LA PEN�NSULA IB�RICA EN EL SIGLO XII

 

LA PEN�NSULA IB�RICA EN EL SIGLO XII

 

1.                      POL�TICA

 

�La historia pol�tica de la Pen�nsula durante el siglo XII se desarrolla bajo el doble signo de la unidad y de la desintegraci�n, tanto en el mundo musulm�n como en el cristiano�.(P�g. 345)

 

1.1.      Musulmana

 

Los almor�vides, restauradores rigoristas de la ortodoxia musulmana, que acudieron al auxilio de los reinos de taifas amenazados por la presi�n cristiana, unificaron los territorios isl�micos peninsulares eliminando a los reyes de taifas alejados de la verdadera fe. La intransigencia que mostraron, tanto ante cristianos y jud�os como ante los mismos musulmanes �tibios�, dio lugar a que fueran combatidos simult�neamente por tres frentes:

 

a.                            Por la nobleza hispano-musulmana, la cual terminar� por expulsarlos en 1145.

b.                           Por la confederaci�n almohade del norte de �frica, contraria a la rigidez malequ�.

c.                            Y por los reinos cristianos que reaccionan despert�ndose en ellos el esp�ritu de cruzada, aceptando o pidiendo ayuda a los cruzados europeos.

 

Tras la expulsi�n de los almor�vides Al-�ndalus vuelve a fragmentarse en taifas para reunificarse de nuevo en 1172 por los almohades que acudieron a la llamada de los musulmanes de la Pen�nsula para luchar contra la expansi�n cristiana. Su dominio se prolong� hasta 1223 cuando nuevamente los dominios isl�micos se disgregaron en taifas, lo cual facilitar� enormemente el avance cristiano.

 

1.2.    Cristiana

 

Aunque en un primer momento, ante el empuje almor�vide, los reinos cristianos intentaron unificar sus fuerzas para hacerle frente, esta amenaza exterior fue insuficiente para hacerles olvidar la rivalidad existente entre ellos, que ven�an enfrent�ndose entre s� por sus zonas fronterizas, porel control de Al-�ndalus y el de los territorios conquistados, por lo que las luchas adem�s de entre los reinos cristianos tambi�n se produc�an en el seno de �stos

 

1.2.1.Castilla-Le�n

 

Potencia hegem�nica cristiana en la Pen�nsula que ante el avance almor�vide sufre cierto estancamiento, el cual se ver� agravado tras la muerte de Alfonso VI en 1109 al producirse un conflicto sucesorio de enorme complejidad por el variable juego de alianzas que, en defensa de sus intereses b�sicamente, protagonizaron los partidarios de:

 

a.     Do�a Urraca, leg�tima heredera del trono.

b.     Alfonso I el Batallador, rey de Arag�n, elegido como esposo de Urraca por su padre Alfonso VI en un intento de unificar fuerzas contra los almor�vides.

c.      Alfonso de Raim�ndez (Alfonso VII), hijo de Do�a Urraca y Raimundo de Borgo�a. Sus partidarios fueron los cl�rigos afrancesados que finalmente conseguir�an la anulaci�n can�nica del matrimonio de Do�a Urraca con el Batallador.

d.     Conde castellano G�mez para desposarse con Do�a Urraca ya que con �l confiaban en recuperar la direcci�n del reino que entonces estaba en manos de leoneses.

 

A todos estos se sumaron:

 

e.     Los condes portugueses que deseosos de su independencia apoyaron alternativamente a uno u otro bando seg�n su conveniencia.

f.       La oposici�n de la incipiente burgues�a a la nobleza feudal y eclesi�stica por las limitaciones que impon�an a la libertad de las ciudades.

 

Se inici� as� un periodo turbulento de guerra civil en el que la monarqu�a y la nobleza consum�an sus fuerzas en luchas internas mientras los habitantes de los municipios del sur tienen que enfrentarse, �nicamente con sus medios, al avance almor�vide conquistando por ello su libertad.

 

Alfonso VII (1126-1157), durante el periodo de disgregaci�n almor�vide, llev� a cabo, entre 1135 y 1150, empresas conjuntas con otros reinos cristianos peninsulares y del mediod�a franc�s que consolidaron el dominio cristiano en los valles del Ebro y del Tajo, as� como brillantes campa�as por Andaluc�a llegando a conquistar C�rdoba y Almer�a, pero la llegada de los almohades les oblig� a retirarse.

