CRÍTICA DE CINE
'La sombra del pasado': monumento de paja
Resulta sorprendente que una película tan centrada en la importancia de la verdad y la integridad artística como la de Florian Henckel von Donnersmarck sea tan proclive a la manipulación emocional
La tercera película de Florian Henckel von Donnersmarck, que ganó el Oscar gracias a 'La vida de los otros' (2007), supone su regreso a casa tras su desafortunadísima incursión en Hollywood a bordo de 'The tourist' (2010). Y coincide con aquella prometedora ópera prima en tanto que en ella el director vuelve a fijar su mirada en personajes a merced de las dinámicas políticas que definieron a Alemania durante el siglo XX.
En concreto,' La sombra del pasado' acompaña a un artista llamado Kurt Barnert (Tom Schilling) desde su infancia durante el ascenso del nazismo y a través de la era comunista, observando en el proceso cómo la relación del joven con el amor de su vida repercute en sus traumas, su aprendizaje creativo y su búsqueda de un modo personal de expresión.
Para ello, el director invierte nada menos de 188 minutos que avanzan a ritmo de miniserie, y que en ningún momento generan intensidad dramática pese a incluir críticas políticas, ironías históricas y giros argumentales melodramáticos. 'La sombra del pasado', además, es una película que reivindica la libertad del artista para experimentar y saltarse las reglas pero que, en lugar de predicar con el ejemplo, lo haga echando mano de una narración de lo más convencional y de personajes inertes. La acumulación de acontecimientos y el monumental metraje hacen que el relato pase por épico, pero no evitan que las trayectorias de sus protagonistas resulten insignificantes.
Resulta sorprendente, por último, que una película en buena medida centrada en la importancia de la verdad y la integridad artística esté tan llena de personajes que se expresan a través de aforismos y sea tan proclive a la manipulación emocional. En ese sentido no está de más recordar que 'La sombra del pasado' está inspirada en la figura del pintor Gerhard Richter, que se ha distanciado insistentemente de ella. Considerando cómo reduce su vida a una tediosa sucesión de revelaciones y casualidades, se entiende su descontento.
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