LA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA DE TOMÁS DE AQUINO – Theo Magazine en Español

LA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA DE TOMÁS DE AQUINO

Por Andrés A. Fulcar (PhD cand.)

 

INTRODUCCIÓN

Uno de los pensadores y teólogos cristianos de mayor incidencia en la formulación de los detalles de algunas doctrinas capitales fue Tomás de Aquino. En el largo período de la historia de la humanidad, denominada la Edad Media, y que abarcó unos 12 siglos aproximadamente, y entre el tiempo de Agustín de Hipona y de los reformadores, no hubo una figura que influyera tan decididamente en el pensamiento y la teología de la iglesia cristiana como Tomás de Aquino.

Él fue el personaje descollante, entre otros grandes pensadores, del movimiento conocido como el escolasticismo o la Escolástica. Sus enseñanzas sobre aspectos de la doctrina de Cristo, de la expiación, la justificación, el mérito y la seguridad, el gobierno eclesiástico, entre otras, dieron las pautas para la formación y la consolidación de todo el sistema teológico en base al cual se desarrolló la Iglesia Católica Romana.

Pero sus aportes también han sido de significado e influencia en el pensamiento y la teología cristiana en sentido general, especialmente siendo de influencia para algunas de las enseñanzas de los reformadores del siglo XVI.

Aquino desarrolló todo su trabajo sapiencial como parte del escolasticismo, de modo que para poder conocer mejor la base de su pensamiento, es menester conocer breves detalles sobre el trasfondo cultural y religioso que permeaba el mundo en el cual él vivió. También es importante conocer sobre el origen y las características del movimiento del cual Aquino vino a ser su mayor exponente y representantes.

En el presente trabajo de investigación, se tocará una corta sinopsis biográfica de Tomás de Aquino, seguida por los rasgos distintivos de su pensamiento teológico y filosófico, para concluir con su relación e influencia en el futuro movimiento del racionalismo, que ha sido característico de la Edad Moderna, posterior a la Reforma protestante.

TRASFONDO CULTURAL Y RELIGIOSO

Con la invasión de los bárbaros y la consecuente caída del Imperio Romano se inició un período angustioso. La unidad monolítica del pasado no pudo sostenerse y el imperio se fraccionó. Desapareció la unidad lingüística, el latín fue evolucionando y comenzaron a surgir las lenguas romances.

A causa de la nueva distribución de las tierras se experimentaron fuertes cambios socioeconómicos. La aristocracia romana perdió sus posesiones y la agricultura se transformó en la única fuente de trabajo y riqueza. Las formas de vida y la cultura romana desaparecieron para dar paso a una nueva civilización.

En el aspecto cultural decayeron las artes y las letras, y dejó de cultivarse el pensamiento científico. Al disminuir la capacidad de creación, se renunció a toda investigación original. La cultura comenzó a vivir a expensas del pasado y como consecuencia la patrística perdió su fuerza especulativa. Los monasterios cumplieron un papel fundamental en la preservación de la cultura antigua, eran pequeños cofres dispersos por todo el territorio que contenían el tesoro y la semilla del pasado. La conservación y copia de manuscritos antiguos sería fundamental para tender el puente entre la antigüedad y el mundo moderno.[1]

Los estudiosos se dedican a la compilación y clasificación del conocimiento de pasado. Aparecen las enciclopedias, en las cuales se cataloga el conocimiento recopilando toda la información dispersa sobre los temas más diversos para luego ordenarla sistemáticamente.

Este período se cierra con el renacimiento carolingio. Carlomagno (742-814 d.C.), rey de los francos y emperador de Occidente, se preocupó por elevar el nivel cultural del pueblo. Se rodeó de monje cultos y con su asesoramiento creó escuelas en cada monasterio y obispado. Unificó la escritura y las leyes. Durante esta época de fugaz esplendor se edificaron capillas en estilo romántico y se desarrolló el arte de la miniatura. El imperio carolingio no pudo permanecer, pero sentó las bases de una nueva civilización occidental.[2]

