Los 35 mejores Poemas del Romanticismo (de grandes autores)

Los 35 mejores Poemas del Romanticismo (de grandes autores)

Repasamos los mejores versos de Bécquer, Lord Byron, Rosalía de Castro, Espronceda y muchos más.

Poemas del Romanticismo

La poesía es una de las artes más conocidas desde la antigüedad. Este género literario es y siempre ha sido una de las maneras más directas y profundas de expresar a través de la palabra los aspectos más profundos de nuestro ser y sentir: nuestra visión del mundo, nuestras emociones y sentimientos, nuestros pensamientos, nuestros sueños.

Y han sido muchos los autores que han recurrido a este arte para poder expresarse, así como muchas las corrientes y movimientos culturales que han surgido.

Entre ellas posiblemente una de las más conocidas es la del Romanticismo, el cual se caracteriza por focalizarse en la emoción y en la percepción por encima de la razón y por buscar la expresión de dichas emociones y sentimientos más allá de cualquier convención o norma literaria.

En este movimiento se sitúan autores como Bécquer, Espronceda, Larra, Rosalía de Castro, Lord Byron, Edgar Allan Poe o Keats entre otros muchos, los cuales nos han dado innumerables obras para el recuerdo. Es por ello que a lo largo de este artículo vamos a ofreceros un total de 35 grandes poemas del Romanticismo.

Una colección de Poemas del Romanticismo

A continuación os dejamos con una pequeña colección de 35 poemas del Romanticismo que nos permiten ver algunas de las principales características de este movimiento además de maravillarnos con su belleza.

Se trata de poemas de diversos autores de distintas procedencias (en las obras realizadas en otras lenguas veremos directamente su traducción, aunque se pierde parte de su belleza) y que versan de temáticas tales como el amor, la belleza, la libertad, la melancolía, el tiempo o los sueños .

1. Rima LIII (Gustavo Adolfo Bécquer)

“Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres...¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido...; desengáñate, ¡así... no te querrán!”

  • Una de las rimas más conocidas y populares de Bécquer, este poema nos habla del sentimiento de melancolía y tristeza por un amor perdido y roto, ante el recuerdo de todo lo que compartieron.

2. Estrella brillante (John Keats)

Estrella brillante, si fuera constante como tú, no en solitario esplendor colgada de lo alto de la noche y mirando, con eternos párpados abiertos, como de naturaleza paciente, un insomne eremita, las móviles aguas en su religiosa tarea, de pura ablución alrededor de tierra de humanas riberas, o de contemplación de las montañas y páramos.

No, aún todavía constante, todavía inamovible, recostado sobre el maduro corazón de mi bello amor, para sentir para siempre su suave henchirse y caer, despierto por siempre en una dulce inquietud. Silencioso, silencioso para escuchar su tierno respirar, y así vivir por siempre o sino, desvanecerme en la muerte.”

  • Uno de los últimos poemas que escribió John Keats antes de morir de tuberculosis, esta obra hace referencia al deseo de permanecer por siempre junto a la persona amada, en una melancolía en la que envidia la posibilidad de las estrellas de permanecer para siempre en un momento de paz y amor.

3. "Hubo un tiempo... ¿Recuerdas?" (Lord Byron)

“Hubo un tiempo… ¿recuerdas? Su memoria, vivirá en nuestro pecho eternamente…Ambos sentimos un cariño ardiente; el mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.

¡Ay! desde el día en que por vez primera, eterno amor mi labio te ha jurado, y pesares mi vida han desgarrado, pesares que no puedes tú sufrir; desde entonces el triste pensamiento, de tu olvido falaz en mi agonía: olvido de un amor todo armonía, fugitivo en su yerto corazón. Y sin embargo, celestial consuelo llega a inundar mi espíritu agobiado, hoy que tu dulce voz ha despertado recuerdos, ¡ay! de un tiempo que pasó.

Aunque jamás tu corazón de hielo palpite en mi presencia estremecido, me es grato recordar que no has podido nunca olvidar nuestro primer amor. Y si pretendes con tenaz empeño seguir indiferente tu camino…Obedece la voz de tu destino, que odiarme puedes; olvidarme, no.”

  • Este poema de Lord Byron nos habla de cómo una relación que se ha ido deteriorando con el tiempo empezó como algo hermoso y positivo, en un relato lleno de melancolía hacia lo que fue y ya terminó.

4. Annabelle Lee (Edgar Allan Poe)

“Fue hace ya muchos, muchos años, en un reino junto al mar, habitaba una doncella a quien tal vez conozcan por el nombre de Annabel Lee; y esta dama vivía sin otro deseo que el de amarme, y de ser amada por mí.

Yo era un niño, y ella una niña en aquel reino junto al mar; Nos amamos con una pasión más grande que el amor, Yo y mi Annabel Lee; con tal ternura, que los alados serafines lloraban rencor desde las alturas.

Y por esta razón, hace mucho, mucho tiempo, en aquel reino junto al mar, un viento sopló de una nube, helando a mi hermosa Annabel Lee; sombríos ancestros llegaron de pronto, y la arrastraron muy lejos de mi, hasta encerrarla en un oscuro sepulcro, en aquel reino junto al mar.

Los ángeles, a medias felices en el Cielo, nos envidiaron, a Ella a mí. Sí, esa fue la razón (como los hombres saben, en aquel reino junto al mar), de que el viento soplase desde las nocturnas nubes, helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era más fuerte, más intenso que el de todos nuestros ancestros, más grande que el de todos los sabios. Y ningún ángel en su bóveda celeste, ningún demonio debajo del océano, podrá jamás separar mi alma de mi hermosa Annabel Lee. Pues la luna nunca brilla sin traerme el sueño de mi bella compañera. Y las estrellas nunca se elevan sin evocar sus radiantes ojos. Aún hoy, cuando en la noche danza la marea, me acuesto junto a mi querida, a mi amada; a mi vida y mi adorada, en su sepulcro junto a las olas, en su tumba junto al rugiente mar.”

