Anticatolicismo en `La vida de Enrique VIII´ - Protestante Digital

Anticatolicismo en `La vida de Enrique VIII´

En el fondo, la verdadera cuestión que se aborda en ENRIQUE VIII es la de saber cuál será la religión de Inglaterra

24 DE SEPTIEMBRE DE 2011 · 22:00

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Continuando con el análisis de la religión en la obra de Shakespeare escribo hoy sobre su Vida de Enrique VIII. Este drama constituyó, a mi parecer, una magnífica oportunidad para que Shakespeare hiciera público su supuesto catolicismo utilizando la figura de un Rey que tantas polémicas religiosas ha suscitado. Pero la actitud de Shakespeare desconcierta a los católicos: Justifica las acciones del Rey y tiene palabras duras para el Cardenal Wolsey y para el legado del Papa. Astrana Marín dice que, “en el fondo, la verdadera cuestión que se aborda en ENRIQUE VIII es la de saber cuál será la religión de Inglaterra”[1]. Y Ballester Escalas agrega que LA VIDA DE ENRIQUE VIII es un indicio claro, el único quizá de una claridad que podríamos llamar expresa, sobre el catolicismo de Shakespeare”[2]. A la verdad, es un indicio muy pobre; no condena a Enrique VIII; no profiere una queja contra el cisma religioso y describe al Cardenal Wolsey como ambicioso e intrigante. ¿Se atrevería un católico sincero a escribir un diálogo como este entre el Cardenal Campeyo, enviado del Papa y el Cardenal Wolsey? “CAMPEYO.- Milord de York, ¿no era un tal doctor Paz el que ocupaba antes la plaza de este hombre? WOLSEY.- Sí, él era. CAMPEYO.- ¿No se le tenía por hombre instruido? WOLSEY.-Sí, seguramente. CAMPEYO.- Creedme, corre a este respecto una mala opinión que os concierne a vos mismo, lord Cardenal. WOLSEY.- ¡Cómo! ¿A mí? CAMPEYO.- No vacilan en decir que le teníais envidia, y que temiendo que se elevara por ser tan virtuoso, le manteníais siempre en puestos alejados, lo que le afectó de manera que se volvió loco y murió. WOLSEY.- ¡La paz de los cielos sea con él! He cumplido suficientemente mi deber de cristiano; en cuanto a los vivos que murmuran, hay para ellos lugares de corrección. Era un loco que pretendía a todo trance hacerse el virtuoso. Ese buen muchacho ejecuta mis órdenes si yo se lo mando. De otra manera no quiero a ninguno a mi alrededor. Sabed esto, hermano: nosotros no toleramos ser zarandeados por personas de baja condición.(LA VIDA DEL REY ENRIQUE VIII, Acto II, Escena 2ª) El mismo Rey se siente objeto de las intrigas clericales: “Me parece advertir que estos cardenales se divierten conmigo; aborrezco estas lentitudes dilatorias y esta cautela de Roma. (Ibid, Acto II, Escena 4ª) En este otro pasaje, verdaderamente fuerte, la Reina española acusa al Cardenal de ser el causante de todas las penas que la embargan: “WOLSEY.-Tened paciencia aún. REINA.- La tendré cuando vos seáis humilde; no antes, o Dios me castigaría. Creo inducida por poderosas circunstancias, que sois mi enemigo, y en nombre de mi derecho os recuso como juez. ¡Porque sois vos quien ha encendido entre mi señor y yo este carbón que sólo el rocío de Dios puede extinguir! Por consiguiente, vuelvo a decirlo, os detesto absolutamente, sí, con toda mi alma, y os rechazo por mi juez, a quien tengo, una vez más lo repito, por mi muy encarnizado enemigo, y que no os considero en nada como amigo de la verdad… Desempeñáis vuestro puesto y sacerdocio lleno, al parecer, de dulzura y humildad; pero vuestro corazón está henchido de arrogancia, odio y orgullo. Gracias a la fortuna y a los favores de Su Alteza, habéis franqueado ligeramente los grados inferiores de la escala y ahora os habéis elevado donde los poderes políticos son vuestros servidores. Las órdenes que dais, domésticos dóciles ejecutan vuestra voluntad de la manera que os place. Debo decíroslo: atendéis más al honor de vuestra persona que a vuestra alta profesión espiritual…”.(Ibid, Acto II, Escena 4ª) Se ha de tener en cuenta que esta acusación contra el Cardenal no la hace el Lord Chamberlain ni el Duque de Suffolk, enemigos acérrimos de Wolsey, sino la propia reina española, a quien Shakespeare pinta “limpia de corazón, resignada, sublime, discreta y digna”.


[1] Astrana Marín: VIDA INMORTAL DE WILLIAM SHAKESPEARE, Madrid, 1941.
[2] Ballester Escalas, O.C., pág. 72.

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