Uno de los rasgos más notables del cristianismo de la Europa Occidental existente en las cuatro centurias comprendidas entre 950 y 1350 fue la intensa actividad intelectual. La vitalidad que se manifestaba en la extensión geográfica de la fe, en la creación de muchas formas nuevas de instituciones monásticas, en la creación de movimientos, según la Iglesia Catolica, heréticos, y en los esfuerzos hechos por el papado mediante la jerarquía, por hacer dominante la fe en todos los aspectos de la vida, también dieron origen a una efervescencia teológica. Una grande proporción de los intelectuales de la cristiandad occidental, dirigía su atención hacia los problemas presentados por el evangelio. La teología vino a ser un tema mayor de estudio, “la reina de las ciencias”. Algunas de las mentalidades más capaces que la humanidad ha conocido fueron estimuladas por ella al pensamiento profundo. Lo que la Iglesia Católica Romana del siglo veintiuno se adjudicó como la formulación ideal de la teología, fue obra de Tomás de Aquino, del siglo trece, pero fue en efecto la culminación de tres siglos de discusiones y debates.[3]

EL MOVIMIENTO ESCOLASTICO: ORIGEN Y CARACTERÍSTICAS

El pensamiento sobre el cristianismo y la reflexión filosófica llevada a cabo en las escuelas de la Edad Media desde Carlomagno hasta el Renacimiento tomó el nombre de Escolástica. El escolasticismo fue el conocimiento de hombres eruditos. Surgió de los colegios de la época, y halló su desenvolvimiento más notable en los mismos. Estas escuelas, de las cuales deriva el nombre de la filosofía de este período, dará origen a las universidades medievales. Su principio data del avivamiento intelectual y religioso iniciado bajo los carolingios, y su primera gran figura fue Juan Escoto Erígena. Continuó en las universidades, que se fundaron a fines del siglo doce y durante el trece, siendo París el centro principal, pero de ninguna manera el único, de la teología escolástica.[4]

La base de la enseñanza eran las llamadas siete artes liberales que se dividían en dos grupos: (a) el Trivium, que incluía gramática, dialéctica y retórica, y (b) el Quadrivium, que incluía aritmética, geometría, música y astronomía. La enseñanza comprendía la “lectio” y la “disputatio”, que correspondían a las lecciones y ejercicios prácticos.

Estas escuelas se inspiraban en el principio de la autoridad: desarrollaban su pensamiento sujetándose a la autoridad de la Biblia, el magisterio de la iglesia y los escritos de los grandes filósofos y teólogos, entre los cuales se destacaban Agustín y Aristóteles. Para los escolásticos la filosofía estaba subordinada a la teología y la meta era integrar en un sistema de pensamiento único el saber natural recibido de la filosofía pagana antigua con el cristianismo.

Como no siempre encontraban coincidencia entre la filosofía y la fe, se vieron obligados a reflexionar y discutir, siguiendo la lógica aristotélica, para tratar de sintetizar. Sin embargo, el extremado respeto a Aristóteles, a quien llamaban en forma excluyente “el filósofo”, y la sacralización de sus ideas se transformó en el freno más importante para el desarrollo posterior del pensamiento filosófico y científico.

La escolástica caracterizó a la vida espiritual de la Edad Media. Consideró a la vida terrenal como un camino de preparación que lleva a la vida eterna: durante su vida terrenal, el hombre tiene la mirada puesta en lo sobrenatural, que es su destino, y transita guiado por la fe y fortalecido por la gracia.

Son varios los filósofos escolásticos relevantes, pero lo que más se destacaron fueron Anselmo y Abelardo. Anselmo de Canterbury (1033-1109) fue un monje benedictino que es considerado el padre de la escolástica porque fijó con precisión el ideal de esta filosofía en una frase: fides quaerens intellectum, la fe que trata de comprender. Plantea el tema central del escolasticismo: la relación entre la razón y la fe. Es famoso su argumento ontológico, en el que trata de probar la existencia de Dios. Pedro Abelardo (1079-1142), de origen francés, fue una de las figuras más relevantes del siglo XII. Se dedicó a estudiar el tema de los universales. Fue resistido por los escolásticos de su tiempo porque anteponía la razón a la fe.

