en los últimos cinco años —le dije—-. ¿Y quién dijo que los
compraré todos? Podría aun hacer algunos de ellos, o poner en práctica la idea del
doctor Chapman de arrancar una flor del jardín en la primavera.» Janice
interrumpió:
—Doctor Chapman, creo que no ha fallado ni una semana en tres años. Es un
nuevo hombre. No creería lo felices que hemos sido. Nuestros hijos ahora nos
llaman «periquitos». Mi tanque está lleno y derramándose. Volviéndome a Jim le
pregunté: —¿Qué le parece, Jim? ¿Se siente amado por Janice? —Siempre me he
sentido amado por ella, doctor Chapman. Es la mejor ama de casa del mundo. Es una
excelente cocinera. Tiene mi ropa limpia y planchada. Es maravillosa haciendo cosas
para los niños. Sé que me ama. Sonrió y dijo: —Ahora, usted sabe cuál es mi
lenguaje de amor, ¿verdad?
Lo sabía, y sabía por qué Janice había usado la palabra milagro.
Los regalos no necesitan ser costosos ni deben ser semanales, pero para algunas
personas, su valor no tiene nada que ver con el dinero y mucho que ver con el amor.
En el Capítulo siete aclararemos el lenguaje de amor de Jim.
CAPÍTULO SIETE
Lenguaje de amor # 4: Actos de servicio
Antes de dejar a Jim y Janice, examinemos la res-puesta de Jim a mi pregunta:
—¿Se siente amado por Janice?
—Siempre me he sentido amado por ella, doctor Chapman. Ella es la mejor ama de
casa del mundo. Es una excelente cocinera. Tiene mis vestidos limpios y
planchados. Es maravillosa haciendo cosas con los niños. Sé que me ama.
El lenguaje principal de amor de Jim era lo que yo llamo «actos de servicio». Por actos
de servicio quiero decir hacer cosas que usted sabe que a su cónyuge le gusta que
usted haga. Usted busca agradarlo sirviéndolo, para expresar su amor por él y
haciendo cosas para él.
Tales acciones, como cocinar, servir una mesa, lavar platos, pasar una aspiradora,
limpiar una cómoda, sacar los cabellos del resumidero, quitar las manchas del
espejo, quitar los insectos del parabrisas, sacar la basura, cambiar Los pañales del
niño, pintar un dormitorio, desempolvar los anaqueles, mantener el auto en
condiciones de operación, lavar el auto, limpiar el garaje, podar el césped, recortar
los arbustos, recoger las hojas, desempolvar las persianas, sacar a pasear al perro,
cambiar la caja del gato, cambiar el agua del acuario de peces, etcétera, todos son
actos de servicio. Requieren pensamiento, planificación, tiempo, esfuerzo y energía.
Si se hacen con un espíritu positivo, son en verdad expresiones de amor.
Jesucristo dio una simple pero profunda ilustración de la expresión del amor por
medio de un acto de servicio cuando lavó los pies de sus discípulos. En una cultura
donde la gente usaba sandalias y caminaba por las calles polvorientas, era
costumbre que el siervo de la familia lavara los pies de los invitados cuando estos
llegaban. Jesús, que había enseñado a sus discípulos a amarse el uno al otro, les dio
ejemplo de cómo expresar ese amor al tomar una palangana y una toalla, y procedió a
lavar sus pies.1 Después de esa simple expresión de amor, los animó a seguir su
ejemplo.
Anteriormente, Jesús había indicado que en su Reino los que quisieran ser grandes
serían siervos. En la mayoría de las sociedades, los que son grandes se enseñorean
sobre los que son más pequeños, pero Jesucristo dijo que los que eran grandes
debían servir a los demás. El apóstol Pablo resumió esa filosofía cuando dijo:
«Servíos los unos a los otros en amor.»2
Descubrí el impacto de los actos de servicio en la pequeña villa de China Grove, en
Carolina del Norte. China Grove fue asentada originalmente entre arbustos de
frambuesa china, no lejos del legendario Mayberry, de Andy Griffith, y a una hora y
media del Monte Pilot. Al momento de escribir esta historia China Grove es ya un
pueblo textil con una población de 1.500 habitantes. Yo había estado lejos por más
de diez años, estudiando antropología, sicología y teología, y cumplía mi visita
semianual para mantenerme en contacto con mis raíces.
Conocía a casi todos menos al doctor Shin y al doctor Smith, quienes trabajaban en la
fábrica de tejidos. El doctor Shin era el médico y el doctor Smith era el dentista. Y
por supuesto allí estaba el predicador Blackburn, que era el pastor de la iglesia. Para
la mayoría de parejas en China Grove, la vida se centraba en él trabajo y en la
iglesia. La conversación de toda la fábrica tenía que ver con la última decisión del
superintendente y cómo afectaba ésta a sus trabajos en particular. Los servicios en la
iglesia se centraban principalmente en los anticipados gozos del cielo. En ese
prístino escenario americano descubrí el lenguaje de amor número cuatro.
Estaba bajo un árbol, luego de haber salido de la iglesia un domingo, cuando Mark y
Mary se me acercaron. No los reconocí a ninguno de ellos. Supuse que habrían
crecido mucho mientras yo estaba lejos. Mark se presentó diciendo:
—Sé que ha estado estudiando consejería.
Sonreí y dije:
—Bueno, un poquito.
—Tengo una pregunta —dijo—. ¿Puede una pareja permanecer casada si no se
ponen de acuerdo en nada?
Esta era una de esas preguntas teóricas que yo sabía que tenían una raíz personal.
Hice a un lado la naturaleza teórica de su pregunta y le hice una pregunta personal.
_¿Por cuánto tiempo han estado casados?
—Dos años —respondió—. Y no nos ponemos de acuerdo en nada.
—Déme algunos ejemplos —continué.
—Bueno, uno es que a Mary no le gusta que yo vaya de cacería. Trabajo en la
fábrica toda la semana y me gusta ir de cacería los sábados. No todos los sábados,
sino cuando es temporada.
Mary, que había estado callada hasta este momento, interrumpió:
—Y cuando la temporada de cacería termina, él se va de pesca, y además no
caza solamente los sábados; a veces hasta deja de trabajar para ir a cazar.
—Una o dos veces al año dejo de trabajar uno o dos días para ir de cacería a las
montañas, con algunos compañeros. No creo que haya nada malo en eso.
—¿En qué más no se ponen de acuerdo? —pregunté. —Bueno; ella quiere que
vaya a la iglesia todo el tiempo. No me importa ir el domingo por la mañana,
pero el domingo por la noche quiero descansar. Está bien si ella quiere ir, pero
no creo que yo deba ir. Nuevamente Mary habló:
—En verdad no quieres que vaya tampoco —dijo—Haces un alboroto cada vez
que paso la puerta.
Sabía que las cosas no se iban a solucionar en un día caluroso bajo la sombra de
un árbol frente a una iglesia, pero como un joven aspirante a consejero, temía
que ya no podía parar el asunto, y como había sido entrenado para preguntar y
escuchar, continué:
—¿En qué otras cosas no están de acuerdo? En esta ocasión fue Mary quien
respondió: —Quiere que permanezca en el hogar todo el día y que trabaje en la
casa —dijo—. Se pone furioso si voy a ver a mi madre, o voy de compras o algo.
—No me importa que vaya a ver a su madre —dijo él—, pero cuando vuelvo a
casa me gusta ver todo limpio. Algunas semanas no arregla la cama por tres o
cuatro días, y la mitad del tiempo ni siquiera ha comenzado a preparar la cena.
Yo trabajo mucho y me gusta comer cuando llego a casa. Además la casa es un
verdadero caos —continuó el muchacho—. Las cosas del niño están tiradas por
el piso, el niño está sucio y a mí no me gusta la inmundicia. Ella parece feliz de
vivir en un chiquero. No tenemos muchas cosas, vivimos en una casa pequeña de
la fábrica, pero por lo menos debe estar limpia.
—¿Qué hay de malo si él me ayuda en la casa? —preguntó Mary—. El se
comporta como un esposo que cree que no debe hacer nada en la casa. Todo lo
que quiere es trabajar y cazar. Quiere que yo haga todo. ¡Hasta quiere que lave el
auto!
Pensando que sería mejor comenzar a buscar soluciones antes que continuar
buscando más desacuerdos, miré a Mark y le pregunté:
—Mark, cuando estaban de novios, antes que se casa-ran, ¿se iba de cacería
todos los sábados?
—La mayoría de los sábados —dijo—, pero siempre llegaba a casa a tiempo
para verla el sábado por la noche. La mayor parte de las veces llegaba a casa a
tiempo para lavar mi camión antes de ir a verla. No me gustaba ir a verla con un
camión sucio.
—Mary, ¿qué edad tenía cuando se casó? —le pregunté.
—Dieciocho años —dijo—. Nos casamos poco después de que terminé mi
escuela secundaria. Mark se graduó un año antes que yo y ya estaba trabajando.
—Durante los años de escuela secundaria, ¿con qué frecuencia Mark la visitaba?
—inquirí.
—Venía casi todas las noches —dijo ella—. En verdad, venía por las tardes y a
menudo se quedaba y comía con mi familia. Me ayudaba a hacer los trabajos de la
casa y luego nos sentábamos y conversábamos hasta la hora de la comida.
—Mark, ¿qué hacían los dos después de la comida? —pregunté.
Mark me miró con una sonrisa de vergüenza y dijo:
—Bueno, lo que hacen los novios, usted sabe.
—Pero si yo tenía un trabajo de la escuela —dijo Mary—, él me ayudaba. A
veces pasábamos horas en esos trabajos. Yo estaba encargada de la carroza
alegórica de Navidad, y me ayudó por tres semanas todas las tardes. Fue hermoso.
Cambié el giro y me concentré en la tercer área de su desacuerdo.
—Mark, cuando estaba de novio, ¿iba a la iglesia con Mary los domingos por la
noche?
—Sí, iba —respondió—. Si no iba a la iglesia con ella no podría verla esa noche.
Su padre era estricto en ese sentido.
—Él nunca se quejaba —dijo Mary—. En realidad, parecía disfrutarlo. Inclusive nos
ayudaba con el programa de Navidad. Después de que terminamos de hacer la
carroza alegórica comenzamos a trabajar en el programa para la iglesia. Pasamos
como dos semanas trabajando en eso. Él es muy bueno cuando se trata de pintar y
de arreglar escenarios.
Pensé que comenzaba a ver algo de luz, pero no estaba seguro si Mark y Mary lo
veían. Me volví a Mary y le pregunté:
—Cuando estaba de novia con Mark, ¿qué la convenció de que realmente la amaba?
¿Qué lo hacía diferente de los otros muchachos con los que salía?
—La manera en la que me ayudaba en todo —dijo—. Estaba ansioso de ayudarme.
Ninguno de los otros muchachos jamás expresaron ningún interés en esas cosas, pero
parecía muy natural para Mark. Aun me ayudaba a lavar los platos cuando comía en
nuestra casa. Era la persona más maravillosa que había conocido, pero después que
nos casamos eso cambió. No me ayudó en nada.
Volviéndome a Mark le pregunté:
—¿Por qué cree que hizo todas esas cosas para y con ella antes del matrimonio?
—Me parecía natural —dijo—. Es lo que quisiera que hicieran conmigo si me
amaran.
—¿Y por qué cree que dejó de ayudarla después de que se casaron? —le pregunté.
—Bueno, pensé que sería como en mi familia. Papá trabajaba y mamá cuidaba de
todas las cosas en la casa. Nunca ví a mi padre limpiar el piso, lavar los platos o hacer
ninguna tarea doméstica. Puesto que mamá no trabajaba fuera de la casa, mantenía
todo limpio, cocinaba, lavaba y planchaba. Pensaba que esa era la manera en que
tenía que ser.
Esperando que Mark viera lo que yo veía, le pregunté:
—Mark, hace un momento, ¿qué oyó decir a Mary cuando le pregunté qué era lo que
la había hecho sentirse amada cuando eran novios?
Respondió:
—Ayudarla y hacer las cosas con ella.
Las peticiones dan dirección al amor, pero las demandas detienen el flujo del
amor.
—Así que, entiende —continué—, ¿por qué no se ha sentido amada ella cuando
usted dejó de ayudarla con sus cosas?
Asintió con la cabeza. Continué:
—Fue normal para usted seguir el modelo de su padre y su madre en el matrimonio.
Casi todos tenemos esa tendencia, pero su conducta hacia Mary tuvo un cambio
radical con respecto al noviazgo. Lo único que le aseguraba a ella su amor,
desapareció.
Pregunté a Mary:
—Qué oyó decir a Mark cuando le pregunté: «¿Por qué hizo todas esas cosas
para ayudar a Mary cuando eran novios?»
—Dijo que era natural para él —replicó. —Así es —dije—. También dijo que
eso es lo que quisiera que alguien haga por él si lo amara. Él hacía cosas para
usted y con usted, porque en su mente esa era la manera en que cualquiera
muestra amor. Una vez que se casaron y vivieron en su casa, él esperaba que
usted hiciera cosas que demostraran que usted lo amaba, como mantener limpia
la casa, cocinar, etc.; en resumen, usted tendría que hacer cosas para expresarle
su amor. Cuando él no la vio hacer esas cosas, ¿entiende por qué no se sintió
amado? Mary asintió con la cabeza. Continué: —Pienso que la razón por la cual
ambos son infelices en el matrimonio es que ninguno de ustedes muestra su
amor haciendo nada por el otro. Mary dijo:
—Pienso que está en lo cierto, y la razón por la que dejé de hacer cosas para él
es porque me ha ofendido su espíritu exigente. Es como si quisiera hacerme
igual a su madre.
—Así es —dije—, y a nadie le gusta ser forzado a hacer nada. El amor se da
libremente. No se puede exigir amor. Las peticiones dan dirección al amor, pero
las demandas detienen el flujo del amor. Mark interrumpió y dijo:
—Ella tiene razón, doctor Chapman. He sido demandante y crítico porque he
estado desilusionado de ella como esposa. Sé que he dicho algunas cosas crueles
y entiendo por qué ella está tan enojada conmigo.
—Pienso que las cosas pueden cambiar muy fácilmente en este momento —dije.
Saqué dos tarjetas de mi bolsillo—. Probemos algo. Quiero que cada uno de
ustedes se siente en los escalones de la iglesia y escriba una lista de peticiones.
Mark, quiero que haga una lista de tres o cuatro cosas que, si Mary decide
hacerlas, lo harán sentirse amado cuando llegue a la casa por las tardes. Si
arreglar la casa es tan importante para usted, entonces escríbalo. Mary, quisiera
que haga una lista de tres o cuatro cosas que quisiera que Mark la ayudara a
hacer, cosas que, él decide hacerlas, la ayudarían a saber que él la ama. (Me
gustan las listas; ayudan a pensar en forma concreta).
Después de cinco o seis minutos me entregaron sus listas. La de Mark decía:
1.
2.
Arreglar las camas todos los días.
3.
4.
Tener lavada la cara del niño cuando llegue a casa.
Guardar sus zapatos en el guardarropa antes que llegue a casa.
Haber comenzado a cocinar antes que llegue a casa para que podamos
comer en 30 ó 45 minutos después de mi llegada.
Leí la lista en voz alta y dije a Mark:
—Entiendo que si ella acepta cumplir con esto usted lo tomará como un acto de
amor hacia usted.
—Así es —dijo—. Si ella hace esas cuatro cosas, habrá recorrido un gran trecho
en mi cambio de actitud hacia ella.
Entonces leí la lista de Mary:
1.
2.
3.
Quiero que lave el auto todas las semanas en vez de esperar que yo lo haga.
Quiero que cambie los pañales del niño cuando llegue a casa por la tarde,
especialmente si estoy cocinando.
Quiero que pase la aspiradora en la casa una vez a la semana.
4. Quiero que corte el césped todas las semanas en el verano y no deje que crezca
tanto, lo que me hace sentir avergonzada por mi patio.
Le dije:
—Mary; entiendo que dice que si Mark acepta hacer estas cuatro cosas, tomará estas
acciones como verdaderas expresiones de amor hacia usted.
—Así es —dijo—. ¡Sería maravilloso si él hiciera esas cosas!
—Le parece razonable esta lista. Mark. ¿Es factible para usted hacer estas cosas?
—Sí—dijo.
—Mary, ¿las cosas de la lista de Mark le parecen razonables y factibles para usted?
¿Podría hacerlas si se decide?
—Sí—dijo—. Puedo hacer esas cosas. En el pasado me he sentido abrumada porque
no importaba lo que hiciera, nunca era suficiente.
—Mark —dije—, entiendo que estoy sugiriendo un cambio de modelo de
matrimonio distinto del que su padre y su madre tenían.
—¡Oh! —dijo—, ¡mi padre cortaba el césped y lavaba el auto!
—Pero él no cambiaba los pañales ni limpiaba el piso, ¿verdad?
—Así es —dijo.
—No tiene que hacer esto, ¿entiende? Si lo hace, sin embargo, será un acto de amor
para Mary.
Y a Mary le dije:
—Usted debe entender que no tiene que hacer estas cosas, pero si quiere expresar su
amor para Mark, aquí están cuatro maneras que serán significativas para él. Quiero
sugerirle que las ensayen por dos meses y vean si ayudan a mejorar la relación. Al final
de los dos meses, ustedes pueden añadir peticiones adicionales a su lista y
compartirlas con el otro. Sin embargo, no deben añadir más de una petición por mes.
—Esto tiene sentido —dijo Mary.
—Creo que nos ha ayudado —dijo Mark.
