Así manipulaba el príncipe Alberto a la reina Victoria con sus embarazos para quitarle poder

La historiadora Lucy Worsley sostiene que nuestra opinión sobre el consorte de la reina Victoria es demasiado favorable.

La reina Victoria retratada con la pequeña corona de los zafiros y su familia

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Ha pasado a la historia como el consorte de la reina Victoria, una de las monarcas más famosas de todos los tiempos y la segunda más longeva de Reino Unido después de Isabel II, pero durante su vida el príncipe Alberto no se conformó con ese papel y tuvo la ambición de ser “el rey en todo menos en el nombre”. Para ello, solía manipular a su mujer.

Así lo aseguró al menos hace unos días la prestigiosa historiadora británica Lucy Worsley, curadora jefe de Historic Royal Palaces –la organización encargada de conservar los palacios reales británicos–, en una charla sobre la reina que ofreció en el festival de Hay.

Según Worsley, una de las prueba de la ambición del príncipe Alberto fue el que la reina Victoria tuviera con él tantos hijos –la monarca dio a luz a nueve– a pesar de sufrir los síntomas de lo que hoy se diagnosticaría como una depresión posparto. La monarca, que incluso tenía alucinaciones, confundiendo con gusanos las caras de las personas, quiso parar de tener hijos después de dar a luz al séptimo, el príncipe Arturo, “pero Alberto siguió engendrando bebés”, explicó Lucy Worsley. “Lo hacía porque se daba cuenta de que, mientras ella estaba ocupada con eso, él podía seguir adelante con sus planes de ser el rey en todo menos el nombre, asumiendo algunos de sus deberes y tomando parte de su poder”. El príncipe consorte debió en opinión de Worsley “haber cumplido el papel tradicional de una Reina o una princesa y centrarse en apoyar a su esposa, algo que no hizo”.

Su éxito al promover la famosa Gran Exposición de 1881, germen de las futuras Exposiciones Universales, y defender las artes y las ciencias durante el reinado de Victoria I ha merecido el aplauso al príncipe Alberto de la mayoría de historiadores modernos, que alaban su inteligencia. Worsley, por el contrario, considera que, si bien “tuvo un coeficiente intelectual inmenso”,el consorte de la reina Victoria carecía de inteligencia emocional, algo que sí tenía la monarca. Y puso como ejemplo el diferente comportamiento que tuvieron ambos durante la guerra de Crimea: mientras que los pesados volúmenes en los que el príncipe Alberto dio su opinión sobre cómo podrían hacerse mejor las cosas fueron ignorados, las sencillas cartas con la que Victoria I agradeció a las tropas su sacrificio fueron publicadas en la prensa y constituyeron una exitosa campaña de relaciones públicas para la monarquía.

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La historiadora Lucy Worsley, que acaba de publicar un libro sobre la reina Victoria en el marco del bicentenario de su nacimiento, aprovechó además su conferencia para negar que la monarca tuviera un affaire con su sirviente escocés, John Brown, tal y como se ha sostenido muchas veces. Para Worsley, la historia no es más que un mito fruto de la creencia decimonónica de que las viudas con menopausia “se convertían en maniacas sexuales”.

También contestó Lucy Worsley a una pregunta de un miembro del público acerca de cómo habría manejado la apodada “abuela de Europa”–o sea, la reina Victoria– la crisis del Brexit. “Ella tenía un punto de vista muy europeo. Habría lidiado con este tema identificando a los jefes de Estado de la unión Europea y casando a sus hijos con ellos”, respondió.