Operación Impensable: el plan de Churchill para comenzar la Tercera Guerra Mundial

Operación Impensable: el plan de Churchill para comenzar la Tercera Guerra Mundial

Guerra Fría

El primer ministro británico pensó en atacar a los soviéticos justo después de la Segunda Guerra Mundial

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Iósif Stalin, Harry S. Truman y Winston Churchill en Potsdam en julio de 1945.

Terceros

La guerra fría pudo haber nacido muy caliente. A principios de 1945, la inminente derrota de la Alemania nazi no calmaba los ánimos de Winston Churchill. En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial en Europa, el primer ministro británico estaba tan convencido de un futuro conflicto con Stalin que ordenó a su ejército planear un ataque contra la Unión Soviética tan pronto como se certificara la caída del Tercer Reich.

¿Por qué Churchill veía inevitable una guerra con sus, hasta ese momento, aliados soviéticos? Con la derrota de los nazis al alcance de la mano, la preocupación del premier era diseñar el mapa de la Europa de posguerra. A la espera de ver cuál sería el papel de EE. UU. en el Viejo Continente tras el derrumbe del Reich, Londres y Moscú pugnaban por la influencia en países como Grecia, Austria o Polonia.

Polonia no se toca

Churchill tenía motivos para desconfiar de sus aliados. En la Conferencia de Yalta, entre el 4 y el 11 de febrero de 1945, Stalin formuló la falsa promesa de celebrar elecciones libres en Polonia una vez acabada la contienda, pero el férreo dominio que instauró el Ejército Rojo sobre ese país demostró que pasaría, por completo, a la esfera comunista.

Mientras ese pulso se dibujaba entre Londres y Moscú, EE. UU. seguía su propia agenda centrada en la derrota de Japón, y para lograrla era imprescindible que la Unión Soviética se uniera a la guerra en el Pacífico. Así que el presidente Franklin D. Roosevelt aceptó las ambiciones de Stalin sobre Polonia y otros lugares de Europa del Este. Pero Churchill no estaba de acuerdo con las concesiones de la Casa Blanca.

Conferencia de Yalta (1945)

Conferencia de Yalta (1945). 

Propias

Con unas elecciones a la vista, convocadas para el 5 de julio de 1945, Churchill creía que sus votantes (y los ciudadanos de otros países aliados occidentales) no entenderían que Polonia, el país que se había acudido a defender cuando Alemania lo atacó en septiembre de 1939, se entregara a Stalin.

Además, Churchill había adquirido el compromiso con el gobierno polaco en el exilio del primer ministro Stanisław Mikołajczyk de dotar al país de un régimen democrático al final de la guerra.

Washington se pone de perfil

A medida que el Ejército Rojo se aproximaba a las fronteras de Alemania, Churchill se obsesionó con no ceder más territorios ante el expansionismo soviético y tratar de evitar que Polonia fuera un satélite comunista. Con la muerte del presidente Roosevelt, la llegada de Harry Truman dio esperanzas en Downing Street de un cambio de actitud en los estadounidenses.

Pero el nuevo inquilino del despacho oval no estaba por la labor de satisfacer sus deseos. Además de querer la ayuda soviética contra Japón, Washington también recelaba de las maniobras británicas para diseñar el orden internacional de posguerra, que interpretaba como un intento de conservar la vieja influencia imperial en Europa y otros lugares del planeta.

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A mediados de abril de 1945, con el Ejército Rojo preparando el avance final sobre Berlín, Churchill se convenció de que el conflicto armado con los soviéticos estallaría una vez que se certificase la defunción del Tercer Reich. Así que ordenó a sus jefes de Estado Mayor que preparasen un ataque contra las fuerzas de Stalin.

En la confianza de que harían cambiar de opinión a Washington, Churchill y sus generales incluyeron las tropas norteamericanas en el supuesto ataque preventivo. No sería la única conjetura con la que trabajarían los británicos para preparar la guerra que debía redibujar de nuevo el mapa de Europa.