  • Aunque la figura de Poe es especialmente recordada por sus obras de terror, este autor también elaboró algunos poemas, dentro del romanticismo. En este caso el autor nos habla de la muerte de una mujer a la que amó y a la que sigue amando pese a que hace años que ha muerto.

5. Cuando en la noche (Gustavo Adolfo Bécquer)

“Cuando en la noche te envuelven las alas de tul del sueño y tus tendidas pestañas semejan arcos de ébano, por escuchar los latidos de tu corazón inquieto y reclinar tu dormida cabeza sobre mi pecho, ¡diera, alma mía, cuanto poseo, la luz, el aire y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos en un invisible objeto y tus labios ilumina de una sonrisa el reflejo, por leer sobre tu frente el callado pensamiento que pasa como la nube del mar sobre el ancho espejo, ¡diera, alma mía, cuanto deseo,la fama, el oro, la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua y se apresura tu aliento, y tus mejillas se encienden y entornas tus ojos negros, por ver entre sus pestañas brillar con húmedo fuego la ardiente chispa que brota del volcán de los deseos, diera, alma mía, por cuanto espero, la fe, el espíritu, la tierra, el cielo.”

  • En esta obra Bécquer expresa la necesidad de estar junto a la persona amada y su deseo de estar junto a ella.
Gustavo Adolfo Bécquer

6. Quien no ama no vive (Víctor Hugo)

“Quienquiera que fueres, óyeme: si con ávidas miradas nunca tú a la luz del véspero has seguido las pisadas, el andar suave y rítmico de una celeste visión; O tal vez un velo cándido, cual meteoro esplendente, que pasa, y en sombras fúnebres ocúltase de repente, dejando de luz purísima un rastro en el corazón;

Si sólo porque en imágenes te la reveló el poeta, la dicha conoces íntima, la felicidad secreta, del que árbitro se alza único de otro enamorado ser; Del que más nocturnas lámparas no ve, ni otros soles claros, ni lleva en revuelto piélago más luz de estrellas ni faros que aquella que vierten mágica los ojos de una mujer;

Si el fin de sarao espléndido nunca tú aguardaste afuera, embozado, mudo, tétrico mientras en la alta vidriera reflejos se cruzan pálidos del voluptuoso vaivén), Para ver si como ráfaga luminosa a la salida, con un sonreír benévolo te vuelve esperanza y vida joven beldad de ojos lánguidos, orlada en flores la sien. Si celoso tú y colérico no has visto una blanca mano usurpada, en fiesta pública, por la de galán profano, y el seno que adoras, próximo a otro pecho, palpitar; Ni has devorado los ímpetus de reconcentrada ira, rodar viendo el valse impúdico que deshoja, mientras gira en vertiginoso círculo, flores y niñas al par;

Si con la luz del crepúsculo no has bajado las colinas, henchida sintiendo el ánima de emociones mil divinas, ni a lo largo de los álamos grato el pasear te fue; Si en tanto que en la alta bóveda un astro y otro relumbra, dos corazones simpáticos no gozasteis la penumbra, hablando palabras místicas, baja la voz, tardo el pie; Si nunca al roce magnético temblaste de ángel soñado; si nunca un Te amo dulcísimo, tímidamente exhalado, quedó sonando en tu espíritu cual perenne vibración; Si no has mirado con lástima al hombre sediento de oro, para el que en vano munífico brinda el amor su tesoro, y de regio cetro y púrpura no tuviste compasión;

Si en medio de noche lóbrega cuando todo duerme y calla, y ella goza sueño plácido, contigo mismo en batalla no te desataste en lágrimas con un despecho infantil; Si enloquecido o sonámbulo no la has llamado mil veces, quizá mezclando frenético las blasfemias a las preces, también a la muerte, mísero, invocando veces mil; Si una mirada benéfica no has sentido que desciende a tu seno, como súbito lampo que las sombras hiende y ver nos hace beatífica región de serena luz; O tal vez el ceño gélido sufriendo de la que adoras, no desfalleciste exánime, misterios de amor ignoras; ni tú has probado sus éxtasis, ni tú has llevado su cruz.”

  • Este poema de Víctor Hugo nos habla de la necesidad humana de amar y de vivir el amor en toda su extensión, tanto en sus partes positivas como negativas, tanto los aciertos como los fallos, tanto si nos llena de felicidad como si nos arriesgamos a que nos hagan daño.

7. Negra sombra (Rosalía de Castro)

“Cuando pienso que te huyes, negra sombra que me asombras, al pie de mis cabezales, tornas haciéndome mofa. Si imagino que te has ido, en el mismo sol te asomas, y eres la estrella que brilla, y eres el viento que sopla.

Si cantan, tú eres quien cantas, si lloran, tú eres quien llora, y eres murmullo del río y eres la noche y la aurora. En todo estás y eres todo, para mí en mí misma moras, nunca me abandonarás, sombra que siempre me asombras.”

  • Pese a que forma parte de la generación del 27, la obra de Rosalía de Castro es considerada como parte del Romanticismo, concretamente del conocido como posromántico (Bécquer y de Castro se encontraban en un momento histórico en que empezaba a dejarse atrás el Romanticismo en pos del Realismo). En este corto poema nos habla de la emoción de la sorpresa y el desconcierto que le genera su propia sombra.

8. ¡La encontré! (Johann Wolfgang Von Goethe)

“Era en un bosque: absorto pensaba andaba sin saber ni qué cosa por él buscaba. Vi una flor a la sombra. luciente y bella, cual dos ojos azules, cual blanca estrella.

Voy a arrancarla, y dulce diciendo la hallo: «¿Para verme marchita rompes mi tallo?» Cavé en torno y tómela con cepa y todo, y en mi casa la puse del mismo modo.Allí volví a plantarla quieta y solita, y florece y no teme, verse marchita”

  • Este corto poema de Goethe nos habla de la necesidad de tener en cuenta la totalidad de lo que nos rodea y de lo que forma parte de las personas, en vez de fijarnos únicamente en su atractivo estético o físico.

9. Rima XIII (Gustavo Adolfo Bécquer)

“Tu pupila es azul y cuando ríes su claridad suave me recuerda el trémulo fulgor de la mañana que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul y cuando lloras las trasparentes lágrimas en ella se me figuran gotas de rocío sobre una violeta.