Se tomaron de la mano y se fueron hacia su automóvil. Me dije en voz alta: «Creo
que para esto es la iglesia. Voy a ser feliz siendo consejero». Nunca he olvidado el
discernimiento que obtuve bajo ese árbol de frambuesas chinas.
Lo que hacemos por cada uno antes del matrimonio no es una indicación de lo que
haremos después del matrimonio.
Después de años de investigación comprendí qué situación única me presentaron
Mark y Mary. Rara vez me topé con una pareja en la que los dos hablan el mismo
lenguaje de amor. Para ambos, los «actos de servicio» era su lenguaje principal de
amor. Cientos de individuos pueden identificarse con Mark o con Mary, y reconocer
que la manera principal en la que ellos se sienten amados es por aquellos actos de
servicio de parte de su cónyuge. Guardar los zapatos, cambiar los pañales, lavar los
platos o el auto, limpiar o podar habla mucho para aquel individuo para quien los
actos de servicio son el lenguaje principal de amor.
A lo mejor usted se preguntará: Si Mark y Mary tenían el mismo lenguaje principal
de amor, ¿por qué tenían tantas dificultades? La respuesta radica en el hecho de
que los dos hablaban diferentes dialectos. Hacían cosas para el otro pero no las más
importantes; cuando fueron forzados a pensar concretamente, fácilmente
identificaron sus dialectos específicos. Para Mary era lavar el auto, cambiar los
pañales, limpiar el piso y podar el césped, mientras que para Mark era arreglar la
cama, lavar la cara del niño, guardar tos zapatos y tener la cena preparándose
cuando él llegara a casa. Cuando comenzaron a hablar los dialectos adecuados,
su tanque de amor comenzó a llenarse. Puesto que los actos de servicio eran su
lenguaje principal de amor, aprender el lenguaje específico del otro era
relativamente fácil para ellos.
Antes de dejar a Mark y Mary me gustaría hacer otras (observaciones. Primero,
ellos ilustran claramente que aquello que hacemos antes del matrimonio no es
ninguna indicación de lo que haremos después de la boda. Antes de casarnos
somos empujados por la fuerza de la obsesión del enamora-miento. Después
volvemos a ser lo que éramos antes de enamoramos. Nuestras acciones son
influidas por el modelo de nuestros padres, por nuestra propia personalidad,
nuestra percepción del amor, nuestras emociones, necesidades y deseos.
Solamente una cosa es cierta en relación con nuestra conducta: no será la misma
conducta que teníamos cuando estábamos atrapados en el enamoramiento.
Eso me lleva a la segunda verdad ilustrada por Mark y Mary: el amor es una
condición que no puede ser coaccionada. Mark y Mary se criticaban mutuamente
sus conductas y no iban a ninguna parte. Una vez que comenzaron a hacerse
peticiones más que demandas, su matrimonio comenzó a restablecerse. Las
críticas y las demandas tienen la tendencia de llevamos a los extremos. Con
suficiente crítica usted puede conseguir que su cónyuge haga algo que usted
quiere, pero no lo hará como una expresión de amor. Usted puede dar una
dirección al amor haciendo peticiones: «Quiero que laves el auto, cambies los
pañales del niño, que cortes el césped», pero no puede crear la voluntad de amar.
Cada uno de nosotros debe decidir diariamente amar o no amar a su cónyuge. Si
decidimos amar, entonces expresémoslo, de la manera en que las peticiones de
nuestro cónyuge hagan nuestro amor más afectivo emocionalmente.
Hay una tercera verdad que sólo el amante maduro puede oír. La crítica de mi
cónyuge en relación con mi conducta me da el indicio más claro de cuál es su
lenguaje principal de amor. Las personas tienden a criticar más a su cónyuge en
el área en la que ellas tienen la necesidad más grande. Su crítica es una manera
inefectiva de pedir amor. Si entendemos eso, puede ayudarnos a procesar su
crítica de una manera más productiva. Una esposa puede decir a su esposo,
después de oír una crítica: «Suena como que es demasiado importante para ti.
¿Podrías explicar por qué es tan importante?» La crítica necesita a menudo una
aclaración. Iniciar una conversación puede cambiar la crítica en una petición, en
lugar de quedar como una demanda. La constante condenación de Mary por la
cacería de Mark no era una expresión de odio de ella por la caza, sí no que ella
culpaba a la caza de impedir que Mark lavara el auto, limpiara la casa y cortara
el césped. Cuando él aprendió a llenar la necesidad de amor de ella, usando su
lenguaje principal de amor, ella fue libre para apoyarlo en sus actividades de
caza.
¿Monigote o esposa?
«Le he servido por veinte años. He dependido de él para todo. He sido su
monigote, no me ha tomado en cuenta para nada, me ha maltratado, me ha
humillado delante de mis amigas y de la familia. No lo odio, no le deseo ningún
mal, pero me ha herido y ya no quiero vivir más con él». Esa esposa ha realizado
actos de servicio por veinte años, pero no han sido expresiones de amor. Fueron
cosas que hizo por temor, culpa y resentimiento.
Un monigote es un objeto inanimado. Puede hacer lo que quiera con él. Puede ser su
siervo pero no su compañero. Cuando tratamos a nuestros cónyuges como objetos,
descartamos la posibilidad del amor. La manipulación por medio de la culpa («Si
fueras un buen cónyuge harías esto por mí») no es un lenguaje de amor. La coerción
por el temor («Tú harás esto o lo lamentarás») es ajena al amor.
Debido a los cambios sociológicos de los últimos treinta años, ya no hay un
estereotipo común del papel masculino y femenino en la sociedad occidental.
Ninguna persona puede ser un monigote. Podemos dejar que nos utilicen, pero en
realidad somos criaturas con emociones, pensamientos y deseos. Y tenemos la
capacidad de tomar decisiones y actuar. Dejar que otros nos usen o manipulen no es un
acto de amor. En realidad es un acto de traición. Usted está permitiendo que él o ella
desarrollen hábitos inhumanos. El amor dice: «Te amo demasiado para permitir que me
trates de esta manera. No es bueno para ti ni para mí.»
Vencer los estereotipos
Aprender el lenguaje amoroso de los actos de servicio requerirá que algunos de
nosotros examinemos nuestros estereotipos de los papeles de los esposos y las
esposas. Mark estaba haciendo lo que la mayoría de nosotros hacemos
naturalmente. Estaba siguiendo el modelo del papel de sus padres. Pero ni siquiera
eso lo estaba haciendo bien. Su padre lavaba el auto y cortaba el césped. Mark no lo
hacía, pero esa era la imagen mental que tenía de lo que un esposo debería hacer.
Definitivamente no se imaginaba pasando la aspiradora al piso ni cambiando los
pañales del niño. Le damos crédito de querer romper este estereotipo cuando
comprendió cuán importante era para Mary. Eso es lo que necesitamos hacer todos
nosotros si el lenguaje principal del amor de nuestro cónyuge nos pide algo que nos
parece inapropiado para nuestro papel.
Debido a los cambios sociológicos de los últimos treinta años, ya no hay un
estereotipo común de los papeles masculino y femenino en la sociedad
norteamericana. Sin embargo, eso no quiere decir que se hayan removido todos los
estereotipos. Significa más bien que el número de estereotipos se ha multiplicado.
Antes de los días de la televisión, la idea que una persona tenía de lo que la esposa y
el esposo debían hacer y cómo debían relacionarse estaba influida principalmente por
los padres de uno. Con la penetración de la televisión y la proliferación de las
familias con un solo padre, sin embargo, los modelos de papeles son influidos a
menudo por fuerzas fuera del hogar. Cualesquiera que sean sus percepciones,
seguramente su cónyuge percibe los papeles maritales de una manera diferente a
como usted lo hace. Se necesita un deseo de examinar y cambiar los estereotipos
para expresar el amor más efectivamente. Recuerde: el mantener los estereotipos no
da réditos, pero sí hay grandes beneficios en llenar las necesidades emocionales de
su cónyuge.
Recientemente una esposa me dijo:
—Doctor Chapman, voy a enviar a todos mis amigos a su seminario.
—¿Y por qué lo haría? —inquirí.
—Porque eso ha cambiado radicalmente nuestro matrimonio —dijo—. Antes del
seminario, Bob nunca me ayudaba en nada. Los dos comenzamos nuestras carreras
enseguida que salimos de la universidad, pero mi papel fue siempre hacer todo en la
casa. Era como si nunca se hubiera cruzado por su mente el ayudarme en nada.
Después del seminario, vino y me preguntó: «¿En qué puedo ayudarte esta noche?>>
iEra sorprendente! Al principio no podía creer que fuera real, pero ha persistido por
tres años. Tengo que admitir que hubo momentos difíciles y hasta humorísticos en
esas primeras semanas, porque él no sabía cómo hacer nada. La primera vez que se
puso a lavar ropa usó blanqueador no diluido en vez de detergente corriente.
¡Nuestras toallas azules salieron con lunares blancos! Luego puso «lo que sobraba»
de la limpieza del baño en la pileta de la cocina, del lado del triturador. Sonaba raro y
luego comenzaron a salir burbujas de jabón. No sabía lo que pasaba hasta que
apagué el triturador de basura, metí mi mano y saqué lo que quedaba de una barra de
jabón del tamaño de un cuarto. Pero él me estaba amando en mi lenguaje, y mi
tanque estaba llenándose. Ahora él sabe cómo hacer todas las cosas en la casa y
siempre anda buscando cómo ayudarme. Pasamos mucho tiempo juntos porque no
tengo que trabajar todo el tiempo. Créame, he aprendido el lenguaje de él y tengo el
tanque lleno.
¿Es así de sencillo?
Sencillo sí. Fácil no. Bob tuvo que hacer muchos esfuerzos para romper el
estereotipo con el que había vivido por treinta y cinco años. No fue fácil. Pero él
diría que aprender el lenguaje de amor de su cónyuge, y decidir «hablarlo» causó
un gran impacto en el ambiente emocional del matrimonio. Ahora, vayamos al
lenguaje de amor número cinco.
NOTAS
1.
2.
Juan 13:3-17
Gálatas5:13
CAPÍTULO OCHO
Lenguaje de amor #5: Toque físico
Hemos sabido desde siempre que el contacto físico es una manera de comunicar
amor. Numerosas investigaciones en el campo del desarrollo infantil han llegado a
esta conclusión: los niños que son tenidos en los brazos, abrazados y besados
desarrollan una vida emocional más saludable que los que son dejados solos por
largo tiempo sin contacto físico. La importancia de tocar a los niños no es una idea
moderna. En el primer siglo, los hebreos que vivían en Palestina, reconociendo que
Jesús era un gran maestro, traían a los niños «para que los tocara.»' Usted recuerda
que los discípulos de Jesús reprendieron a esos padres porque pensaban que Jesús
estaba demasiado ocupado para una actividad «tan frívola». Pero las escrituras dicen
que Jesús se indignó con los discípulos y les dijo: «Dejad a los niños venir a mí, y
no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el
que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los
brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía». Los padres sabios, en
cualquier cultura, son los padres que tocan a sus niños.
El contacto físico es también un poderoso vehículo para comunicar el amor marital.
Tenerse de las manos, besarse, abrazarse y tener relaciones sexuales son los medios
de comunicar el amor al cónyuge. Para algunos individuos, el contacto físico es su
lenguaje amoroso principal. Sin eso, no se sienten amados. Con eso, su tanque
emocional está lleno y se sienten seguros del amor de su cónyuge.
Los antiguos decían: «La manera de llegar al corazón de un hombre es a través de su
estómago». Más de un hombre han sido «engordados para el matadero» por mujeres
que han creído esta filosofía. Los antiguos, por su-puesto, no estaban pensando en
el corazón físico, sino en el centro romántico del hombre. Sería más apropiado decir:
«El camino para el corazón de algunos hombres es a través de su estómago».
Recuerdo aquel esposo que me dijo:
—Doctor Chapman, mi esposa es una cocinera de primera categoría. Pasa horas en
la cocina. Ella hace estas comidas muy elaboradas. ¿Yo? Yo soy un hombre de
carne y papas. Yo le digo que está desperdiciando su tiempo; sólo quiero comida
sencilla. Ella se ofende y dice que no aprecio lo que hace. Yo lo aprecio. Solamente
quiero que no se complique demasiado y no pase tanto tiempo preparando las
comidas elaboradas. Entonces tendríamos más tiempo juntos, y ella tendría la
energía para hacer otras cosas.
Obviamente, esas «otras cosas» estaban más cerca a su corazón que las comidas
complicadas.
La esposa de ese hombre era una amante frustrada. En la familia en la que ella
creció, su madre era una excelente cocinera y su padre apreciaba sus esfuerzos.
Recuerda haber oído a su padre decir a su madre: «Cuando me siento ante comidas
como ésta, es fácil para mí amarte». Su padre era una fuente de comentarios
positivos para su madre, por su habilidad para la cocina. En público y en privado él
alababa sus habilidades culinarias. Esa hija aprendió bien del ejemplo de su madre.
El problema era que no estaba casada con su padre. Su esposo tenía un lenguaje
amoroso diferente.
En mi conversación con este esposo, no tomó mucho tiempo descubrir que las «otras
cosas» para él significaban sexo. Cuando su esposa respondía sexualmente se sentía
seguro de su amor. Pero cuando, por cualquier razón, ella se retiraba sexualmente de
61, todas sus habilidades culinarias no lo convencían de que ella realmente lo
amaba. Él no objetaba las comidas elaboradas, pero en su corazón eso jamás podría
sustituir a lo que consideraba que era el «amor».
La relación sexual, sin embargo, es sólo uno de los dialectos en el lenguaje
amoroso del toque físico. De los cinco sentidos, el tacto, a diferencia de los otros
cuatro, no se limita solamente a determinada área del cuerpo. A través de todo el
cuerpo se encuentran localizados unos diminutos receptores táctiles y sensoriales.
Cuando esos lugares son tocados o presionados, los nervios llevan esos impulsos al
cerebro. El cerebro, por su parte, interpreta estos impulsos, por lo que percibimos
que la cosa que nos tocó es caliente o fría, dura o suave, si causa dolor o placer.
También podemos interpretarla como amante u hostil.
Algunas partes del cuerpo son más sensibles que otras. La diferencia se debe al
hecho de que los diminutos receptores táctiles no están esparcidos indistintamente
por el cuerpo, sino colocados en grupos. Así, la punta de la lengua es altamente
sensible al tacto, mientras que la espalda o los hombros son menos sensibles. Las
puntas de los dedos o la punta de la nariz son otras áreas extremadamente sensibles.
Nuestro propósito, sin embargo, no es entender la base neurológica del sentido del
tacto, sino más bien su importancia sicológica.
El contacto físico puede producir o romper una relación. Puede comunicar odio o
amor. Para la persona cuyo lenguaje principal de amor es el contacto físico. El
mensaje sonará más alto que las palabras: «Te odio» o «Te amo». Una bofetada en la
cara es perjudicial para cualquier niño, pero es devastador para un niño cuyo
lenguaje principal es el toque físico. Lo mismo sucede con los adultos.
El contacto físico puede producir o romper una relación. Puede comunicar odio o
amor.
En el matrimonio, el contacto de amor puede tomar muchas formas. Como los
receptores al tacto están localizados por todo el cuerpo, el tocar cariñosamente a
su cónyuge casi en todo el cuerpo puede ser una expresión de amor. Eso no
significa que todos los toques son iguales. Algunos traerán más placer a su
cónyuge que otros. Su mejor instructor es su cónyuge mismo, por supuesto.
Después de todo, es el único al que usted quiere amar. Él sabe mejor que nadie lo
que es un toque de amor de su parte. No insista en tocarlo a su manera o cuando
usted quiera; aprenda a hablar su dialecto de amor. Su cónyuge puede encontrar
algunos toques incómodos o irritantes. Insistir en continuar esos toques es
comunicar lo opuesto de amor. Eso indica que usted no es sensible a sus
necesidades y que le importan poco las percepciones de su cónyuge acerca de lo que
es agradable. No cometa la equivocación de creer que el toque que le brinda
placer a usted, también le brindará placer a su pareja.
El contacto de amor puede ser explícito y demanda toda la atención, ya sea para un
masaje de la espalda o para las caricias sexuales que culminan en el coito. Por otro
lado, el contacto sexual puede ser implícito y requiere sólo un momento, tal como
poner su mano sobre su hombro mientras sirve una taza de café, o rozar su cuerpo
cuando va a la cocina. Los contactos explícitos obviamente toman más tiempo, no
solamente para el contacto sino para desarrollar el entendimiento de cómo
comunicar amor a su cónyuge de esta manera. Si un masaje de la espalda comunica
el amor en voz más alta, entonces el dinero, el tiempo y la energía que se gasta en
aprender a ser un buen masajista estará bien invertido. Si la relación sexual es el
dialecto principal de su compañero, leer y aprender sobre el arte del amor sexual
mejorará su expresión de amor.
El contacto de amor implícito requiere poco tiempo, pero mucho entendimiento,
especialmente si el contacto físico no es su lenguaje principal de amor y usted no ha
crecido en una familia dada a las caricias. Sentarse muy juntos en el sofá para mirar
su programa favorito de televisión no requiere tiempo adicional, pero puede
comunicar altamente su amor. Tocar a su cónyuge yendo donde está sentado, al otro
lado de la habitación, toma sólo un momento. Tocarse el uno al otro cuando se sale de
la casa y cuando se regresa puede consistir solamente en un breve, beso o abrazo,
pero dice mucho a su cónyuge.