 

La ruptura de la unidad navarro-aragonesa tras la muerte del Batallador en 1134, y con �sta la del equilibrio de fuerzas entre Arag�n y Castilla-Le�n, permitieron al monarca castellano-leon�s intervenir en los asuntos internos de cristianos y musulmanes, y lograr el vasallaje de algunos reyes musulmanes, del conde de Barcelona y del rey de Navarra. Para manifestar su superioridad utiliz� un t�tulo de mayor rango que el de sus vasallos: el imperial. Al morir Alfonso VII Castilla-Le�n se separ� al dividirse el reino entre sus dos hijos: Castilla para Sancho IIIy Le�n para Fernando II.

 

1.2.2.   Castilla y Le�n por separado (1157-1230)

 

Separados y frecuentemente enfrentados por conflictos fronterizos. En Castilla, tras la muerte de Sancho III en 1158 y ante la minor�a de edad de Alfonso VIII, se produjeron las luchas nobiliarias entre los Lara y los Castro, lo cual dej� la defensa ante los ataques almohades en manos de los concejos de frontera y del rey Lobo, que desde las taifas de Levante y Murcia se opuso con �xito durante veinticinco a�os a los almohades, llegando a apoderarse de amplios territorios en Andaluc�a pero tras su muerte fueron entregados a los almohades, los cuales impusieron un control efectivo sobre Al-�ndalus y frenaron la pol�tica expansionista de los reinos cristianos.

 

1.2.3.   Reino de Navarra y Arag�n

 

Con la uni�n de estos dos reinos se realiz� una importante acci�n de conquista. Alfonso I el Batallador (1104-1134) repobl� los territorios incorporados (Huesca, Monz�n, Barbastro...) y particip� en las luchas de sucesi�n castellanas lo cual supuso una breve interrupci�n en la expansi�n del reino hasta 1117 cuando se desentiende de los asuntos castellanos y reemprende la labor conquistadora.

 

Este rey Batallador estuvo muy influenciado por las �rdenes militares del Temple y del Hospital con las que proyect� magnas cruzadas sobre Zaragoza, L�rida, Tortosa y Valencia, en las que participaron tambi�n nobles del norte de los Pirineos estimulados, m�s que por el esp�ritu de la cruzada, por la adquisici�n de botines, honores y tenencias.

 

La cruzada sobre Zaragoza fue un �xito, ocup� la ciudad y todo el valle medio del Ebro, penetr� en la serran�a de Cuenca, asedi� Valencia y se intern� por la vega de Granada de donde volvi� con moz�rabes para repoblar la margen derecha del Ebro. �Los intentos de Alfonso de ocupar L�rida y Tortosa fracasaron ante la oposici�n del conde de Barcelona, que no pod�a tolerar que se le privara de las parias ni que sus tierras fueran rodeadas por los dominios aragoneses y se le cerrara la expansi�n de su condado hacia el sur.� (P�g. 325)

 

El esp�ritu cruzado de Alfonso I le llev� a dejar en herencia sus reinos a las �rdenes militares para que liberaran de los musulmanes a toda la cristiandad. Su testamento no fue aceptado ni por navarros ni por aragoneses lo cual supuso el fin de la uni�n de los reinos de Arag�n y de Navarra, que separados corr�an el riesgo de ser absorbidos por la monarqu�a castellano-leonesa, y para evitarlo Arag�n busc� la uni�n con el Condado de Barcelona.

 

1.2.4.   Corona de Arag�n

 

La uni�n catalano-aragonesa, lo que se llamar�a la Corona de Arag�n, en la que ambos territorios conservar�an sus fueros e instituciones propias, se hizo definitiva a ra�z del matrimonio de Petronila de Arag�n con el conde de Barcelona, Ram�n Berenguer IV, en 1137. Las claves para este matrimonio fueron:

 

a.El que Ram�n Berenguer IV fuese familiar de la orden del Temple, con lo cual se conseguir�a que fuera aceptada su elecci�n por el Papa, al que se enfeud�; y por otro lado que las �rdenes Militares, con escasas pretensiones sobre la herencia que les hab�a legado el Batallador, aceptaran, a cambio de ella, numerosos dominios y privilegios.

b.      Que la nobleza aragonesa pensara que, al ser m�s peque�o el Condado de Barcelona, podr�a ejercer sobre �l su dominio al igual que lo hicieron sobre Navarra.

