William de Gloucester, el verdadero antecesor del príncipe Harry con una historia de amor truncada

William de Gloucester, el verdadero antecesor del príncipe Harry con una historia de amor truncada

El príncipe Guillermo de Gloucester se enamoró de una divorciada estadounidense, Zsuzsi Starkloff, quien nunca fue admitida por la Corona británica

El príncipe Guillermo de Gloucester se enamoró de una divorciada estadounidense, Zsuzsi Starkloff, quien nunca fue admitida por la Corona británica

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Nacido en diciembre de 1941 -cuando la monarquía británica estaba en una época convulsa- William se convirtió en una de las mejores armas de la Familia Real británica en los años sesenta: guapo, carismático, con experiencia internacional. Además, contaba con una gran reputación de deportista: lo mismo participaba en expediciones en globo, que recorría el Sáhara de punta a punta, que escalaba las cumbres de los Alpes suizos para luego descenderlas esquiando. Todo un partidazo en aquella época. 

Comparado con el príncipe Harry al tener varios puntos en común, William de Gloucester fue el verdadero antecesor de este. Nacieron con el mismo puesto en la línea de sucesión al trono de Inglaterra: el cuarto; fueron durante un tiempo la oveja rebelde de la familia; sirvieron a su país antes de adoptar los deberes de un miembro de la realeza; y ambos eran innegablemente atractivos y propensos al romance inadecuado.

Conocido por no seguir el protocolo real estricto, William ansiaba la aventura y una vida normal lejos de las miradas indiscretas de la Familia Real. En 1968, William se mudó a Japón, donde trabajó en los servicios diplomáticos y allí se enamoró perdidamente de la bella modelo húngara Zsuzsi Starkloff

El romance comenzó siendo un cuento de hadas: se conocieron en Tokio, donde Guillermo ejercía como diplomático del Foreign Office y Zsuzsi se había mudado tras su divorcio a aprender japonés, dar clases de inglés, y rehacer su vida. Durante una fiesta saltaron las chispas y él la bautizó como su ‘ Cenicienta’. Al día siguiente, la joven le envió una carta personal a la Embajada: "Querido Príncipe Encantador: he perdido un zapato. ¿Te gustaría venir a una fiesta?”.

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El resto lo hizo el destino. Ella una joven carismática de 31 años, él un desconocido de 26 años fuera de los muros de la Embajada. Todo parecía ir viento en popa hasta que el conocido como el ‘James Bond’ de la monarquía escribió a sus padres como el loco enamorado que era y deslizó la idea de casarse con Starkloff que, como buena estadounidense, no tenía ni idea de sucesiones, royals, ni protocolos. Una noble confesión que pasó a ser un absoluto asunto de Estado. Isabel II, con la misión de dinamitar la idea de una boda, sacó la artillería pesada inventándose la celebración de una ‘Semana Británica’ en Japón.

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