Una vez que descubra que el contacto físico es el lenguaje principal de amor de su
cónyuge, usted está limitado solamente por su imaginación en cuanto a las maneras de
expresar amor. Descubrir nuevas maneras y lugares para el contacto físico o las
caricias puede ser un desafío emocionante. Si usted no ha sido un «acariciador
escondido» podría descubrir que se añade una nueva faceta al hecho de comer afuera
con su cónyuge. Si no está acostumbrado a tomarle las manos en público, usted
puede llenar el tanque emocional de su cónyuge mientras caminan por el patio
de estacionamiento. Si usted normalmente no la besa tan pronto como entran en
el automóvil, descubrirá que esto hace mucho más gratificantes sus viajes.
Abrazar a su cónyuge antes de que vaya de compras, no solamente puede
expresar amor sino que hará que vuelva más pronto a casa. Pruebe nuevos toques
en nuevos lugares y deje que su cónyuge le haga saber si los encuentra
agradables o no.
Recuerde: su cónyuge tiene la palabra final. Usted está aprendiendo a hablar su
lenguaje.
El cuerpo es para tocarlo.
Todo lo que hay de mí está en mi cuerpo. Tocar mi cuerpo es tocarme. Alejarse
de mi cuerpo es alejarse de mí. En nuestra sociedad, darse las manos es una
manera de comunicar apertura y acercamiento social a otra persona. Cuando en
raras ocasiones un hombre rehúsa dar la mano a otra persona, comunica un
mensaje de que las cosas no están bien en su relación. Todas las sociedades
tienen alguna forma de contacto físico como medio de saludo social. El hombre
norteamericano promedio no se siente cómodo con el abrazo de oso y el beso
europeos, pero en Europa eso tiene la misma función que nuestro apretón de
manos.
Hay maneras apropiadas e inapropiadas para tocar a los miembros del sexo
opuesto en nuestra sociedad. La reciente atención que se ha dado al
hostigamiento sexual ha traído luz sobre las maneras inapropiadas. Dentro del
matrimonio, sin embargo, lo que es apropiado e inapropiado en cuanto al
contacto físico está determinado por la pareja, dentro de amplias directrices. El
abuso físico es, por supuesto, considerado inapropiado por la sociedad, y se han
formado organizaciones sociales para ayudar a la esposa maltratada o al esposo
maltratado. Claramente, nuestros cuerpos son para tocarlos pero no para abusar
de ellos.
Si el lenguaje principal de amor de su cónyuge es el contacto físico, nada es más
importante que tenerla entre los brazos cuando llora.
Esta edad se caracteriza como la edad de la libertad sexual. Con esa libertad
hemos demostrado que el matrimonio abierto, donde ambos cónyuges son libres
para tener intimidad sexual con otros individuos, es descabellado. Los que no
ponen objeción sobre bases morales, ponen objeción sobre bases emocionales.
Algo que tiene que ver con nuestra necesidad de intimidad y amor no nos
permite dar a nuestro cónyuge tal libertad. El dolor emocional es profundo y la
intimidad se esfuma cuando nos damos cuenta que nuestro cónyuge se ha
involucrado sexualmente con otro. Los archi-vos de los consejeros están llenos
de registros de esposos y esposas que tratan de superar el trauma emocional de
un cónyuge infiel. Ese trauma, sin embargo, es complicado para el individuo
cuyo lenguaje principal de amor es el contacto físico. Lo que él anhela
profundamente —el amor expresado por el contacto físico— es ahora dado a otra
persona. Su tanque emocional de amor no sólo está vacío, sino que ha quedado
desbaratado por una explosión. Habrá que hacer reparaciones masivas y
profundas para que esas necesidades emocionales sean suplidas.
Crisis y contacto físico
En un tiempo de crisis, nos abrazamos el uno al otro. ¿Por qué? Porque el contacto
físico es un poderoso comunicador de amor. En tiempos de crisis, más que
cualquier otra cosa necesitamos sentirnos amados. No siempre podemos cambiar los
acontecimientos, pero podemos sobrevivir a ellos si nos sentimos amados.
Todos los matrimonios experimentamos crisis. La muerte de los padres cs
inevitable. Los accidentes de auto-móvil dejan inválidos y matan a miles cada año.
La enfermedad no respeta a las personas. Las desilusiones son parte de la vida. Lo más
importante que puede hacer por su pareja en tiempos de crisis es amarla. Si el
lenguaje principal de amor es el toque físico, nada es más importante que tenerla
entre los brazos mientras llora. Sus palabras pueden significar muy poco pero el
contacto físico comunicará su cariño. Las crisis dan una oportunidad única para
expresar amor. Sus tiernas caricias se recordarán mucho tiempo después que la
crisis haya pasado. Su fracaso en acariciar no se olvidará nunca.
Desde mi primera visita a West Palm Beach hace muchos años, siempre he recibido
con agrado las invitaciones para dirigir seminarios para matrimonios en esa área.
Fue en una ocasión así que conocí a Pete y Patsy. Ellos no eran nativos de la Florida
pero habían vivido allí por veinte años, y consideraban a West Palm como su
hogar. Mi seminario estaba auspiciado por una iglesia local, y mientras íbamos del
aeropuerto a la ciudad el pastor me dijo que Pete y Patsy habían manifestado su
deseo de que me quedara esa noche con ellos. Traté de demostrar que estaba
encantado, pero sabía por experiencia que tales peticiones por lo general
significaban largas sesiones de consejería hasta altas horas de la noche. Sin
embargo, me sorprendí en más de una forma esa noche.
Cuando el pastor y yo entramos en la espaciosa y bien decorada casa estilo español,
me presentó a Patsy y a Charlie, el gato de la familia. Mirando la casa tuve la
impresión de que o a Pete le iba maravillosamente bien en los negocios, o había
recibido una gran herencia de sus padres, o estaba terriblemente endeudado. Más
tarde des-cubrí que mi primera corazonada era la correcta. Cuando me mostraron el
cuarto de huéspedes ví que Charlie, el gato, se sentía en su casa, estirado cuán largo
era sobre la cama en la que yo iba a dormir. Pensé: Este gato sí que la hizo.
Pete llegó a casa poco después y disfrutamos de un sabroso refrigerio juntos.
Convinimos en que cenaríamos después del seminario. Varias horas más tarde,
mientras cenábamos, esperaba el momento en que empezaría la sesión de
consejería. Nunca empezó. En vez de eso pude ver que Pete y Patsy eran una pareja
feliz y saludable. Para un consejero matrimonial eso es una cosa rara. Estaba
ansioso por descubrir su secreto, pero también extremadamente cansado, y sabiendo
que al siguiente día Pete y Patsy me iban a llevar al aeropuerto decidí hacer mi
investigación cuando me sintiera más lúcido. Me llevaron a mi cuarto, y Charlie, el
gato, fue muy amable en salir de allí cuando entré. Saltando de la cama se fue a otro
dormitorio y en pocos minutos yo estaba acostado. Después de una breve reflexión
sobre el día que había pasado, entré en la zona de penumbra. Y cuando comenzaba a
perder el contacto con la realidad, la puerta de mi dormitorio se abrió y ¡un
monstruo saltó sobre mí! Yo había oído de los escorpiones de la Florida, pero éste
no era un pequeño escorpión. Sin tiempo para pensar, agarré la sábana con la que
me tapaba y con un grito de terror lancé al monstruo contra la pared. Escuché que su
cuerpo golpeó la pared y luego todo quedó en silencio. Pete y Patsy llegaron
corriendo, prendieron la luz y todos vimos a Charlie todavía tirado en el piso.
Peter y Patsy nunca me han olvidado, y yo nunca los he olvidado a ellos. Charlie revivió
en unos pocos minutos, pero no regresó a mi cuarto. En efecto, Pete y Patsy me
dijeron más tarde que Charlie nunca volvió a ese dormitorio.
Después de lo que hice con Charlie, no estaba seguro que Pete y Patsy quisieran
todavía llevarme al aeropuerto al siguiente día, o si ellos tenían algún interés en mí.
Sin embargo, mis temores se desvanecieron cuando, después del seminario, Pete
dijo:
—Doctor Chapman, he estado en muchos seminarios, pero nunca he oído a nadie
describir a Patsy y a mí de una manera tan clara como usted lo ha hecho. Esa teoría
del lenguaje de amor es verdad. ¡Estoy impaciente por contarle nuestra historia!
Pocos minutos después, luego de despedirme de los que asistieron al seminario,
estábamos ya en el auto para nuestro viaje de cuarenta y cinco minutos al aeropuerto.
Y Pete y Patsy comenzaron a contarme su historia. Durante los primeros años de su
matrimonio habían tenido grandes dificultades. Pero cuando eran novios, veintidós
años antes, todos sus amigos decían que ellos eran la «pareja perfecta». Pete y Patsy
creían ciertamente que su relación «había sido hecha en el cielo».
Habían crecido en la misma comunidad, asistido a la misma iglesia y graduado en la
misma escuela secundaria. Sus padres tenían los mismos valores y estilo de vida.
Pete y Patsy disfrutaban mucho de las mismas cosas. A ambos les gustaba jugar
tenis y pasear en bote, y a menudo hablaban de cuantos intereses tenían en común.
Parecían tener todas las cosas comunes, lo cual, se supone, garantiza pocos
conflictos en el matrimonio.
Comenzaron a salir juntos en el último año de la escuela. Asistieron a distintas
universidades, pero buscaban la forma para verse por lo menos una vez al mes y a
veces más a menudo. Al final del primer año estaban convencidos de que habían sido
«hechos el uno para el otro». Estaban de acuerdo, sin embargo, en terminar la
universidad antes de casarse. En los siguientes tres años disfrutaron de un noviazgo
idílico. Un fin de semana él visitaría la universidad de ella, el siguiente fin de
semana ella visitaría la universidad de 61, otro fin de semana los dos irían a casa
para visitar a la familia, y así sucesivamente. La cuestión es que pasaban la mayoría
del tiempo juntos. La cuarta semana de cada mes habían acordado no verse, dándose
tiempo el uno al otro para dedicarse a sus propios intereses. Con excepción de
acontecimientos especiales como cumpleaños, ellos mantuvieron permanentemente
ese horario. Tres semanas después de que él recibiera su grado en administración y
ella en sociología, se casaron. Dos meses más tarde se mudaron a la Florida, donde
a Pete le habían ofrecido un buen trabajo. Estaban a tres mil kilómetros de su
pariente más cercano. Ellos pudieron disfrutar de una «luna de miel» para siempre.
Los tres primeros meses fueron emocionantes y de mucho movimiento, buscando
un apartamento y gozando de la vida juntos. El único conflicto que recuerdan era por
lavar los platos. Pete creía que sabía exactamente cómo hacer bien esa tarea. Patsy,
sin embargo, no estaba de acuerdo con su manera de hacerlo. Luego se habían
puesto de acuerdo en que cualquiera que lavara los platos lo haría a su manera y con
eso se terminaba el conflicto. Llevaban más o menos unos seis meses de casados
cuando Patsy sintió que Pete se estaba alejando de ella. Trabajaba más tiempo, y
cuando estaba en casa no se separaba de la computadora. Cuando finalmente expresó
sus sentimientos de que él la estaba haciendo a un lado, Pete le dijo que no. sino que
simplemente trataba de permanecer en la cúspide de su trabajo. Dijo que ella no
entendía bajo qué presión estaba y cuán importante era que se desempeñara muy bien
ese primer año. A Patsy no le agradaba la respuesta ni la situación, pero decidió
darle un poco de libertad.
Al final del primer año, Patsy estaba desesperada.
Patsy hizo amistad con otras esposas que vivían en el mismo complejo de
apartamentos. A veces, cuando sabía que Pete iba a trabajar hasta tarde, se iba de
compras con una de sus amigas en vez de ir directamente a casa después de su
trabajo. A menudo no estaba en casa cuando Pete llegaba. Esto lo irritaba
grandemente y la acusaba de ser desconsiderada e irresponsable. Patsy
contestaba: «Esto es absurdo. ¿Quién es el irresponsable? Ni siquiera me llamas
para decirme cuándo vas a llegar a casa. ¿Cómo puedo estar aquí si ni siquiera sé
cuándo vendrás? ¿Y cuando estás aquí, pasas todo el tiempo con esa estúpida
computadora!»
A lo que Pete respondía a gritos: «Yo necesito una esposa. ¿No entiendes? Eso es
todo. Yo necesito una esposa».
Pero Patsy no entendía. Estaba muy confundida. Buscando una respuesta, fue a
la biblioteca pública y revisó todos los libros sobre matrimonio. «Se supone que
el matrimonio no debe ser así», razonaba. «Tengo que encontrar una respuesta
para nuestra situación». Cuando Pete entraba al cuarto de la computadora, Patsy
tomaba su libro. Leía hasta la medianoche. Cuando iba a acostarse, Pete la veía y
hacía comentarios sarcásticos como: «Si hubieras leído tanto en la universidad
hubieras sacado las mejores calificaciones». A lo que Patsy respondía: «Pero no
estoy en la universidad, estoy en el matrimonio, y me contento con calificaciones
más bajas». Pete se acostaba dándole una mirada, sin decirle nada.
Al final del primer año, Patsy estaba desesperada. Ya lo había mencionado antes,
pero en esta ocasión calladamente dijo a Pete: —Voy a buscar un consejero
matrimonial. ¿Quieres ir conmigo? Pero Pete respondió: —No necesito un
consejero matrimonial. No tengo tiempo para un consejero matrimonial. No
puedo pagar un consejero matrimonial.
—Entonces iré sola —dijo Patsy.
—Muy bien, tú eres la que necesita consejería de todos modos.
Y terminó la conversación. Patsy se sintió completamente sola, pero la siguiente
semana hizo una cita con un consejero matrimonial. Después de tres sesiones, el
consejero llamó a Pete y le preguntó si quería venir para conversar acerca de sus
perspectivas en relación con su matrimonio. Pete aceptó y el proceso de sanidad
comenzó. Seis meses más tarde salían de la oficina del consejero con un nuevo
matrimonio.
Pregunté a Pete y Patsy:
—¿Qué fue lo que aprendieron en consejería que cambió su matrimonio de esa
manera?
—En esencia, doctor Chapman —dijo Pete—, aprendimos a hablar el lenguaje
de amor del otro.
—¿Cuál es su lenguaje de amor?, Pete —pregunté.
—El contacto físico —dijo sin vacilación.
—El contacto físico, con toda seguridad —dijo Patsy.
—¿Y el suyo, Patsy?
—Tiempo de calidad, doctor Chapman. Es lo que pedía a gritos en esos días
cuando pasaba todo su tiempo con su trabajo y con su computadora.
—¿Cómo supo que el contacto físico era el lenguaje de amor de Pete?
—Me llevó un tiempo —dijo Patsy—. Es lo que iba comprendiendo a través de la
consejería. Al principio creo que Pete ni siquiera se daba cuenta de eso.
—Ella tiene razón —dijo Pete—. Estaba tan inseguro en mi propio sentido del
valor personal que nunca hubiera podido identificar ni reconocer que la falta del
contacto suyo me había separado de ella. Nunca le dije que quería ser acariciado,
aun cuando en mi interior ansiaba que llegara y me tocara. En nuestro noviazgo
siempre había tomado la iniciativa de besarla, abrazarla, estrechar sus manos y
demás, y ella siempre había sido muy receptiva. Tal vez por sus nuevas
responsabilidades en el trabajo estaba demasiado cansada. No sé, pero lo tomé
como algo personal. Sentí que ella no me encontraba atractivo, por lo cual decidí no
tomar la iniciativa para no ser rechazado. Así que esperé para ver cuánto tardaría en
que me diera un beso, una caricia, o tuviéramos una relación sexual. Una ocasión
esperé seis semanas antes de que me tocara. Era algo insoportable. Mi
alejamiento era para permanecer lejos del dolor que sentía cuando estaba con ella.
Me sentía rechazado, no querido y no amado. Entonces Patsy dijo:
—No tenía idea de lo que sentía. Sabía que estaba lejos de mí. No nos besábamos ni
abrazábamos como lo hacíamos antes, pero suponía que, como estábamos casados,
eso ya no era tan importante para él. Sabía que estaba bajo presión por su trabajo.
No tenía ni idea de que quería que yo tomara la iniciativa. Él tiene razón. Pasaban
semanas sin que lo tocara. No se me pasaba por la mente. Preparaba las comidas,
limpiaba la casa, lavaba, y trataba de permanecer fuera de su camino. Francamente,
no sabía qué más podía hacer. No podía entender su alejamiento ni su falta de
atención hacia mí. En verdad, no me importaba si me besaba o me abrazaba. Si me
daba su atención, entonces sí me sentía amada.
»Llevó algún tiempo descubrir la raíz del problema —agregó ella—, pero una vez
que descubrimos que no estábamos llenando las necesidades de amor del otro,
comenzamos a cambiar las cosas. Cuando tomé la iniciativa de darle el contacto
físico fue sorprendente lo que sucedió. Su personalidad y su espíritu cambiaron
drásticamente. Tenía un nuevo esposo. Cuando se convenció de que realmente lo
amaba fue más receptivo a mis necesidades.
—¿Todavía tiene una computadora en casa? —pregunté.
—Sí —dijo—, pero rara vez la usa, y cuando lo hace no hay problema, porque ahora
sé que no está «casado» con ella. Hacemos tantas cosas juntos que es fácil para mí
darle libertad para usar la computadora cuando quiere.
—Lo que me sorprendió del seminario ahora —dijo Pete—, fue la manera cómo su
conferencia sobre los len-guajes de amor me llevó a recordar toda mi experiencia de
hace tantos años. Usted dijo en veinte minutos lo que a nosotros nos tomó seis
meses aprender.
—Bueno —dije—, no es cuán rápido usted aprende sino cuán bien usted aprende
lo que cuenta. Y por lo que veo, ustedes aprendieron muy bien.