 

Ram�n Berenguer IV se declar� vasallo de Alfonso VII y a cambio le fue cedido, en calidad de feudo, el reino de Zaragoza el cual fue entregado a la nobleza all� asentada en momentos de inestabilidad pol�tica. De este vasallaje ser�a liberado por Alfonso el Casto (1162-1196) como contrapartida a su ayuda a los castellanos y de su renuncia al reino de Murcia.

 

Este conde de Barcelona, Ram�n Berenguer IV, llev� a cabo una importante labor repobladora y conquist� Tortosa en 1148 y L�rida, Fraga y Mequinenza en 1149; adem�s mantuvo e increment� los derechos catalanes y aragoneses en el sur de Francia. La orientaci�n transpirenaica era consustancial con el reino aragon�s y la casa de Barcelona, y lleg� a su apogeo con Alfonso el Casto el cual volvi� a recoger la herencia provenzal creando un protectorado cuya defensa costar� la vida a su sucesor, Pedro el Cat�lico, en 1213.

 

1.2.5.   Reino de Navarra

 

Al separarse de Arag�n en 1134 pierde la posibilidad de expansionarse por tierras musulmanas puesto que carec�a de salidas directas hacia �stas. Para evitar ser absorbido por la monarqu�a castellano-leonesa Garc�a Ram�rez se declar� vasallo de Alfonso VII pero �durante el siglo XII y gran parte del XIII, Navarra vive en una situaci�n de equilibrio inestable entre aragoneses y castellanos, tan pronto unidos para repartirse el reino como enfrentados entre s� por el deseo de incorporar Navarra; contra los castellanos, los navarros se al�an con los leoneses, y contra castellanos y aragoneses recurren a alianzas y pactos con los almohades�. (P�g. 346) Esta situaci�n dar� lugar a que, para contrarrestar los posibles ataques de castellanos y aragoneses, Sancho VI concertara alianzas matrimoniales con Ricardo Coraz�n de Le�n y con Teobaldo de Champa�a, cuyos descendientes heredar�n el reino de Navarra.

 

1.2.6.   Portugal

 

�Tampoco el reino portugu�s disfrut� de tranquilidad. Surgido durante la guerra civil ocurrida a la muerte de Alfonso VI de Castilla-Le�n, ni Alfonso VII ni sus hijos y sucesores aprobaron la independencia de estas tierras, pero la divisi�n de los dominios del emperador debilit� la fuerza de los enemigos de Portugal. Frente a los leoneses, los m�s pr�ximos e interesados en la anexi�n, Portugal pudo solicitar la ayuda de Castilla y, en caso de necesidad, aliarse a los musulmanes�. (P�g. 346)

 

Para romper la dependencia feudal con respecto al emperador y conseguir el reconocimiento de la plenitud de sus derechos reales, Alonso Enr�quez de Portugal infeud� sus dominios a la Santa Sede, siendo reconocida su independencia, por Roma, en 1179.

 

1.2.7.   Se�or�os independientes

 

La intranquilidad de la �poca y los frecuentes enfrentamientos entre cristianos propiciaron la formaci�n de se�or�os independientes de la mano de caudillos cristianos en las fronteras con el Islam.

 

La existencia de �stos se vio seriamente amenazada a medida que los reyes fueron imponiendo su autoridad por lo que los se�ores independientes tuvieron que recurrir a alianzas para poder sobrevivir.

 

          Geraldo de Sempavor, el Cid portugu�s, se�or de parte de lo que actualmente es Extremadura, busc� la ayuda de su rey Alfonso I de Portugal frente al leon�s Fernando II al que imped�a y bloqueaba su expansi�n meridional por el camino de la Plata. El rey leon�s finalmente conseguir�a arrebatarle sus dominios gracias a su alianza con el almohade Yusuf I.