Tu pupila es azul y si en su fondo como un punto de luz radia una idea me parece en el cielo de la tarde una perdida estrella.”

  • Bella composición que nos narra algo tan íntimo como una mirada a los ojos de la persona amada y la belleza y el amor que despierta en quien las mira.

10. Oda al ruiseñor (John Keats)

“Me duele el corazón y aqueja un soñoliento torpor a mis sentidos, cual si hubiera bebido cicuta o apurado algún fuerte narcótico ahora mismo, y me hundiese en el Leteo: no porque sienta envidia de tu sino feliz, sino por excesiva ventura en tu ventura, tú que, Dríada alada de los árboles, en alguna maraña melodiosa de los verdes hayales y las sombras sin cuento,a plena voz le cantas al estío.

¡Oh! ¡Quién me diera un sorbo de vino, largo tiempo refrescado en la tierra profunda, sabiendo a Flora y a los campos verdes, a danza y canción provenzal y a soleada alegría! ¡Quién un vaso me diera del Sur cálido, colmado de hipocrás rosado y verdadero, con bullir en su borde de enlazadas burbujas y mi boca de púrpura teñida; beber y, sin ser visto, abandonar el mundo y perderme contigo en las sombras del bosque!

A lo lejos perderme, disiparme, olvidar lo que entre ramas no supiste nunca:

la fatiga, la fiebre y el enojo de donde, uno a otro, los hombres, en su gemir, se escuchan, y sacude el temblor postreras canas tristes; donde la juventud, flaca y pálida, muere; donde, sólo al pensar, nos llenan la tristeza y esas desesperanzas con párpados de plomo; donde sus ojos claros no guarda la hermosura sin que, ya al otro día, los nuble un amor nuevo.

¡Perderme lejos, lejos! Pues volaré contigo, no en el carro de Baco y con sus leopardos,

sino en las invisibles alas de la Poesía, aunque la mente obtusa vacile y se detenga. ¡Contigo ya! Tierna es la noche y tal vez en su trono esté la Luna Reina y, en torno, aquel enjambre de estrellas, de sus Hadas; pero aquí no hay más luces que las que exhala el cielo con sus brisas, por ramas sombrías y senderos serpenteantes, musgosos.

Entre sombras escucho; y si yo tantas veces casi me enamoré de la apacible Muerte y le di dulces nombres en versos pensativos, para que se llevara por los aires mi aliento tranquilo; más que nunca morir parece amable, extinguirse sin pena, a medianoche, en tanto tú derramas toda el alma en ese arrobamiento.

Cantarías aún, mas ya no te oiría: para tu canto fúnebre sería tierra y hierba. Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal! No habrá gentes hambrientas que te humillen; la voz que oigo esta noche pasajera, fue oída por el emperador, antaño, y por el rústico; tal vez el mismo canto llegó al corazón triste de Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra, por las extrañas mieses se detuvo, llorando; el mismo que hechizara a menudo los mágicos ventanales, abiertos sobre espumas de mares azarosos, en tierras de hadas y de olvido. ¡De olvido! Esa palabra, como campana, dobla y me aleja de ti, hacia mis soledades.

¡Adiós! La fantasía no alucina tan bien como la fama reza, elfo de engaño.¡Adiós, adiós! Doliente, ya tu himno se apaga más allá de esos prados, sobre el callado arroyo, por encima del monte, y luego se sepulta entre avenidas del vecino valle. ¿Era visión o sueño? Se fue ya aquella música. ¿Estoy despierto? ¿Estoy dormido?”

  • Un poema de Keats que nos habla de lo eterno y lo caduco, de la añoranza y la percepción de la belleza, del deseo de permanecer para siempre contemplando lo maravilloso del universo y de la melancolía.
John Keats

11. Una vez tuve un clavo (Rosalía de Castro)

“Una vez tuve un clavo clavado en el corazón, y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo de oro, de hierro o de amor.

Sólo sé que me hizo un mal tan hondo, que tanto me atormentó, que yo día y noche sin cesar lloraba cual lloró Magdalena en la Pasión. “Señor, que todo lo puedes —pedile una vez a Dios—, dame valor para arrancar de un golpe clavo de tal condición.” Y diómelo Dios, arranquelo.

Pero... ¿quién pensara?... Después ya no sentí más tormentos ni supe qué era dolor; supe sólo que no sé qué me faltaba en donde el clavo faltó, y tal vez... tal vez tuve soledades de aquella pena... ¡Buen Dios! Este barro mortal que envuelve el espíritu, ¡quién lo entenderá, Señor!...”

  • La autora nos narra en este texto el sufrimiento que nos genera un amor sufrido o problemático, e incluso podría servir para uno no correspondido, y el vacío y la añoranza que puede dejar el dejarlo atrás pese al dolor que nos provocaba.

12. Cuando por fin se encuentra dos almas (Víctor Hugo)

“Cuando por fin se encuentran dos almas, que durante tanto tiempo se han buscado una a otra entre el gentío, cuando advierten que son parejas, que se comprenden y corresponden, en una palabra, que son semejantes, surge entonces para siempre una unión vehemente y pura como ellas mismas, una unión que comienza en la tierra y perdura en el cielo.

Esa unión es amor, amor auténtico, como en verdad muy pocos hombres pueden concebir, amor que es una religión, que deifica al ser amado cuya vida emana del fervor y de la pasión y para el que los sacrificios, más grandes son los gozos más dulces.”

  • Este pequeño poema refleja el encuentro con la persona amada, un amor romántico que surge de la comprensión y de la unión y correspondencia de los sentimientos del uno con los del otro.

13. Acuérdate de mí (Lord Byron)

“Llora en silencio mi alma solitaria, excepto cuando esté mi corazón unido al tuyo en celestial alianza de mutuo suspirar y mutuo amor. Es la llama de mi alma cual aurora, brillando en el recinto sepulcral: casi extinta, invisible, pero eterna… ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!… Cerca de mi tumba no pases, no, sin regalarme tu plegaria; para mi alma no habrá mayor tortura que el saber que has olvidado mi dolor. Oye mi última voz. No es un delito rogar por los que fueron. Yo jamás te pedí nada: al expirar te exijo que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.”