Pete es uno de los muchos individuos para quienes el contacto físico es el lenguaje
principal de amor. Emocionalmente, anhelan que su cónyuge llegue y los toque
físicamente. Tomarse de las manos, frotarse la espalda, abrazarse, tener relaciones
sexuales, todos esos y otros «toques de amor» son el «salvavidas emocional» de la
persona para quien el contacto físico es el lenguaje principal de amor.
NOTAS
1.
2.
Marcos 10:13
Marcos 10:14-16
CAPÍTULO NUEVE
El descubrimiento de su lenguaje principal de amor
Descubrir el lenguaje principal de amor de su cónyuge es importante si quiere
mantener su tanque de amor lleno. Pero primero asegúrese de que usted conoce
su propio lenguaje de amor. Habiendo oído de los cinco len guajes emocionales
de amor:
Palabras de afirmación Tiempo de calidad Recibir regalos Actos de servicio
Contacto físico
Algunos individuos sabrán inmediatamente cuál es su propio lenguaje amoroso
principal y cuál es el de su cónyuge. Para otros no será tan fácil. Algunos son
como Bob, de Parma Heights, Ohio, quien después de oír de los cinco lenguajes
emocionales de amor me dijo:
—No sé, pero esos dos parece que se ajustan a mí.
—¿Cuáles dos? —pregunté.
—El de «Toque físico» y las «Palabras de afirmación»
—respondió Bob.
—¿Qué es lo que usted quiere decir con «Toque físico»?
—Bueno, principalmente sexo —replicó Bob.
Traté de averiguar más, preguntando:
—¿Le gusta que su esposa le pase las manos por su cabello, o le frote la espalda, o lo
tome de las manos, que lo bese y lo abrace a veces. aun cuando no tengan relaciones
sexuales?
—Todo eso está bien —dijo Bob—, no voy a rechazarlo, pero lo que importa es la
relación sexual. Es así como sé que verdaderamente me ama.
Dejando el asunto del contacto físico por un momento, pensé en las palabras de
estímulo y pregunté:
—Cuando dice que las «Palabras de afirmación» son también importantes, ¿qué
clase de declaraciones encuentra más útiles?
—Casi todo lo que es positivo —replicó—. Cuando ella me dice qué bien me veo,
cuán inteligente soy, qué buen trabajador soy, cuando expresa aprecio por lo que
hago en la casa, cuando hace comentarios positivos por el tiempo que les doy a los
niños, cuando dice que me ama; todas esas cosas significan realmente mucho para
mí.
—¿Recibió esa clase de comentarios de sus padres cuando era niño?
—No muy a menudo —dijo Bob—. Lo que más recibí de mis padres fueron
palabras de críticas o demandantes. Seguramente por eso aprecio a Carol tanto,
porque me dio muchas palabras de afirmación.
—Permítame preguntarle esto: si Carol llenara sus necesidades sexuales, es decir si
tuvieran buenas relaciones sexuales tanto como usted deseara, pero ella le dijera
palabras negativas y lo criticara, a veces avergonzándolo delante de los demás,
¿cree que se sentiría amado por ella?
—No lo creo —replicó—. Pienso que me sentiría traicionado y profundamente
herido. Creo que me sentiría deprimido.
—Bob —dije—, creo que hemos descubierto que su lenguaje principal de amor es
«Palabras de afirmación». Las relaciones sexuales son extremadamente importantes
para usted y para su sentido de intimidad con Carol, pero las palabras de afirmación
son más importantes para usted emocionalmente. Si ella verdaderamente lo criticara
todo el tiempo y lo hiciera quedar mal delante de los demás, llegaría el momento en que
usted no desearía más tener relaciones sexuales con ella, porque ella sería una
constante causa de sufrimiento para usted.
La mayoría de los problemas sexuales en el matrimonio tienen poco que ver con las
técnicas físicas, pero mucho con la satisfacción de las necesidades emocionales.
Bob había cometido la equivocación que cometen muchos hombres: creer que el
contacto físico es su lenguaje principal de amor, puesto que desean intensamente las
relaciones sexuales. Para el varón, el deseo sexual está basado en lo físico. Es decir, el
deseo de relaciones sexuales está estimulado por la sobreproducción de
espermatozoides y líquido seminal en las vesículas seminales. Cuando las vesículas
están llenas hay una presión física para que se vacíen. Así que el deseo de relaciones
sexuales del varón tiene una raíz física. Para la mujer, el deseo sexual tiene raíces en
sus emociones, no en su fisiología. No hay nada físicamente que se produzca y la
impulse a tener relaciones. Su deseo tiene una base emocional. Si se siente amada,
apreciada y admirada por su esposo, entonces tiene deseos de estar en intimidad
física con él. Pero sin la cercanía emocional, ella tiene poco deseo físico.
El varón, al ser físicamente empujado para tener alivio sexual en forma regular,
puede creer automáticamente que su lenguaje principal de amor es el contacto físico.
Pero si él no disfruta del contacto físico en otros momentos de una manera no
sexual, este no puede ser su lenguaje de amor. El deseo sexual es bastante diferente
de su necesidad emocional de sentirse amado. Eso no significa que la relación
sexual no es importante para él —es extremada-mente importante— pero la relación
sexual sola no llenará su necesidad de sentirse amado. Su esposa debe hablar su
lenguaje principal de amor, igualmente.
Cuando, en efecto, su esposa habla su lenguaje principal de amor y su tanque
emocional de amor está lleno, el aspecto sexual de su relación funcionará
espontáneamente. La mayoría de los problemas sexuales en el matrimonio tienen
poco que ver con la técnica física, pero mucho con la satisfacción de las
necesidades emocionales. Después de conversar y reflexionar, Bob dijo: —Pienso
que usted tiene razón. Las «Palabras de afirmación» son, definitivamente, mi
lenguaje principal de amor. Cuando ella ha sido muy mordaz y me ha criticado, he
querido alejarme de ella sexualmente y me hecho fantasías con otras mujeres. Pero
cuando ella me dice cuánto me aprecia y me admira, mis deseos sexuales se
orientan naturalmente hacia ella.
Bob había hecho un descubrimiento importante en nuestra breve conversación.
¿Cuál es su principal lenguaje de amor? ¿Qué es lo que más lo hace sentirse amado por
su cónyuge? ¿Qué es lo que más desea sobre todo? Si las respuestas a estas preguntas
no vienen inmediatamente a su mente, quizá servirá mirar al uso negativo de los
lenguajes de amor. ¿Qué es lo que su cónyuge hace o dice, o deja de hacer o de decir,
que lo hiere profundamente? Si, por ejemplo, su más profundo dolor es causado por la
crítica o las palabras condenatorias de su cónyuge, entonces tal vez su lenguaje
principal de amor sean las «Palabras de afirmación». Si su lenguaje principal de
amor es usado negativamente por su cónyuge —es decir, si hace lo opuesto— lo
herirá más profundamente a usted de lo que eso mismo heriría a otro, no solamente
porque él no quiere hablar su lenguaje principal de amor, sino porque está usando ese
lenguaje como un cuchillo para atravesar su corazón.
Recuerdo a Mary en Kitchener, Ontario, quien dijo: «Doctor Chapman, lo que más
me duele es que Ron nunca levanta una mano para ayudarme en la casa. Mira
televisión mientras yo hago todas las tareas del hogar. No entiendo cómo podría
hacer eso si realmente me amara».
Lo que más le dolía a Mary era no solamente que no la ayudara con las tareas de la
casa, sino que ese era su lenguaje principal de amor: «Actos de servicio». Si lo
lastima profundamente que su cónyuge le dé rara vez algún regalo, entonces tal vez su
lenguaje principal de amor sea «Recibir regalos». Si le duele mucho que su cónyuge
rara vez le dedique tiempo, entonces «Tiempo de calidad» tal vez sea su principal
lenguaje de amor.
Otra manera de descubrir su lenguaje principal de amor es mirar hacia atrás en su
matrimonio y preguntarse: ««¿Qué es lo que pido más a menudo a mi cónyuge?» Lo
que usted más le ha pedido es probablemente lo que tiene que ver con su lenguaje
principal de amor. Esas peticiones han sido interpretadas por su cónyuge como
regaños. Ellas han sido, en realidad, sus esfuerzos para asegurar el amor de su
cónyuge.
Elizabcth, quien vivía en Maryville, Indiana, usó este método para descubrir su
lenguaje principal de amor. Me dijo al finalizar una sesión de un seminario: «Cuando
paso revista a estos últimos diez años de matrimonio y me pregunto qué es lo que
más le he pedido a Peter, mi lenguaje de amor salta a la vista. Le he pedido
frecuentemente «Tiempo de calidad». Una y otra vez le he pedido que fuéramos a
un picnic, que pasáramos el fin de semana juntos, que apaguemos el televisor por
una hora y conversemos, que demos un paseo, y así por el estilo. Me he sentido
descuidada y no amada porque rara vez él respondía a mis peticiones. Me daba
bonitos regalos en mi cumpleaños y en ocasiones especiales, y me preguntaba por qué
no me mostraba emocionada por ellos.
«Durante su seminario —continuó—, las cosas se aclararon para los dos. Durante el
receso, mi esposo me pidió disculpas por haber sido tan difícil durante estos años y
tan reacio a mis peticiones. Me ha prometido que las cosas serán diferentes en el
futuro, y creo que lo serán».
Otra manera de descubrir su lenguaje principal de amor es examinando lo que hace o
dice para expresar amor a su cónyuge. Es posible que lo que usted hace para él sea
lo que usted quiere que él hiciera por usted. Si usted está constantemente haciendo
«Actos de servicio» para su cónyuge, tal vez (aunque no siempre) ese sea su
lenguaje de amor. Si las «Palabras de afirmación» le hablan amor a usted, es posible
que usted quiera usarlas para hablar amor a su cónyuge. De esa manera usted puede
descubrir su propio lenguaje de amor, preguntando: «¿Cómo expreso
conscientemente mi amor a mi cónyuge?»
Pero recuerde, ese método es una posible pista para su lenguaje de amor; no es un
indicador absoluto. Por ejemplo, el esposo que aprendió de su padre a expresar amor
a su esposa dándole bonitos regalos, expresa su amor a so esposa haciendo lo que su
padre hizo, aunque «Recibir regalos» no sea su lenguaje principal de amor. Simplemente está haciendo lo que fue entrenado para hacer por su padre.
Dedique tiempo para escribir lo que cree que es su principal lenguaje de amor.
Entonces enumere los otros cuatro en orden de importancia.
He sugerido tres maneras de descubrir su lenguaje principal de amor:
¿Qué cosas que su cónyuge hace o deja de hacer le duelen más
profundamente? Lo opuesto de lo que le duele más es probablemente su
lenguaje de amor.
¿Qué es lo que más a menudo ha pedido de su cónyuge? Lo que más ha pedido
es, probablemente, lo que lo haría sentir más amado.
¿En qué manera expresa, por lo general, su amor a su cónyuge? Su método de
expresar amor puede ser una indicación de que eso también lo haría a usted
mismo sentirse amado.
El uso de esos tres métodos le permitirá determinar su lenguaje principal de
amor. Si dos lenguajes le parecen principales, si ambos le hablan alto, entonces
tal vez usted es «bilingüe». Si es así, eso lo hace más fácil para su cónyuge.
Ahora él o ella tiene dos alternativas, cualquiera de las cuales le comunicará
fuertemente amor.
Dos clases de personas pueden tener dificultades en descubrir su lenguaje
principal de amor. La primera es el individuo cuyo tanque emocional de amor ha
estado lleno por algún tiempo. Su cónyuge le ha expresado amor de varias
maneras y ella no está seguro de cuáles lo hacen sentir mas amado.
Sencillamente sabe que es amado. La segunda es el individuo cuyo tanque de
amor ha estado vacío por algún tiempo, y que no recuerda qué lo hace sentirse
amado. En todo caso, sí recuerda la experiencia del enamoramiento y se
pregunta: «¿Qué es lo que me gustaba de mi cónyuge en esos días? ¿Qué hacía o
decía que me hacía desear estar con él?» Si usted puede recordar, eso le dará una
idea de su lenguaje principal de amor. Otro método sería preguntarse: «¿Cómo
sería un cónyuge ideal para mí? Si pudiera tener el compañero perfecto, ¿cómo
debería ser?» Su imagen de un compañero perfecto le daría alguna idea de su
lenguaje principal de amor.
Una vez que ha recibido esa información. le sugiero que juegue el siguiente
juego tres veces por semana por tres semanas. El juego se llama: «Medir el
tanque», y se juega así: cuando llega a casa, uno de ustedes le dice al otro: «En
una escala de cero a diez, ^cómo está tu tanque de amor esta noche?» Cero
significa vacío, y diez significa «Estoy lleno de amor y no puedo más». Usted
lee su propio tanque de amor—10,9, 8, 7,6,5,4, 3,2, 1, ó 0— indicando cuán
lleno está. Su cónyuge dice: «¿Qué podría hacer para llenarlo?»
Entonces usted hace una sugerencia —algo que quisiera que su cónyuge hiciera
o dijera esa noche. El responderá a su pedido de la mejor manera. Luego repite
el proceso en el sentido contrario, para que los dos tengan la oportunidad de
«verificar» el estado de su tanque de amor, y hacer una sugerencia para llenarlo.
Si practica el juego por tres semanas, quedará encantado y será una manera
divertida de estimular las expresiones de amor en su matrimonio.
Un esposo me dijo:
—No me gusta ese juego del tanque de amor. Lo jugué con mi esposa. Llegué a
casa y le dije: «En una escala de cero a diez, ¿cómo está tu tanque de amor esta
noche?» Ella dijo: «Como en siete». Entonces le pregunté: «¿Qué podría hacer
para llenarlo?», y ella me dijo: «Lo mejor que podrías hacer por mí esta noche es
ir a la lavandería y llevar la ropa». Le dije: «¿Amor y lavandería?» No lo
entiendo.
Entonces le dije:
—Ese es el problema. Tal vez usted no entiende el lenguaje de amor de su
esposa. ¿Cuál es su lenguaje principal de amor?
Sin vacilación contestó:
—Contacto físico, especialmente la parte sexual del matrimonio. Pero iré a la
lavandería —gritó—. Lavaré la ropa todas las noches si esto la hace sentir bien.
A propósito, si usted todavía no ha descubierto su idioma principal de amor, anote
los resultados del juego de «medir el tanque». Cuando su cónyuge diga: «¿Qué
podría hacer para llenar tu tanque?», sus sugerencias probablemente se agruparán
en tomo a su lenguaje principal de amor. Usted puede pedir cosas de todos los
cinco lenguajes de amor, pero pedirá más de lo que se relaciona con su lenguaje
principal de amor.
Tal vez alguno de ustedes piense lo que Raymond y Helen me dijeron en Zion,
Illinois: «Doctor Chapman, todo eso suena bonito y hermoso, pero ¿qué pasa si
el lenguaje de amor de su cónyuge es algo que no viene naturalmente a usted?»
Hablaremos sobre mi respuesta en el Capítulo 10.
CAPÍTULO DIEZ
El amor es una decisión
Cómo podemos hablar el lenguaje de amor del otro cuando estamos llenos de dolor,
ira y resentimiento por las faltas pasadas? La respuesta a esa pregunta está en la
esencia natural de nuestra humanidad. Somos criaturas de decisiones. Eso significa
que tenemos la capacidad de hacer malas decisiones, como todos las hemos hecho.
Hemos criticado y hemos hecho cosas hirientes. NO estamos orgullosos de esas
decisiones aunque pudieron parecer justas en ese momento. El habernos equivocado
en el pasado no quiere decir que nos equivocaremos en el futuro. En vez de eso
podemos decir: «Lo siento. Sé que te he ofendido, pero quisiera que el futuro fuera
diferente. Quisiera hablar tu lenguaje de amor. Quisiera llenar tus necesidades». He
visto matrimonios rescatados al borde del divorcio cuando las parejas se deciden por
el amor.
El amor no borra el pasado, pero hace diferente el futuro. Cuando nos decidimos por
tener expresiones activas de amor en el idioma principal de amor de nuestro
cónyuge, creamos un ambiente emocional que nos permite tratar con nuestros
conflictos y fracasos pasados.
Brent estaba en mi oficina con rostro impávido, inexpresivo. No había venido por su
propia iniciativa sino a petición mía. Una semana antes, su esposa Becky había
estado sentada en la misma silla llorando incontrolablemente. En medio de sus
lágrimas trató de contar que Brent le había dicho que ya no la amaba y que se iba.
Estaba destrozada.
Cuando recuperó su compostura, ella había dicho: «Los dos hemos trabajado mucho
en los últimos dos o tres años. No pasábamos mucho tiempo juntos como lo
hacíamos antes, pero pensé que el trabajo era nuestra meta común. No puedo creer
lo que dice; siempre ha sido una persona bondadosa y responsable. Es un padre muy
bueno para nuestros hijos». Continuó: «¿Cómo podría hacernos esto?»
Por mi parte había escuchado como describía sus doce años de matrimonio. Era una
historia que ya había oído muchas veces antes. Tuvieron un noviazgo emocionante.
Se casaron completamente enamorados, tuvieron los ajustes típicos y propios de los
primeros días de matrimonio, y se propusieron alcanzar el sueño americano. A su
debido tiempo descendieron de la cúspide de su enamoramiento, pero no
aprendieron a hablar el lenguaje de amor del otro en forma satisfactoria. Ella había
vivido con un tanque de amor a medio llenar en los últimos años, pero había
suficientes expresiones de amor que le hicieron pensar que todo estaba muy bien
con él. Sin embargo, su tanque de amor estaba vacío.