 

          Fernando Rodr�guez de Castro el Castellano, se�or de Trujillo, mercenario cristiano al servicio de los almohades, consigui� mantener por un tiempo sus dominios frente a Alfonso VII de Castilla gracias al apoyo leon�s y mediante su ingreso en la Orden de Santiago, aunque termin� por ceder sus territorios al rey castellano.

 

          Pedro Ruiz de Azagra, uno de los colaboradores del Rey Lobo de Murcia, se�or de Albarrac�n, oscilando entre Castilla y Arag�n (del que era vasallo) y con el apoyo de Navarra logr� mantener sus dominios e incluso aumentarlos. Su alianza con la Orden de Santiago, a la que nombr� su heredera, hizo que se convirtiera en la garantizadora de su independencia frente a Castilla y ya en el siglo XIII ser�an, sus dominios, incorporados al reino de Arag�n.

 

2.                    PROCESOS Y FEN�MENOS DE RELEVANCIA HIST�RICA

 

En el transcurso del siglo XII se desarrollan y ocurren procesos y fen�menos de gran trascendencia en la evoluci�n hist�rica peninsular:

 

2.1.    Imperialismo castellano-leon�s

 

Con una doble base:

 

a.      Posible gracias a su fuerza militar que le permite incorporar su protecci�n a los musulmanes y obligar a reyes y condes cristianos a declararse vasallos del emperador�. (P�g. 362)

b.      �En el prestigio que da a los monarcas castellano-leoneses el hecho de ser considerados herederos de los visigodos, de encarnar de alg�n modo el concepto unitario de la Pen�nsula, idea que refuerza la Iglesia desde finales del siglo XI al conceder al obispo toledano el t�tulo de primado de la antigua Hispania�. (P�g. 362)

 

Alfonso VI utiliz� el viejo t�tulo imperial al igual que su sucesor Alfonso el VII, que adem�s se hizo coronar p�blicamente �... pero con �l el �imperio� perdi� su significado goticista para convertirse en s�mbolo de los poderes feudales�. (P�g. 345)

2.2.   Liquidaci�n del ideal neog�tico

 

La liquidaci�n del ideal neog�tico y su sustituci�n por el de cruzada lo cual tiene su reflejo en dos fen�menos que acaecen en la segunda

mitad del siglo XII:

 

a.      La colaboraci�n de los distintos reinos cristianos peninsulares en empresas comunes (Almer�a en 1147, Cuenca en 1177) a pesar de mantener frecuentes luchas entre ellos. La organizaci�n de estas empresas comunes ser�an la base del �xito colectivo cristiano que supuso la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 frente a los almohades.

b.      La creaci�n y establecimiento de las �rdenes Militares hisp�nicas en las zonas fronterizas con el Islam. Las m�s destacadas, entre las muchas que aparecieron, fueron: la Orden de Calatrava (castellana), la de Alc�ntara (leonesa), la de �vora (portuguesa) y la Orden de Santiago (leonesa) la cual, por su situaci�n en la zona estrat�gica yen litigio de Extremadura, se convirti� en una de las m�s importantes y fue utilizada tanto para defender de los almohades, como de castellanos y portugueses, las posesiones adquiridas en Extremadura. En Arag�n y en Navarra predominaron las �rdenes europeas desde la �poca del Batallador.

La funci�n de defensa permanente de estas organizaciones religiosas militares explica las cuantiosas donaciones que recibieron de los reyes los cuales procuraron en todo momento dar a los caballeros propiedades rentables, alejadas de las fronteras, para que con sus beneficios pudieran atender los gastos militares y la repoblaci�n de los territorios fronterizos que se les encomendaban, desplazando a las milicias concejiles de las tareas de conquista y repoblaci�n. A ellos se deben importantes avances y consolidaciones de territorios para la cristiandad, as� como el tajante esp�ritu de intransigencia religiosa con que se dirimi� a partir de entonces la �Reconquista� en la Pen�nsula.

