La princesa Patricia D’Arenberg nos cuenta en exclusiva cómo fue la Gala del MET por dentro

¿Algunas curiosidades? Un coro del Vaticano y un “after party” en casa de uno de los hombres más ricos de Nueva York.
© Gtres

“Estoy agotada, agotada…”, dice la princesa Patricia D’Arenberg al otro lado del teléfono. Son las 10:30 de la mañana en Nueva York, pero la aristócrata italo-belga acaba de despertarse. Anoche acudió a la Gala del Met, la gran fiesta de la moda. Llegó al museo Metropolitano a las 6:15 de la tarde y salió de allí casi a la medianoche. “Voy a tardar varios días en recuperarme”, reconoce entre risas. Mientras hablamos, hace las maletas y guarda el ** espectacular vestido de Versace** que lució el lunes: un traje de alta costura de gaza color salmón bordado con piedras de Swarovski y realizado expresamente para ella en Milán.

Unas 700 personas VIP acudieron el lunes a la gala del Met. “Unas 500 eran famosas y el resto éramos personas normales”, apunta la aristócrata. Pero ella no es precisamente una persona “normal”. De origen italiano, en su juventud fue una famosa modelo y presentadora y se casó con el príncipe Rodrigo D’Arenberg, soltero de oro de la jet set internacional y miembro de una de las familias más encumbradas y ricas de Bélgica.

D’Arenberg enviudó en 2008, y ahora sale con el escritor Jean-Paul Enthoven, ex de Carla Bruni y uno de los pensadores más famosos (y atractivos) de Francia. Pero la princesa acudió sin su pareja la fiesta del Met. “No era un lugar para un intelectual”, admite. Aunque en ningún momento de la noche se sintió sola.

Estaba allí invitada por el mismísimo anfitrión de la velada, el multimillonario Stepehen Schwarzman, cofundador del fondo de inversión Blackstone y dueño de la marca italiana Versace. La princesa compartió mesa y mantel con Schwarzman y su mujer, Christine Hearst; la supermodelo Gisele Bundchen y su marido, el jugador de fútbol americano Tom Brady; y Max Hollein, director del Met.

Al igual que el resto de invitados, la princesa D’Arenberg atravesó la alfombra roja, surcó a los paparazzi y subió las majestuosas escaleras del Metropolitan para disfrutar de un cóctel y ver la exposición de este año, dedicada a explorar la influencia de las creencias religiosas en la historia de la moda.

“Era difícil poder apreciar los trajes porque estaba lleno de famosos. No soy nada mitómana”, se excusa. “Frances McDormand, por ejemplo, me pidió que le tomara una foto con su Valentino Couture. En la invitación se exigía no llevar el teléfono móvil, pero todo el mundo fue con su teléfono...”.

-¿Qué le parecieron los trajes de las invitadas?, le pregunto.
-Había muchas disfrazadas. Pero claro, si le dices a la gente que se disfrace, pues se disfraza.

Tras el cóctel, un coro traído expresamente desde el Vaticano cantó para el público. El siguiente acto: la cena. Y, ¿qué se comió en la gala más fashion del año? En principio, poco. “Pues, sirvieron una ensalada de langostinos y luego ofrecieron pescado y unas costillas acompañadas con farro. No hubo postre, pero durante el concierto de Madonna los camareros sirvieron unos petit four dulces”, revela la princesa, que vive entre París, Miami, Punta del Este y Buenos Aires y suele acudir a las fiestas más divertidas de la jet internacional.

Antes de la medianoche, los invitados más VIP abandonaron la gala para asistir al “after party” que ofrecía Stephen Schwarzman y su mujer en su casa del Upper East Side. Solo tuvieron que cruzar la Quinta Avenida, ya que el piso del poderoso matrimonio está a pocos metros del Metropolitan. “Allí estaba todo el mundo. Donatella (Versace) , ** Katy** (Perry) … Pero yo me retiré temprano porque estaba agotada, exhausta”, repite la princesa.

Nada parece epatarla. O casi nada. “Bueno, me crucé con el actor Darren Criss, el protagonista de la serie American Crime Story: El Asesinato de ** Gianni Versace**. Y como acabo de terminar la serie, no pude resistirme a saludarlo. Jamás hago eso, pero no me pude contener”, confiesa.

-¿Y qué le dijo?
-Que soy su fan. Jean Paul (Enthoven, su pareja) y yo quedamos cautivados por su papel en la serie y no podía dejar de saludarlo. Fue encantador. Por cierto, habla un italiano perfecto.

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