Siempre será María Elena: la historia de una mujer atrapada en un cuerpo de hombre muy querida en Boal - La Nueva España

Siempre será María Elena: la historia de una mujer atrapada en un cuerpo de hombre muy querida en Boal

La localidad despide a la limpiadora de su instituto, a la que la comunidad escolar y el concejo acogieron con gran cariño dando una lección de respeto y tolerancia: "Se apenaba cuando llegaban las vacaciones, nunca se quería ir; la vamos a echar mucho en falta"

Siempre será María Elena

Siempre será María Elena / Demelsa Álvarez

Tenía 63 años. Una cruel enfermedad acabó de manera fulminante con su vida. En su carnet de identidad figuraba un nombre masculino. Pero eso nada importa. Un accidente burocrático. Para todos los escolares y vecinos de Boal siempre fue y será María Elena.

Una extraña, no había nacido en este concejo del Occidente asturiano. Llegó en 1997 para hacerse cargo de la limpieza del instituto en tiempos muy diferentes a los actuales, en los que apenas se debatía sobre la identidad y el género y en los que la conciencia social ante este tipo de situaciones era mucho más rígida y estrecha. Eso no fue obstáculo alguno para que la comunidad educativa y los vecinos boaleses dieran durante todas estas décadas una memorable lección de comprensión, respeto y tolerancia. La acogieron con cariño y la trataron como a una más desde el primer día: aquel en el que iba diciéndole a cada uno que la abordaba que no hiciera caso a la documentación, que no la llamara como allí ponía, que era una mujer atrapada en un cuerpo de hombre. Esta semana descansó en paz en el cementerio. Hasta que la memoria la siga manteniendo presente, nadie la recordará por otro nombre que no responda al de María Elena.

Una más del centro y feliz

La directora del instituto "Carlos Bousoño", Beatriz López, asegura que "era una persona muy querida", tanto por el profesorado, como por el alumnado y el resto de trabajadores. Siempre que los docentes organizaban una comida o una cena, ella estaba invitada. Asimismo, también la tenía en cuenta el alumnado de segundo de Bachillerato para que asistiese a su cena de graduación.

Al llevar más de dos décadas de trabajo, se había convertido en "un miembro permanente y muy importante" del centro, subrayó la directora, quien añadió que la integración "era total y nunca tuvo ningún tipo de conflicto en el instituto y diría que tampoco en el pueblo". "Nos consta que era muy feliz en su trabajo, siempre se apenaba cuando llegaban las vacaciones escolares, nunca se quería ir. Cuando se acercaba un puente estaba a disgusto porque se encontraba muy bien aquí, somos un centro muy pequeño, muy familiar y al final las relaciones entre personas son muy estrechas", rememora Beatriz López. Y es que "se le va a echar mucho en falta".

Durante toda la semana residía en Boal, pero al llegar el fin de semana, los puentes y vacaciones, retornaba a su pueblo natal. Allí, la noticia de su fallecimiento también fue inesperada, dejando a los vecinos en "shock". "Era una persona apreciada y querida", subrayó uno de sus amigos, quien asegura que en el pueblo siempre estaba disponible para colaborar con lo que hiciese falta, desde las sextaferias hasta la organización de fiestas u otro tipo de actividades. En cuanto a su identidad, este allegado, que prefiere mantener su anonimato, asegura que "siempre fue como quiso ser y todo el mundo la respetaba". Otro vecino se acordaba de cómo disfrutaba durante las celebraciones patronales y la devoción que sentía: "Le gustaba mucho ir a misa". "Como persona era de lo mejor, pero estaba cohibida por la situación, no se sentía libre para vivir plenamente como ella deseaba", lamenta.

"Sufrió muchísimo"

Cuando tenía que realizar algún trámite que la obligaba a desvelar su nombre completo, añadía rápido ante su interlocutor esa declaración que la acompañó toda su existencia: "Prefiero que me conozca como María Elena". Una vecina de la zona recuerda la primera vez que la atendió en su negocio y como, con total naturalidad, accedió siguiendo su deseo a tratarla como mujer: "Vi que se le iluminaba la cara cuando la llamé por su nombre, María Elena". Una trabajadora que coincidió con ella en el centro educativo de Boal durante diez años también mostraba su pena. "Tantos años dejan huella. La apreciaba mucho. Era una persona buenísima y una trabajadora incansable, a la que los niños adoraban". Y resumió la vida de quien fuera compañera de fatigas y faena: "Siempre quiso ser mujer, quería que le llamásemos María o María Elena, pero nunca llegó a materializar el cambio. Tenía un conflicto personal enorme. Sufrió muchísimo".

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