En este momento de la historia, el pensamiento árabe hace sentir su influencia en occidente. El imperio musulmán instalado en España había convertido a la ciudad de Córdoba en un importante centro intelectual, en el cual se destacaron el filósofo musulmán Averroes y el judío Maimónides. Sin embargo, la figura más relevante de la escolástica fue Tomás de Aquino.[5]

BREVE BIOGRAFÍA DE TOMÁS DE AQUINO

Tomás de Aquino (1225-1274) es la figura más relevante de la escolástica, comparable en importancia a Agustín en la patrística, y por eso recibe el apelativo de doctor angélico. Su influencia se prolonga hasta nuestros días a través de la corriente denominada tomismo. En Tomás de Aquino se llega a la cúspide de los conocimientos escolásticos. Dotado de una mente penetrante y sintética, aplicó los métodos de los escolásticos a la teología e hizo uso de Aristóteles tan eficazmente que produjo lo que la Iglesia Católica debió considerar como su típica formulación de la teología. Estudiante atento de Aristóteles, Tomás se acogió a dicho filosofo en su esfuerzo por explorar y por exponer en forma sistemática toda la extensión de la teología cristiana, pero no siguió a Aristóteles servilmente.[6]

Nació en el seno de una familia noble, en Roccasecca, cerca de Aquino, Italia. Su padre era el conde de Aquino, emparentado con la casa imperial de Hohenstaufen. En su tierna edad, Tomás fue puesto en el monasterio de Monte Cassino, la casa matriz de los benedictinos, para ser educado allí bajo la dirección de su tío, el abad. Pronto demostró una mente inquisitiva y aptitud para el estudio. Aproximadamente a la edad de diecinueve años, fue atraído, como lo fueron otros muchos de los aristocráticos jóvenes de sus días, a la orden de los predicadores, y decidió entrar a la orden de los dominicos.

Siendo su familia de cierta posición económica, vieron con malos ojos la decisión de Tomás de entrar en la orden de los dominicos. Para intentar hacerlo cambiar de opinión, su madre y sus hermanos se apoderaron de él y lo mantuvieron prisionero durante cierto tiempo, por más de un año, tratando de demostrarle todo lo que perdería de entrar en la orden, y con la esperanza de disuadirlo. Pero no pudieron doblegar la firmeza del futuro filósofo y teólogo. Tomás perseveró, escapándose, y comenzó su preparación que le convertiría en el gran pensador que llegó a ser.

Estudió en el monasterio de Monte Cassino y en la Universidad de Nápoles. Luego de ingresar a la orden de los dominicos, se trasladó a París y de allí a Colonia. Fue alumno de Alberto Magno, un profundo conocedor de la filosofía aristotélica. A los veintitantos años rehusó el nombramiento en la abadía de Monte Cassino, volviendo de nuevo a la Universidad de París, donde se hizo amigo de Buenaventura. Empezó a enseñar joven aún y pronto alcanzó distinción. La mayor parte del resto de su vida la pasó en Paris ejerciendo la docencia. Siguieron años durante los cuales enseñaba y escribía, ya fuera en París ya en España, en Italia, finalmente en Nápoles. Varios de sus años transcurridos en Italia los pasó siendo miembro de la corte papal. En una ocasión rehusó el arzobispado de Nápoles, pese a la insistencia de uno de los papas.[7]

El dominico Tomás de Aquino fue un hombre llamativo no solamente por su capacidad para razonar, sino también por su aspecto físico, pues fue un hombre de extremada y llamativa gordura, llegando a ser su obesidad de prominencia en su vida. Pese a su condición física, su carácter era afable y tranquilo. Usualmente permanecía en silencio escuchando las clases de sus maestros, pero cuando hablaba era certero e incluso divertido. La decisión, el orden y la consagración fueron las virtudes que caracterizaron la vida de Tomás de Aquino.[8]

Tomás de Aquino creía que su vocación era la de pensador, enseñador y escritor, y a ella se consagró con singular abnegación. Sus labores fueron prodigiosas, y enorme su producto literario. Calmoso, benigno y agradable, parco en el uso de palabras, excepto en la línea del deber, era profundamente religioso. Escribió himnos y comentarios sobre las Escrituras, así como sobre la filosofía y la teología, y cooperó en la inauguración de la fiesta de Corpus Christi.

