Hijo de Luis VIII, Luis IX el Santo accedió al trono al morir su padre en el año 1226, con tan sólo 11 años, por lo que Francia fue regida por su madre, Blanca de Castilla, hasta que cumplió la mayoría de edad.
Blanca de Castilla, la cual era a su vez hija de Leonor de Inglaterra y Alfonso VIII de Castilla, no era ciertamente muy apreciada por los nobles franceses, aunque su entereza, su fuerza de voluntad, y su propia valentía, pudieron más que las intrigas, consiguiendo un reino pacificado que, hasta cierto punto, en algunas ocasiones fue difícil de pensar.
Luis IX fue prudente, sabio, pero también autoritario. Organizó el reino de Francia, consolidando el poder de la propia corona gracias a que consiguió imponerse a los señores feudales y sobre el rey de Inglaterra.
Pero una de las cuestiones que más se pueden resaltar de su gestión, como veremos en este post, fue su ideal del rey cristiano de su tiempo, justo a la vez que piadoso, lanzándose a la guerra y emprendiendo diversas cruzadas que marcaron su vida y al pueblo de Francia.
En lo que se refiere a la primera cruzada, fue emprendida primariamente contra los albigenses, lo que hizo posible la posterior expansión de los dominios de la propia Corona francesa hasta el Mediterráneo.
Consiguió no sólo la victoria militar. Fue capaz de firmar acuerdos de paz basados en concesiones recíprocas e inspiradas por su sentido de la justicia con aquellas potencias rivales que aún mantenían su feudo en territorio francés.
Destacado es, por ejemplo, el Tratado de Corbeil con Aragón (firmado en el año 1258), o el Tratado de París con Inglaterra (en el año 1259).
Pero su importancia no sólo tenía que ver con su política exterior, sino con la que mantuvo interiormente en su reino: creó inspectores para controlar los abusos de los oficiales entre la Corona, combatió la prostitución, el juego y las guerras privadas, o estableció los primeros controles sobre las cuentas de la Hacienda Real, entre muchas otras cuestiones.
Incluso fue el fundador de la Universidad de la Sorbona, popularmente conocida a día de hoy.
Luis IX el Santo y su afán religioso
Muchos historiadores coinciden en señalar a Luis IX el Santo como un rey religioso, con un fanatismo tal que le llevó, en dos ocasiones, a abandonar Francia con el objetivo de participar en guerras contra el Islam.
En este aspecto no tuvo mucho éxito, ya que por ejemplo aunque encabezó la Séptima Cruzada, y aunque conquistó la ciudad de Damieta, fue capturado por los musulmanes en el año 1250, durante la batalla de Mansurah.
Pagó un alto rescate por lo que pudo salir sano y salvo, y permaneció durante 4 años en Palestina con el objetivo de reforzar algunas plazas importantes.
Sin embargo, tras emprender la segunda cruzada, y mientras intentaba convertir al sultán de Túnez en una nueva incursión en el norte de África, murió de peste.
Fuentes | Cruzadas, la Verdadera Historia (Thomas Madden) / La Expansión de la Fé. Los Reyes Católicos (Luis Suárez Fernández).
Imagenes | Oronoz.com / Manuel de Villena
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