Le había dicho a Becky que trataría que Brent conversara conmigo. Por teléfono le
dije: «Como usted sabe, Becky vino a verme y me contó que estaban teniendo
dificultades en el matrimonio. Quiero ayudarla, pero para hacerlo necesito saber qué
es lo que usted piensa.»
El había aceptado hablar conmigo sin vacilación, y ahora estaba sentado en mi
oficina. Su apariencia exterior hacía contraste con la de Becky. Ella había estado
llorando incontrolablemente, pero él estaba firme, estoico. Tuve la impresión, sin
embargo, que su llanto había tenido lugar semanas o quizás meses atrás, y que
había sido un llanto interior. La historia que Brent contó confirmó mi corazonada.
—Ya no la amo —dijo—. La he amado por mucho tiempo. No quiero herirla, pero
no nos sentimos cerca. Nuestra relación es vacía. Ya no disfruto el estar con ella. No
sé lo que pasó, quisiera que fuera diferente, pero ya no siento nada hacia ella.
El estaba pensando y sintiendo igual que cientos de miles de esposos habían
pensado y sentido siempre. La mente ya conformada a un «ya no la amo» es lo que
da a los hombres la libertad emocional para buscar amor con otras mujeres. Sucede
lo mismo con las esposas que utilizan la misma excusa.
Simpaticé con Brent porque yo he estado en su lugar. Miles de esposos y esposas
han estado allí —emocionalmente vacíos—, queriendo hacer lo debido, no
queriendo herir a nadie, pero sintiéndose empujados por sus necesidades
emocionales de buscar amor fuera del matrimonio. Felizmente descubrí, en los
primeros años de mi matrimonio, la diferencia entre la experiencia del
enamoramiento y la necesidad emocional de sentirse amado. La mayor parte de
nuestra sociedad no ha aprendido todavía esa diferencia. Las películas, las telenovelas
y las revistas románticas han tergiversado estos dos conceptos, aumentando nuestra
con-fusión. Pero en realidad, son distintos.
La experiencia del enamoramiento de la que hablamos en el Capítulo 3 está en el
nivel del instinto; no es premeditada. Simplemente se da en el contexto normal
de las relaciones hombre-mujer. Puede ser aceptada o rechazada, pero no es el
resultado de una decisión consciente. Dura poco tiempo (por lo general unos dos
años) y parece tener para la especie humana la misma función que la llamada al
apareamiento de los patos canadienses.
La experiencia del enamoramiento satisface temporal-mente la necesidad de
amor. Nos hace sentir que alguien nos quiere, que alguien nos admira y nos
aprecia. Nuestras emociones vuelan pensando que alguien nos ve como el
número uno, que quiere dedicar el tiempo y las energías solamente a nuestra
relación. Por un breve período, mien-tras dura, llena nuestra necesidad de amor.
Nuestro tanque está lleno, podemos conquistar el mundo. Nada es imposible.
Para muchos, es la primera vez que han vivido con un tanque emocional lleno y
eso los hace sentir eufóricos.
Llenar la necesidad de amor de mi esposa es una decisión que tomo cada día. Si sé
cuál es su lenguaje principal de amor y decido hablarlo, sus necesidades más
profundas serán satisfechas y ella se sentirá segura de mi amor.
Con el tiempo, sin embargo, bajamos de la cumbre y volvemos al mundo real. Si
nuestro cónyuge ha aprendido nuestro lenguaje principal de amor, nuestra
necesidad de amor seguirá satisfecha. Si, por otro lado, él o ella no habla nuestro
lenguaje de amor, nuestro tanque se vaciará lentamente y ya no nos sentiremos
amados. Llenar esa necesidad en nuestro cónyuge es definitivamente una
decisión. Si aprendo el len-guaje emocional de amor de mi cónyuge y lo hablo
frecuentemente, éste continuará sintiéndose amado. Cuando desaparezca la
obsesión del enamoramiento, difícilmente la extrañará, porque su tanque
emocional de amor seguirá lleno. Sin embargo, si no hemos aprendido su
lenguaje principal de amor, o no hemos decidido hablarlo, cuando descienda de
las alturas emocionales tendrá las demandas naturales de una necesidad
emocional no satisfecha. Después de algún tiempo de vivir con un tanque de
amor vacío querrá enamorarse de otra persona y el ciclo comenzará de nuevo.
Llenar la necesidad de amor de mi esposa es una decisión que tomo cada día. Si
sé cuál es su lenguaje principal de amor y decido hablarlo, sus necesidades más
profundas serán satisfechas y ella se sentirá segura de mi amor. Si ella hace lo
mismo por mí, mis necesidades emocionales serán satisfechas y ambos
viviremos con un tanque lleno. En un estado emocional de contentamiento,
ambos mantendremos nuestras energías creativas para muchos proyectos
interesantes fuera del matrimonio, y mantendremos nuestro matrimonio
emocionante y floreciente.
Con todo eso en mi mente volví a mirar el rostro inexpresivo de Brent y me
pregunté si podría ayudarlo. Presentí en mi corazón que probablemente él ya
estaba enredado con otro enamoramiento. Me pregunté si estaría en sus
comienzos o en su apogeo. Pocos hombres con un tanque emocional vacío dejan
el matrimonio si no tienen ya una candidata para llenar esa necesidad.
Brent era honesto, y reveló que ya había estado enamorado de alguien por varios
meses. Había esperado que esos sentimientos se fueran y que pudiera arreglar su
situación con su esposa. Pero las cosas en el hogar habían empeorado y su amor
por la otra mujer había aumentado. Ya no podía vivir sin su nueva amante.
Comprendí el dilema de Brent. No quería herir a su esposa ni a sus hijos, pero al
mismo tiempo pensaba que merecía una vida de felicidad. Le dije que las
estadísticas sobre los segundos matrimonios decían que 60% terminan en divorcio.
Se sorprendió de oír eso, pero estaba seguro de que superaría esas probabilidades.
Le hablé de las con-secuencias del divorcio en los niños, pero estaba convencido de
que continuaría siendo un buen padre para sus hijos y que los ayudaría a superar el
trauma del divorcio. Le hablé de los temas de este libro y le expliqué la diferencia
entre el enamoramiento y la profunda necesidad emocional de sentirse amado. Le
expliqué los cinco lenguajes del amor y lo invité a dar otra oportunidad a su
matrimonio. Todo el tiempo supe que mi método intelectual y razonado de enfocar
el matrimonio, comparado con la elevación emocional que él experimentaba era
como disparar un arma de juguete contra un arma automática. Expresó su
agradecimiento por mi preocupación y me pidió hacer todo lo posible por ayudar a
Becky. Pero me aseguró que no veía ninguna esperanza para su matrimonio.
Un mes más tarde recibí una llamada de Brent. Me dijo que le gustaría hablar
conmigo otra vez. Esta vez, cuando entró a mi oficina, estaba visiblemente
perturbado. No era el hombre calmado y frío que había visto antes. Su amante había
descendido de la altura emocional del enamoramiento y ahora veía en Brent cosas
que no le gustaban. Ella se había alejado de la relación y él estaba destrozado. Con
los ojos llenos de lágrimas me dijo lo mucho que ella significaba para él y cuán
insoportable era sentir su rechazo.
Lo escuché con compasión por una hora, antes de que me pidiera mi consejo. Le dije
cuánto lo sentía y le expliqué que estaba sufriendo el natural dolor emocional de una
pérdida, y que ese dolor no podía desaparecer de la noche a la mañana. Le hice
entender que esa experiencia era inevitable. Le recordé la naturaleza temporal del
enamoramiento, el cual tarde o temprano nos bajaba de las alturas emocionales al
mundo real, y que algunos dejan de amarse antes de casarse, otros después de que se
han casado. Él entendió que era mejor ahora que después.
Después de un momento le sugerí que la crisis quizás fue algo que sirvió para que él
y su esposa recibieran consejería matrimonial.
Le recordé que el verdadero y permanente amor era una decisión, y que la emoción de
ese amor podía renacer en su matrimonio si él y su esposa aprendían a amarse el uno
al otro en los lenguajes apropiados del amor. Aceptó la consejería y nueve meses
después Brent y Becky salieron de mi oficina con un matrimonio renacido. Cuando vi
a Brent tres años más tarde me dijo que tenía un matrimonio maravilloso, y me
agradeció por haberlo ayudado en un momento tan crucial de su vida. Me contó que el
dolor por la pérdida de su amante había desaparecido hacía más de dos años. Sonrió y
dijo: «Mi tanque nunca ha estado tan lleno, y Becky es la mujer más feliz que usted
haya conocido».
Afortunadamente Brent fue beneficiado por lo que llamo «el desequilibrio del
enamoramiento», lo cual significa que casi nunca dos personas se enamoran el
mismo día, así como tampoco dejan de quererse el mismo día. No tiene que ser un
experimentado sociólogo para descubrir esa verdad. Solamente escuchen las
canciones románticas. La amante de Brent dejó de quererlo en un momento oportuno.
En los nueve meses que aconsejé a Brent y a T3ecky resolvieron numerosos
conflictos, a los que nunca antes habían enfrentado. Pero la clave para el
renacimiento de su matrimonio fue descubrir el lenguaje principal de amor del otro y
decidir hablarlo frecuentemente.
Permítanme regresar a la pregunta que hice en el Capítulo nueve: «¿Qué pasa si el
lenguaje de amor de su cónyuge es algo que no viene naturalmente a usted?» A
menudo me hacen esta pregunta en mis seminarios matrimoniales, y mi respuesta
es: «¿Y qué?»
El lenguaje de amor de mi esposa es «Actos de servicio». Una de las cosas que hago
por ella regularmente como un acto de amor es pasar la aspiradora por los pisos.
¿Ustedes creen que pasar la aspiradora por los pisos es algo natural para mí? Mi
madre acostumbraba hacerme limpiar la casa. Cuando estaba en la escuela primaria y
luego en la secundaria, no podía ir a jugar pelota los sábados hasta que no terminara
de limpiar toda la casa. En esos días me dije: «Cuando salga de aquí, una de las
cosas que jamás voy a hacer es limpiar los pisos. Me conseguiré una esposa para que
haga eso.»
Cuando una acción no es algo natural para usted, es una expresión de amor.
Pero yo paso la aspiradora en nuestra casa ahora, y lo hago regularmente. Y hay
solamente una razón para que yo limpie nuestra casa: amor. Usted no me podría pagar lo
suficiente por limpiar una casa, pero hago eso por amor. Como ustedes ven, cuando una
acción no es algo natural para usted, es una expresión de amor. Mi esposa sabe que
cuando limpio la casa le estoy expresando a ella un amor puro al 100%, sin
adulteración, ¡y consigo el crédito por todo eso!
Algunos dicen: «Pero doctor Chapman, eso es diferente. Sé que el lenguaje de amor
de mi cónyuge es el contacto físico, y yo no soy un "acariciador". Nunca vi abrazarse
a mi padre y a mi madre. Nunca me abrazaron. Sencillamente no soy un acariciador.
¿Qué voy a hacer?»
¿Tiene dos manos? ¿Puede juntarlas? Ahora imagínese que tiene a su cónyuge en el
medio y la lira hacia usted. Le apuesto a que si usted abraza a su cónyuge tres mil
veces, después de eso comenzará a ser más natural. Pero por último, la comodidad
o naturalidad no es el asunto. Estamos hablando de amor, y amor es algo que usted
hace por alguien, no algo que usted hace por usted mismo. La mayoría de nosotros
hacemos muchas cosas cada día que no son naturales para nosotros. Para algunos
de nosotros eso es levantarse de la cama en la mañana. Vamos contra nuestros
deseos y nos levantamos de la cama. ¿Por qué? Porque creemos que hay algo que
vale la pena hacer ese día. Y normalmente, antes de que el día termine nos sentimos
bien por habernos levantado. Nuestras acciones preceden a nuestras emociones.
Pasa lo mismo con el amor. Descubrimos el lenguaje principal de amor de nuestro
cónyuge y decidimos hablar-lo, sea o no natural para nosotros. No esperamos tener
sentimientos emocionantes y agradables. Simplemente decidimos hacerlo para
beneficio de él o de ella. Queremos llenar la necesidad emocional de nuestro
cónyuge, y hablamos su lenguaje de amor. Al hacerlo, su tanque de amor está lleno
y él nos retribuirá hablando nuestro lenguaje. Cuando lo hace, nuestras emociones
regresan y nuestro tanque de amor comienza a llenarse.
El amor es una decisión, y cualquiera de los cónyuges puede iniciar el proceso
ahora.
CAPÍTULO ONCE
El amor es lo que importa
El amor no es solamente una necesidad emocional. Los sicólogos han observado
que entre nuestras necesidades básicas están la necesidad de seguridad, de valor
personal y de significado. El amor, sin embargo, se interrelaciona con todas ellas.
Si me siento amado por mi cónyuge puedo descansar sabiendo que mi compañero o
compañera no me harán ningún daño. Me siento seguro en su presencia. Puedo
tener muchas incertidumbres en mi carrera y hasta tener enemigos en otras áreas de
mi vida, pero con mi cónyuge me siento seguro.
Mi valor personal aumenta por el hecho de que mi cónyuge me ama. Después de
todo. si me ama debo ser digno de amor. A lo mejor mis padres me han dado
mensajes negativos o confusos en cuanto a mi valor personal, pero mi cónyuge me
conoce como un adulto y así me ama. Su amor es diferente a mi autoestima.
La necesidad de significado es la fuerza emocional que hay detrás de nuestra
conducta. La vida es empujada por el deseo de éxito, queremos que nuestras vidas
sirvan para algo. Tenemos nuestro propio criterio de lo que significa ser importante
y nos esforzamos por alcanzar nuestras metas. El sabernos amados por el cónyuge
mejora nuestro sentido de importancia. Pensamos: «Si alguien me ama debo ser
importante.»
Soy importante porque estoy en la cúspide del orden creado. Tengo la capacidad de
pensar en términos abstractos, comunicar mis pensamientos por medio de palabras y
tomar decisiones. Por medio de las palabras impresas o grabadas puedo
beneficiarme de los pensamientos de otros que me han precedido. Puedo
beneficiarme de las experiencias de otros aunque hayan vivido en diferentes épocas
y en diferentes culturas. Experimento la muerte de familiares y amigos y siento que
hay una existencia más allá de lo material. Descubro que en todas las culturas la
gente cree que hay un mundo espiritual. Mi corazón me dice que es así, aun cuando
mi mente, educada en la observación científica, se haga preguntas críticas.
Soy importante, la vida tiene sentido. Hay un propósito más alto. Quiero creerlo,
pero no me siento importante hasta que alguien no me expresa amor. Cuando mi
cónyuge amante invierte tiempo, energía y esfuerzo en mí, creo que soy importante.
Sin amor, puedo pasar toda la vida buscan-do significado, valor personal y
seguridad. Cuando experimento amor, esto impacta positivamente en todas esas
necesidades. Soy libre para desarrollar mi potencial. Estoy más seguro de mi valor
personal y puedo dirigir mis esfuerzos hacia afuera, en vez de estar obsesionado con
mis propias necesidades. El verdadero amor siempre libera.
En el contexto del matrimonio, si no nos sentimos amados nuestras diferencias se
agrandan. Vemos al otro como una amenaza para nuestra felicidad. Peleamos para
defender nuestro valor personal y nuestra importancia, y el matrimonio se convierte
en un campo de batalla antes que en un remanso de paz.
El amor no es la respuesta para lodo, pero crea un clima de seguridad en el que
podemos encontrar las respuestas para las cosas que nos inquietan. En la seguridad
del amor una pareja puede tratar las diferencias sin acusarse. Allí se resuelven los
conflictos, y dos personas diferentes pueden aprender a vivir juntos en armonía. En
ese ámbito descubrimos cómo encontrar lo mejor en el otro. Ese el premio del amor.
La decisión de amar a su cónyuge tiene un tremendo potencial. Aprender su lenguaje
principal de amor hace que ese potencial se vuelva una realidad. El amor hace que «el
mundo gire alrededor». Al menos eso fue lo sucedió con Jean y Norm.
Habían viajado tres horas para llegar a mi oficina. Se notaba que Norm no quería
estar allí. Jean lo había obligado amenazándolo con dejarlo (no sugiero este método,
pero las personas no siempre conocen mis sugerencias antes de venir a verme).
Tenían treinta y cinco años de casados y nunca habían estado en consejería antes.
Jean comenzó la conversación:
—Doctor Chapman, quiero que sepa dos cosas. Primero de todo, no tenemos ningún
problema económico. Leía en una revista que el dinero es uno de los más grandes
problemas en el matrimonio. No sucede eso con nosotros. Los dos hemos trabajado
todos estos años, la casa está pagada, los automóviles están pagados. No tenemos
ningún problema económico. Segundo, quiero que sepa que no discutimos. Oigo a
mis amigas hablar sobre las discusiones que tienen todo el tiempo. Nunca
discutimos. No recuerdo cuándo fue la última vez que tuvimos una discusión.
Los dos sabemos que las discusiones son inútiles, así que NO discutimos.
Como consejero aprecié la aclaración de Jean. Supe que iba directamente al
grano. Era obvio que ella había pesado bien sus afirmaciones. Quería asegurarse
de que no nos meteríamos en lo que no eran sus problemas. Quería emplear esa
hora sabiamente.
Continuó:
—El problema es que no siento ningún amor de parte de mi esposo. Para
nosotros, la vida es una rutina. Nos levantamos en la mañana y vamos a trabajar.
