Marie Curie es un personaje histórico de considerable relevancia: ganó el premio Nobel en dos ocasiones — aunque en una lo compartió con su marido Pierre — , es el símbolo de trabajo científico a gran escala y en condiciones complejas, pero en especial del papel de la mujer en un mundo usualmente dominado por el género masculino.

La directora Marjane Satrapi intentó captar en su película Radioactive, disponible en Amazon Prime Video, cada una de esas facetas y, además, profundizar en los considerables logros del trabajo de Curie. Todo bajo la apariencia de un biopic sólido y sobrio en el que se arriesga muy poco.

El resultado es una historia lenta, desordenada y que, por momentos, parece perder el sentido de lo que desea contar y cómo hacerlo. Al final, el experimento de crear una versión “moderna” sobre Curie no las tiene todas consigo para reflexionar sobre el poder de lo científico y quienes sostienen sobre sus hombros la carga del conocimiento.

Radioactive, la historia que no está al nivel de Curie

Basado en la novela gráfica de Lauren Redniss del mismo nombre, el guion se queda corto al momento de analizar la figura de Curie más allá de lo que la historia muestra sobre ella. El personaje (interpretado por una correcta y contenida Rosamund Pike) es la suma de todos los lugares comunes sobre la científica, sin atreverse a innovar, brindar una nueva dimensión o, al menos, abrir espacios de debate sobre algunos de los puntos más controvertidos que rodean a su figura.

En lugar de eso, la historia — adaptada por Jack Thorne — tiene algo de repetitiva y un toque edulcorado que atenta contra la verosimilitud del argumento. En un intento de humanizar a Curie se la muestra enamorada, casi obsesionada de su marido Pierre, en medio del romance extra marital que la llevó al repudio social y, por último, la forma en que su nacionalidad polaca la condenó a todo tipo de ataques culturales.

Pero lo hace bajo un mismo plano — como si todo le sucediera a la misma Curie, que no evoluciona con los años y la experiencia — y se transforma en una figura que sufre un dolor tras otro, sin apenas comprender el trasfondo de su vida.

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Más nostalgia que realidad

Para Satrapi, el mundo emocional de Curie en Radioactive es de enorme importancia, pero no tiene la suficiente habilidad para mostrarlo desde sus matices. O la forma en que esa profundidad sensorial y sensitiva es también un punto clave en su dedicación al quehacer científico.

La directora está más interesada en modular la vida privada de Curie y sostener el argumento sobre una hipótesis un tanto peregrina: la mujer detrás de la bata de laboratorio, que luchó de forma incansable para ser respetada en el machista mundo científico y que es también capaz de enamorarse sin medir las consecuencias, cometer errores y, al final, batallar como puede en medio de la condiciones que le presionan a encajar en un estereotipo.

No obstante, ninguna de esas dimensiones del personaje tiene la profundidad suficiente como para enlazar con algo más poderoso y verídico sobre una mujer real, que a menudo debió batallar contra su contexto histórico, reglas invisibles de la cultura en que nació y, como si eso no fuera suficiente, un ámbito de trabajo agresivo.

En lugar de eso, Satrapi opta por la belleza y dota al mundo de Curie de una nostálgica mirada que se combina con un realismo mágico que, en manos más hábiles, podría haber convertido el mundo de la ciencia en el refugio de Curie. En esta ocasión, Radioactive solo es un añadido visual exótico que incluso desvía la atención del espectador hacia puntos por completo distintos del argumento en pantalla.

Sin el poder de sus anteriores guiones

Sorprende que Pike — conocida por sus poderosos papeles femeninos — no sea capaz de dotar a su Curie de verdadera consistencia en Radioactive. La actriz logra encontrar una personalidad en medio de tics y un trabajo corporal de interés, pero a la vez convierte al personaje en una figura hostil e incómoda, más parecida a una antiheroína al uso que a una mujer llena de matices que debe enfrentar la resistencia invisible de quienes le rodean, para lograr descubrimientos portentosos.

A pesar de algunas buenas decisiones en lo visual — la forma de mostrar las consecuencias de los descubrimientos de Curie e incluirlas como piezas visuales del guion — , la película avanza sin demasiado interés por entablar un hilo conductor entre ambas cosas. O, al menos, mostrar la ironía del esfuerzo de Curie por evitar el sufrimiento, cuando varios de sus inventos terminan, de una manera u otra, provocándolo.

Satrapi tiene buenas ideas: su mirada sobre Curie es dura y no permite que el personaje se convierta en una mártir o una víctima de las circunstancias. En lugar de eso, Curie tiene vanidad, conoce sus límites y el guion sigue su recorrido a través de su carrera científica con buen gusto y sobriedad.

La directora pierde el camino cuando trata de ensalzar lo que no muestra sobre Curie, ese futuro alternativo en que cada una de sus decisiones se contextualiza en logros o fracasos. La directora parece incapaz de encontrar la globalidad de las interpretaciones o, al menos, la percepción de lo que podría resultar una mirada en amplio rango sobre los aportes de Curie al mundo tal y como lo conocemos. En lugar de eso, la película termina por mostrar una serie de piezas que no encajan en el argumento general y por último, atentan contra la unidad real de la película como conjunto.

Satrapi tiene buenas intenciones pero también, grandes ambiciones. Entre una y otra cosa, Radioactive es una mezcolanza de estilos y ritmos, que termina por parecer un retrato apresurado de una mujer mucho más compleja de lo que la película muestra sin demasiado acierto.

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