1 de julio de 1945

Para mantener en secreto los preparativos, solo se puso al corriente de la iniciativa a los principales líderes militares británicos, como lord Alan Brooke, jefe del Estado Mayor General del Imperio, o sir Andrew Cunningham, primer lord del Mar (comandante supremo de la Royal Navy). Más allá de ellos, solo sus más directos ayudantes tuvieron conocimiento del proyecto.

Lord Alan Brooke (primero por la izquierda), Winston Churchill (centro) y el mariscal de campo estadounidense Bernard Law Montgomery (derecha), en Normandía, el 12 de junio de 1944.

Lord Alan Brooke (primero por la izquierda), Winston Churchill (centro) y el mariscal de campo estadounidense Bernard Law Montgomery (derecha), en Normandía, el 12 de junio de 1944.

Dominio público

El plan militar recibió el nombre clave de Operación Impensable, propuesto por el premier para remarcar que se trabajaba en un escenario hipotético, y no en una ofensiva que se ejecutaría con seguridad, pese a las preocupaciones que lo atenazaban.

Al analizar su contenido a día de hoy, llama la atención la percepción que tenían los altos mandos sobre la capacidad de aguante de Alemania. Según la Operación Impensable, se contemplaba que el Tercer Reich resistiría hasta finales de junio (Alemania aceptó la rendición incondicional el 8 de mayo), por lo que se fijó el inicio del ataque contra la Unión Soviética para el 1 de julio de 1945.

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Los objetivos de la ofensiva serían “imponer a Rusia [así se menciona en el documento, de acuerdo con la nomenclatura habitual en la guerra fría, en lugar de URSS o Unión Soviética] la voluntad de Estados Unidos y el Imperio británico”. Es decir, hacer que Moscú aceptara un trato justo para Polonia y contener las ansias expansionistas de Stalin.

El Ejército Rojo, un hueso duro de roer

Para lograr ese objetivo, los estrategas británicos consideraban que era necesario alcanzar una victoria rápida. A la hora de sorprender a los soviéticos, no podían plantear una guerra en toda Europa –los preparativos militares habrían sido muy fáciles de detectar–, por lo que prefirieron centrarse en un punto concreto.

Como eje principal, los generales británicos eligieron el norte de Alemania, para, desde allí, adentrarse en Polonia. Las tropas anglosajonas deberían alcanzar el eje Danzig-Breslavia (un frente de 385 kilómetros) para otoño de 1945. Sorprendido por el avance, Stalin, juzgaban ellos, se avendría a negociar. Si se prolongaban las operaciones militares, los soviéticos se recuperarían del desconcierto inicial y se entraría en un escenario de guerra prolongada, desfavorable para los intereses británicos y estadounidenses.

En caso de que se prolongara el conflicto, los planificadores de la Operación Impensable advirtieron del riesgo de que el Ejército Rojo hiciera valer su ventaja numérica. Por ejemplo, apuntaron como probable una alianza entre la Unión Soviética y Japón.

El equilibrio de fuerzas en 1945 confirmaba los miedos que reflejaba la Operación Impensable ante una conflagración dilatada. Por entonces, el Ejército Rojo era una fuerza realmente temible y experta en la guerra de maniobra. Según los cálculos británicos, contaba con unos seis millones de soldados en Europa, más seiscientos mil paramilitares del NKVD, cifras que le daban una ventaja de cuatro a uno en infantería. En unidades acorazadas, los soviéticos tenían una superioridad de dos a uno.

Al frente del grupo, Josef Stalin y Harry Truman se encuentran en la conferencia de Potsdam.en julio de 1945.

Josef Stalin y Harry Truman se encuentran en la conferencia de Potsdam en julio de 1945.

Dominio público

Además de las tropas estadounidenses y del Imperio (británicos, canadienses, neozelandeses…), los generales de Churchill podrían recurrir a fuerzas polacas y alemanas, pero el empleo de ese último contingente habría sido controvertido, ya que muchos de sus oficiales de mayor rango eran fieles nazis.

Aunque, como recogió un informe del mariscal Bernard Montgomery, muchos militares cautivos del Tercer Reich expresaban abiertamente su deseo de unirse a las fuerzas anglosajonas en una futura guerra contra los soviéticos. Como se ve, la idea de ese hipotético conflicto no estaba solo en la mente de Churchill.