Aunque era excepcionalmente alto y corpulento, su cuerpo era débil, y no podía resistir por tiempo indeterminado las exigencias de su devoción al estudio, así que murió cuando tenía 49 años de edad, y fue llorado, especialmente por sus compañeros dominicos y por su antiguo maestro, Alberto Magno.[9]

Toda su filosofía está profundamente influenciada por Aristóteles. Fue un fecundo escritor, sistemático en la exposición de las ideas. Legó una vasta obra a la posteridad. Sus ideas se hallan desarrolladas en “Summa contra los gentiles”, un manual de apologética, y en “Summa Teológica”, su obra magna, en la que pretendió sintetizar todo el saber teológico y filosófico. Trabajó en ella hasta poco antes de su muerte y la dejó inconclusa.[10]

TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA DE TOMÁS DE AQUINO

A la visión del mundo de Tomás de Aquino se le llama “tomismo”. La teología tomista tiene que ver con la verdad sobre la autoridad de la revelación: la filosofía tomista con la verdad accesible a la razón pura. Dios es el elemento unificador de la teología y la filosofía, porque la fuente de toda la verdad debe al mismo tiempo ser la fuente de todo el ser. Así, la revelación y la razón no pueden estar en contradicción.[11]

Como el más grande de los escolásticos, Tomás absorbió los pensamientos de sus predecesores más completamente que ningún otro teólogo medieval. En él se encuentran vestigios de ideas tanto de Anselmo como de Abelardo, y su representación de la obra de Cristo recuerda tanto a Ireneo como a Abelardo. Tomás pensaba que la plenitud de toda gracia habita en la naturaleza humana de Cristo, y por razón de que Él es ahora la cabeza del género humano, su perfección y virtud se derrama a los miembros del cuerpo en tanto que ellos estén dispuestos a pertenecer a la cabeza. En tanto nuevo hombre, Cristo es el principio y la levadura de la nueva humanidad. La obra de la redención es, de este modo, considerada desde el punto de vista que hace de Cristo el maestro y modelo del género humano mediante sus enseñanzas, acciones y sufrimientos. Tales sufrimientos revelan en forma más particular el amor y despiertan un amor sensible en los corazones de los hombres.[12]

Aquino mantiene que la redención no fue absolutamente necesaria, puesto que Dios podría haber permitido que el género humano perezca en sus pecados; sin embargo, la considera como la más adecuada en razón de todos los atributos de Dios. Además, él es de la opinión que Dios pudo haber redimido al género humano sin demandar ninguna satisfacción adecuada. Aquino admite que un juez humano no podía simplemente pasar por alto la violación de la ley, pero afirma que Dios sí lo podía en el caso de la humanidad pecaminosa, puesto que El mismo es la fuente de la justicia y también la parte injuriada en el caso bajo consideración. Dios mismo, por un acto de su voluntad, determinó lo que era correcto en este caso; y muy bien pudo remitir el pecado sin satisfacción, puesto que esto no habría hecho mal a nadie. Sin embargo, Dios escogió demandar una satisfacción, la cual hizo necesaria la encarnación del Hijo de Dios, porque un mero hombre no podía expiar el pecado cometido contra el Dios infinito.[13]

Los escolásticos, generalmente estaban de acuerdo en cuanto a lo que incluía la justificación, y nunca la concibieron como una mera imputación de la justicia de Cristo hacia los pecadores. Diferían, sin embargo, en su determinación del orden lógico de los varios elementos en la justificación. Según Tomás de Aquino, antes que nada, existe la infusión de la gracia, luego el libre albedrio se torna a Dios, enseguida el libre albedrio se torna contra el pecado, y, finalmente, la remisión de la culpa.[14]

Junto a la doctrina de la gracia libre, y en conexión con la doctrina de la justificación, se alió al primer plano la doctrina del mérito. Tomás de Aquino distinguía dos clases de méritos, a saber, “mérito de condignidad”, el cual en estricta justicia merece recompensa, y puede ser adquirido sólo por Cristo y pertenece sólo a Él, y “mérito de congruencia” que corresponde ser dado y puede ser adquirido por los hombres. Sin embargo, sus seguidores, los tomistas, llegaron a afirmar que después de la justificación un hombre puede, por la ayuda de la gracia divina, adquirir un mérito de condignidad; es decir, puede hacer algo que le da derecho para con Dios.[15]

Con relación a su pensamiento filosófico, Tomás sostiene, contra la opinión agustiniana, que lo primero que conocemos son las cosas materiales. Agustín pretendía encontrar la verdad dentro del hombre, mientras que Tomás invita a buscar afuera, por lo cual da especial importancia a la información obtenida por medio de los sentidos. Con los aportes sensoriales recibimos los fantasmas de las cosas, sin los cuales es imposible el pensamiento. Lo recibido es iluminado por el entendimiento y de esa manera se forman los universales. Pero sería imposible llegar a los universales solo por medio de la percepción, porque ésta no puede ser “causa total y completa”, en razón de la limitada cantidad de particulares que podemos percibir. Por lo tanto, el intelecto tiene una función “creadora”; flota en este pensamiento la de idea del conocimiento apriorístico.[16]

