Venki Ramakrishnan: «Que vivamos más de los 120 años está en la misma categoría que colonizar Marte» - XL Semanal
Venki Ramakrishnan: «Que vivamos más de los 120 años está en la misma categoría que colonizar Marte»

La búsqueda de la eterna juventud explicada por un Nobel

Venki Ramakrishnan: «Que vivamos más de los 120 años está en la misma categoría que colonizar Marte»

Simone Padovani / Awakening

Pocas personas saben más sobre cómo funciona la vida humana que el biólogo molecular ganador del Premio Nobel Venki Ramakrishnan. Ahora, a los 71 años, reflexiona sobre el negocio millonario de la eterna juventud y las preguntas más profundas de la vida.

Viernes, 19 de Abril 2024, 09:49h

Tiempo de lectura: 12 min

La receta para disfrutar de una vida muy muy larga no es ningún secreto: comer y dormir bien, practicar algo de ejercicio, evitar que te atropelle un autobús y confiar en que una enfermedad hereditaria se salte tus genes. El Premio Nobel Venki Ramakrishnan –un científico vegetariano que va todos los días en bici hasta su laboratorio de Cambridge– practica estos mandamientos. Y, aunque a los 71 años afirma que acepta la muerte con filosofía, también se asegura de tomar sus pastillas para bajar la tensión arterial y el colesterol; esos medicamentos mágicos que prolongan la vida de millones de personas cada día.

–Señor Ramakrishnan, si en vez de esas pastillas le ofrecieran una que evitara el envejecimiento y le regalara otros diez años, ¿la tomaría?

–Todos estaríamos tentados de hacerlo. El deseo de vivir más está arraigado en cada uno de nosotros.

–Pero ¿habrá alguna vez una pastilla así?

–Estamos en un momento decisivo. No hay ninguna ley científica que haga imposible romper nuestra barrera natural de los 120 años. Pero para mí ese objetivo está en la misma categoría que colonizar Marte. No hay ninguna ley física que diga que no podemos hacerlo. Pero es muy difícil.

Pocas personas saben más sobre la vida que Ramakrishnan. Este biólogo molecular ganó el Premio Nobel de Química de 2009 por resolver la estructura del ribosoma; esa parte de la célula que se encarga de leer las instrucciones genéticas y que luego, usando esa información, produce proteínas. El ribosoma es crucial para el funcionamiento de nuestro organismo: dicta el color de nuestros ojos, asegura que nuestros corazones latan y las mentes funcionen. El descubrimiento de Ramakrishnan fue asombroso.

Los cuatro caminos hacia la inmortalidad

Adobe Stock.

Pero, después de haber tenido tanto éxito desenterrando los secretos de la vida, ahora Ramakrishnan enfoca su mirada en lo contrario: en eso que hace que la vida termine. Su último libro se titula Por qué morimos (Why we die).

Reencarnación y karma hindúes, cielo e infierno cristianos, el jardín de paz eterna del islam... Para Ramakrishnan, estas doctrinas surgieron porque «la conciencia de nuestra propia muerte es tan aterradora que vivimos la mayor parte de la vida negándola». Por eso ahora, a medida que la influencia de la religión se debilita, en lugar de a sacerdotes y profetas, nos aferramos cada vez más a un grupo de tipos, muchas veces millonarios, a quienes Ramakrishnan llama «mercaderes de inmortalidad».

Ramakrishnan se crio en la India, en el seno de una familia hindú. Sus progenitores eran científicos –su padre, bioquímico; su madre, psicóloga–, así que tuvo una educación bastante secular. «Pero como dice el chiste –comenta nuestro científico con sentido del humor–, en las alcantarillas y en las salas de examen, nadie es ateo».

La gran burbuja a partir del sueño de vivir eternamente

Este experto en la vida lleva 25 años trabajando en el Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge. De esta institución han salido 12 premios Nobel. El laboratorio y sus 440 científicos tienen como objetivo «abordar la salud humana». Pero, fuera del mundo académico, los investigadores ya no se contentan con luchar contra la enfermedad, ahora se plantean una meta mayor: engañar a la muerte. De hecho, a solo diez kilómetros de este laboratorio se encuentra Altos Labs, la start-up de biotecnología que ha reunido la financiación más abultada de la historia: casi 3000 millones de euros, desembolsados por gente como Jeff Bezos, de Amazon.