En la tarde él hace lo suyo y yo hago lo mío. Generalmente comemos juntos pero
no hablamos. Él mira la televisión mientras comemos, luego él va a orinar al
sótano y se duerme frente al televisor hasta cuando le digo que es hora de
acostarse. Este es nuestro horario cinco días a la semana. El sábado juega golf
por la mañana, trabaja en el jardín por la tarde y vamos a cenar juntos con otra
pareja en la noche. Conversa con ellos, pero cuando entramos al auto para volver
a casa, la conversación cesa. Una vez en casa se duerme frente al televisor hasta
que nos vamos a la cama. El domingo por la mañana vamos a la iglesia. Siempre
vamos a la iglesia los domingos por la mañana, doctor Chapman —recalcó—.
Luego vamos a almorzar con algunos amigos. Cuando llegamos a casa, se
duerme frente al televisor toda la tarde del domingo. Por lo general, volvemos a
la iglesia el domingo por la noche, luego regresamos a casa, comemos palomitas
de maíz y nos vamos a acostar. Ese es nuestro horario todas las semanas. Eso es
todo. Somos como dos compañeros de cuarto viviendo en la misma casa. No
sucede nada entre los dos. No siento ningún amor de parte suya. No hay cariño,
no hay emoción, todo es vacío, todo es muerto. No creo que pueda soportar esto
por mucho tiempo más.
Jean lloraba. Le pasé un pañuelo de papel y miré a Norm. Su primer comentario
fue:
—No la entiendo.
Después de una breve pausa continuó:
—He hecho todo lo que puedo para demostrarle que la amo, especialmente en
estos últimos dos o tres años, desde que se ha quejado tanto. Parece que de nada
sirve. No importa lo que haga, ella sigue quejándose de no sentirse amada. No sé
qué más hacer.
Podría decir que Norm estaba frustrado y enojado. Le pregunté:
—¿Qué ha hecho para mostrar su amor a Jean?
—Bueno, una cosa —dijo—, llego a casa del trabajo antes que ella, así que
comienzo a preparar la cena todas las noches. En realidad, quiero que sepa la
verdad, tengo la cena casi lista cuando ella llega a casa, cuatro noches a la
semana. La otra noche comemos fuera. Después de la comida, lavo los platos
tres noches a la semana. La otra noche tengo una reunión, pero tres noches lavo
los platos después de la comida. Paso la aspiradora a toda la casa porque a ella le
duele la espalda. Hago todo el trabajo del jardín porque ella es alérgica al polen.
Doblo la ropa cuando sale de la lavadora.
Continuó contándome otras cosas que hacía por Jean. Cuando terminó me
pregunté: ¿Qué hace esta mujer? No había casi nada para que ella hiciera.
Norm continuó:
—Hago todas esas cosas para demostrarle que la amo; aun cuando ella se siente
allí y le diga todas esas cosas que ha dicho estos últimos dos o tres años: que no
se siente amada, etcétera. No sé qué más puedo hacer por ella.
Cuando miré a Jean, me dijo:
—Doctor Chapman, todo eso está bien, pero quiero que él se siente en el sofá
conmigo y me lo diga. Nunca hablamos. No hemos hablado en treinta años.
Siempre está lavando los platos, cortando el césped, limpiando. Siempre está
haciendo algo. Quiero que se siente en el sofá y me dedique algún tiempo, me mire
y hable de nosotros, de nuestras vidas.
Estaba llorando otra vez. Era obvio que su lenguaje principal de amor era «Tiempo
de calidad». Lloraba porque necesitaba atención. Quería ser tratada como una
persona, no como un objeto. Las ocupaciones de Norm no le permitían ver esa
necesidad. Al conversar más adelante con Norm descubrí que él tampoco se sentía
amado, pero él no hablaba de eso. Él razonaba:
—Si uno ha estado casado treinta y cinco años y se pagan todas las cuentas y no se
discute, qué más se puede hacer?
Eso es lo que pensaba. Pero cuando le pregunté:
—¿Cómo sería una esposa ideal para usted? Si pudiera tener una esposa perfecta,
¿cómo debería ser ella?
Me miró a los ojos por primera vez y preguntó:
—¿Quiere que le diga la verdad?
—Sí —le contesté.
Se sentó en el sofá y cruzó sus brazos. Apareció una gran sonrisa en su cara y dijo:
—He soñado con eso. Una esposa perfecta para mí sería una que llegara a casa por
las tardes y me preparara la cena. Yo estaría trabajando en el jardín y ella me
llamaría para comer. Después de la comida, ella lavaría los platos. Probablemente le
ayudaría algo, pero ella tendría la responsabilidad. Me cosería los botones que le
faltan a mis camisas.
Jean no pudo contenerse más. Se volvió a él y le dijo:
—¡No te creo! ¡Me dijiste que te gustaba cocinar!
—No estoy pensando en cocinar—respondió Norm—, pero él me preguntó qué
sería lo ideal.
Supe cuál era el lenguaje principal de amor de Norm: «Actos de servicio». ¿Por qué
piensa usted que Norm hacía todas esas cosas para Jean? Porque ese era su lenguaje
de amor. En su mente, esa era la manera de demostrarle amor: haciendo cosas. El
problema era que el «hacer cosas» no era el lenguaje de amor principal de Jean.
Para ella no significaba lo que sí hubiera significado para él que ella hubiera hecho
esas cosas para él.
Cuando se hizo la luz en la mente de Norm, lo primero que dijo fue:
—¿Por qué alguien no me dijo esto hace treinta años? Me hubiera sentado en el sofá
para hablar con ella quince minutos cada noche, en vez de estar haciendo todas esas
tareas.
Se volvió a Jean y dijo:
—Por primera vez en mi vida entiendo lo que quieres decir cuando dices que no
hablamos. Nunca pude entender eso. Pensé que sí hablábamos. Siempre te pregunté:
«¿Dormiste bien?» Pensé que hablábamos, pero ahora entiendo. Tú quieres que nos
sentemos en el sofá quince minutos cada noche, que nos miremos el uno al otro y
conversemos. Ahora entiendo lo que quieres decir, y ahora sé por qué es tan
importante para ti. Es tu lenguaje emocional de amor y comenzaremos esta noche.
Te daré quince minutos en el sofá todas las noches por el resto de mi vida, si eso te
hace sentir amada.
Jean y Norm regresaron a casa y comenzaron a amarse el uno al otro en los lenguajes
de amor correctos. En menos de dos meses estaban en una segunda luna de miel. Me
llamaron desde las Bahamas para decirme que se había operado un cambio radical
en su matrimonio.
¿Puede renacer el amor en el matrimonio? ¡Por supuesto! La clave es aprender el
lenguaje principal de amor de su cónyuge ¡y decidir hablarlo!
CAPÍTULO DOCE
Amar lo que no es digno de amor
Era un hermoso sábado de septiembre. Mi esposa y yo paseábamos por Reynolda
Gardens disfrutando de las flores y de las plantas, algunas de las cuales habían sido
importadas de diferentes partes del mundo. Los jardines habían sido inicialmente
formados por R. J. Reynolds como parte de su propiedad rural. Ahora son parte de
la Universidad de Wake Forest. Acabábamos de pasar el jardín de las rosas, cuando
de pronto vi a Ann, una mujer a la que había aconsejado dos semanas antes, que
venía a nosotros. Caminaba con la mirada baja y parecía meditar profundamente.
Cuando la saludé se sorprendió, pero me miró y sonrió. Le presenté a Karolyn y
cambiamos saludos. Luego, sin ningún preámbulo, me hizo una de las preguntas más
profundas que jamás he oído:
—Doctor Chapman, ¿es posible amar a alguien que se odia?
Sabía que la pregunta surgía de una herida profunda y merecía una respuesta
cuidadosa. Tenía una cita para hablar con ella la siguiente semana, así que le dije:
—Ann, esa es una de las preguntas más difíciles que he oído. ¿Por qué no hablamos
sobre eso la próxima semana? Aceptó, y Karolyn y yo continuamos nuestro paseo.
Pero la pregunta de Ann no se fue. Ya en nuestro auto, de regreso a casa, Karolyn y
yo hablamos sobre eso. Recordamos los primeros días de nuestro matrimonio,
cuando teníamos a menudo sentimientos de odio. Las palabras de acusación del
uno y del otro herían, y a la herida la seguía la ira. La ira se convertía en odio.
¿Cuál era la diferencia en nuestro caso? Ambos sabíamos que teníamos que
escoger el amor. Nos dábamos cuenta que si continuábamos con esa actitud
destruiríamos nuestro matrimonio. Afortunada-mente en el período de un año
habíamos aprendido cómo tratar nuestras diferencias sin condenarnos el uno al
otro, cómo tomar nuestras decisiones sin destruir nuestra unidad, cómo hacer
sugerencias constructivas sin ser demandantes, y cómo hablar el lenguaje principal
de amor del otro (muchas de esas conclusiones están en un libro que se publicó
anteriormente Toward a Growing Marriage (Hacia un matrimonio feliz), publicado
por Moody Press). La decisión de escoger el amor se hizo en medio de sentimientos
negativos del uno hacia el otro. Cuando comenzamos a hablar el lenguaje principal
de amor del otro, los sentimientos negativos de ira y odio desaparecieron.
Nuestra situación, sin embargo, era diferente de la de Ann. Karolyn y yo estuvimos
abiertos para aprender y crecer. Supe que el esposo de Ann no estaba en esa actitud.
Ella me dijo que la semana anterior le había rogado que fuera para consejería. Le
había rogado que leyera un libro o escuchara una cinta sobre el matrimonio. Pero
él había rehusado todos los esfuerzos de ella para mejorar. Según ella, su actitud
era: «No tengo ningún problema, ni eres quien los tienes». En su mente, él estaba
bien y ella estaba mal —así de simple. Los sentimientos de amor de la mujer habían
muerto con los años, por la crítica constante y la condenación de su esposo. Después
de diez años de matrimonio, su energía emocional estaba agotada y su autoestima
casi destruida. ¿Había esperanza para el matrimonio de Ann? ¿Podría amar a un
marido que no era digno de ser amado?
Supe que Ann era una persona profundamente religiosa y que asistía a la iglesia con
regularidad. Me figuré que posiblemente la única esperanza de supervivencia
marital estaba en su fe. Al siguiente día, pensando en Ann, leí el relato de Lucas
sobre la vida de Cristo. Siempre admiré los escritos de Lucas porque era un médico
que daba atención a los detalles, y en el primer siglo escribió un relato ordenado de
las enseñanzas y de la vida de Jesús de Nazaret. En lo que muchos han llamado el más
grande sermón de Jesús, leí las siguientes palabras, a las que llamo el más grande
desafío de amor:
Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que
os aborrecen; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian... Y
como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con
ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores aman a los que los aman.
Me pareció que ese profundo desafío escrito hace casi dos mil años pudiera ser la
dirección que Ann buscaba. Pero, ¿podría ella cumplirlo? ¿Podría alguien hacerlo?
¿Es posible amar a un cónyuge que se ha convertido en su enemigo? ¿Es posible
amar a alguien que lo ha maldecido, maltratado y demostrado sentimientos de
antipatía y odio? Si ella podría hacerlo, ¿habría alguna retribución? ¿Cambiaría
alguna vez su esposo, y le expresaría amor y cariño? Me sorprendieron las palabras
que siguen en este antiguo sermón:
Dad, y se os dará, medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro
regazo; porque con la misma medida que medís, os volverán a medir.2
¿Podría ese antiguo principio, de amar a la persona que no es digna de amar, dar
resultado en un matrimonio casi destruido como el de Ann? Decidí hacer un
experimento. Tomaría como mi hipótesis que si Ann podría aprender el lenguaje
principal de amor de su esposo y hablarlo por un tiempo, de manera que su
necesidad emocional de amor fuera suplida, con el tiempo él le retribuiría y le
expresaría amor también. En mi interior me preguntaba: ¿Funcionaría?
Me reuní con Ann la siguiente semana y la escuché nuevamente, mientras me
contaba los horrores de su matrimonio. Al final de su sinopsis, repitió la pregunta
que me había hecho en Reynolda Gardens. Esta vez la puso en forma de una
afirmación:
—Doctor Chapman, no sé si alguna vez podré amarlo, después de todo lo que me
ha hecho.
—¿Ha hablado de su situación con alguno de sus amigos? —pregunté.
—Con dos de mis amigas más íntimas —dijo—, y un poco con otras personas.
—¿Y cuál fue su respuesta?
—Que me fuera —dijo—. Todos me dijeron que me fuera, que él nunca cambiaría,
y que lo único que estaba haciendo era prolongar mi agonía. Pero, doctor Chapman,
yo no puedo hacer eso, tal vez debería hacerlo, pero no puedo creer que eso sea lo
correcto.
—Me parece que usted está atrapada entre sus creencias religiosas y morales, las
cuales le dicen que está mal abandonar su matrimonio, y su dolor emocional, lo cual
le dice que salir es la única manera de sobrevivir —dije.
—Eso es exactamente lo que sucede, doctor Chapman. Eso es exactamente lo que
siento. No sé qué hacer.
Cuando el tanque emocional no está lleno... no sentimos amor hacia nuestro
cónyuge, sino que simplemente experimentamos vacío y dolor.
—Me identifico completamente con su lucha —continué—. Usted está en una
situación muy difícil. Quisiera poder ofrecerle una respuesta fácil.
Desgraciadamente no puedo. Las dos alternativas que mencioné, irse o quedarse,
probablemente le producirán mucho dolor. Antes que haga una decisión tengo una
idea. No estoy seguro de que dará resultado, pero me gustaría intentarlo. Sé, por lo
que usted me ha dicho, que su fe religiosa es importante y que tiene mucho respeto
por las enseñanzas de Jesús.
Movió su cabeza afirmativamente. Yo continué: —Quiero leer algo que Jesús dijo
una vez, que tiene una aplicación para su matrimonio. Leí lenta y calmadamente:
pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestro enemigos, haced bien a los
que os aborrecen; bendecid o los que os maldicen y orad por los que os
calumnian.... Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también
haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito
tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
—¿No se aplica esto a su esposo? ¿No la ha tratado él como a una enemiga, antes
que como a una amiga? —inquirí.
Movió su cabeza afirmativamente.
—¿La ha maldecido?
—Muchas veces.
—¿La ha maltratado?
—A menudo.
—¿Y le ha dicho que la odia?
—Sí.
—Ann, si usted quiere, me gustaría hacer un experimento. Me gustaría ver qué
pasaría si aplicáramos estos principios a su matrimonio. Permítame explicarle lo
que quiero decir.
Entonces le expliqué el concepto del tanque emocional y el hecho de que cuando
el tanque está bajo, como el suyo, no sentimos amor hacia el cónyuge sino
simplemente vacío y dolor. Puesto que el amor es una necesidad emocional
profunda, la falta de amor causa el dolor más profundo. Le dije que si
pudiéramos aprender a hablar el lenguaje principal de amor del otro, esa
necesidad emocional podría ser suplida y los sentimientos positivos podrían ser
engendra-dos nuevamente.
—¿Tiene algún sentido para usted? —pregunté.
—Doctor Chapman, usted ha descrito mi vida. Nunca la he visto tan clara antes.
Nos queríamos antes de casarnos, pero no mucho tiempo después del
matrimonio desapareció la emoción del enamoramiento y nunca aprendimos a
hablar el lenguaje de amor del otro. Mi tanque ha estado vacío por años y estoy
segura de que el suyo también. Si hubiera entendido este concepto antes, tal vez
nada de esto hubiera pasado.
—No podemos volver atrás. Ann —le dije—. Todo lo que podemos hacer es
tratar de forjar un futuro diferente. Me gustaría proponer un experimento de seis
meses.
—Probaré cualquier cosa —dijo Ann.
Me gustó su espíritu positivo, pero no estaba seguro si ella entendió lo difícil que
sería el experimento.
—Comencemos por fijar nuestro objetivo —dije—. Si en seis meses usted
pudiera lograr su más profundo deseo. ¿Cuál sería este?
Ann permaneció en silencio por un rato. Entonces dijo con toda convicción:
—Me gustaría ver que Glenn me ama de nuevo y me expresa su amor pasando
tiempo conmigo. Me gustaría vernos haciendo cosas juntos, yendo a diferentes
lugares juntos. Me gustaría verlo interesado en mi mundo. Me gustaría vernos
conversando cuando vamos a comer en algún lugar. Me gustaría que me
escuchara, sentir que valora mis ideas. Me gustaría vernos viajando juntos y
pasándolo bien nuevamente, saber que valora nuestro matrimonio más que
cualquier cosa.
Ann hizo una pausa y luego continuó:
—De mi parte me gustaría sentir cariño y tener sentimientos positivos hacia él
otra vez. Me gustaría volver a respetarlo, estar orgullosa de él. Por ahora no
tengo esos sentimientos.
Mientras Ann hablaba, yo escribía. Cuando terminó de hablar le leí lo que había
dicho.
—¿Eso suena como un objetivo poco noble —dije—, pero, (,eso es realmente lo
que quiere, Ann?
—Ahora mismo, eso suena como un objetivo imposible, doctor Chapman —
respondió Ann—, pero más que otra cosa eso es lo que quisiera ver.
—Entonces, pongámonos de acuerdo —dije—. Ese será nuestro objetivo. En seis
meses, queremos ver que usted y Glenn tengan esta clase de relación amorosa.
Ahora, permítame sugerir una hipótesis. El propósito de nuestro experimento es
probar si mi hipótesis es verdadera o no. Supongamos que si usted pudiera hablar el
lenguaje principal de amor de Glenn en forma permanente por un período de seis
meses. Eso, de alguna manera, podría satisfacer la necesidad emocional de él y
llenar su tanque de amor, entonces él comenzaría a darle amor a usted. Esa hipótesis
se basa en la idea de que la necesidad de amor es nuestra más profunda necesidad
emocional, y cuando esa necesidad se satisface, respondemos positivamente a la
persona que ha hecho posible eso.
