El amor y el matrimonio

Una velada con el presidente Russell M. Nelson

Devocional mundial para jóvenes adultos • 8 de enero de 2017 • Universidad Brigham Young


 

Gracias, coro, por ese conmovedor número musical.

Mis queridos hermanos y hermanas, ¡los amamos y estamos contentos de estar con ustedes! Realmente son la esperanza de Israel, y es por eso que, al expresar algunas ideas, ruego que el Espíritu Santo transmita el mensaje exacto que ustedes necesiten escuchar.

Antes de casarme, fui profesora de terapia matrimonial y familiar durante más de veinticinco años; los últimos trece aquí, en la Universidad Brigham Young. Aconsejé a miles de matrimonios y oí una historia trágica tras otra sobre familias divididas y relaciones arruinadas. Vi de primera mano lo que funciona en el matrimonio y lo que no. Aprendí lo que puede sanar aun a los matrimonios destrozados y lo que puede destruir a otros casi de la noche a la mañana. Así que, hoy, permítanme hablarles sobre lo que seguramente es uno de sus temas preferidos: El amor y el matrimonio.

Quisiera compartir cuatro verdades que creo que no solo les evitarán pesares innecesarios, sino que también los ayudarán a ser —y a escoger— un cónyuge recto, y luego establecer un matrimonio feliz y una familia productiva1.

Esta noche espero que me vean como su “tía Wendy” al hablarles desde el corazón, tal como lo haría —y lo he hecho— con mis sobrinas y sobrino. De modo que, estas son las cuatro verdades de la tía Wendy sobre el amor y el matrimonio2:

Verdad nro. 1: Las verdades sobre el amor y el matrimonio las recibirán de nuestro Padre Celestial. Él decretó que el matrimonio fuese un componente irreemplazable de Su plan de felicidad3. El Espíritu es el mensajero de estas verdades. Los insto a procurar comprenderlas.

Por el contrario, Satanás y sus siervos son quienes originan y perpetúan las mentiras sobre el amor y el matrimonio. El adversario se regocija cada vez que persuade a una víctima a aceptar algo que profana o denigra el amor y el matrimonio. No obstante, la verdad es la verdad, las mentiras son mentiras; y ninguna cantidad de publicidad, campañas ni promociones astutas cambiará eso.

Verdad nro. 2: La pureza personal es la clave del verdadero amor. Cuanto más puros sean sus pensamientos y sentimientos, sus palabras y acciones, tanto mayor será su capacidad de dar y recibir amor verdadero.

Créanme si les digo que cada vez que derraman su corazón al Padre Celestial en oración y luego escuchan, cada vez que estudian las Escrituras buscando respuestas a las preguntas de su corazón, cada vez que evitan cualquier cosa que herirá a su espíritu (como la pornografía), cada vez que adoran en el templo, cada vez que hallan los datos necesarios para las ordenanzas de algún antepasado, ustedes escogen aumentar su pureza personal.

Su futuro cónyuge les agradecerá, pues en ese preciso momento se estarán preparando para la verdadera intimidad conyugal. Así que, si son solteros y se preguntan cuál es la mejor forma de prepararse para el amor verdadero, la respuesta es: hagan lo que sea necesario para mantener sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones puros. Inviten al Espíritu a guiarlos; ¡Él los ayudará!; y si están casados, ¡mi consejo es exactamente el mismo!

Conforme se esfuercen por llegar a ser más puros, tendrán el Espíritu Santo con ustedes cada vez más; aumentará su capacidad de recibir revelación personal, lo que significa que tendrán una guía más clara para la vida; sentirán más paz y más gozo, menos soledad, y más optimismo en cuanto al futuro. También tendrán mayor claridad mental al estudiar y trabajar; y además de esas grandes recompensas por esforzarse cada día para ser un poco más puros, aumentará su capacidad de experimentar la verdadera intimidad conyugal.

Es por eso que la pornografía es tan devastadora. Al contrario de lo que todos sus promotores argumentan, la pornografía impedirá que experimenten la más maravillosa clase de intimidad.

Ahora bien, la verdad nro. 3 podría dejarlos atónitos, porque es lo opuesto a lo que el adversario y gran parte del mundo quisiera que creyesen sobre el amor y el matrimonio.

Verdad nro. 3: Como parte importante de la expresión de su amor, el Señor quiere que el esposo y la esposa participen de la maravilla y la dicha de la intimidad conyugal.

La intimidad en el matrimonio es ordenada por Dios. Es ordenada y encomiada por Él debido a que une más al esposo y la esposa, y los acerca más al Señor. La verdadera intimidad matrimonial conlleva el alma entera de cada cónyuge4. Es la unión del cuerpo y el espíritu del esposo con el cuerpo y el espíritu de su esposa.

Esa unión del alma representa cuán unidos están el esposo y la esposa en todos los aspectos de su vida. Trabajan juntos como compañeros; oran, juegan, luchan, crecen y disfrutan la vida juntos. Se sacrifican el uno por el otro y se alientan a ser todo lo que han nacido para ser.

Mis queridos hermanos y hermanas, la intimidad conyugal es sagrada. De hecho, el esposo y la esposa pueden acercarse más a Dios cuando se unen en la verdadera intimidad matrimonial.

Entonces, ¿cómo pueden prepararse para tal intimidad? Tendrán que vivir con rectitud a fin de que el Espíritu pueda ser su compañero y el de su cónyuge.