 

2.3.   Aproximaci�n a Europa

 

El Camino de Santiago se convirti� en una importante ruta de comercio, arte y cultura que proporcionaba importantes ingresos a los monarcas de los reinos por los que transcurr�a, por los derechos de paso que se aplicaban sobre los productos comerciales que intercambiaban europeos y musulmanes, por lo que favorecieron extraordinariamente el desarrollo de las peregrinaciones, potenciando la fe en el poder taumat�rgico de las reliquias santas, reparando caminos, puentes y albergues; y concediendo fueros especiales a las ciudades del Camino que quer�an repoblar, que lo fueron, sobre todo, con francos.

 

2.4.   Centralizaci�n eclesi�stica

 

En un periodo de pugna entre imperio y papado, los Papas afirman su autoridad en el mundo clerical uniform�ndolo y centralizando el organismo eclesi�stico. Los cluneacienses durante el siglo XI y los cistercienses durante el XII desempe�aron el papel de propagadores y defensores de la pol�tica pontificia y de la teocracia, por ello Roma les exime de toda dependencia del poder civil. La penetraci�n masiva de cluneacienses aument� la influencia de la Santa Sede que es vista como el poder supremo de Occidente, garante de los derechos, por ello, los monjes y los pr�ncipes cristianos se dirigen a Roma cuando quieren ver legitimados sus derechos u obtener su protecci�n recurriendo a la infeudaci�n.

 

La Iglesia manten�a una estructura feudal paralela a la nobleza laica, con la misma organizaci�n econ�mica y social, e interven�a de forma directa en los asuntos internos de los estados

 

3.                     LAS REPOBLACI�NES

 

3.1.    De los Reinos Occidentales: Castilla, Le�n y Portugal

 

De dif�cil repoblaci�n, no s�lo por la escasez del contingente cristiano disponible, tambi�n por la imposibilidad de contar con la poblaci�n musulmana de los territorios conquistados ya que la dureza con la que se lleva a cabo la guerra de anexi�n acarrea su eliminaci�n o su emigraci�n; por ello, la soluci�n vino mediante una lenta penetraci�n de poblaci�n del norte y una constante atracci�n de gentes de muy diversa procedencia (francos y moz�rabes emigrados desde el sur principalmente). Toledo fue la excepci�n dado que en ella se mantuvo la poblaci�n musulmana y jud�a.

 

a.      La repoblaci�n de las �reas fronterizas con el Islam fue llevada a cabo, en un primer momento, por los municipios o concejos que contaban con milicia propia para defender las fronteras, y fueron dotadas de fueros especiales para ello. Desde finales del siglo XII se encargaron de ello las �rdenes Militares.

El peligro que supon�a habitar los nuevos territorios, exponi�ndose a las correr�as de los musulmanes, hac�a dif�cil que los pobladores, de cualquier procedencia y condici�n, se sintieran atra�dos si no se les conced�a privilegios especiales, por eso, la atracci�n se logr� mediante la concesi�n de fueros, cartas pueblas o cartas de franquicia, con la condici�n de que permanecieran en los lugares durante al menos un a�o. El hecho de que, una vez transcurrido este plazo, muchos retornaran a sus lugares de origen junto con la exig�idad del contingente poblador, hizo que, en l�neas generales, la repoblaci�n de la Pen�nsula fuera lenta e insuficiente.

b.      La repoblaci�n de las zonas fronterizas entre reinos cristianos tambi�n se hizo necesaria, sobre todo en algunos territorios como La Rioja o la Tierra de Campos cuya pertenencia oscilaba consecutivamente entre uno u otro de los reinos cristianos. El sistema de repoblaci�n fue siempre el concejal, en el que numerosos caballeros villanos (ten�an caballo y por ello una categor�a social superior) se asentaban para defender el territorio. En cualquier caso la repoblaci�n de estas zonas fue siempre muy dificultosa.

c.       Paralelamente se efectuaba la repoblaci�n de las comarcas de interior o retaguardia sangradas por la emigraci�n hacia el sur. Estas zonas interesaba revitalizarlas por motivos estrictamente econ�micos, como la del Camino de Santiago, y ser� a trav�s de iniciativas reales y de los cistercienses (que tambi�n fueron art�fices de una importante labor repobladora) para el asentamiento de artesanos y mercaderes de origen franco.