Proseguí:
—Usted comprenderá que esa hipótesis coloca toda la incitativa en sus manos. Glenn
no está tratando de arreglar las cosas en el matrimonio. Usted es la que está
tratando. La hipótesis dice que si usted canaliza sus energías en la dirección
correcta, hay una buena posibilidad de que Glenn le retribuya.
Leí la otra porción de Jesús relatada por Lucas, el médico:
Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro
regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
Según entiendo, Jesús está estableciendo un principio, no una manera de manipular a
las personas. Generalmente hablando, si somos amables y cariñosos con las
personas, ellas serán amables y cariñosas con nosotros. Eso no significa que
podemos hacer bondadosa a una persona solamente siendo bondadosos con ella.
Somos agentes independientes. Así que podemos desdeñar el amor y alejarnos del
amor, o aun escupir en la cara del amor. No hay garantía de que Glenn responderá a
sus actos de amor. Solamente podemos decir que hay una buena posibilidad de que
lo haga. (Un consejero nunca puede predecir con absoluta certeza la conducta
humana. Basado en investigaciones y estudios personales, un consejero únicamente
puede predecir cómo una persona probablemente va a responder en una situación
dada.)
Una vez que convinimos en la hipótesis, le dije: —Ahora hablemos del lenguaje
principal de amor suyo y de Glenn. Por lo que usted ya me ha dicho, supongo que el
«Tiempo de calidad» es su lenguaje principal de amor. ¿Qué cree usted?
—Creo que es así, doctor Chapman. Al principio, cuan-do pasábamos mucho tiempo
juntos y Glenn me escuchaba, hablábamos por horas y hacíamos muchas cosas juntos.
Me sentía amada en verdad. Deseo más que cualquier cosa que vuelva esa parte de
nuestro matrimonio. Cuando empleamos el tiempo en estar juntos, siento que me
ama; pero cuando está siempre haciendo otras cosas y nunca tiene tiempo para
conversar ni para hacer nada conmigo, siento que los negocios y las otras cosas son
más importantes que nuestra relación.
—Y cuál cree que es el lenguaje principal de amor de Glenn —pregunté.
—Creo que es el «Toque físico», y especialmente el aspecto sexual del
matrimonio. Sé que cuando me sentí más amada por él, y fuimos más sexualmente
activos, tuvo una diferente actitud. Creo que ese es su lenguaje principal de amor,
doctor Chapman.
¿Se queja alguna vez de la manera en que usted le habla'?
—Bueno, dice que lo regaño lodo el tiempo. También dice que no lo apoyo, que
siempre estoy contra sus ideas.
—Entonces asumamos que el «Toque físico» es su lenguaje principal de amor. y
que las «Palabras de afirmación» vienen a ser como su lenguaje secundario. La
razón por la que le sugiero el segundo es porque si él se queja de sus palabras
negativas, aparentemente las palabras positivas serían más importantes para él.
Entonces avancé un paso más:
—Ahora, permítame sugerir un plan para probar nuestra hipótesis. ¿Qué pasaría
si usted va a su casa y le dice a Glenn: «He pensado en nosotros y quiero ser una
mejor esposa para ti. Así que si tienes algunas sugerencias sobre cómo podría ser
una mejor esposa, quiero que sepas que estoy lista para escucharlas. Puedes
decírmelas ahora o pensar en eso y hacérmelo saber, pero en verdad quisiera
lograr ser una mejor esposa». Cualquiera que sea su res-puesta, negativa o
positiva, simplemente acéptela como una información. Esa declaración inicial le
hace saber a él que algo diferente va a suceder en su relación.
»Entonces, basada en lo que usted cree que es su lenguaje principal de amor, que
es el «Toque físico», y mi suposición de que su lenguaje secundario de amor
pueden ser las «Palabras de afirmación», enfoque su atención en esas dos áreas,
por un mes.
»Si Glenn le da una sugerencia de cómo podría ser una mejor esposa, acepte esa
información y continúe con su plan. Busque las cosas positivas en la vida de
Glenn y hágale una afirmación verbal de esas cosas. Mientras tanto, deje de
quejarse. Si quiere quejarse sobre algo, escríbalo en su libreta personal y no diga
nada a Glenn durante este mes.
»Comience a tener más iniciativa en el toque físico y la participación en las
relaciones sexuales. Sorpréndalo siendo más agresiva, no simplemente
respondiendo a sus avances. Fíjese la meta de tener relaciones sexuales por lo
menos una vez a la semana las primeras seis semanas y después dos veces en las
siguientes dos semanas». Ann me había comentado que ella y Glenn habían
tenido coito una o dos veces en los pasados seis meses. Yo pensé que este nuevo
plan podría mejorar las cosas rápidamente.
Manifestar sentimientos que no tiene es hipocresía... pero expresar un acto de
amor para beneficio o agrado de la otra persona, es sencillamente una decisión.
—Caramba, doctor Chapman... ¡Eso va a ser difícil! —dijo Ann—. Me ha sido
difícil responderle sexualmente cuando me ignora todo el tiempo. Me he sentido
usada antes que amada en nuestros encuentros sexuales. Actúa como si yo no
tuviera ninguna importancia todo el resto del tiempo y luego quiere saltar a la
cama y usar mi cuerpo. Eso me ha ofendido y creo que es la razón para que no
hayamos tenido sexo muy a menudo en los últimos años.
—Su reacción ha sido natural y normal, Ann. Para la mayoría de las esposas, el
deseo de tener intimidad sexual con sus esposos es producto de sentirse amadas
por ellos. Si se sienten amadas, entonces desean la intimidad sexual. Si no se
sienten amadas, probablemente se sienten usadas en el contexto sexual. Por eso
es que amar a alguien que no nos ama es muy difícil. Va contra nuestras
tendencias naturales. Usted tendrá que utilizar toda su fe en Dios para hacer eso.
Tal vez le ayudará leer una vez más el sermón de Jesús sobre el amor a sus
enemigos, y pedirle a Dios que le dé poder para practicar las enseñanzas de Jesús.
Podría decir que Ann estaba de acuerdo con todo lo que le decía. Asentía ligeramente
con la cabeza, no obstante sus ojos me decían que tenía muchísimas preguntas.
—Pero, doctor Chapman, ¿no es acaso ser hipócrita el expresar el amor sexualmente,
cuando una tiene sentimientos negativos hacia la otra persona?
—Tal vez nos ayudaría distinguir entre el amor como un sentimiento y el amor
como una acción —dije—. Manifestar sentimientos que no se tienen es hipocresía, y
esa falsa comunicación no es la manera de forjar relaciones íntimas. Pero expresar
un acto de amor para el beneficio o agrado de otra persona es sencillamente una
decisión. Usted no manifiesta que la acción es el resultado de un compromiso
emocional profundo. Simplemente decide hacer algo para beneficio del otro. Creo
que eso debe ser lo que Jesús quiso "decir”. Ciertamente no tenemos sentimientos de
amor hacia las personas que nos odian. Eso sería anormal. Pero podemos hacer
actos de amor para ellos.
Mi respuesta pareció satisfacer a Ann, por lo menos por el momento. Sentí que
debíamos hablar de eso otra vez. También sentí que si el experimento daba
resultado, sería por la profunda fe en Dios que Ana tenía.
—Después del primer mes —dije—, quiero que le pregunte a Glenn cómo está
desempeñándose usted. En sus propias palabras, pregúntele: «Glenn, ¿recuerdas que
hace unas semanas te dije que iba a tratar de ser una mejor esposa? Quiero
preguntarte si piensas que estoy lográndolo». Cualquier cosa que Glenn diga,
acéptelo como información. Puede ser sarcástico, displicente u hostil, o a lo mejor
positivo. Cualquiera que sea su respuesta, no discuta sino acéptela, y asegúrele que
está hablando en serio, y que en verdad quiere ser una mejor esposa, y que si tiene
sugerencias adicionales, usted está lista para escucharlas. Continúe con este sistema
de pedirle su opinión una vez al mes, por seis meses. Cuando Glenn le dé la primera
opinión positiva, cuando le diga: «Tengo que admitir que cuando me dijiste que
procurarías ser mejor me reí mucho, pero veo que las cosas han cambiado»,
entonces sabrá que sus esfuerzos están tocándolo emocionalmente. Puede darle
opiniones positivas después del primer mes, o del segundo, o del tercero. Una
semana después de que usted reciba la primera opinión positiva, quiero que le haga
una petición: algo que usted quisiera que él haga, algo que tenga que ver con su
lenguaje principal de amor. Por ejemplo, puede decirle una noche: «Glenn, ¿sabes
lo que quisiera hacer? ¿Recuerdas cuando jugábamos cartas juntos? Me gustaría
jugar cartas contigo el jueves por la noche. Los chicos van a quedarse donde Mary.
¿Crees que sería posible?» Pida algo específico, no algo general. No diga: «Quiero
que pasemos más tiempo juntos». Eso es muy vago. ¿Cómo sabrá que eso se ha
cumplido? Pero si hace una petición específica, él sabrá exactamente lo que usted
quiere, y usted sabrá que cuando lo haga, él habrá decidido hacer algo por usted.
Y continué:
—Hágale una petición específica cada mes. Si lo hace, está bien; si no lo hace, está
bien. Pero cuando lo haga, usted sabrá que está respondiendo a sus necesidades. En
el proceso usted le está enseñando su lenguaje principal de amor, porque sus
peticiones están en concordancia con su lenguaje de amor. Si él decide amarla en su
lenguaje principal de amor, sus sentimientos positivos resurgirán. Su tanque
emocional se llenará y con el tiempo el matrimonio renacerá.
—Doctor Chapman, haría lo que quiera si eso es lo que va a suceder —dijo Ann.
Güeno —respondí—. Eso requerirá mucho trabajo difícil, pero creo que vale la pena
probar. Estoy personalmente interesado en ver si este experimento da resultado y si
nuestra hipótesis es verdadera. Me gustaría reunirme con usted regularmente
mientras dure este proceso, tal vez cada dos semanas, y me gustaría llevar un registro
de las palabras positivas de afirmación que usted le dice a Glenn cada semana.
También me gustaría que me trajera la lista de quejas que usted ha escrito en su
libreta personal, sin decírselas a Glenn. Tal vez de las quejas podríamos sacar
peticiones específicas para presentárselas a Glenn, lo que ayudará a solucionar
algunas de esas ilustraciones. Con el tiempo aprenderá cómo enfrentarse con sus
frustraciones e irritaciones de una manera constructiva, y usted y Glenn aprenderán
cómo arreglar esas irritaciones y conflictos. Pero durante estos seis meses de
experimento quiero que las escriba, sin decirle nada a Glenn.
Tal vez usted necesita un milagro en su propio matrimonio. ¿Por qué no ensayar
el experimento de Ann?
Cuando Ann salió creo que ya sabía la respuesta a su pregunta:
«Sí. Es posible amar a alguien a quien se odia».
En los siguientes seis meses, Ann vio un gran cambio en la actitud de Glenn y en su
tratamiento hacia ella. El primer mes no lo tomó con seriedad y trató el asunto con
ligereza. Pero después del segundo mes le dio una opinión valiosa en relación con
sus esfuerzos. En los últimos cuatro meses respondió positivamente a casi todas sus
peticiones y sus sentimientos hacia él comenzaron a cambiar drásticamente. Glenn
nunca vino para consejería, pero escuchó algunas de mis cintas y habló de ellas con
Ann. Animó a Ann a continuar su consejería, cosa que ella hizo por otros tres meses
después de nuestro experimento. En la actualidad, Glenn jura a sus amigos que soy un
hacedor de milagros. Sé en realidad que el amor es un hacedor de milagros.
Tal vez usted necesite un milagro en su matrimonio. ¿Por qué no ensaya el
experimento de Ann? Dígale a su cónyuge que usted ha pensado en su matrimonio
y ha decidido hacer lo mejor para llenar sus necesidades. Pídale sugerencias de
cómo podría mejorar. Sus sugerencias le darán la pista para descubrir su lenguaje
principal de amor. Si no hace sugerencias, averígüelo basándose en las quejas que
siempre le ha presentado. Luego, por seis meses concentre su atención en ese
lenguaje de amor. Al final de cada mes pida a su cónyuge su opinión de cómo está
usted cumpliendo y pídale sugerencias.
Cuando su cónyuge le diga que ve mejoras, espere una semana y hágale una petición
específica. La petición debe ser algo que usted quiere que él haga por usted. Si
decide hacerlo, usted sabrá que está respondiendo a sus necesidades. Si no honra su
petición, continúe amándolo. Tal vez el próximo mes responderá positivamente. Si
su cónyuge comienza a hablar su lenguaje de amor al responder a sus peticiones,
volverán sus sentimientos positivos hacia él, y con el tiempo su matrimonio renacerá.
No puedo garantizar los resultados. Pero muchas personas a quienes he aconsejado
han experimentado el milagro del amor.
NOTAS
1.
2.
Lucas 6:27-28,31-32
Lucas6:38
CAPÍTULO TRECE
Los niños y los lenguajes de amor
¿El concepto de los lenguajes de amor, ¿también se aplica a los niños? Los que
asisten a mis seminarios matrimoniales me hacen a menudo esa pregunta. Mi
respuesta no calificada es sí. Cuando los niños son pequeños usted no sabe su
lenguaje principal de amor. Por eso usted debe emplear los cinco y va a tocar el que
es. Si usted observa su conducta va a aprender su lenguaje principal de amor muy
pronto.
Bob tiene seis años. Cuando su padre llega a casa del trabajo, Bobby salta sobre sus
piernas, se trepa y revuelve el cabello de su padre. ¿Qué es lo que esto le dice a su
padre? «Quiero que me acaricies». Él acaricia a su padre porque quiere que lo
acaricien a él. El lenguaje principal de amor de Bobby probablemente sea el «Toque
físico».
Patrick vive en el departamento contiguo. Tiene cinco años y medio y es
compañero de juegos de Bobby. El padre de Patrick, sin embargo, se encuentra
con un cuadro diferente cuando llega a casa del trabajo. Patrick le dice
alegremente:
—Ven acá papito, quiero enseñarte algo. Ven acá.
Su padre le dice: —Espera un minuto Patrick, quiero leer el periódico.
Patrick sale por un momento pero regresa en quince segundos diciendo:
—Papito, ven a mi cuarto, quiero mostrarte ahora, papito, ven a mi cuarto,
quiero mostrarte ahora.
Su padre le dice: —Espera un minuto hijo, déjame terminar de leer.
La madre de Patrick lo llama y él sale corriendo. Su madre le dice que su padre
está cansado y que por favor lo deje leer el periódico por uno pocos minutos.
Patrick dice:
—Pero mamá, quiero mostrarle lo que hice.
—Ya lo sé —dice su madre—, pero deja que papá lea un poco.
Sesenta segundos después, Patrick regresa donde está su padre y en vez de decir
algo salta sobre su periódico riendo. Su padre dice: —Pero ¿qué es lo que haces
Patrick?
Patrick dice: —Quiero que vengas a mi cuarto, papito. Quiero mostrarte lo que
hice.
¿Qué es lo que pide Patrick? «Tiempo de calidad». Él quiere la atención
completa de su padre y no parará hasta que la consiga, aun cuando arme un lío.
Si su niño le entrega regalos, envolviéndolos y dándolos con una mirada
picaresca en sus ojos, el lenguaje principal de su niño es probablemente «Recibir
regalos». El le da a usted porque desea recibir. Si observa que su hijo o hija
siempre trata de ayudar a un hermano o hermana más pequeño, eso
probablemente significa que su lenguaje principal de amor es «Actos de
servicio». Si él o ella le dice a menudo cuán bueno es usted o qué buen trabajo
hace, esto es un indicador que su lenguaje principal de amor es «Palabras de
afirmación».
Todo eso está en el nivel subconsciente del niño. El niño no está pensando
conscientemente: «Si les doy un regalo a mis padres ellos me darán un regalo: si
los acaricio, me acariciarán», pero su conducta estará motivada por sus propios
deseos emocionales. Tal vez aprendió por experiencia que cuando hace o dice
ciertas cosas recibe ciertas respuestas de sus padres. De manera que hace o dice
lo que llena sus propios deseos emocionales. Si todo va bien y sus deseos son
satisfechos, los niños llegarán a ser adultos responsables. Pero si los deseos
emocionales no son satisfechos, violarán las normas aceptadas, expresando ira
hacia sus padres, quienes no llenaron sus necesidades, y buscarán amor en
lugares incorrectos.
¿Por qué es que cuando el niño crece, nuestras «Palabras de afirmación» se
convierten en palabras de acusación?
El doctor Ross Campbell, el siquiatra que me habló primero del «tanque»
emocional de amor, dice que en los muchos años de tratar a los adolescentes que
han tenido problemas sexuales, nunca se ha encontrado con un adolescente cuyas
necesidades emocionales hayan sido llenadas por sus padres. Su opinión era que
casi todos los problemas sexuales en los adolescentes tienen raíces en un tanque
de amor vacío.
¿Ha visto eso en su comunidad? Un adolescente se va de la casa. Los padres agitan
sus brazos diciendo: ¿Cómo pudo hacernos esto, después de todo lo que hemos
hecho por él?» Pero el adolescente está a cien kilómetros, en la oficina de algún
consejero, diciendo: «Mis padres no me quieren. Nunca me han querido. Quieren a
mi hermano, pero no me quieren a mí». Los padres, ¿aman a ese muchacho? En la
mayoría de los casos, sí. Entonces, ¿cuál es el problema? Probablemente los padres
nunca aprendieron cómo comunicar el amor en un lenguaje en que el muchacho
pudiera entender.