Por Venki Ramakrishnan

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Inaugurado en 2022, Altos Labs tiene como objetivo detener por completo el proceso de envejecimiento. Y no es un caso único. En la última década se han fundado más de 700 empresas similares. Entre ellas, la Iniciativa Chan Zuckerberg –creada por el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y su esposa–, que tiene como meta nada menos que curar, prevenir y controlar todas las enfermedades este siglo.

«Estos multimillonarios tecnológicos generalmente han tenido éxito muy jóvenes –dice Ramakrishnan–. Creen que la vida es solo un código que hay que hackear. Pero el envejecimiento es algo muy complejo. Se está montando una gran burbuja que se aprovecha de la ansiedad que el envejecimiento y la muerte provocan en el ser humano». Pero en medio de tanta arrogancia también hay esperanza, asegura, y reconoce que «en los últimos 50 años la biología molecular y la genética han hecho enormes avances en la comprensión del envejecimiento».

Ahora se sabe, por ejemplo, que la muerte –si excluyes enfermedades e infortunios como que te devore un león– es el resultado del envejecimiento. Pero descubrir que morimos de ancianidad abre muchas incógnitas. ¿Qué sucede realmente dentro de sus víctimas para que la vida desaparezca?

¿Qué hace que nuestro cuerpo colapse y muera?

«El envejecimiento se puede ver como una acumulación de daños en nuestras células; esa suma hace que estas pierdan su capacidad de funcionar correctamente, de hablar entre sí, de regenerarse», explica Ramakrishnan. Cuando somos muy jóvenes, muchas células de nuestro cuerpo rejuvenecen de forma natural. Si se dañan, se dividen; de hecho, la célula madre dañada muere una vez que ha sido reemplazada por su descendencia.

«El peligro de que vivamos muchos más años es que creemos una sociedad estancada donde los ancianos se aferren a los recursos económicos»

Pero con el arranque del envejecimiento comienza la senescencia. Las células senescentes pierden la capacidad de dividirse; van acumulando daños y mueren. En principio, este proceso no debería suponer ningún problema; las células mueren a lo largo de toda nuestra vida. «Ni nos damos cuenta. Podrías perder una extremidad entera y seguir viviendo. Pero la muerte es un fallo crítico del sistema. La capacidad de funcionar de manera coherente como organismo desaparece». Ramakrishnan cita un pasaje de la novela Fiesta, de Ernest Hemingway, en el que un personaje explica los dos pasos de una bancarrota: «Poco a poco y de repente». Del mismo modo, el cuerpo envejece gradualmente y luego muere de manera abrupta.

Desenredar la madeja entre los procesos graduales y el repentino final, entre el envejecimiento y la muerte, es clave. ¿Cuál de esos procesos se debe a una enfermedad (el cáncer o el alzhéimer, por ejemplo) y cuál exclusivamente al envejecimiento? El principal problema para separar el grano de la paja es que no estamos diseñados para vivir eternamente. «Lo que le importa a la evolución es que te reproduzcas, le da igual lo que te pase luego porque ya transmitiste tus genes –cuenta Ramakrishnan–. No hay ningún beneficio, en términos evolutivos, en invertir muchos recursos en vivir más tiempo». Sin embargo, afirma, estas fuerzas podrían revertirse. ¿Cómo? En este punto, los caminos de la investigación se dividen... También las millonarias inversiones que los soportan.

Ramakrishnan divide a los superricos que buscan la vida eterna en tres categorías: chiflados, misioneros y racionalistas. «Los chiflados defienden ideas extrañas sin base científica», dice. En este saco incluye la criogénesis: congelar nuestros cuerpos al morir y esperar que la tecnología en un futuro sea capaz de devolvernos a la vida. «No hay ni una evidencia de que eso vaya a funcionar». Una vuelta de tuerca a este enfoque es la propuesta de cargar el cerebro en un almacenamiento digital, que se descargaría en forma de una nueva vida en una fecha futura. Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, está en la lista de espera de la empresa de San Francisco Nectome, que busca «restaurar» las mentes de los clientes.