Evitando a Platón y reviviendo a Aristóteles, Tomás de Aquino negó que el hombre gozara de un conocimiento innato de la existencia de Dios. La razón debe inferir la existencia de Dios a partir de los efectos de Dios en la naturaleza. Aquino defendió cinco pruebas acerca de la existencia de Dios: del movimiento, causa eficiente, potencialidad, grados del ser y teleología. Estos cinco argumentos se reducen a uno: la razón suficiente para cualquier ser existente implica necesariamente el ser de Dios. Si alguna cosa existe, necesariamente existe algo; porque de la nada, nada puede existir.

Puesto que la esencia de Dios excede la capacidad de la mente humana, la razón únicamente puede enumerar los atributos divinos. Dios es conocido por lo que Él no es. Él no está en el tiempo; Él no tiene materia ni potencia. En resumen, Dios es un ser simple. La simplicidad excluye cualquier cosa no reducible de un ser así. Dios es un ser en sí mismo, no importa si todas las cosas derivan su ser de Dios. La criatura es buena porque refleja la bondad inherente de Dios.

La creación puede ser comprendida únicamente por la razón, la creación no es una secuencia lógica, porque el mundo entonces habría existido de la necesidad. No es temporal, porque no había tiempo en la creación. No es movimiento, porque en el movimiento algo cambia, en tanto que algo permanece invariable. El mundo no podría ser descifrado examinando a Dios. La creación es un acto, aunque la razón lo imagina bajo la forma de cambio. Dios pudo haber creado un infinito número de mundos. El mundo actual es el mejor que existe, aunque no necesariamente el mejor que podría existir.[17]

Los ángeles son espíritus puros; ellos disfrutan el grado más alto de la creación perfecta. Los ángeles se demuestran sobre la presunción que Dios quería una plenitud de eres. Puesto que Dios creó criaturas superiores en gran abundancia, el número de los ángeles es enorme. Los ángeles difieren de Dios porque su esencia es idéntica con su existencia.

Tomás de Aquino siguió a Aristóteles al concebir el mundo en una serie de siete esferas planetarias concéntricas. Estas esferas están contenidas dentro de una octava esfera, formando las estrellas fijas y teniendo la tierra como su centro físico.

El hombre es un compuesto de cuerpo y alma. Su cuerpo no es malo, porque la materia es buena en sí misma. El alma es el principio intelectual, la forma del cuerpo. La materia es el agente pasivo en la individualización en tanto que la forma es al agente pasivo. El tomismo marcó el punto más alto del escolasticismo medieval.[18]

RELACIÓN CON EL RACIONALISMO

El paralelismo que Tomás de Aquino establece entre fe y razón es el punto más peligroso de su pensamiento, porque inconscientemente está abriendo la puerta a la autonomía de la razón y permitiéndole, como sucedió posteriormente, que se coloque sobre la fe. Sobre esto, comenta el teólogo católico Hans Klung:

“La influencia de Aristóteles se puso de manifiesto, concretamente, en el hecho de que Tomás diese o tuviese que dar al saber de la razón humana una valoración muy diferente de lo que fuera el caso en la tradición teológica. Para él, era indiscutible que la razón posee, frente a la fe, su propia autonomía, su propio derecho, su propio terreno. Había que aceptar plenamente ese nuevo apasionamiento por el saber, por la ciencia. Para los teólogos anteriores era más fácil; ellos mostraban, por así decirlo, la legitimidad de la razón, al lado de la fe. Tomás, sin embargo, se veía obligado a mostrar la legitimidad de la fe al lado de la razón”.[19]

Este giro de la fe a la razón produciría muchos cambios positivos. En el Renacimiento habría un crecimiento en la valoración de la investigación científica; el hombre volvería sus ojos a la naturaleza, y sabría apreciar su belleza, abandonando el desprecio por el cuerpo característico de la Edad Media. Pero también produciría cambios muy negativos. El teólogo cristiano Francis Schaeffer dice que “mientras, por un lado, al dar a la naturaleza un mejor lugar, se produjeron algunos buenos resultados, por otro lado, fue abierta la puerta a muchas más cosas que eran destructivas. Según Aquino, la voluntad del hombre estaba caída, pero no lo estaba el intelecto. Es de este concepto incompleto de la caída bíblica que manaron todas las dificultades. El intelecto del hombre quiso ser autónomo; en una esfera concreta, el hombre se declaró independiente, autónomo”.[20]