  • Este corto poema de Lord Byron refleja el deseo de ser recordado tras la muerte, de permanecer en el corazón de quienes nos amaron.

14. Un sueño (William Blake)

“Cierta vez un sueño tejió una sombra sobre mi cama que un ángel protegía: era una hormiga que se había perdido por la hierba donde yo creía que estaba.

Confundida, perpleja y desesperada, oscura, cercada por tinieblas, exhausta, tropezaba entre la extendida maraña, toda desconsolada, y le escuché decir: “¡Oh, hijos míos! ¿Acaso lloran? ¿Oirán cómo suspira su padre? ¿Acaso rondan por ahí para buscarme? ¿Acaso regresan y sollozan por mí?” Compadecido, solté una lágrima; pero cerca vi una luciérnaga, que respondió: “¿Qué quejido humano convoca al guardián de la noche? Me corresponde iluminar la arboleda mientras el escarabajo hace su ronda: sigue ahora el zumbido del escarabajo; pequeña vagabunda, vuelve pronto a casa.”

  • William Blake es uno de los primeros autores e impulsores del romanticismo, y uno de los que impulsó la búsqueda del uso de la imaginación y la emoción por encima de la razón. En este poema observamos cómo el autor nos narra un extraño sueño en el que alguien perdido debe encontrar su camino.

15. Canción del pirata (José de Espronceda)

“Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín; bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul; “Navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío,ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.

Veinte presas hemos hecho a despecho, del inglés, y han rendido sus pendones, cien naciones a mis pies. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.

Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra, que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes. Y no hay playa sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.

A la voz de ¡barco viene! es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar: que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer. En las presas yo divido lo cogido por igual: sólo quiero por riqueza la belleza sin rival. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!;yo me río; no me abandone la suerte, y al mismo que me condena, colgaré de alguna entena quizá en su propio navío. Y si caigo ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo de un esclavo como un bravo sacudí. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.

Son mi música mejor aquilones, el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones. Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, yo me duermo sosegado arrullado por el mar. Que es mi barco mi tesoro,que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar”.

  • José de Espronceda es uno de los máximos representantes del primer Romanticismo español, y este poema altamente conocido nos refleja al ansia de libertad, de explorar y de ser capaz de determinar el propio destino.
José de Espronceda

16. Conócete a tí mismo (Georg Philipp Friedrich von Hardenberg)

“Una cosa sólo ha buscado el hombre en todo tiempo, y lo ha hecho en todas partes, en las cimas y en las simas del mundo. Bajo nombres distintos –en vano– se ocultaba siempre, y siempre, aun creyéndola cerca, se le iba de las manos. Hubo hace tiempo un hombre que en amables mitos infantiles revelaba a sus hijos las llaves y el camino de un castillo escondido.

Pocos lograban conocer la sencilla clave del enigma, pero esos pocos se convertían entonces en maestros del destino. Discurrió largo tiempo –el error nos aguzó el ingenio– y el mito dejó ya de ocultarnos la verdad. Feliz quien se ha hecho sabio y ha dejado su obsesión por el mundo, quien por sí mismo anhela la piedra de la sabiduría eterna.

El hombre razonable se convierte entonces en discípulo auténtico, todo lo transforma en vida y en oro, no necesita ya los elixires. Bulle dentro de él el sagrado alambique, está el rey en él, y también Delfos, y al final comprende lo que significa conócete a ti mismo.”

  • Este poema de Georg Philipp Friedrich von Hardenberg, más conocido por su pseudónimo Novalis, nos habla de la necesidad del ser humano de autoconocerse con el fin de poder ser verdaderamente libre.

17. A la soledad (John Keats)

“¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir, que no sea en el desordenado sufrir de turbias y sombrías moradas, subamos juntos la escalera empinada; observatorio de la naturaleza, contemplando del valle su delicadeza, sus floridas laderas, su río cristalino corriendo; permitid que vigile, soñoliento, bajo el tejado de verdes ramas, donde los ciervos pasan como ráfajas, agitando a las abejas en sus campanas.

Pero, aunque con placer imagino estas dulces escenas contigo, el suave conversar de una mente, cuyas palabras son imágenes inocentes, es el placer de mi alma; y sin duda debe ser el mayor gozo de la humanidad, soñar que tu raza pueda sufrir por dos espíritus que juntos deciden huir.”

  • Este poema refleja la parte positiva de la soledad como momento de contemplación pero a su vez la necesidad de compañía humana como algo eternamente deseable.

18. ¿Por qué, mariposilla? (Mariano José de Larra)

“¿Por qué, mariposilla, volando de hoja en hoja, haciendo vas alarde ya de inconstante y loca? ¿Por qué, me di, no imitas la abeja que industriosa el jugo de las flores constante en una goza? Advierte que no vaga del alelí a la rosa, que una entre miles busca y una fragante sola. Y cuando ya la elige hasta exprimirla toda, jamás voluble pasa sin disfrutarla a otra.

¿No ves también que el pecho de ella liciones toma? que así jamás libada deje de amor la copa. Si en tus cambiantes raros el sol que te colora deslumbra nuestros ojos con tintas mil vistosas; ¿Por qué, avecilla leve, rehúsas voladora, sola una flor y un cáliz cubrir de orgullo y gloria? Para el batir tus alas, para en las blancas pomas, y en el turgente seno de la que el pecho adora. Allí una florecilla dulce, fragancia hermosa, al seno de mi Fili con ambición le roba.

Vuela, mariposilla, que si una vez tan sola en sus matices quieta de sus delicias gozas. No ya más inconstante has de querer traidora volver a la floresta a revolar entre otras. Vuela, avecilla, vuela, recoge sus aromas, y tórnate a mí luego y dame cuanto cojas.”

  • Este poema de Mariano José de Larra nos narra la comparación entre la conducta de la mariposa y la abeja, donde la primera explora sin profundizar en las flores mientras la segunda se queda con una sola. Se trata de una clara referencia al comportamiento de los seres humanos en las relaciones de pareja y en la sexualidad.

