La Vida Cotidiano En La Nueva España

La vida cotidiana en la Nueva España

La vida cotidiana en la Nueva España

Entre las maravillas y asombros de quienes describieron templos y calzadas de la ciudad de México, se filtran los problemas cotidianos que la asolaron: epidemias favorecidas por el hambre, la miseria, las ratas y los mosquitos contrastadas con la ingenuidad terapéutica que a base de sangrías, vomitivos, hierbas y amuletos o fuerza de imágenes y rogativas querían terminar con las enfermedades. El abasto y el comercio le daban nueva vida a la ciudad.

A través de los canales se veían las chinampas cargadas de flores y verduras de Xochimilco, mientras por las calzadas entraban recuas con el trigo procedentes de los valles de Puebla y Atlixco, el pulque de los llanos de Apam, y los jamones y embutidos de Toluca; los ladrillos de Tetepilco, las esteras de Tule de Nonoalco y la leña y el forraje de Tacuba y de Texcoco (Antonio Rubial “Monjas, cortesanos y plebeyos”). Cuenta el historiador Miguel León Portilla que el primer guerrillero de América y defensor de los Derechos Humanos fue Tenamaztle, un cacique principal, natural de la provincia de Jalisco que se rebeló y fue enviado a España en calidad de preso. Conoció a fray Bartolomé de las Casas, quien le ayudó a defenderse ante las autoridades reales. Tenamaztle es un símbolo. Aunque en los hechos no pudo liberar a su pueblo porque no quiso seguir estando perseguido como conejo, se entregó y no fue vencido nunca. Su lucha en búsqueda de la justicia para su pueblo continuó y sigue en el terreno de las ideas.

Sobre la apertura de los cursos de la Real y Pontificia Universidad de México, creada en 1551, un fraile jesuita escribe el siguiente fragmento:“El 25 de enero (1553) día dedicado a la conversión del apóstol san Pablo, por solicitud de Velasco se hizo en México la apertura de los cursos en la Nueva Universidad. Esta fundación se ejecutó con toda la pompa que pedía la primera universidad en la más noble colonia del mundo.

Celebrada una solemne misa en el colegio de san Pablo, de padres Agustinos, allí se formó el paseo. Iban por delante los catedráticos que se habían escogido; los seguían cuantas personas literatas había en aquella capital; cerraban el acompañamiento los tribunales, ciudad y Audiencia . Con este orden llegaron a la Universidad, en cuya aula -según conjeturo- dicha por uno de aquellos maestros una oración latina se instalaron los catedráticos.” Andrés Cavo

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