Eso conduce a la Verdad nro. 4: Para que ocurra la verdadera intimidad conyugal, el Espíritu Santo tiene que ser partícipe. No es posible tener la clase de experiencias íntimas fuera del matrimonio como las que pueden tener dentro de él, ya que el Espíritu no estará presente.

El élder Parley P. Pratt enseñó que el Espíritu Santo tiene la capacidad de aumentar, ensanchar, expandir y purificar “todas las pasiones y afectos naturales”5. Imagínense; ¡puede purificar sus sentimientos! Por tanto, cualquier cosa que invite al Espíritu a su vida, a la de su cónyuge y a su matrimonio aumentará su capacidad de experimentar la intimidad conyugal. ¡Es así de sencillo y de profundo!

Por otro lado, cualquier cosa que ofenda al Espíritu disminuirá su capacidad de ser uno con su cónyuge. Cosas tales como la ira, la lujuria, el no perdonar, la contención, la inmoralidad y los pecados sin arrepentimiento reducirán el intento de lograr que la intimidad conyugal sea algo más que una experiencia sexual.

De modo que, para resumir: Mientras que el sexo mundano se halla bajo la influencia del mundo y del adversario e implica pasiones carnales, sensuales y diabólicas; la intimidad conyugal ordenada por Dios se halla bajo la influencia del Espíritu e implica pasiones enriquecidas y purificadas por Él. La verdad es que, cuanto más puros sean, más maravillosa será su intimidad conyugal6.

En el sexo mundano todo vale. En la intimidad matrimonial, se tiene el minucioso cuidado de evitar cualquier cosa —desde las palabras hasta la música y las películas— que ofenda al Espíritu, a su espíritu o al espíritu de su cónyuge.

Mientras que el sexo mundano es lujurioso y mata el amor, la intimidad conyugal genera más amor.

El sexo mundano denigra al hombre, a la mujer y a sus cuerpos; mientras que la intimidad conyugal honra al hombre y a la mujer, y celebra el cuerpo como uno de los grandes galardones de la vida terrenal.

En el sexo mundano, las personas pueden sentirse usadas, abusadas y, finalmente, más solitarias. En la intimidad conyugal, los cónyuges se sienten más unidos y amados, más cuidados y comprendidos.

El sexo mundano destruye y, con el tiempo, arruina las relaciones. La intimidad conyugal fortalece el matrimonio; sostiene, sana y santifica la vida de los cónyuges y su matrimonio.

Se ha comparado al sexo mundano con el chillido de una flauta y a la intimidad conyugal con la magnificencia de una orquesta completa7.

El sexo mundano llega a ser una obsesión total, ya que jamás cumple sus promesas. La intimidad conyugal ordenada por Dios es gloriosa y continuará eternamente en el caso del esposo y la esposa que guarden los convenios.

En resumen, a la intimidad conyugal aprobada por el Espíritu es bendecida por el Señor y es santificadora8.

Ahora bien, establecer un matrimonio firme y feliz no es sencillo; soy testigo de ello. No obstante, ¡les brindará gozo!

En nuestro décimo aniversario de bodas, me pregunté qué podría reglarle a mi esposo que representara el gozo que me ha brindado nuestro matrimonio. ¿Saben qué le regalé?

¡Un columpio!

Mis queridos hermanos y hermanas, a quienes amamos, si llevan a la práctica estas cuatro verdades intencionadamente, estoy segura de que pueden establecer un matrimonio feliz que los sostendrá y consolará para siempre; un matrimonio que les permitirá ser más de lo que podrían ser por cuenta propia.

Testifico que el matrimonio es uno de los grandes privilegios que Dios da a Sus hijos, que puede ser la fuente de un gozo incomparable y que la pureza personal es la clave de dicho gozo. En el nombre de Jesucristo. Amén.

© 2017 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. Aprobación del inglés: 10/16. Aprobación de la traducción: 11/16. Traducción de “Love and Marriage”. Spanish. PD60002798 002

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    Notas

  1.  

    1. Véase de Henry B. Eyring, “Renacimiento del matrimonio: Llegar a ser uno “(discurso dado en el Coloquio Interreligioso Internacional, en la Ciudad del Vaticano, Roma, el 18 de noviembre de 2014). LDS.org.

  2.  

    2. Véase de Wendy L. Watson, Purity and Passion: Spiritual Truths about Intimacy That Will Strengthen Your Marriage, 2001.

  3.  

    3. Véase de D. Todd Christofferson, “El porqué del matrimonio, el porqué de la familia”, Liahona, mayo de 2015, págs. 50–53.

  4.  

    4. Véase de Jeffrey R. Holland, “Of Souls, Symbols, and Sacraments”, en Morality, 1992, págs. 152–166.

  5.  

    5. Parley P. Pratt, Key to the Science of Theology, 1978, pág. 61.

  6.  

    6. Ahora, algunos de ustedes querrán ser buenos, pero no demasiado buenos. Algunos tal vez estén tentados a hacer todo lo posible por evitar parecer excesivamente virtuosos, si existe tal cosa. Y sin embargo, si quieren disfrutar de la intimidad conyugal más satisfactoria, eso es exactamente lo que quieren; quieren ser lo más puros posible para que su intimidad matrimonial sea lo más maravillosa posible.

  7.  

    7. Comunicación personal con Truman G. Madsen.

  8.  

    8. Véase Doctrina y Convenios 88:34.