19. Fresca, lozana, pura y olorosa (José de Espronceda)

“Fresca, lozana, pura y olorosa, gala y adorno del pensil florido, gallarda puesta sobre el ramo erguido, fragancia esparce la naciente rosa. Mas si el ardiente sol lumbre enojosa vibra del can en llamas encendido, el dulce aroma y el color perdido, sus hojas lleva el aura presurosa.

Así brilló un momento mi vena en alas del amor, y hermosa nube fingí tal vez de gloria y de alegría. Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura, y deshojada por los aires sube la dulce flor de la esperanza mía.”

  • Breve poema de José de Espronceda en la que nos habla de cómo una esperanza puede surgir a gran velocidad para truncarse poco después, especialmente en lo que se refiere al ámbito del amor.

20. A la estrella nocturna (William Blake)

“¡Tú, ángel rubio de la noche, ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona y sonríe a nuestro lecho nocturno!

Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos y lava el polvo con plata.

Presto, prestísimo, te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva. La lana de nuestras majadas se cubre con tu sacro rocío; protégelas con tu favor”

  • Un poema de William Blake en que el autor nos narra cómo le pide a la luna que brille y proteja la calma, la paz y el amor que transcurren durante la noche.

21. La retama (Giacomo Leopardi)

“Aquí, en la árida falda del formidable monte, desolador Vesubio, a quien ni árbol ni flor alguna alegran tu césped solitario en torno esparces olorosa retama contenta en los desiertos. Te vi antes adornar con tus matas la campiña que circunda la villa que del mundo señora fue en un tiempo, y del perdido imperio parecen con su aspecto grave y triste ofrecer fe y recuerdo al pasajero. Vuelvo hoy a verte en este suelo, amante de desiertos lugares de tristeza, de afligida fortuna siempre amiga.

Estos campos sembrados de ceniza infecunda y recubiertos de empedernida lavaque resuena so el paso al peregrino, en que anida y tomando el sol se enrosca la sierpe, y donde vuelve el conejo a su oscura madriguera, fueron cultas y alegres ciudades y mies rubia; fueron eco de mugir de rebaños, palacios y jardines pasa ocio de los ricos grato refugio, y ciudades famosas a las que fulminando por su boca torrentes ígneos el altivo monte con su pueblo oprimió.

Todo hoy en torno una ruina envuelve donde tú, flor hermosa, hallas tu asiento, y cual compadeciendo ajeno daño mandas al cielo perfumado aroma que al desierto consuela. A estas playas venga aquel que acostumbra con elogio ensalzar nuestro estado, verá cómo natura en nuestra vida amorosa se cuida. El poderío en su justa medida podrá estimar de la familia humana, a la que sin piedad, en un momento, su nodriza, con leve movimiento, cuando menos lo espera, en parte anula y con poco más puede en un instante del todo deshacerla. Ved de la gente humana pintada en esta playa la suerte progresiva y soberana.

Mírate en este espejo, siglo soberbio y loco, que el camino marcado de antiguo el pensamiento abandonaste, y tus pasos volviendo, tu retorno procura. Tu inútil charla los ingenios todos, de cuya suerte el padre te hizo reina, adulan, mientras tanto que tal vez en su pecho hacen de ti ludibrio. Con tal baldón no bajaré so tierra, y bien fácil me fuera imitarlos y adrede desbarrando serte grato cantándote al oído! Mas antes el desprecio, que en mi pecho para contigo guardo, mostraré lo más claro que se pueda; aunque sé que el olvido cae sobre quien increpa a su edad propia. De este mal que contigo participo, me río yo hasta ahora. Soñando libertad, al par esclavo queréis al pensamiento, el solo que nos saca de la barbarie en parte; y por quien sólo se crece en la cultura; él sólo guía a lo mejor los públicos negocios. La verdad te disgusta, del ínfimo lugar y áspera suerte que natura te dio. Por eso tornas, cobarde, las espaldas a la lumbre que nos la muestra y, fugitivo, llamas a quien la sigue, vil, y tan sólo magnánimo al que con propio escarnio, o de los otros o ya loco o astuto redomado, exalta hasta la luna el mortal grado.

El hombre pobre y de su cuerpo enfermo que tenga el alma generosa y grande,

ni se cree ni se llama rico de oro o gallardo, ni de espléndida vida y de excelente salud entre la gente hace risible muestra; mas de riqueza y de vigor mendigo sin vergüenza aparece; así se llama cuando habla francamente y a sus cosas las estima en lo justo. Nunca creí magnánimo animal, sino necio el que a morir viniendo a nuestro mundo, y entre penas criado, aún exclama: «¡para el goce estoy hecho!» y de fétido orgullo páginas llena, gloria grande y nueva felicidad que el pueblo mismo ignora, no ya el orbe, en el mundo prometiendo a pueblos que una onda del mar turbado, un soplo de aura maligna, un soterraño empuje, de tal modo destruye, que memoria de ellos apenas queda.

Índole noble aquella que a alzar se atreve frente al común hado ojos mortales, y con franca lengua sin amenguar lo cierto, confiesa el mal que nos fue dado en suerte; ¡estado bajo y triste! la que arrogante y fuerte se muestra en el sufrir, y ni odio ni ira de hermanos los más graves de los daños, agrega a sus miserias, inculpando al hombre de su dolor, sino que culpa a aquella culpable de verdad, de los mortales madre en el parto, en el querer madrastra. A ésta llama enemiga, y comprendiendo que ha sido unida a ella y ordenada con ella en un principio la humana compañía, los hombres todos cree confederados entre sí, los abraza con amor verdadero, les ofrece y espera de ellos valerosa ayuda en las angustias y el peligro alterno de la guerra común. Y a las ofensas del hombre armar la diestra, poner lazo y tropiezo al vecino, tan torpe juzga cual sería en campo que el enemigo asedia, en el más rudo empuje del asalto, olvidando al contrario, acerba lucha emprender los amigos sembrar la fuga y fulminar la espada entre sí los guerreros.