 

Las repoblaciones tuvieron un car�cter pol�tico-militar y estuvieron dirigidas por los propios monarcas o por personas de su confianza y por los obispados tambi�n, pero por su importante labor conquistadora y repobladora, as� como por la garant�a de defensa permanente y de consolidaci�n de territorios, las �rdenes Militares fueron reemplazando a los reyes y a los obispos, y tambi�n a los concejos en las zonas repobladas por ellos. Sus dominios se convirtieron en inmunes y, en parte, libres de la tutela episcopal.

 

3.2.   De los Reinos Orientales

 

La conquista se realiz� sobre tierras ricas y f�rtiles en las que exist�a una intensa vida ciudadana de antigua tradici�n y arraigo mantenida viva y floreciente bajo el dominio musulm�n. De ah� la distinta concepci�n y modo de llevarse a cabo la lucha, dando lugar a que estas ciudades y sus comarcas pasaran a manos cristianas normalmente por capitulaci�n, sin destrucci�n ni arrasamiento y respetando la vida de sus moradores, principalmente por el inter�s de mantener en cultivo unas tierras que de otro modo, por un escaso potencial demogr�fico, no podr�a hacerse.

 

La concesi�n de fueros y privilegios especiales, y el sistema concejil castellano que se otorgaba a los pobladores de frontera ten�a su precedente en Catalu�a, donde desde del a�o 880 se fueron concediendo este tipo de prerrogativas que se generalizaron a partir del siglo XII mediante cartas pueblas y franquicias con el objetivo de:

 

          Atraer poblaci�n

          Crear comunidades de hombres libres sustray�ndolos de la compleja red feudal

          Evitar la huida de campesinos de la Catalu�a vieja hacia estas tierras de privilegio concediendo a algunos se�ores franquicias para mejorar sus condiciones

          Potenciar el desarrollo econ�mico sobre todo a trav�s del comercio liber�ndolo del agobiante sistema feudal

 

La concesi�n de franquicias dio lugar a ciudades y villas que, gracias a estos privilegios y al aumento demogr�fico, experimentaron un importante desarrollo econ�mico industrial y comercial, que adem�s se vieron favorecidas por la pacificaci�n de los condados catalanes y la proximidad del Mediterr�neo. Como consecuencia de este desarrollo econ�mico aparece una nueva clase social, la de los burgueses, ciudadanos que comparten unos mismos intereses y que har�n causa com�n para conseguir el reconocimiento de cierta autonom�a municipal, dando paso a una sociedad brillante, expansiva, colonizadora y mercantil que escalar�a durante el siglo XII el m�ximo nivel econ�mico y pol�tico peninsular.

 

3.3.   Efectos de la Repoblaci�npeninsular

 

a.      Sociales: Los sistemas de repoblaci�n empleados dar�n lugar a una gran diferenciaci�n en la organizaci�n social entre los distintos territorios:

  Territorios �Viejos�, donde predominaban los campesinos adscritos a la tierra. Para evitar su huida a las �nuevas� tierras los se�ores reforzaron los lazos jur�dicos que un�an a los campesinos a la tierra aunque por otro lado, y tambi�n por el mismo motivo, algunos se�ores mejoraron sus condiciones materiales de vida.

  Territorios �Nuevos�, con hombres libres due�os de las tierras que cultivan.

 

Adem�s condicionaron la estratificaci�n de los diversos grupos o estamentos sociales que integrar�n la estructura social de la Espa�a cristiana de la Edad Media, cada uno de ellos con un estatuto personal y jur�dico diferenciado.

 

b.      Sobre la Propiedad: Los efectos sobre el r�gimen de la propiedad de la tierra, seg�n la repoblaci�n se hiciera por: particulares carentes de los medios necesarios para ocupar grandes extensiones de tierra, en cuyo caso origin� el predominio de la peque�a propiedad r�stica; o por los magnates, los grandes monasterios o las �rdenes Militares, todos con los recursos suficientes para la ocupaci�n y la explotaci�n de vastas extensiones territoriales, dando lugar a la formaci�n de latifundios o se�or�os, con el consiguiente desarrollo del r�gimen se�orial.

 

 

Bibliograf�a

 

Mart�n; Jos� Luis (1975): La Pen�nsula en la Edad MediaISBN 84-307-7346-0

 

Juana S�EZ JU�REZ

 

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