El test Eating Attitudes Test (EAT-26) es un instrumento ampliamente reconocido y utilizado en el ámbito de la psicología clínica para la evaluación y detección temprana de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia nerviosa.
Fue desarrollado originalmente en 1979 por David M. Garner y Paul E. Garfinkel, y se trata de un cuestionario autoadministrado que ha demostrado ser una herramienta eficaz en la identificación de individuos que pueden requerir una evaluación más profunda respecto a su relación con la comida, su imagen corporal y sus prácticas alimenticias.
Características y estructura del EAT-26
El EAT-26 consta de 26 + 5 preguntas que evalúan tres dimensiones principales relacionadas con los comportamientos, actitudes y sentimientos hacia la alimentación y el peso corporal. Cada pregunta se valora en una escala de likert 6 puntos, que varía desde «Siempre» hasta «Nunca», permitiendo así obtener un perfil detallado de la conducta alimentaria del individuo.
El EAT-26 es utilizado en una variedad de contextos clínicos y de investigación para identificar riesgos de trastornos de la conducta alimentaria en individuos, especialmente en poblaciones consideradas de alto riesgo, como adolescentes, deportistas y grupos con alta presión estética.
Su facilidad de administración y su capacidad para ser autoadministrado lo hacen particularmente valioso para estudios epidemiológicos y programas de prevención, además, es una herramienta útil para el seguimiento de pacientes ya diagnosticados con TCA, permitiendo evaluar la evolución de sus actitudes alimentarias a lo largo del tiempo.
Validez y fiabilidad del EAT-26
Diversos estudios han confirmado la validez y fiabilidad del EAT-26 en diferentes poblaciones y contextos culturales, lo que subraya su utilidad como herramienta de cribado para TCA. La consistencia interna del cuestionario, ha demostrado ser alta, y sus preguntas reflejan adecuadamente las dimensiones que pretende medir, además, comparaciones con entrevistas clínicas estructuradas han validado su eficacia en la identificación de individuos con comportamientos alimentarios desordenados.
Aunque el EAT-26 es una herramienta de cribado valiosa, su uso debe acompañarse de consideraciones éticas y prácticas, es fundamental que los profesionales de la salud mental estén capacitados en la interpretación de sus resultados y en el manejo de los pasos a seguir en caso de identificar un posible TCA. La confidencialidad, el consentimiento informado y la sensibilidad hacia los temas de imagen corporal y alimentación son aspectos cruciales. Además, el EAT-26 debe ser visto como el primer paso en un proceso de evaluación más amplio, que incluirá, de ser necesario, entrevistas clínicas detalladas, evaluaciones físicas y, posiblemente, intervenciones terapéuticas.
Este test sólo ofrece orientación y carece de valor diagnóstico. Responde todas las preguntas.