La opinión pública

Solo en el mar y en el aire los aliados podían vislumbrar un panorama algo mejor. Las armadas británica y estadounidense tenían una superioridad indiscutible que les daría el dominio del Báltico para apoyar el avance de las tropas.

En cuanto a la aviación, y siguiendo con las estimaciones del momento, las fuerzas de Stalin presentaban una ventaja de dos a uno. Sin embargo, los planificadores de la Operación Impensable contaban con el superior entrenamiento de los pilotos occidentales, así como con la dependencia soviética del combustible estadounidense para sus aviones. El arma nuclear quedaba descartada, ya que las únicas bombas atómicas disponibles por entonces eran las que iban a ser lanzadas sobre Japón en agosto de 1945.

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No obstante, los estadounidenses no dieron síntomas de querer cambiar su agenda una vez rubricada la derrota alemana. De hecho, comenzaron a retirar tropas de Europa para llevarlas al Pacífico. La marcha de efectivos de EE. UU. para el asalto final contra Japón hizo temer a Churchill que Stalin pasara al ataque en Europa. En los círculos de la inteligencia norteamericana, sin embargo, se veía poco probable un ataque soviético y se consideraba que el temor de Londres era infundado.

También surgieron dudas sobre el apoyo de la población británica y estadounidense a esta nueva guerra. A mediados de 1945, el miedo al comunismo no había calado en Occidente, y buena parte de la población contemplaba a los soviéticos como aliados de fiar. De hecho, el pueblo no habría aceptado una acción militar para salvar a Europa del Este del yugo estalinista, ya que muchos de esos países –como Rumanía o Hungría– habían sido aliados del Eje.

Un segundo plan

Con todos esos pros y contras consignados, el 8 de junio de 1945 se entregó el informe de la Operación Impensable a Winston Churchill. Tras valorar el equilibrio de fuerzas, lord Brooke concluyó: “Una vez que comenzasen las hostilidades, estaría fuera de nuestro alcance obtener un éxito rápido, aunque limitado, y nos veríamos enzarzados en una guerra dilatada con muy mal pronóstico”.

La lectura del informe convenció a Churchill de un cambio de postura, aunque no borró de su mente la idea de una guerra con los soviéticos. Al día siguiente de que le presentaran la Operación Impensable, pidió a sus generales que, manteniendo ese nombre en clave para incidir en que se trataba de un escenario hipotético, reformularan el plan pensando en una estrategia defensiva, con el fin de contener un posible avance soviético hacia las islas británicas.

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Churchill celebrando la victoria en Londres en 1945. 

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Esa nueva versión estuvo preparada a mediados del siguiente mes. Los generales británicos se mostraron algo más optimistas al indicar que la Royal Navy y la RAF podrían defender Gran Bretaña durante años, a la espera de que EE. UU. se animara a intervenir. Sin embargo, Churchill no prestó tanta atención a la nueva versión de la Operación Impensable, ya que perdió las elecciones del 5 de julio. El nuevo primer ministro, el laborista Clement Attlee, no siguió con el programa.

¿Qué sabía Stalin?

¿Estuvo Stalin al tanto de los preparativos de la Operación Impensable? Parece que sus espías no conocieron los detalles, pero sí sabían que los británicos estaban acumulando material militar alemán (por si, al final, se contaba con los antiguos soldados del Reich). El líder soviético tampoco se fiaba de las intenciones de Londres, y no se le escapaban las diferencias con los estadounidenses. No obstante, la Operación Impensable se mantuvo en secreto hasta 1998, cuando el Ministerio de Defensa británico desclasificó varios documentos relacionados con la Unión Soviética.

A partir del otoño de 1945, con Japón ya rendido, EE. UU. se centró en el orden mundial de posguerra, y asumió que su gran rival en la escena internacional sería la Unión Soviética. En noviembre de ese mismo año, los militares estadounidenses valoraron por primera vez el uso de armas nucleares para evitar que las fuerzas de Stalin ocuparan Europa y Oriente Medio. Había comenzado la guerra fría

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