Esta esfera de lo autónomo toma en Aquino varias formas. Una de sus consecuencias, por ejemplo, fue el desarrollo de la teología natural, la cual es una reflexión teológica que puede emprenderse independientemente de las Escrituras. Aunque fue un estudio autónomo, Aquino buscaba la unidad y manifestó que había una correlación entre la teología natural y las Escrituras. Pero el punto importante para todo lo que siguió luego estriba en que se acababa de sentar la base para un área realmente autónoma.

El fallo del pensamiento tomista estuvo en su antropología, que no toma en cuenta que en la caída el pecado afectó al hombre en su totalidad. Lo afectó en el aspecto moral y volitivo, pero también en el aspecto intelectual. El hombre caído tiene afectado también su pensamiento; no modificará su conducta para adaptarla a la recta razón, sino que alterará la razón para justificar sus desviaciones. Ese es el razonamiento del apóstol Pablo al analizar la situación del pecado en el mundo grecorromano, describiendo sus inclinaciones y posterior declinación aplicable al hombre de todos los tiempos.[21]

La Palabra de Dios no niega la excelencia del testimonio de la naturaleza acerca de la existencia y grandeza del Creador, pero señala la actitud rebelde del hombre que se niega a reconocerlo. Este estado de rebelión trae como resultado que Dios entregue al hombre a la inmundicia y se manifieste el pecado en sus formas más groseras. Finalmente, ante la obstinación humana en el pecado, Dios lo entrega a una mente reprobada. Por lo tanto, el problema humano no es su ignorancia, sino su rebelión. Este aspecto que no tuvo en cuenta Tomás de Aquino hizo que, inconscientemente y de buena fe, abriera el camino al pensamiento autónomo y, como consecuencia, al humanismo y al racionalismo.[22]

CONCLUSIÓN

Es indiscutible la importancia de la obra pensadora de Tomás de Aquino en el campo teológico. Su contribución a la formulación de ciertas doctrinas cristianas esenciales, durante el período oscuro de la Edad Media, son invaluables. Aunque es cierto que sus enseñanzas han sido la base para muchas de los principios, dogmas y prácticas fundamentales que caracterizan a la Iglesia Católica Romana, de la cual ha sido referencia y modelo de pensamiento, no es menos cierto que los reformadores del s. XVI partieron de muchas de las reflexiones del pensador de Aquino para, una vez, ajustarlas a la revelación escritural, sentar el fundamento de las doctrinas reformadas.

Por otro lado, Aquino, aun siendo teólogo, destacó por haber leído y estudiado exhaustivamente a todos los intelectuales referenciales del momento, filosóficos incluidos, de ahí que pudiera alcanzar una síntesis tan extensa y consistente. En su intento de cotejar la filosofía antigua con las verdades bíblicas, como buen representante del pensamiento de su época, él pudo brindar conclusiones que aun hoy en día son de utilidad para ayudar a explicar verdades espirituales a aquellos escépticos y adversos a la Palabra de Dios.

Sin embargo, es precisamente a partir de sus contribuciones filosóficos de donde posteriormente otros pensadores, no necesariamente tomarían recursos para formular sus argumentos en favor de la razón y en contra de la fe. La idea tomista de ley natural, su teoría del conocimiento y las bases de su antropología, sirvieron para el desarrollo de las filosofías racionalistas, como el idealismo y el empirismo, entre otros, que surgieron y se desarrollaron a partir del Renacimiento, e influyeron decididamente en la forma de hacer teología posterior a esa época. También sirvió de base para las diferentes concepciones modernas y post-modernas sobre la fe y la doctrina cristiana.

Solamente Dios podrá evaluar o comparar el grado de beneficios y de perjuicios que han significado los aportes teológicos y filosóficos de Tomás de Aquino a la cristiandad en general.