Cuando tales doctrinas vuelven a ser patentes para el vulgo, y aquel horror prístino que ató a los hombres en social cadena sabiduría vuelva a renovarlo, el sencillo y honesto comercio de las gentes, la piedad, la justicia, raíz distinta tendrán entonces, y no vanas fábulas en que se funda la honradez del vulgo cual en pie se sustenta quien su remedio en el error asienta. Con frecuencia en la playa desierta, que de luto de lava el flujo endurecido viste, paso la noche viendo sobre la triste landa en el nítido azul del puro cielo llamear de lo alto las estrellas que a lo lejos refleja el océano, y a chispazos brillar en torno todo por la serena bóveda del mundo.

Cuando fijo mi vista en esas luces que un punto nos parecen, cuando son tan inmensas que la tierra y el mar son a su lado un punto, y a las cuales no sólo el hombre, sino el globo mismo donde nada es el hombre ignotos son del todo, y cuando veo sin fin, aún más remotos los tejidos de estrellas que niebla se nos muestran, y no el hombre no ya la tierra, sino todo en uno el número de soles infinito, nuestro áureo sol, mientras estrellas todas desconocen, o bien les aparecen como ellas a la tierra, luz nebulosa; ante mi mente entonces ¿cómo te ostentas, prole del hombre? Y recordando tu estado terrenal, de que da muestra este suelo que piso, y de otra parte que tú fin y señora te crees de todo, y que tantas veces te agrada fantasear en este oscuro grano de arena que llamamos Tierra que los autores de las cosas todas a conversar bajaron con los tuyos por tu causa, y ensueños ridículos y viejos renovando insulta al sabio hasta la edad presente que en saber y cultura sobresalir parece; mortal prole, ¡prole infeliz! ¿qué sentimiento entonces me asalta el corazón para contigo? No sé si risa o si piedad abrigo.

Como manzana que al caer del árbol cuando en el tardo otoño la madurez tan sólo la derriba, los dulces aposentos de hormiguero cavado en mollar tierra con gran labor, las obras, las riquezas que había recogido la asidua tropa con fatiga grande próvidamente, en el estivo tiempo, magulla, rompe y cubre; desplomándose así desde lo alto del útero tenante, lanzada al hondo cielo, de cenizas, de pómez y de rocas noche y ruina, llena de hirvientes arroyuelos; o bien ya por la falda, furioso entre la yerba, de liquidadas masas y de encendida arena y de metales bajando inmenso golpe, las ciudades que el mar allá en la extrema costa bañaba, sume rotas y recubiertas al momento; donde hoy sobre ellas pace la cabra, o pueblos nuevos surgen allí, cual de escabel teniendo los sepulcros; y los muros postrados a su pie pisotea el monte duro. No estima la natura ni cuida más al hombre que hace a la hormiga, y si en aquél más raro el estrago es que en ésta tan sólo esto se funda en que no es una especie tan fecunda.

Mil ochocientos años ha ya desaparecieron oprimidos por el ígneo poder aquellos pueblos, y el campesino atento al viñedo que en estos mismos campos nutre el muerto terruño de ceniza levanta aún la mirada suspicaz a la cumbre que inflexible y fatal, hoy como siempre, tremenda se alza aún, aún amenaza con la ruina a su hacienda y a sus hijos, los pobres! ¡Cuántas veces el infeliz yaciendo de su pobre casucha sobre el techo toda una noche, insomne, al aura errante o a las veces brincando, explora e! curso del temido hervidero que se vierte del inexhausto seno a la arenosa loma, el cual alumbra de Capri la marina, de Nápoles el puerto y Mergelina. Si ve que se da prisa, si en el fondo del doméstico pozo oye del agua borbotar el hervor, a sus hijitos, a su mujer despierta, y al instante con cuanto puede de lo suyo huyendo desde lejos contempla su nido y el terruño que del hambre les fue el único abrigo presa de la onda ardiente que crepitando se le viene encima y sobre él para siempre se despliega!

Torna al celeste rayo después de largo olvido la extinguida Pompeya, cual sepulto cadáver que de tierra vuelve a luz la piedad o la avaricia, y a través de las filas de truncadas columnas el peregrino desde el yermo foro lejos contempla las gemelas cumbres y la cresta humeante que aún amenaza a la esparcida ruina. Y en el horror de la secreta noche por los deformes templos, por los circos vacíos, por las casas en que esconde el murciélago sus crías, como rostro siniestro que en desiertos palacios se revuelve, corre el fulgor de la fumérea lava que enrojece las sombras a lo lejos y tiñe los lugares del contorno. Así, ignara del hombre y de los siglos que él llama antiguos, de la serie toda de abuelos y de nietos, naturaleza, verde siempre, marcha por tan largo camino que inmóvil nos parece. El tiempo imperios en su sueño ahoga, gentes e idiomas pasan; no lo ve ella y en tanto el hombre eternidad se arroga.

Y tú, lenta retama, que de olorosos bosques adornas estos campos desolados, también tú pronto a la cruel potencia sucumbirás del soterraño fuego que al lugar conocido retornando sobre tus tiernas matas su avaro borde extenderá. Rendida al mortal peso, inclinarás entonces tu inocente cabeza. Mas en vano hasta tanto no la doblas con cobardía suplicando en frente del futuro opresor; ni tampoco la yergues a las estrellas con absurdo orgullo en el desierto, donde nacimiento y vivienda, no por querer, por suerte has alcanzado. Eres más sabia y sana que el hombre, en cuanto nunca tú has pensado que inmortales tus tallos se hayan hecho por ti o por el hado”

  • Este poema es uno de los más conocidos de Giacomo Leopardi, y nos narra la fortaleza y resistencia de la retama, flor del desierto o ginestra, una de las pocas flores que crecen en las lindes del Vesubio. El autor nos ofrece un discurso pesimista respecto al abandono, la muerte, el paso del tiempo y la extinción de todo lo que nos rodea.

22. Filosofía del amor (Percy Bysshe Shelley)

“Las fuentes se mezclan con el río, y los ríos con el océano; los vientos del cielo se mezclan para siempre, con una dulce emoción; Nada en el mundo es único, todas las cosas por ley divina se completan unas a otras: ¿Por qué no debería hacerlo contigo?

