Hocicos del Mundo; una nueva camada de voluntarios animalistas
Imagen: Daniela Dalence
Este grupo de jóvenes trabaja en el albergue para cuidar a los perros, que están separados en caniles por edades
Imagen: Daniela Dalence
El albergue para perros ubicado en La Paz acoge a 18 canes y cuenta con más de 50 jóvenes que trabajan para promover adopciones
Las colitas batiéndose, ladridos y las patitas empujando humanidades dan la bienvenida al albergue de Hocicos del Mundo. Para esto, el visitante debe haber pasado una puerta falsa construida para evitar la fuga de algún perrito escapista.
El espacio ha sido construido piedra a piedra, ladrillo, calamina y telas tendidas en un terreno en el que los caniles están dispuestos estratégicamente: uno para los “abuelitos”, perritos de más de 10 años; otro para los más traviesos y peleadores; un tercero para los más jóvenes y los más tranquilos. A un costado hay un cuarto pequeño que es utilizado en los casos de perritas preñadas o con cachorros, y hace las veces de depósito.
Mirando alrededor todo llama la atención y, entre tanto detalle, la juventud del cuerpo de voluntarios y voluntarias que atiende en este momento a 18 canes que son, han sido o serán rehabilitados para ser puestos en adopción.
La energía se siente en el santuario, hay 50 chicos y chicas de entre 13 y 22 años de edad que verdaderamente llevan la bandera de los Hocicos del Mundo porque ponen tiempo, recursos y fundamentalmente el amor por los animales en necesidad, con la consigna de ayudarles a través del rescate, la rehabilitación y la adopción.
Esta organización sin fines de lucro fue fundada en 2017, con dos voluntarias. Una de ellas, Paola López, abre las puertas del albergue donde estos jóvenes se mueven en diferentes tareas. “El albergue lo fundé con una amiga, rescatábamos animales individualmente, pero llegó el momento en el que no teníamos a dónde llevar a los perritos y es cuando empezamos a soñar con tener nuestro propio albergue, y conseguimos un terreno”, explica la fundadora.
Esto ocurrió en un momento en el que otras organizaciones similares cambiaron su enfoque de rescate por el activismo y/o cerraron albergues debido a lo costoso de su mantenimiento. Costoso en lo económico y a nivel emocional también. “Los primeros perritos que hemos tenido eran una mamá con nueve cachorros. Entre otros teníamos como 14 animales”, dice.
Se pasó la voz y se fueron sumando manos. Primero fueron dos, luego seis y ahora son más de 50. Había nacido una nueva camada del voluntariado animalista.
Las Naciones Unidas definen el voluntariado como una forma poderosa de involucrar a los ciudadanos para hacer frente a los desafíos en materia de desarrollo, y capaz de transformar el ritmo y la naturaleza del mismo. Esto beneficia a la sociedad fortaleciendo la confianza, la solidaridad y la reciprocidad entre las personas y creando oportunidades de participación apropiadas.
Si bien puede entenderse como un trabajo no remunerado, implica responsabilidad, tiempo y capacidades. Y, en definitiva, sí hay recompensa. En este caso, cambiar la situación de abandono o maltrato de uno de los rescatados. Uno a la vez. Y para jóvenes que tienen responsabilidades de colegio, universidad o trabajo, la recompensa cubre con creces cualquier esfuerzo.
¿Qué inspira a los jóvenes para ser voluntarios animalistas?
Los animales no tienen voz y no pueden defenderse, no pueden pagarse un veterinario; no pueden decirte qué está mal con ellos, no pueden contarte lo que les ha pasado. Nosotros sí tenemos voz, sí tenemos manos y tenemos recursos para ayudarlos, por qué no hacerlo de forma gratuita”, explica el voluntario Alejandro Pantelis. Como él, otros jóvenes cuentan su experiencia.
“Lo hago para poder cambiar un poco cómo está tan marcada nuestra sociedad. Los animalitos no necesitan cosas, cuando en realidad ellos tienen muchísimo amor para dar y nosotros también tenemos que devolvérselos y ayudar”, cuenta Belén Vásquez.
“Algo que es motivador es dar tu tiempo, tu energía. Es la satisfacción de hacer algo por alguien más sin esperar nada a cambio (…). Para mí es muy bonito venir, hacer lo que puedo hacer y sentirme bien conmigo mismo sabiendo que he ayudado”, relata Roly Morales.
“Lo que más inspira es tener resultados (…) porque nosotros todos los días estamos pendientes de nuestros perritos, también de que sean dados en adopción, de conseguirles un hogar. La mayor satisfacción es cuando ves que tu labor está dando resultados y eso es cuando salen en adopción y tienen una vida feliz después. Hacer voluntariado no es solamente hacerles bien a los perritos, sino te hace bien a ti también”, responde Denisse Mendoza.
Aquí es donde cobra sentido la frase “No puedes cambiar el mundo. Pero si puedes cambiar el mundo para alguien, hazlo”.