Unas cartas inéditas revelan las tensiones entre la reina Victoria y el príncipe Alberto

Las epístolas personales han salido a la luz gracias a un nuevo recurso virtual de la Royal Collection Trust.

El príncipe Alberto y la reina Victoria de Inglaterra.

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Su relación se nos ha presentado desde hace mucho tiempo como el paradigma del matrimonio por amor, y se sabe que la reina Victoria se pasó el resto de su vida de luto tras la muerte de su consorte real, el príncipe Alberto, en 1861. Pero para muchas parejas supondrá un verdadero alivio el saber que su matrimonio también atravesó algunos baches, tal y como demuestran algunas de las cartas de carácter personal que el príncipe Alberto le dirigió a su mujer.

Las cartas han salido a la luz gracias a un nuevo recurso virtual: Prince Albert: His Life and Legacy ("El príncipe Alberto: vida y legado”), que ya se encuentra disponible a través de la web de la Royal Collection Trust. Este fascinante repertorio, que recopila alrededor de 22.000 ítems pertenecientes a la Colección Real, los Archivos Reales y la Comisión Real para la Exposición de 1851, nos acerca a la vida del príncipe Alberto y nos ayuda a conocer el impacto que sigue teniendo en la sociedad actual.

Una inusual fotografía de la pareja tomada en 1851.

© Getty Images / Bettmann

Según la Royal Collection Trust, Alberto mantuvo un registro meticuloso de sus cartas a lo largo de toda su vida. Pero varias de estas cartas, que en su mayoría fueron escritas entre 1841 y 1861, resultaban sorprendentemente descuidadas y difíciles de comprender, lo que podría indicar lo exaltado de su estado emocional. De hecho, las cartas originales fueron destruidas por la hija pequeña de la pareja,la princesa Beatriz, pero para entonces ya se habían realizado copias fotográficas para los Archivos Reales (si bien se desconoce quién las hizo).

El Daily Mail cita varias cartas que Alberto le escribió a su mujer en su lengua nativa, el alemán, en las que le da una buena reprimenda. En una de ellas, la reprende por su conducta durante una discusión, recriminándole lo siguiente: “Has vuelto a perder el dominio de ti misma sin necesidad. No te dije ni una sola palabra que pudiese herirte y no comencé la conversación, pero tú me has seguido y continuado de habitación en habitación”.

Una de las cartas del príncipe Alberto.

https://albert.rct.uk/

“No es necesario que te prometa que confiaré en ti, pues no fue un problema de falta de confianza, sino de tu temperamento inquieto, que hace que insistas en ahondar, con auténtico afán febril, en detalles relativos a deseos y órdenes que, en el caso de una reina, suponen un mandato para quienquiera que las reciba”.

Y continúa: “Yo cumplo con mi deber hacia ti, incluso a pesar de que signifique que se me amargue la vida con ‘escenas’ cuando deberían reinar el amor y la armonía. Lo afronto como una prueba de paciencia que ha de ser superada, pero me hieres hasta desesperarme y al mismo tiempo no te ayudas a ti misma”.

En otra ocasión, Alberto acusa a su esposa de ser una egoísta, lamentándose así: “Desgraciadamente, no podemos soportar por ti tus sufrimientos corporales; has de combatirlos sola. Es probable que sean la causa de los morales, pero si te preocuparas menos por ti misma (de ser eso posible) y tus sentimientos (de ser eso posible) y te interesaras más por el mundo exterior podrías hallar en él la mayor de las ayudas”.

El príncipe Alberto y la reina Victoria en 1960, un año antes de que él falleciera.

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Por si fuera poco, también critica su faceta como madre (la pareja tuvo nueve hijos): “Desde luego, es una pena que no halles consuelo en la compañía de tus hijos... la raíz de esta dificultad radica en la idea errónea de que la función de una madre es la de estar siempre corrigiendo, regañando, dándoles órdenes y organizando sus actividades… no es posible tener una relación feliz y amistosa con gente a la que acabas de regañar, porque sienta tan mal al regañado como a quien regaña”.

Sin embargo, a pesar de sus disputas ocasionales, Victoria sin duda echó de menos a su difunto marido después de su muerte, hasta el punto de no volver a casarse a pesar de vivir casi 40 años más que él.

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Artículo original publicado por Tatler y traducido por Darío Gael Blanco Gómez de Barreda. Acceda al original aquí.