Mira, las montañas besan el alto cielo, y las olas se acarician en la costa; Ninguna flor sería hermosa si desdeña a sus hermanos: y la luz del sol ama la tierra, y los reflejos de la luna besan los mares: ¿De qué vale todo este amor, si tú no me besas?”

  • La presente composición es obra del famoso poeta Percy Bysshe Shelley, esposo de Mary Shelley (la autora de “El monstruo de Frankenstein”). Nos expresa la idea de amor romántico y encontrar a una persona que nos complementa.

23. Oda a la inmortalidad (William Wordsworth)

“Aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante hoy esté por siempre oculto a mis miradas. Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba. Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la yerba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo… En aquella primera simpatía que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre en los consoladores pensamientos que brotaron del humano sufrimiento, y en la fe que mira a través de la muerte.

Gracias al corazón humano, por el cual vivimos, gracias a sus ternuras, a sus alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer, puede inspirarme ideas que, a menudo se muestran demasiado profundas para las lágrimas.”

  • El tiempo pasa para todo y para todos, pero los recuerdos pueden llegar a permanecer en nuestra memoria haciendo inmortal lo que una vez vivimos.

24. El prisionero (Aleksandr Pushkin)

“Estoy entre rejas en húmeda celda. Criada en cautiverio, un águila joven, mi triste compaña, batiendo sus alas, junto a la ventana su pitanza pica. La pica, la arroja, mira la ventana, como si pensara lo mismo que yo.

Sus ojos me llaman y su griterío, y proferir quiere: ¡Alcemos el vuelo! ¡Tú y yo somos libres como el viento, hermana! Huyamos, es hora, do blanquea entre nubes la montaña y brilla de azul la marina, donde paseemos sólo el viento. ..¡y yo!”

  • Este poema es parte de la obra de Aleksandr Pushkin, uno de los poetas románticos rusos más conocidos, y en él vemos cómo el autor nos habla del deseo y la necesidad de libertad en un contexto de encarcelamiento y privación.

25. Desesperación (Samuel Taylor Coleridge)

“He experimentado lo peor, lo peor que el mundo puede forjar, aquello que urde la vida indiferente, perturbando en un susurro la oración de los moribundos. He contemplado la totalidad, desgarrando en mi corazón el interés por la vida, para ser disuelto y alejado de mis esperanzas, nada resta ahora. ¿Por qué vivir entonces?

Aquel rehén, que el mundo mantiene cautivo, otorgando la promesa de que aún vivo, aquella esperanza de mujer, la pura fe en su amor inmóvil, que celebró en mí su tregua. Con la tiranía del amor, se han ido. ¿Hacia dónde? ¿Qué puedo responder? ¡Se han ido! ¡Debería romper el infame pacto, este vínculo de sangre que me ata a mí mismo! En silencio lo he de hacer.”

  • Un poema que nos habla de la emoción de la desesperación, de manera desgarrada, ante la pérdida de sus esperanzas y sueños.

26. Ven, camina conmigo (Emily Brönte)

“Ven, camina conmigo, sólo tú has bendecido alma inmortal. Solíamos amar la noche invernal, vagar por la nieve sin testigos. ¿Volveremos a esos viejos placeres? Las nubes oscuras se precipitan ensombreciendo las montañas igual que hace muchos años, hasta morir sobre el salvaje horizonte en gigantescos bloques apilados; mientras la luz de la luna se apresura como una sonrisa furtiva, nocturna.

Ven, camina conmigo; no hace mucho existíamos pero la Muerte ha robado nuestra compañía -Como el amanecer se roba el rocío-. Una a una llevó las gotas al vacío hasta que sólo quedaron dos; pero aún destellan mis sentimientos pues en ti permanecen fijos. No reclames mi presencia, ¿puede el amor humano ser tan verdadero? ¿puede la flor de la amistad morir primero y revivir luego de muchos años?

No, aunque con lágrimas sean bañados, los túmulos cubren su tallo, la savia vital se ha desvanecido y el verde ya no volverá. Más seguro que el horror final, inevitable como las estancias subterráneas donde habitan los muertos y sus razone. El tiempo, implacable, separa todos los corazones.”

  • Este poema fue escrito por Emily Brönte, bajo pseudónimo masculino, en una época en que la mujer tenía serias dificultades para poder ver su nombre publicado. Al igual que sus hermanas fue una de las representantes británicas del romanticismo, si bien aún actualmente no es demasiado conocida. En el poema se observa el deseo de la compañía de la persona amada, así como el efecto del paso del tiempo.

27. Cuando las suaves voces mueren (Percy Bysshe Shelley)

“Cuando las suaves voces mueren, su música aún vibra en la memoria; cuando las dulces violetas enferman, su fragancia se prolonga en los sentidos. Las hojas del rosal, cuando la rosa muere, se apilan para el lecho del amante; y así en tus pensamientos, cuando te hayas ido, el amor mismo dormirá.”

  • Este breve poema nos habla de cómo las cosas que mueren dejan detrás de sí cosas hermosas, como el recuerdo y el afecto que una vez sentimos por las relaciones que se pierden.

28. Rima IV (Gustavo Adolfo Bécquer)

*“No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía. Mientras las ondas de la luz al beso palpiten encendidas, mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista, mientras el aire en su regazo lleve perfumes y armonías,mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance las fuentes de la vida, y en el mar o en el cielo haya un abismo que al cálculo resista, mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dó camina, mientras haya un misterio para el hombre, ¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma, sin que los labios rían; mientras se llore, sin que el llanto acuda a nublar la pupila; mientras el corazón y la cabeza batallando prosigan, mientras haya esperanzas y recuerdos, ¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran, mientras responda el labio suspirando al labio que suspira, mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas,mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía!”

  • Esta conocida obra de Bécquer nos habla de lo que implica la poesía, el misterio y la búsqueda de la belleza, las sensaciones, las emociones y los sentimientos, la percepción de la belleza y la eternidad.