Tal vez le compraron todas las pelotas de fútbol y bicicletas que él pedía para
demostrarle su amor, pero el niño lloraba: «¿Alguien jugará pelota conmigo?» La
diferencia entre comprar una pelota y jugar con un niño, puede ser la diferencia que
hay entre un tanque de amor vacío y uno lleno. Los padres pueden llamar
sinceramente a sus hijos, la mayoría lo hacen, pero la sinceridad no es suficiente.
Debemos aprender a hablar el lenguaje principal de amor de nuestros hijos si
queremos llenar su necesidad de amor. Miremos los cinco lenguajes del amor en el
contexto del amor para los hijos.
Palabras de afirmación
Los padres, por lo general, dicen muchas palabras de afirmación al niño cuando es
pequeño. Antes de que el niño entienda la comunicación verbal, los padres dicen:
«Qué linda nariz, qué hermosos ojos, qué bonito pelo», etcétera. Cuando los niños
comienzan a gatear aplaudimos todos sus movimientos y les damos «Palabras de
afirmación». Cuan-do comienza a caminar y se para sosteniéndose del sofá, nos
mantenemos cerca de él y le decimos: «Vamos, vamos, vamos. iEso es! ¡Camina!
Muy bien, hijo. ¡Camina!» Cuando el niño da medio paso y cae, ¿qué le decimos?
No le decimos: «Eres un tonto, ¿no puedes caminar, acaso?» Más bien le decimos:
«¡Muy bien!» Entonces él se levanta e intenta de nuevo.
¿Por qué es que cuando el niño crece nuestras «Palabras de afirmación» se convierten
en palabras de acusación? Cuando el niño tiene siete años entramos en su cuarto y le
decimos que guarde los juguetes en su lugar. Hay doce juguetes tirados en el piso.
Regresamos en cinco minutos y de los doce, siete están en la caja, ¿qué es lo que
decimos? «Te he dicho que guardes esos juguetes. Si no lo haces te voy a...» ¿Qué
decimos de los siete juguetes que están guardados? ¿Por qué no decimos: «Muy bien
Johnny, guardaste siete juguetes en la caja. Qué bueno». ¡Los otros cinco
probablemente saltarían dentro de la caja! Cuando crece, seguimos condenándolo
por sus fracasos antes que felicitarlo por sus logros. Para un niño cuyo lenguaje
principal de amor es «Palabras de afirmación» nuestras palabras negativas, críticas o
degradantes producen terror en su psiquis. Cientos de adultos de treinta y cinco años
guardan todavía las palabras de acusación que les dijeron veinte años atrás, y están
resonando aún en sus oídos: «Estás muy gordo; nadie se enamorará de ti». «No eres
bueno para los estudios. Mejor deberías salir de la escuela». «No puedo creer que
seas tan tonto». «Eres un irresponsable y nunca servirás para nada». Los adultos
tienen dificultades con su autoestima y no se sienten queridos, cuando su lenguaje
principal de amor es violado de esa manera.
Tiempo de calidad
Tiempo de calidad significa dar a un niño atención completa. Para el niño pequeño
significa sentarse en el piso y jugar con él. Hablamos de jugar con autos pequeños o
muñecas. Hablamos de jugar en los castillos de arena, haciendo castillos, entrando
en su mundo, haciendo cosas con él. Usted puede estar en las computadoras como
adulto, pero su niño vive en un mundo de niño. Usted tiene que bajarse al nivel de su
niño si quiere dirigirlo más tarde en el mundo de los adultos.
Cuando el niño crece y desarrolla nuevos intereses, usted tiene que meterse en esos
intereses si quiere llenar sus necesidades. Si está metido en baloncesto, interésese en
baloncesto, juegue baloncesto con él, llévelo a partidos de baloncesto. Si le gusta el
piano, tal vez debería participar de una lección de piano o escuchar con toda atención
una parte de su práctica. Dar a su hijo una atención completa demuestra que a usted
le importa, que usted disfruta de estar con él.
Muchos adultos, mirando retrospectivamente a su niñez, no recuerdan mucho lo que
sus padres dijeron, pero sí lo que sus padres hicieron. Un adulto dijo: «Recuerdo que
mi padre nunca se perdió uno de mis partidos en la escuela. Sabía que estaba
interesado en lo que hacía». Para ese adulto el «Tiempo de calidad» era un
comunicador de amor muy importante.
Si el «Tiempo de calidad» es el lenguaje principal de amor de su hijo y usted habla
ese lenguaje, él le permitirá pasar tiempo de calidad con él aun en los años de la
adolescencia. Si no le da tiempo de calidad en los años más jóvenes, probablemente
buscará la atención de los compañeros en los años de la adolescencia, alejándose de
los padres, y quienes a lo mejor en esa época quieren desesperadamente tener más
tiempo con sus hijos.
Recibir regalos
Muchos padres y abuelos hablan el lenguaje de los regalos de manera excesiva.
Cuando uno visita las tiendas de juguetes se pregunta si los padres creen que ese es
el único lenguaje de amor. Si los padres tienen dinero tratan de comprar excelentes
regalos para sus hijos. Algunos padres creen que esa es la mejor manera de
demostrar el amor. Algunos padres tratan de hacer por sus hijos lo que sus padres no
pudieron hacer por ellos. Les compran cosas que hubieran querido tener cuando niños,
pero a menos que sean el lenguaje principal de amor del niño, los regalos pueden
significar muy poco emocionalmente para el hijo. Los padres tienen buenas
intenciones, pero no llenan las necesidades emocionales del niño dándoles regalos.
Si los regalos que usted le da pronto son dejados de lado, si el niño rara vez dice
«gracias», si al niño no le importan los regalos que le han dado, si el niño no aprecia
esos regalos, posiblemente el «Recibir regalos», no es su lenguaje principal de amor.
Si, por otro lado, su niño responde agradeciendo efusivamente, si muestra a otros el
regalo, si les cuenta lo maravilloso que es usted por comprarlo, si le importa el
regalo, si lo pone en un lugar prominente de su cuarto y lo mantiene relumbrante,
si juega con él a menudo más de la cuenta, entonces tal vez ese sea su lenguaje
principal de amor.
¿Qué pasa si tiene un niño para quien «Recibir regalos» es su lenguaje principal de
amor y usted no puede comprarle muchos? Recuerde, no es la calidad o costo del
regalo; «es la intención la que cuenta». Muchos regalos pueden ser hechos
manualmente, y muchas veces el niño aprecia ese regalo más que uno fabricado y
caro. En realidad, los niños más tiernos juegan más con la caja que con el regalo que
viene en ella. También puede ballar regalos descartados y arreglarlos. El proceso de
arreglar uno puede ser un proceso tanto para el padre como para el hijo. Usted no
necesita mucho dinero para dar regalos a sus hijos.
Actos de servicio
Cuando los niños son pequeños, los padres están continuamente haciendo «Actos de
servicio» para ellos. Si no lo hacen, el niño moriría. Bañarlo, alimentarlo, vestirlo,
todo requiere mucho trabajo en los primeros años de la vida del niño. Luego viene el
cocinar, lavar y planchar. Luego viene el prepararle el almuerzo, el llamar un taxi
para él y el ayudarlo con las tareas escolares. Esas cosas son tomadas como
naturales por muchos hijos, pero para otros esas cosas comunican amor.
Observe a sus niños. Mire cómo expresan su amor a otros. Esa es una pista para
descubrir su lenguaje de amor.
Si su niño expresa a menudo aprecio por actos comunes de servicio, esa es una pista
de que éstos son emocional-mente importantes para él. Sus actos de servicio
comunican amor de una manera significativa. Cuando usted le ayuda en una
investigación científica, eso significa más que una buena calificación. Significa:
«Mis padres me aman». Cuando usted arregla una bicicleta hace más que ponerlo
otra vez sobre ella, usted lo envía con un tanque lleno. Si su niño se ofrece
constantemente a ayudarle en su trabajo, probablemente significa que esa es una
manera de expresar amor y los «Actos de servicio» constituyen su principal
lenguaje de amor.
Toque físico
Siempre hemos sabido que el «Toque físico» es un comunicador emocional para los
niños. Las investigaciones demuestran que los bebés que son tomados en los
brazos son más desarrollados emocionalmente que los que no son tomados en los
brazos. En forma natural, muchos padres y otros adultos toman a un infante, lo
sostienen en brazos, lo aprietan, lo besan, lo estrechan y les dicen palabras de
cariño. Mucho antes de que el niño entienda el significado de la palabra amor, él se
siente amado. Abrazarlo, besarlo, acariciarlo, tomarle de las manos, son maneras de
comunicar amor a un niño. Abrazar y besar a un adolescente es diferente de abrazar
y besar a un infante. Un adolescente tal vez no aprecie tal conducta en la presencia de
sus compañeros, pero eso no significa que no quiera ser acariciado, especialmente si
ese es su lenguaje principal de amor.
Si su hijo adolescente lo sigue, le toma de los brazos, se reclina ligeramente en
usted, le toma del tobillo cuando camina por la habitación, haciéndolo trastabillar,
eso indica que el «Toque físico» es importante para él.
Observe a sus hijos, mire cómo expresan su amor a otros. Eso es una pista para
descubrir su lenguaje de amor. Vea cuáles son las cosas que aprecian más.
Probablemente esos son indicadores de su lenguaje principal de amor.
El lenguaje de amor de nuestra hija es «Calidad de tiempo». Cuando era niña
paseábamos juntos. Durante sus años escolares, cuando asistía a Salem Academy, una
de las academias para niñas más antigua del país, dábamos paseos por los alrededores
de Old Salem. Los moravos han restaurado la aldea, la cual tiene más de doscientos
años. Caminar por sus calles de piedra es algo que le hace a uno recordar tiempos
más sencillos. Pasear por el antiguo cementerio le da un sentimiento de comprensión
de la vida y de la muerte. En esos tiempos caminábamos tres tardes a la semana y
hablábamos largamente en ese ambiente solemne. Ahora ella es médico, pero
cuando viene a casa, casi siempre dice: «¿Quieres dar un paseo, papá?» Nunca he
rechazado su invitación.
Mi hijo nunca caminaba conmigo. Él decía: «¡Caminar es una tontería! No se va
a ninguna parte. Si quieres ir a algún Lugar, anda en auto».
El «Tiempo de calidad» no era su lenguaje principal de amor. Como padres, a
menudo tratamos de poner a todos nuestros hijos en el mismo molde. Vamos a
conferencias para padres, leemos algunos libros sobre padres, aprendemos
nuevas y hermosas ideas sobre el ser padres, y al volver a casa queremos
practicar eso con cada hijo. El problema es que cada uno de ellos es diferente, y
lo que comunica amor a uno no lo hace con el otro. Obligar a un niño a dar un
paseo con usted para que puedan pasar un tiempo de calidad juntos no comunica
amor. Debemos aprender a hablar el lenguaje de nuestros hijos si queremos que
se sientan amados.
Creo que la mayoría de los padres aman sinceramente a sus hijos. Creo también
que miles de padres han fallado en comunicar amor en el lenguaje apropiado, y
miles de niños en este país viven con un tanque emocional vacío. Creo que la
mayor parte del mal comportamiento de niños y adolescentes se origina en
tanques de amor vacíos.
Nunca es muy tarde para expresar amor. Si usted tiene hijos grandes y se da
cuenta que ha hablado el lenguaje de amor equivocado, ¿por qué no se lo dice?
«He leído un libro sobre cómo expresar el amor y comprendo que no te he
expresado mi amor de la mejor manera. He tratado de demostrarte mi amor por
medio de, pero ahora me doy cuenta que probablemente no te he comunicado
amor de esa forma, porque tu lenguaje de amor es probablemente diferente. Creo
que tu lenguaje de amor es --. En verdad te amo y espero que en el futuro pueda
expresártelo de mejor manera». A lo mejor quiera explicarle los cinco lenguajes
del amor y hablar de su lenguaje de amor y también del lenguaje de amor de sus
otros hijos.
Los niños y los lenguajes de amor.
Tal vez no se siente amado por sus hijos mayores. Si son lo suficientemente
grandes para entender el concepto de los lenguajes del amor, su explicación
abrirá SUS ojos. Se sorprenderá de su deseo de comenzar a hablar su lenguaje de
amor, y si lo hacen, se sorprenderá al ver que sus sentimientos y actitudes hacia
ellos cambian. Cuando los miembros de la familia hablen el lenguaje principal
de amor de cada uno de los demás, el ambiente emocional de la familia mejorará
grandemente.
*
CAPÍTUL0 CATORCE
Una palabra personal
En el Capítulo dos dije que «entender los cinco lenguajes principales del amor y
aprender el idioma principal de amor del cónyuge puede afectar radicalmente su
conducta». Ahora pregunto: «¿Qué piensa usted?» Después de leer estas páginas,
entrar y salir de las vidas de muchas parejas, visitar pequeños pueblos y grandes
ciudades, sentarse conmigo en la oficina de consejería y hablar con las personas en
los restaurantes, ¿Qué piensa? ¿Podrían estos conceptos alterar radicalmente el
ambiente emocional de su matrimonio? ¿Qué pasó cuando descubrió el idioma
principal de amor de su cónyuge y decidió hablarlo constantemente?
Ni usted ni yo podemos responder a esa pregunta hasta que no lo hayamos intentado.
Sé que muchas parejas que han oído este concepto en mis seminarios matrimoniales
dicen que escoger el amor y expresarlo en el idioma principal de amor de su
cónyuge ha producido un cambio muy grande en su matrimonio. Cuando se llena
la necesidad de amor, se crea un ambiente donde la pareja puede tratar los demás
asuntos de la vida de una manera mucho más productiva.
Cada uno de nosotros llegamos al matrimonio con una diferente personalidad y
una diferente historia. Llevamos un equipaje emocional a nuestra relación
matrimonial. Llegamos con diferentes expectativas, diferentes métodos de
enfrentar las cosas y con diferentes opiniones sobre lo que importa en la vida. En
un matrimonio saludable esa variedad de perspectivas debe ser procesada. No
necesitamos estar de acuerdo con todo, pero sí necesitamos encontrar una
manera de manejar nuestras diferencias, para que éstas no lleguen a causar
divisiones. Con tanques de amor vacíos, las parejas tienen la tendencia de entrar
en discusiones y separarse, y muchas caen en la violencia física o verbal en sus
argumentos. Pero cuando el tanque de amor está lleno creamos un ambiente de
amistad, un ambiente que propende al entendimiento, que permite las diferencias
y arregla los problemas. Estoy convencido que ninguna área particular del
matrimonio afecta al resto de la pareja tanto como la necesidad de amor.
Poder amar, especialmente cuando el cónyuge no lo ama, parece imposible para
algunos. Ese amor puede necesitar de todos nuestros recursos espirituales. Hace
algunos años, cuando tuve mis propios conflictos matrimoniales, redescubrí mi
necesidad de Dios. Como antropólogo había sido preparado para examinar las
informaciones, por lo que decidí excavar las raíces de la fe cristiana. Al
examinar los relatos históricos del nacimiento, vida, muerte y resurrección de
Cristo, pude ver su muerte como una expresión de amor, y su resurrección como
una evidencia profunda de su poder. Me convertí en un verdadero «creyente». Le
entregué mi vida y descubrí que Él da la energía espiritual para amar, aun
cuando el amor no sea retribuido. Lo animo a hacer su propia investigación de
Aquel quien al morir oró por quienes lo mataron: «Padre, perdónalos porque no
saben lo que hacen». Esa es la máxima expresión de amor.
La alta tasa de divorcios en nuestro país da testimonio de que miles de parejas
han vivido con un tanque emocional de amor vacío. El creciente número de
adolescentes que se van de casa y tienen problemas con la ley indica que muchos
padres que han querido expresar sinceramente su amor a sus hijos, han hablado
el idioma de amor equivocado. Creo que los conceptos de este libro podrían
hacer impacto en los matrimonios y familias de nuestra sociedad.
No he escrito este libro como un intento académico de que sea puesto en las
bibliotecas de los colegios y universidades, aun cuando espero que los profesores
de sociología y sicología lo encuentren útil para cursos sobre matrimonio y vida
familiar. Lo he escrito no para los que están estudiando al matrimonio, sino para
los que están casados, para los que han experimentado la euforia del enamoramiento, para los que han entrado al matrimonio con nobles sueños de hacerse
supremamente felices el uno al otro, pero que en la realidad de la vida diaria
están en peligro de perder por completo ese sueño. Es mi esperanza que miles de
parejas no solamente redescubran sus sueños sino que encuentren la manera en
que esos sueños se hagan realidad.
Sueño en el día cuando el potencial de las parejas casadas de nuestro tiempo
pueda ser utilizado para el bien de la humanidad, cuando los esposos y las
esposas puedan vivir con tanques emocionales llenos y puedan desarrollar todo
su potencial como individuos y parejas. Sueño en el día cuando los niños puedan
crecer en hogares llenos de amor y seguridad, cuando puedan desarrollar
energías que se canalicen más que para buscar por todas partes el amor que no
recibieron en el hogar. Es mi deseo que este pequeño volumen pueda encender la
llama del amor en su matrimonio y en los matrimonios de miles de otras parejas
como la suya.
Si fuera posible quisiera entregar personalmente este libro a cada pareja y decirle:
«Lo escribí para ustedes. Espero que cambie sus vidas. Si eso ocurre, déselo a
alguien más». Puesto que no puedo hacer eso, me agradaría que usted diera una copia
de este libro a su familia, a sus hermanos y hermanas, a sus hijos casados, a sus
emplea-dos, a los de su club, iglesia o sinagoga. Es posible que juntos veamos
nuestro sueño hacerse realidad.