«Muchos jóvenes multimillonarios creen que el envejecimiento es un código que se puede hackear, pero es algo mucho más complejo»

Luego están los misioneros. «Gente que sabe algo de biología», prosigue Ramakrishnan. En esta categoría podría caer Bryan Johnson, el multimillonario de 46 años que acaparó titulares el año pasado cuando reveló que se había hecho transferir plasma de la sangre de su hijo de 17 años. Esperaba que esto le diera la condición física de uno de 18.

Ramakrishnan es escéptico sobre el resultado, y hasta Johnson admitió pocos beneficios de un 'tratamiento' que le costaba dos millones de dólares al año. A pesar de ello, los estudios han demostrado que la sangre de los ratones jóvenes puede prolongar la vida de sus congéneres mayores. Parece que reduce la inflamación. «Aislar factores como este podría ayudar a crear un tratamiento que ralentice el proceso de envejecimiento», dice Ramakrishnan.

Otra de las estrategias en la que se ha centrado el millonario Johnson se basa en los telómeros, esas puntas protectoras que hay al final de los cromosomas. A lo largo de nuestra vida, los telómeros se van acortando a medida que se dividen nuestras células; lo que significa que llega un momento en que no pueden proteger los cromosomas y las células ya no pueden dividirse más.

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Pero puede haber una solución: en el cuerpo hay una sustancia llamada 'telomerasa' que permite a algunas células reconstruir los telómeros, lo que potencialmente podría hacer que las células se dividieran indefinidamente. Johnson tiene como objetivo actuar en ese proceso. Sin embargo, el riesgo que asume es alto: el cáncer, ya que la telomerasa es la responsable de que las células tumorales se dividan indefinidamente. Si este problema se pudiera superar, Ramakrishnan cree que resultaría clave.

Lo que nos lleva, finalmente, a los racionalistas, una categoría en la que el propio Ramakrishnan se incluye. Este grupo se centra en extender nuestra vida útil. «La posibilidad de contraer muchas enfermedades aumenta con la edad. Así que si el envejecimiento es un factor de riesgo deberíamos estar pensando más en lo que podemos hacer para vivir una vida más saludable».

Ramakrishnan parece estar en forma; pero admite que «a veces siente la vida como un irse replegando a un rincón de la casa; como si las puertas de las habitaciones que nos gustaba explorar se fueran cerrando lentamente». Aun así, no está interesado en la inmortalidad. Su fuerza motriz es centrarse en los procesos que rigen el envejecimiento y la enfermedad con la esperanza de que podamos disfrutar de buena salud en la vejez. Si la búsqueda de la vida eterna nos lleva a ese objetivo, que así sea. «El libro se llama Por qué morir, pero podría titularse Cómo vivir», dice.

La maravilla de participar en un banquete eterno

A los 71 años, ¿realmente no le tienta alargar su vida? Ya vivimos lo suficiente, afirma. El peligro de una longevidad creciente es la creación de una sociedad estancada, en la que los ancianos se aferran a los recursos económicos y a las posiciones de influencia. «Me jubilaré el año que viene. Aún estoy bien, pero alguien de 35 años podría abrir un campo científico completamente nuevo. Es de justicia generacional. Ya vivimos el doble que nuestros antepasados».

De todos los multimillonarios con complejo de Dios, Bill Gates, con sus mosquiteras contra la malaria y sus campañas de vacunación, es por quien Ramakrishnan siente más respeto. «Le mueve cómo podemos aumentar la esperanza de vida en los países pobres y quizá, irónicamente, esté haciendo más por la longevidad humana que cualquiera de los otros».

Cuando se jubile, Ramakrishnan se va a dedicar a aprender idiomas, a leer... «Mientras esperamos a que la enorme inversión en gerontología resuelva el problema de la muerte, disfrutemos de la vida en toda su belleza. Cuando llegue nuestro momento, nos introduciremos en la puesta de sol con la tranquilidad de saber que tuvimos la fortuna de participar de ese banquete eterno».


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