Mi camino interior (2023), de Denis Imbert

Pierre, escritor cincuentón que ha sufrido un suceso traumático. Se ha prometido a sí mismo atravesar Francia a pie, desde el Parque Nacional de Mercantour al sudeste hasta Cotentin en el norte, atravesando únicamente pequeñas rutas para senderistas. Por el camino convivirá ocasionalmente con familiares, como una tía y su hermana, y amigos que va conociendo.

Denis Imbert (El secreto de Vicky) adapta libremente el libro autobiográfico que el escritor Sylvain Tesson publicó en 2016. Describe un viaje espiritual en busca del sentido de la existencia, por lo que resultan inevitables las comparaciones con la magistral Hacia rutas salvajes, dirigida por Sean Penn en 2007. Sin embargo, aquélla ofrecía reflexiones valiosas desde su aparente sencillez, pero esta resulta pedante por momentos, sobre todo en los apuntes supuestamente valiosos y filosóficos que el protagonista anota en su diario, con una voz en off sobreutilizada.

En cualquier caso, realiza un gran trabajo Jean Dujardin, oscarizado por The Artist, como un literato antaño hedonista y desagradable, en busca de redención y superación personal. Se dosifican bien en la cinta los datos sobre su pasado. El resto de secundarios cumple, y la fotografía aprovecha bien paisajes naturales espectaculares, y casi siempre poco conocidos. Ilustra también sobre la situación de la Francia rural, que tiene el mismo problema que España, muchos pueblos han quedado abandonados por el éxodo a la gran ciudad. Resulta también eficaz una escena que denuncia a quienes reivindican el campo pero luego preguntan si llega el wifi, o se quejan de que el gallo cante temprano.