29. Alma que vas huyendo de ti misma (Rosalía de Castro)

“Alma que vas huyendo de ti misma, ¿qué buscas, insensata, en las demás? Si secó en ti la fuente del consuelo, secas todas las fuentes has de hallar. ¡Que hay en el cielo estrellas todavía, y hay en la tierra flores perfumadas! ¡Sí!... Mas no son ya aquellas que tú amaste y te amaron, desdichada.”

  • Breve obra de Rosalía de Castro que nos habla de buscar las propias fuerzas y el propio consuelo en uno mismo, sin dependender del buscado en el exterior, pese a que afrontemos situaciones difíciles.

30. Reminiscencia inmortal (Friedrich Schiller)

“Dime, amiga, la causa de este ardiente, puro, inmortal anhelo que hay en mí: suspenderme a tu labio eternamente, y abismarme en tu ser, y el grato ambiente de tu alma inmaculada recibir. En tiempo que pasó, tiempo distinto, ¿no era de un solo ser nuestro existir? ¿acaso el foco de un planeta extinto dio nido a nuestro amor en su recinto en días que vimos para siempre huir?

¿Tú también como yo? Sí, tú has sentido en el pecho el dulcísimo latido con que anuncia su fuego la pasión: amémonos los dos, y pronto el vuelo alzaremos felices a ese cielo en que otra vez seremos como Dios.”

  • Este poema de Schiller nos habla del deseo de unirse a la persona amada en una cópula apasionada.

31. Cuando cifras y figuras… (Georg Philipp Friedrich von Hardenberg)

“Cuando cifras y figuras dejen de ser las claves de toda criatura, cuando aquellos que al cantar o besarse sepan más que los sabios más profundos, cuando vuelva al mundo la libertad de nuevo, vuelva el mundo a ser mundo otra vez, cuando al fin las luces y las sombras se fundan y juntas se conviertan en claridad perfecta, cuando en versos y en cuentos estén los verdaderos relatos del mundo, entonces una sola palabra secreta desterrará las discordancias de la Tierra entera”

  • En este poema Novalis expresa la necesidad de dejar de centrarse en números, lógica y razón para vivir libremente siguiendo y expresando nuestras emociones y nuestra auténtica naturaleza.

32. El carro de la vida (Aleksandr Pushkin)

“Aunque a veces la carga es pesada, el carro avanza ligero; el intrépido cochero, el canoso tiempo, no se baja del pescante. Nos acomodamos por la mañana en el carro, alegres de partirnos la cabeza, y, despreciando el placer y la pereza, gritamos: ¡Adelante! A mediodía se ha esfumado ya el arrojo; trastornados por la fatiga y aterrados por las pendientes y los barrancos, gritamos: ¡Más despacio, loco!. El carro sigue su marcha; ya a la tarde, a su carrera acostumbrados, soñolientos, buscamos posada para la noche, mientras el tiempo azuza a los caballos.”

  • Este poema del autor ruso nos enfrenta al hecho de que nuestra vida pasa a gran velocidad, así como el hecho de que nuestras perspectivas y maneras de afrontarla pueden ir cambiando a lo largo del ciclo vital.

33. El país de los sueños (William Blake)

“¡Despierta, despierta, mi pequeño! Tú eras la única alegría de tu madre; ¿Por qué lloras en tu sueño tranquilo? ¡Despierta! Tu padre te protege. ‘Oh, ¿qué tierra es la Tierra de los Sueños? ¿Cuáles son sus montañas, y cuáles sus ríos?

¡Oh padre! Allí vi a mi madre, entre los lirios junto a las bellas aguas. ‘Entre los corderos, vestida de blanco, caminaba con su Thomas en dulce deleite. Lloré de alegría, como una paloma me lamento; ¡Oh! ¿Cuándo volveré allí?

Querido hijo, también yo junto a ríos placenteros he caminado la noche entera en la Tierra de los Sueños; pero por serenas y cálidas que fuesen las anchas aguas, no pude llegar hasta la otra orilla.‘¡Padre, oh padre! ¿Qué hacemos aquí en esta tierra de incredulidad y temor? La Tierra de los Sueños es mucho mejor, allá lejos, por sobre la luz del lucero del alba’.”

  • Un poema triste y un tanto trágico que nos habla de la necesidad de soñar, de viajar a un mundo de sueños donde los recuerdos y los deseos permanezcan como vigentes y posibles.

34. La despedida (Johann Wolfgang Von Goethe)

“¡Deja que adiós te diga con los ojos, ya que a decirlo niéganse mis labios! ¡La despedida es una cosa seria aun para un hombre, como yo, templado! Triste en el trance se nos hace, incluso del amor la más dulce y tierna prueba; frío se me antoja el beso de tu boca, floja tu mano, que la mía estrecha.

¡La caricia más leve, en otro tiempo furtiva y volandera, me encantaba! Era algo así cual la precoz violeta, que en marzo en los jardines arrancaba. Ya no más cortaré fragantes rosas para con ellas coronar tu frente. Frances, es primavera, pero otoño para mí, por desgracia, será siempre”

  • Goethe hace en este poema referencia a lo duro que resulta despedirse de alguien a quien amamos y que hemos perdido, se ha ido o se está yendo.

35. Tus ojos (Jorge Isaacs)

“Son mi ley vuestros antojos e Infierno vuestros rigores, ojos negros soñadores más queridos que mis ojos. Ojos que me prometéis, cuando me miráis vencido, lo que jamás es cumplido, ¿perder mi amor no teméis? Soñé que os encontraría y os hallé para perderos, ojos que negáis severos lo que implora el alma mía.

Bajo sus luengas pestañas vuestra luz sorprendí en vano, ¡Bellas noches de verano de mis nativas montañas! Ojos que me prometéis, cuando me miráis vencido, lo que jamás es cumplido, ¿Perder mi amor no teméis?”

  • Este poema de Jorge Isaacs nos habla de la importancia de la mirada a la hora de transmitir emociones como el amor, y las dificultades que pueden surgir para expresarlas más allá de ellos.

Psicólogo en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Clínica

Barcelona

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Máster en Psicopedagogía con especialización en Orientación en Educación Secundaria. Cursando el Máster en Psicología General Sanitaria por la UB.

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