NOTAS Y REFERENCIAS

  1. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 105.
  2. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 106.
  3. Historia del Cristianismo, Tomo I, por Kenneth Latourette, Casa Bautista de Publicaciones, 1958, El Paso, Texas, EE.UU., pág. 584.
  4. Ibid anterior, pág. 585.
  5. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 107-109.
  6. Historia del Cristianismo, Tomo I, por Kenneth Latourette, Casa Bautista de Publicaciones, 1958, El Paso, Texas, EE.UU., pág. 600.
  7. Ibid anterior, pág. 601.
  8. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 109.
  9. Historia del Cristianismo, Tomo I, por Kenneth Latourette, Casa Bautista de Publicaciones, 1958, El Paso, Texas, EE.UU., pág. 601.
  10. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 111.
  11. Diccionario de Teología, Everett Harrison editor, Geoffrey W. Bromiley editor asociado, y Carl F.H. Henry editor asesor, 1985, publicado por T.E.L.L., Apartado Postal 6219, Grand Rapids, Michigan 49506, EE.UU., pág. 527.
  12. Historia de las Doctrinas Cristianas, por Louis Berkhof, 1995, edición en español, El Estandarte de la Verdad, Barcelona, España, pág. 145.
  13. Ibid anterior, pág. 226.
  14. Historia de las Doctrinas Cristianas, por Louis Berkhof, 1995, edición en español, El Estandarte de la Verdad, Barcelona, España, pág. 272.
  15. Ibid anterior, pág. 273
  16. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 111.
  17. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 112.
  18. Diccionario de Teología, Everett Harrison editor, Geoffrey W. Bromiley editor asociado, y Carl F.H. Henry editor asesor, 1985, publicado por T.E.L.L., Apartado Postal 6219, Grand Rapids, Michigan 49506, EE.UU., pág. 527.
  19. Hans Klung, “Grandes Pensadores Cristianos”, Madrid, Trotta, 1995; citado por Salvador Dellutri, en La Aventura del Pensamiento, 2002 Logoi, Inc., pág. 114.
  20. Francis Schaeffer, “Huyendo a la Razón”, Barcelona, España, Ediciones Evangélicas Europea, citado por Salvador Delluttri, en La Aventura del Pensamiento, 2002 Logoi, Inc., pág. 115.
  21. Romanos 1:18-19
  22. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186, págs. 115.

BIBLIOGRAFÍA 

  1. La Aventura del Pensamiento, de Salvador Dellutri, 2002 Logoi, Inc., 14540 S.W. 136 St. Suite 200, Miami, FL, 33186.
  2. Historia de las Doctrinas Cristianas, por Louis Berkhof, 1995, edición en español, El Estandarte de la Verdad, Barcelona, España
  3. Diccionario de Teología, Everett F. Harrison editor, George W. Bromiley editor asociado, y Carl F.H. Henry editor asesor, segunda edición en español, 1987, publicado por T.E.L.L., Apartado postal 6218, Grand Rapids, Michigan 49506, EE UU.
  4. Historia del Cristianismo, tomo II, por Kenneth Scott Latourette, traducción por Jaime C. Quarles y Lemuel C. Quarles, editado originalmente por y propiedad de Harper & Brothers, y versión castellana publicada en 1959 con permiso por Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, E.E.U.U.

Imágenes:

  1. https://www.santotomas.cl/formacion-e-identidad/santo-tomas-de-aquino/la-vida-de-santo-tomas/
  2. https://www.posterlounge.es/p/579666.html
  3. https://es.gaudiumpress.org/content/24919-Santo-Tomas-de-Aquino–la-catedral-del-pensamiento—I-Parte

SOBRE EL AUTOR DE ESTE ARTÍCULO

ANDRÉS A. FULCAR conoció al Señor hace más de 40 años. Está casado con Hulda Rivera por más de 30 años, con 3 hijos, una nuera y una nietecita. Fulcar es Ingeniero Civil de profesión, con grado de Maestría en Ingeniería de Estructuras. Es también Licenciado en Estudios Pastorales (NBBC), Licenciado en Teología (SBU), y porta una Maestría en Teología (SBS). Es también candidato a Doctor en Teología (SBS).

Andrés es miembro de Iglesia Bautista Cristiana de Santo Domingo por más de 22 años, donde sirve como diácono desde hace más de una década. Es también predicador y maestro de Biblia. Andrés es profesor del Southern Baptist School (SBS) y del Seminario Bautista Internacional (SBI). Ha publicado varios artículos teológicos profesionales. Es editor del renglón de bibliología para TM®.

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